Si los tres primeros nombramientos de Juan Manuel Santos son indicativos de cómo será su gabinete, el presidente electo gobernará como lo ha hecho en cargos anteriores: con la gente buena con la que ya ha trabajado bien en el pasado.
A diferencia de Álvaro Uribe, quién no le paraba muchas bolas a sus nombramientos –muchos de los cuales terminaban en manos de su Secretaria Privada- y a quién le encantaba sorprender, los tres primeros nombramientos de Santos son predecibles, de gente con buena reputación, y cercanos a él. Se trata de tres Juan Carlos: Echeverry como Ministro de Hacienda, Mira como Secretario Privado y Pinzón como Secretario General.
El futuro Secretario General de la Presidencia también salió del semillero de la Fundación Buen Gobierno y ha trabajado con Santos desde hace años. Fue su secretario privado y jefe de gabinete en el Ministerio de Hacienda, donde forjó una relación con los parlamentarios.

Foto: Miguel Torres.
Pinzón viene de una familia de militares, de la cual él se siente muy orgulloso. Esto le sirvió para granjearse la simpatía de las Fuerzas Armadas cuando trabajó como viceministro de Defensa con Santos, a cargo del manejo del presupuesto de las Fuerzas Armadas y del proceso de modernización y planeación de las Fuerzas Armadas a mediano plazo.
Este economista Javeriano, con una maestría en relaciones internacionales de John Hopkins University tiene una trayectoria importante como tecnócrata. Fue Vicepresidente de Asobancaria, trabajó en la Federación de Cafeteros, fue vicepresidente de banca de inversión y economista para Colombia del Citigroup y asesor del director ejecutivo del Banco Mundial. Ha publicado varios artículos académicos.
Pinzón es un hombre tímido, de 38 años, que le gusta mantener un bajo perfil y comprometido con el proyecto de Juan Manuel Santos. Tiene una buena formación académica, no es un hombre de intrigas ni de enemigos, y tampoco es un manzanillo, con lo cual su llegada a la Secretaria General de la Casta de Nariño será un buen cambio respecto a su antecesor.
Con Juan Carlos Echeverry, el Ministerio de Hacienda vuelve a las manos de un técnico al estilo de Roberto Junguito pero con una habilidad política similar a la del ministro actual Oscar Iván Zuluaga.
Proveniente de una familia paisa que se radicó en los Llanos Orientales, el nuevo Ministro de Hacienda es un hombre hecho a pulso, que se forjó así mismo un lugar entre los mejores economistas del país a punta de educación y trabajo.
Graduado como economista de la Universidad de los Andes, donde también fue decano de economía, empezó su carrera en el Banco de la República, donde trabajó durante diez años bajo la dirección de Francisco Ortega. Interrumpió su trabajo en el Banco para irse a estudiar filosofía en la Universidad Complutense de Madrid. Hegel, Heidegger y Marx fueron sus temas de estudio y la evolución cultural de la sociedad, su obsesión en esa época. Luego hizo un doctorado en economía en la Universidad de Nueva York.

Echeverry era la escogencia lógica de Santos por su formación y experiencia y porque habían sido cercanos desde que compartieron gabinete durante el Gobierno de Andrés Pastrana, Echeverry desde la dirección de Planeación Nacional y Santos desde el Ministerio de Hacienda. Juntos sacaron adelante la reforma del sistema de transferencias que fue vital para evitar la quiebra del país, y también la reformas laboral, tributaria y pensional. Además, uno de los temas fuertes de Echeverry es el del empleo, uno de los ejes del gobierno Santos y le preocupa de verdad la deuda
El nombramiento de Echeverry, de 44 años, fue muy bien recibido por los mercados internacionales pues desde Latin Source y su firma Econcept presta asesorías económicas sobre Colombia a los principales bancos de inversión y ‘hedge funds’ en Wall Street. También es miembro de la junta directiva de la firma comisionista Interbolsa.
En temas económicos, Echeverry es un economista ortodoxo que siempre ha defendido la estabilidad fiscal. El año pasado, en varios foros e incluso en televisión, Echeverry argumentó que al próximo gobierno “no le quedaba más remedio” que promover una reforma tributaria estructural. Sin embargo, durante los últimos meses de campaña y en oposición a la propuesta de subir impuestos de Mockus, dijo que Santos no adelantará una reforma tributaria que implique el aumento en las tasas actuales de los impuestos. Y no ha vuelto a mencionar el déficit fiscal que tanto le preocupaba cuando no estaba en la contienda política.
Echeverry ha dicho que, en cambio, el gobierno de Santos buscará quitar algunas exenciones y reestructurar las regalías para que dependan del nivel central, pero ambas cosas implican una reforma tributaria. Por eso quienes lo conocen dicen que su único ‘pero’ es que tiene aspiraciones políticas. En un momento pensó lanzarse como Alcalde de Bogotá por el Partido Conservador pero si aceptó el Ministerio seguramente es porque desistió de hacerlo pues tendría que inhabilitarse a finales de este año.
Juan Carlos Mira, el futuro secretario privado de la Presidencia, ha hecho su carrera bajo el tutelaje de Santos. Mira conoció al nuevo presidente como practicante de derecho de la oficina jurídica del Ministerio de Hacienda, cuando Santos era Ministro.

Durante año y medio, este abogado tributarista, de 34 años, trabajó en la unidad jurídica pero Santos nunca se enteró de su existencia. Ya como egresado de la Universidad Javeriana se fue del Ministerio a trabajar en el bufete de abogados Urdaneta, Vélez, Pearl & Abdallah durante cuatro años, monitoreando el Congreso y haciendo cabildeo para los clientes de la firma. Concluida su labor, entró a la Fundación Buen Gobierno, donde finalmente Santos lo vio. Luego se volvió su mano derecha también en el Ministerio de Defensa, como su secretario privado.
Mira fue estudiante del Programa de Negociación y Resolución de Conflictos en la Escuela de Leyes de Harvard.
Quienes lo conocen dicen que Mira tiene las virtudes que se necesitan para el nuevo cargo: es de la absoluta confianza de Santos; tiene excelentes relaciones públicas y por su experiencia anterior conoce muy bien cómo se mueve el Congreso; es organizado; y es muy eficiente haciendo favores y solucionando problemas. Y también es divertido y con capacidad para burlarse de sí mismo.