El Acuerdo con las Farc hace posible que éstas compitan electoralmente con la bandera del socialismo del siglo XXI, pero es poco probable que lo logren.

Los promotores del No han utilizado un argumento del ex presidente Álvaro Uribe que ha calado hondo en la opinión pública: que si se refrenda el Acuerdo con las Farc, se allanará el camino para la llegada a Colombia del castro-chavismo y que, de esta manera, Colombia seguirá los pasos de Venezuela.

Es difícil definir qué es exactamente el chavismo, algo sobre lo que en el vecino país hay intensas discusiones tras más de una década. Pero, a grandes rasgos, lo que la gente se imagina es una alianza entre Cuba y Venezuela para instalar el socialismo del siglo XXI en Colombia.

El miedo se fundamenta en una teoría de la conspiración y en varios hechos reales.

 

La teoría de la conspiración, que raya en lo absurdo, es la idea de que Juan Manuel Santos es el alias ‘Santiago’ que aparece en el computador del ex jefe guerrillero Raúl Reyes (bombardeado por el mismo Santos cuando era ministro de Defensa). Los que arguyen esto utilizan como supuesta evidencia las fotos de Santos con Fidel Castro, los contactos que tuvo posteriormente con Chávez, a quien llamó en un momento dado “mi nuevo mejor amigo”, y el pasado izquierdoso de su hermano Enrique. 

Esto les da para concluir que desde tiempo atrás y por vía de su hermano Enrique, los Santos han sido aliados del castrochavismo.

Un elemento fundamental de la noción de castrochavismo es la creencia de que existe una conspiración para llevar un proyecto oculto gradualmente al poder, como decir que estás derribando a la dictadura de Batista, cuando en realidad quieres implementar el socialismo como lo hizo Fidel Castro, o decir que vas a sanear la corrupción política y gobernar con los sectores sociales excluídos pero negar de plano que eres socialista como Hugo Chávez. Por eso, la ‘fachada’ de Santos como enemigo “implacable” de la guerrilla encaja dentro de esa teoría de la conspiración.

Lo que es absurdo es que, siendo así Santos, hubiera comandado los bombardeos que dieron de baja a tres de los máximos comandantes guerrilleros.

Los otros hechos que dan pie a la suspicacia sí tienen asidero en la realidad.

El primero es que Cuba era la sede de los diálogos y uno de los garantes del proceso de paz. Y Venezuela no solo era acompañante del proceso sino que tanto el ex presidente muerto Hugo Chávez como el actual Nicolás Maduro tuvieron una influencia importante para convencer a las Farc de meterse en la negociación y de llegar hasta final.

El segundo es que las Farc nunca han ocultado que comulgan con el proyecto bolivariano chavista de llevar al poder el Socialismo del Siglo XXI, como quedó explícito en el discurso del lunes de Timochenko.

También es un hecho que en el Acuerdo se pactaron condiciones que le permitirán a las Farc convertirse en un partido político con vocación de poder: desde las 10 curules fijas que tendrán garantizadas, hasta tener un 20 por ciento anual del total del fondo destinado a la financiación de los partidos, pasando por las prerrogativas que tendrán como parte del 50 por ciento de la Comisión de Implementación, Seguimiento y Verificación (Csvr) para decidir temas estratégicos de la implementación de los acuerdos y su manejo presupuestal.

En conclusión, los que creen que las Farc quisieran llevar al poder el castrochavismo podrían tener razón. Otra cosa es que lo logren.

Y hay varias razones para creer que más allá de lo que quisieran las Farc, los factores que permitieron el ascenso del chavismo son considerablemente diferentes a las que existen hoy en Colombia, y que incluso si tienen la plata para comprar millones de votos es improbable que lo puedan hacer pasando inadvertidos (quizás lo podrían hacer en regiones apartadas, asumiendo que el Tribunal de Garantías Electorales que crea el Acuerdo para vigilar que no haya fraude electoral en las zonas alejadas no se de cuenta)  y que suficientes colombianos lo hagan.

Estos son algunas cosas que fueron claves para el ascenso del chavismo y que no existen en este país:

1

La existencia de un “padre de la patria”

Tanto Fidel Castro como Hugo Chávez anclaron sus proyectos revolucionarios a un héroe nacional. José Martí en Cuba y Simón Bolívar en Venezuela les sirvieron para invocar un nacionalismo unívoco, que en todo caso, es un rasgo de la identidad de ambos países.

En Colombia no hay un héroe o padre de la patria que unifique a todos los colombianos, que rara vez –por no decir nunca- se sienten muy orgullosos de su historia nacional plagada de patrias bobas, traiciones y proyectos fallidos. Si algo caracteriza a los colombianos es querer mirar hacia el mundo y el futuro, más que recrear la historia nacional que tiene entre sus mitos fundacionales la pelea entre Bolívar y Francisco de Paula Santander y un arraigado sentimiento de diferencias internas, que reforzó el bipartidismo durante un siglo y medio.

De hecho, aunque en Colombia el conservatismo, los militares, el M-19 y las Farc han reivindicado en diferentes momentos el legado de Bolívar, esa bandera ha demostrado no tener el suficiente arraigo para legitimar sus proyectos políticos.

 
2

La dependencia del petróleo

Los expertos coinciden en que la revolución chavista habría sido imposible sin el petróleo. A diferencia de Colombia, Venezuela es un país cuya economía depende de un solo producto y, por eso, el que controla el petróleo controla la economía y la vida económica del país.

Eso le permitió a Chávez debilitar el contrapeso que le podían hacer los grupos económicos y otros factores de poder del país, además de asegurar el apoyo popular vía las ‘misiones’ y las ayudas económicas que pagaba la renta petrolera.

En Colombia, la economía depende de varias fuentes de ingresos y los grupos económicos son un factor de poder tan grande que lograron en el momento más crítico del proceso 8000 sostener –incluso contra la presión de Estados Unidos- al entonces presidente Ernesto Samper a pesar de la evidencia de que había entrado plata del narcotráfico a su campaña presidencial.

 
3

La diplomacia petrolera

El ascenso del castrochavismo en Venezuela –y sus consiguientes abusos- fue posible en gran parte gracias a la diplomacia petrolera que hábilmente emprendió Chávez.

A través de Petrocaribe y de subsidiar la compra de petróleo a países en todo el continente, el presidente venezolano fue capaz de forjar alianzas insospechadas con países del Caribe y de América Latina que se hicieron los locos cuando sectores venezolanos comenzaron a denunciar los atropellos a los derechos humanos y ayudaron a controlar ofensivas diplomática contra Chávez en diferentes instancias internacionales.

Incluso cuando el paro petrolero de 2002-2003, el gobierno brasilero de Lula Da Silva intervino para disolverlo.

Un gobierno de Colombia no tiene ningún activo geoestratégico que ofrecer para contar con ese tipo de complicidad. Y menos lo tendría un gobierno de izquierda cuando el péndulo político de América Latina está volviendo a la derecha.

 
4

La figura del outsider salvador

Tras la crisis económica de 1983, la estructura clientelista de los partidos políticos venezolanos se empezó a derrumbar. Luego, los escándalos de corrupción terminaron de hacer la tarea. En ese escenario de total desprestigio de los partidos políticos, Chávez surgió como el gran salvador de la política.

En Colombia el desprestigio de los partidos políticos es muy grande pero, aún así, sus estructuras clientelistas están muy bien aceitadas y más con el gobierno Santos.

Sin embargo, la verdadera diferencia frente a lo que sucedió en Venezuela es que el desprestigio de las Farc es aún mayor que el de los partidos, como lo revelan todas las encuestas.

Por eso, mientras Chávez solo tenía futuro y era visto como una figura nueva en un escenario degradado, la guerrilla es parte de un escenario de ese tipo y carga con un largo pasado de 50 años de atrocidades que tendrá que remontar para convertirse en una verdadera opción de poder.

 
5

Los medios funcionales al proyecto

Con el tiempo, el chavismo impuso lo que en Venezuela se llama “una hegemonía comunicacional” a través de una poderosa estrategia de medios públicos que le hicieron un contrapeso a la información crítica de los medios privados que el régimen no logró cooptar. Pero inicialmente no fue así.

Ante el desprestigio de los partidos y las instituciones políticas, los medios asumieron un rol abiertamente político, convirtiéndose en verdaderas tribunas. En ese momento, cuando estaban en su punto más alto de credibilidad, muchos de ellos le apostaron a Chávez como una opción política alternativa a los corruptos tradicionales, y por eso el comandante llegó al poder de la mano de ellos. Un ejemplo claro del respaldo a su candidatura fue el del entonces poderoso diario El Nacional.

Después, cuando entendieron quién era Chávez y lo mucho que perjudicaba sus intereses, comenzando por la libertad de prensa, se le voltearon y comenzó su caída.

En Colombia, una alianza entre medios tradicionales y Farc es impensable. A estas alturas todo el mundo sabe quién es la guerrilla, no hay posibilidad de un proyecto oculto de su parte, y es claro que si algo sucede en el futuro es un inminente choque entre los medios establecidos y las Farc, que los culpan de su baja popularidad entre los colombianos, como dijo explícitamente Timochenko el lunes.

 
6

Militares con vocación política

En Venezuela los militares han jugado un papel protagónico a lo largo de su historia, muy diferente al que han tenido en Colombia. Para comenzar allá han tenido la ambición de ser herederos del pensamiento de Simón Bolívar y nunca han ocultado su intención de conducir los destinos de la Nación, y lo han hecho.

En Colombia, en cambio, ha habido un pacto entre ellos y el establecimiento en el sentido de que los militares no se meten en política y los políticos y poderosos económicos no se meten en los asuntos militares. Ese pacto, que era tácito hasta mediados del siglo XX, se refrendó después de que el general Gustavo Rojas Pinilla trató de mantener se en el poder sin apoyo de los partidos y estos lo tumbaron. Alberto Lleras, como Presidente, dio un famoso discurso en el teatro Patria en 1958, en el que hizo explícito ese pacto.

Además, dada la larga confrontación con las Farc y la lejana relación que existe entre la Fuerza Pública y el pueblo, es muy improbable que se llegara a dar la alianza cívico-militar pueblo-caudillo- ejército que se conecta directamente con las bases, como la de Chávez.

 
7

La derecha no era atractiva

Como dice una periodista de allá, “en Venezuela hasta los ricos son populistas”. Dada la estructura rentista de la economía, el capitalismo emprendedor está muy poco arraigado en la psiquis venezolana.  En esa medida, la mecha del socialismo encontró un terreno fértil para prender.

En Colombia, en cambio, hasta el más pobre lleva un capitalista emprendedor en el corazón. Y, como lo demuestran las encuestas y las elecciones, y quizás como reacción a un conflicto guerrillero de larga duración, la izquierda es una fuerza minoritaria mientras que la centro derecha y derecha representan un gran atractivo para la población.

En esa medida, para que el castrochavismo gane en las urnas se requeriría una transformación en las intenciones políticas de los colombianos que seguramente tardará varios años, si es que se da.

 
8

Cuba no miraba hacia Estados Unidos

La influencia de Fidel Castro sobre Chávez fue definitiva en la consolidación del proyecto bolivariano, como ha sido ampliamente documentado. En una entrevista, inclusive, Chávez hablaba de Fidel como un papá. Sin embargo, la situación de Cuba hoy es radicalmente diferente a lo que era hace diez años cuando su principal interés era paliar el hambre de los cubanos y la generosidad petrolera de Chávez resultó vital.

Tras el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos este año, el principal interés geostratégico de Cuba es afianzar nuevamente esa relación con el norte. De hecho, su principal interés en ser anfitrión de las negociaciones con las Farc era demostrarle a Estados Unidos de que si bien en el pasado habían exportado la revolución ahora promovía la paz. 

 Es improbable, entonces, que los Castro arriesguen esa nueva relación con Estados Unidos para afianzar un proyecto socialista en Colombia, justo cuando ellos están abriéndole las puertas al capitalismo.

 
9

No existía el espejo de Venezuela

Los colombianos llevan años viendo cómo el castro-chavismo ha conducido al derrumbe de la economía venezolana. Las imágenes de hordas de mamás venezolana cruzando la frontera para comprar leche y pañales en Cúcuta no es precisamente una valla publicitaria para el socialismo del siglo XXI. Por eso, para las Farc, no será tan fácil vender un proyecto populista hecho a imagen y semejanza del venezolano.

 

 

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...