Definir a 10 poderosos en un mundo en el que conviven 164 representantes, 98 senadores (esos son los que han quedado de los elegidos de 2010) y decenas de funcionarios de todas las categorías, además de periodistas y analistas, no es tarea fácil. Sin embargo, La Silla continua armando el rompecabezas del poder en Colombia: estos son los más poderosos en el Congreso.

Definir a 10 poderosos en un mundo en el que conviven 164 representantes, 98 senadores (esos son los que han quedado de los elegidos de 2010) y decenas de funcionarios de todas las categorías, además de periodistas y analistas, no es tarea fácil. Sin embargo, La Silla continua armando el rompecabezas del poder en Colombia: estos son los más poderosos en el Congreso.

Para este ránking consultamos a 14 personajes: siete congresistas de distintos partidos, dos analistas, cuatro periodistas que cubren el Congreso y un editor político. A partir de sus argumentos y de datos que comprobamos directamente, seleccionamos a estos 10 súper poderosos del Congreso, cuyo poder reside en la capacidad de hacer que pasen o no cosas en el Legislativo.

Ninguno de los entrevistados mencionó al ministro del Interior Fernando Carrillo, que es el enlace clave entre el Ejecutivo y el Legislativo. Lo que sí mencionaron es que no tiene peso en el Congreso, donde es poco escuchado, que es casi “invisible” y que el poder que tiene está totalmente supeditado al Presidente. Tampoco incluimos al nuevo presidente de la Cámara, Hernán Penagos, pues acaba de asumir el cargo y el poder que podrá ejercer a partir de ahora proviene del cargo más que de él.

Congresistas mediáticos (como Armando Benedetti y Roy Barreras), respetados (como Juan Lozano y Guillermo Rivera) y otros con mucho poder circunscrito a sus respectivas comisiones (como Plinio Olano), fueron mencionados pero no alcanzaron a entrar en la lista. Y otra curiosidad: los lobbistas en el Congreso son poderosos para temas específicos, pero no hay un lobbista súper poderoso.

Juan Manuel Santos

El primer súper poder en el Congreso es el Presidente, con lo que se evidencia la poca independencia entre estos dos poderes del Estado. Juan Manuel Santos es el dueño de la torta burocrática con la que se mueven muchos congresistas y además es el principal determinador de los proyectos del Gobierno que llegan al Congreso. Como si fuera poco, tiene las mayorías -a través de su Unidad Nacional- para hacer aprobar casi lo que quiera.

“Los únicos proyectos importantes que pasan hoy día en el Congreso son los del Gobierno. Si la Ley de Víctimas, por ejemplo, pasó fue porque tuvo el visto bueno del Gobierno”, nos dijo uno de los entrevistados. El Presidente ejerce ese poder a través de uno de sus enlaces con el Legislativo: su secretario general Aurelio Iragorri, quien no fue incluido en la lista porque aunque es poderoso, ese poder es delegado de Santos y no tiene mucha autonomía.

 

Juan Fernando Cristo

Juan Fernando Cristo es súper poderoso desde antes de ser nombrado presidente del Congreso. Su relación directa con el Presidente Santos influyó en la aprobación de la Ley de Víctimas, una ley estrella del Gobierno de la que él fue abanderado. Gracias a eso, hoy es el padrino político de la Unidad de Víctimas y uno de los senadores con más prestigio en los medios. Además su partido, el Liberal, es hoy el consentido del Presidente. Ahora, llega a dirigir el Congreso con el apoyo de toda la Unidad Nacional (al menos, todos votaron por él) con dos metas claras: contribuir a la reelección de Santos y apoyar el proceso de paz. Lo hace en medio de los aplausos de sus simpatizantes, incluyendo un sector liberal que lo propuso como fórmula vicepresidencial de Juan Manuel Santos.

 

Los secretarios

La ya contada historia del polémico exsecretario del Senado Emilio Otero, quien logró reelegirse en cinco oportunidades y convertirse en uno de los funcionarios más poderosos del Estado, demuestra el poder que puede llegar a tener un secretario que se sepa mover en el Congreso.

Los secretarios de Senado y Cámara y los de cada una de las comisiones del Congreso pueden decidir qué va y qué no en su respectivo orden del día. Aunque por lo general los primeros puntos de un orden del día son definidos por el congresista que esté presidiendo, su secretario se encarga del resto de lo que se va a hacer. El cambio de lugar que alguno de ellos de a un proyecto o debate es determinante para el hundimiento o la supervivencia de la iniciativa. “En mi comisión, si uno no es amigo de la secretaria nunca le programan un debate”, le dijo a La Silla uno de los congresistas consultados.

Los secretarios de Senado y Cámara reparten, además, carros, parqueaderos y oficinas. Y son quienes dan permisos para usar los salones del Legislativo. Por eso los congresistas saben que es mejor tenerlos de amigos.

Gregorio Eljach y Jorge Humberto Mantilla (quien fue congresista conservador de Santander, cercano al procurador Ordóñez) son los actuales secretarios de Senado y Cámara, respectivamente, y ambos están recién llegados a sus cargos por lo que apenas están empezando a ejercer ese súper poder.

 

La bancada conservadora

La bancada conservadora en el Senado tiene el poder de la disciplina. No son mayoría, pero sí disciplinados, por lo que sus 22 votos siempre van en la misma dirección. Aunque hay varios uribistas entre ellos, a la hora de votar no tienen disidencias ni ruedas sueltas, como pasa en las bancadas liberal y de La U, por ejemplo. Así, mientras en La U Armando Benedetti impulsa la aprobación del matrimonio igualitario sin el respaldo de su bancada, los conservadores siempre se alían en la misma dirección. “Ningún Presidente se puede dar el lujo de sacarlos de su coalición”, le dijo a La Silla uno de los entrevistados para hacer este ranking.

 

Mauricio Cárdenas

“El Ministro de Hacienda es el zar del Congreso”, nos dijo un senador de La U. La razón: Mauricio Cárdenas es clave para la entrega de las partidas presupuestales de las regiones. Una función que ejerce con autonomía, con conocimiento técnico y con peso político. Es decir, Cárdenas trabaja sin estar supeditado en todo al Presidente y tiene una relación directa con los congresistas, que lo conocen bien pues es un conservador militante que ha mostrado interés en una candidatura presidencial para 2018. Su posible candidatura conservadora a la Presidencia no es sólo un deseo suyo, sino que varios de sus copartidarios así lo desean, lo que muestra la importancia de su figura.

 

Jorge Enrique Robledo

El senador más votado de la izquierda tiene el poder del control político y de ser un peso pesado en los medios. Así quedó demostrado recientemente cuando el Gobierno lo acusó de estar detrás de varios paros y nadie en los medios le hizo el juego a esas denuncias. Ese episodio sirvió para evidenciar que el opositor Robledo es hoy respetado no sólo por la izquierda, sino también por la derecha incluyendo a algunos uribistas que salieron a defenderlo de Santos (aunque estaban aprovechando el ‘papayazo’ que les dio Santos).

Jorge Enrique Robledo no tiene el poder de hacer pasar fácilmente una ley, pero sí el de citar a publicitados debates de control político en contra de funcionarios del Gobierno a los que pone a temblar. Sus denuncias fueron clave, por ejemplo, para tumbar al embajador en Washington Carlos Urrutia, quien terminó renunciando por un escándalo de tierras que prendió Robledo.

 

Simón Gaviria

Su nombre fue mencionado por todos los consultados. Es el único representante a la Cámara de esta lista. Simón es un delfín que logró vuelo propio: es el director del Partido Liberal, el consentido hoy día del Presidente, y una de las principales figuras con las que cuenta Santos para defenderlo en la Unidad Nacional. A pesar de su juventud y de que no tiene mucha acogida entre el sector de izquierda de su partido y que ha tenido roces con senadores como Juan Manuel Galán, su colectividad le “camina” a la hora de votar. Además, se ha hecho de un espacio propio para sus denuncias en el Congreso, como por ejemplo una reciente sobre la forma en que operaba Interbolsa.

 

Las redes sociales (amplificadas por los medios de comunicación)

La presión en redes sociales (principalmente Twitter) de ciudadanos indignados, retroalimentada en algunos medios, fue definitiva para el hundimiento de iniciativas como la Ley Lleras, la reforma a la justicia y la ley anti parodia. Sobre esta última, por ejemplo, cuando empezó la indignación por Twitter y ésta fue retomada en medios como El Espectador, salió el Ministro Carrillo a decir que el Gobierno no la apoyaría. En esa medida -y según nos dijeron varios consultados- las redes sociales, aunque no siempre, sí hacen presión en el Congreso.

Pese a que no todos los congresistas usan Twitter, muchos sí están pendientes de las menciones que les hacen, no sólo las de los medios sino que ya suelen contestar a cualquier ciudadano anónimo. Los twitterazos de La Silla en el Congreso evidencian la atención que hoy día prestan los legisladores a las redes: los congresistas twitteros siguen la transmisión, la comentan y dan explicaciones cuando se les menciona en algo que los deje mal.

 

La Corte Constitucional

“La Corte tiene fregados a los congresistas: ha cambiado la forma en la que funciona el Congreso: les inventa cosas, les revisa todo, les da plazos para legislar”, le dijo un analista a La Silla. Y no está muy lejos de la realidad.

La Corte Constitucional, por ley, tiene que revisar automáticamente todas las leyes estatutarias y los tratados internacionales aprobados, además de cualquier ley que sea demandada. A través de esa revisión ha hecho que en el Congreso cambien la forma de hacer las cosas, forzando por ejemplo a que revisen con lupa la entrada de micos, el respeto de los tiempos entre los debates o la publicación de los textos en las gacetas.

Además, en los últimos años ha desarrollado una jurisprudencia que le permite ordenar al Congreso que legisle sobre determinado tema cuando, vía tutela, cualquier ciudadano manifiesta que no puede ejercer un derecho plenamente. Un ejemplo concreto de esto es el matrimonio igualitario, un tema sobre el cual la Corte dio un plazo de un año al Congreso para legislar. Aunque los legisladores no terminaron legislando porque no se pusieron de acuerdo, la Corte sí los terminó obligando a debatir y a sentar sus posiciones.  

 

Roberto Gerlein

Legislador desde hace más de 40 años (el más veterano de todo el Congreso), el cacique conservador que dijo que el sexo entre homosexuales era sucio y “escatológico”, tiene el poder del uso de la palabra entre sus compañeros. Una palabra con la que suele conseguir resultados en lo que le interesa.

“Es el único congresista al que ningún presidente del Congreso se atreve a negarle la palabra nunca o a interrumpirlo”, le dijo a La Silla un periodista que lleva varios años cubriendo el Legislativo. “Puede estar 20 minutos, media hora, hablando: nadie le quita la palabra o le apaga el micrófono”, agregó otro entrevistado. Ese poder se evidenció cuando, por ejemplo, con un discurso de unos 15 minutos Gerlein convenció a sus compañeros de hundir el proyecto del Gobierno que pretendía quitarle tres ceros al peso, o en  sus intervenciones en contra del matrimonio igualitario, proyecto al cual -aunque ya estaba hundido- le dio varias estocadas.

Gerlein, como otros caciques como Aurelio Iragorri, tiene varias ventajas: no necesita opinión para volver a ser elegido, se conoce el reglamento del Congreso de memoria y en su larga carrera ha hecho amigos en muchos lugares. Todo eso le da más poder en el Congreso.

 

Fue periodista de historias de Bogotá, editora de La Silla Caribe, editora general, editora de investigaciones y editora de crónicas. Es cartagenera y una apasionada del oficio, especialmente de la crónica y las historias sobre el poder regional. He pasado por medios como El Universal, El Tiempo,...