Los turistas electorales de Cabuyaro: Un pueblo con trasteo de votantes 

 

 

La carretera para llegar a Cabuyaro desde Villavicencio no está pavimentada. La mitad del recorrido que dura casi cuatro horas es por una vía llena de tierra roja y en regular estado hasta llegar al río Meta, donde los carros tienen que pasar en un planchón y tomar otra vía que está en peor estado.                                                   

Fotos: Dora Montero

– ¿Cómo se llama el río que cruza por su vereda?
– Por donde yo vivo no pasa ningún río.

– Y el río que atraviesa el pueblo?
– No sé, yo vivo lejos de aquí.

– Su casa está en el caserío?
– No, yo vivo en una finca.

Este corto diálogo que se dio hace una semana en Cabuyaro, un pequeño municipio petrolero ubicado al norte del Meta, no significaría nada si no fuera porque las interlocutoras fueron la registradora del municipio y una mujer que llegó a inscribir su cédula. Para hacer ese trámite, además de identificarse, cualquier persona tiene que dar la dirección de donde vive. Esta mujer sólo dio el nombre de la finca, pero no sabía mucho sobre su pueblo, ni sobre su propia vereda, la de Remansón.

La registradora de Cabuyaro, Nancy Mendoza (arriba), recibe a diario cincuenta personas que van a inscribir la cédulas. En una precaria oficina, ella sola atiende a la gente que va a votar en octubre próximo.

La respuesta de la mujer dejó sorprendida a la registradora. Es posible que cerca de algunas veredas no haya ríos grandes o que la gente viva aislada en sus fincas, pero el río Meta que pasa por el casco urbano de Cabuyaro es tan grande y clave para la economía del pueblo, que es imposible no saber de él.

Y la conversación tampoco es la típica en una inscripción. Lo normal es que los registradores no pregunten ningún detalle sobre sus casas a las personas que van a inscribirse. Pero el caso de Cabuyaro es diferente.

Desde que comenzaron las inscripciones, hace ya más de un mes, todos los días llegan a la Registraduría entre 48 y 50 personas como esa mujer. Muchos llegan a inscribir su cédula, dicen que viven en fincas y no son capaces de dar ningún detalle sobre sus casas.

Una funcionaria del municipio contó a La Silla Vacía que un día visitó la Registraduría y se encontró con dos vecinas de su mamá, que vive en Villavicencio. “Mi sorpresa fue cuando vi que se estaban inscribiendo, decían que vivían en el Alto Los Piscos, que queda como a media hora de aquí, y la verdad es que viven en El Retiro, un barrio de Villavo. Las abordé después y me contaron que les pagaban 30 mil pesos ese día y 30 mil más el día de las elecciones. Dijeron que para ellas era como ir de paseo y que la platica no les caía mal”, dijo la funcionaria.

Igual le pasó a una de las empleadas esporádicas de la Registraduría que se encontró con unos ex compañeros de colegio. “Yo no los vi en la Registraduría, pero yo iba a almorzar cuando me los encontré por una calle y sin problema me dijeron que estaban inscribiendo la cédula. No dijeron que les estuvieran pagando, dijeron que solo estaban haciéndole un favor a un amigo”.

En Cabuyaro aparentemente se está dando el fenómeno de la trashumancia: están llevando al pueblo a gente de otros lados para que vote en las próximas elecciones. El primer paso es que se inscriban.

El municipio ya está en la lista de alerta por trashumancia electoral que divulgó la Registraduría hace un mes y el comité de seguimiento electoral ordenó activar las unidades de reacción inmediata para investigar las altas cifras de inscripciones. Hasta el viernes pasado, en Cabuyaro se habían inscrito 1.085 personas, una cifra que parece bajita, pero en realidad es muy alta si se tiene en cuenta que la población del municipio no pasa de las 3.500 personas y al alcalde actual lo eligieron con 978 votos.

El recorrido a Cabuyaro

En un día entre semana no es habitual ver turistas en Cabuyaro. Pero desde que comenzó la inscripción de cédulas varias decenas de personas recorren las 30 cuadras que tiene el pueblo y descansan en el malecón de la fotografía.

Todos los días, a las 8 en punto de la mañana, Alcira Velásquez, la personera de Cabuyaro, llega hasta la Registraduría y anota en una libreta el número con el que comienza la inscripción de cédulas. Ese número debe coincidir con el que anotó la tarde anterior, en el momento en que cerraron la oficina.

La Registraduría de Cabuyaro está instalada en una casa pequeña que tiene un solo salón y no mide más de 30 metros cuadrados. Prácticamente todo el tiempo la registradora Nancy Mendoza es la única funcionaria, pero durante todo el día es poco el tiempo en que está sola.

Uno de esos momentos es cuando se abre la oficina, cuando llega la personera y hace lo único que puede hacer para controlar el número de inscritos. Ella no tiene funciones policivas y por eso ni siquiera puede pedirle la cédula a las personas que llegan a inscribirse, ya que podrían abrirle una investigación por extralimitación de funciones. “No puedo hacer nada más, solo confirmar que mientras la Registraduría está cerrada no aparezcan nuevas cédulas inscritas”.

Cinco minutos después comienza a llegar la gente en pequeños grupos, de a dos o de a tres, y no paran durante el resto del día. Los nuevos inscritos madrugan a llegar a Cabuyaro. La hora de encuentro en Villavicencio es a las 5 de la mañana. A esa hora llegan grupos de 15 ó 18 personas que se distribuyen en varias camionetas y colectivos y arrancan hacia el norte del Meta, hacia Puerto López, el ombligo de Colombia. Hasta ahí la ruta es fácil porque la vía está pavimentada, pero unos pocos kilómetros después hay que hacer un desvío y tomar una vía destapada. A pesar del invierno, la primera parte está en buenas condiciones.

El encuentro con Cabuyaro es el encuentro con el río Meta. Después de una hora de recorrido se muestra al frente, dominante y caudaloso. Una asociación cívica llamada Transbordador Suricatón es la encargada de trasladar a las personas en ferry y los carros de un lado al otro del río por 15 mil pesos cada trayecto.

Y por eso es fácil saber cuántas camionetas nuevas visitan a Cabuyaro desde el día que comenzó la inscripción de cédulas. Porque a ese municipio sólo llegan diariamente un bus de la empresa Macarena y una chiva que recorre las veredas.

“Todos los carros que pasan tienen que pagar y toda la plata va para la cooperativa. Después nos la repartimos nosotros”, dijo Fernando, uno de los operadores del ferry que admite que están madrugando unas camionetas llenas de gente, de turistas.

El turismo inesperado

Las camionetas que llevan a los visitantes diarios a Cabuyaro se parquean en diferentes partes del pueblo. Todos en lugares diferentes y lo más lejos posible de la carretera principal, la única pavimentada del pueblo.

Ahí les dan las instrucciones. Los dividen en grupos y los guían a desayunar, después tienen que ir a la Registraduría, en grupos de tres, o en parejas con tiempos casi medidos. Mientras tanto, los conductores se van generalmente al puerto, donde la Alcaldía construyó un malecón que se convirtió en uno de los atractivos turísticos del municipio.

Una vez se han inscrito, el resto del día los visitantes se comportan como lo que son, turistas que no llegan en ningún otro momento a Cabuyaro. Pasean por el centro, almuerzan pescado al lado del río o simplemente descansan en las bancas de los parques.

Lo extraño es que un lunes haya turismo en Cabuyaro. “Eso solo en fiestas”, dijo a La Silla Vacía el ex veedor Benjamín García, quien contó que en el pueblo hay tres festivales, el del arpa y el reinado del atardecer llanero, el de la playa y el río Meta, y el de la canta criolla en el Viso de Upía. El resto del año, a Cabuyaro es muy poca la gente que llega. García lo admitió con realismo y a pesar de todas las vallas que hay en la carretara principal desde Villavicencio que prometen una oferta turísitica muy atrayente.

El inusitado turismo llegó con el proceso electoral. 

Las personas que llegan de las veredas de Cabuyaro tienen pinta de campesinos, de trabajadores de la tierra, pero los que llegan a la Registraduría a inscribirse parecen de la ciudad.

 

La “paisa” es una mujer morena venida de Antioquia y tiene un restaurante al lado del río. Es uno de los más conocidos y famoso por el pescado que sirve, pero la repentina avalancha turística la cogió por sorpresa. “En estos días yo trabajo sola en el restaurante, es muy poquita la gente del pueblo que viene a almorzar entre semana y yo sola puedo con todo, pero estos días la cosa ha sido diferente y me veo a gatas para atenderlos a todos”. No solo se ve corta sino que también se le ha acabado lo que tenía en bodega.

Igual le está ocurriendo a la mayoría de comerciantes del pueblo. La dueña de la bodega de cerveza contó que estaba cargando el camión una vez más que lo normal en un mes porque los pedidos habían aumentado. “Yo no sé la razón, pero a mi me piden más y se me acabó”.

La llegada al pueblo de los ‘turistas’ a inscribir su cédula es el tema de recurrente de las conversaciones porque ha cambiado toda la dinámica del pueblo.

Llegó la Ley

La personera y la registradora del municipio no pueden hacer mucho para evitar que las personas que no viven en Cabuyaro se inscriban, pero sí pueden llamar a la Policía para que comience una investigación.

Una de las camionetas que estuvo en Cabuyaro cuando La Silla Vacía estuvo en la población está afiliada a una empresa transportadora.

Un mes y medio después de iniciadas las inscripciones, la Personera le avisó al Comandante de la Policía que habían llegado tres camionetas un poco después de las 8 de la mañana. Y entonces una comisión de policías las buscó y las encontró. No era difícil, Cabuyaro no tiene más de treinta cuadras y con un paseo corto se van encontrando las camionetas embarradas de tierra roja y parqueadas en las esquinas alejadas de la Policía y la Registraduría.

Un policía que participó en el operativo contó que un ciudadano les avisó muy temprano que habían llegado tres camionetas. “La azul, la blanca y otra de una empresa”.

La policía les hizo seguimiento pero la respuesta de los conductores no les ayudó mucho: “a mí me contrataron para traer a una gente, un paseo, creo. Yo no sé nada diferente. A mí solo me contratan”.

Con esa respuesta es poco lo que la Policía puede hacer. Entonces, decidieron parar a algunas de las personas que encontraban cerca de la Eegistraduría y les pedían su identificación y que les dijeran dónde vivían. Las personas entregaban su documento sin problema y repetían lo que habían dicho en la Registraduría.

“No dan ningún detalle de su casa ni nada, pero nosotros no podemos hacer mucho más”, dijo el policía a La Silla Vacía. Anotan los nombres de las personas, les buscan antecedentes y envían un reporte con su versión.

Lo peor, según dijo el agente, es que la gente cree que no está cometiendo ningún delito. Ellos creen que lo máximo que puede ocurrir es que la autoridad electoral anule su inscripción y no puedan votar ni en Cabuyaro ni en ningún otro lado.

Pero la verdad es que sí pueden cometer un delito y así lo comentaba en voz alta la Registradora, que sin embargo, no dice nada a los ciudadanos. Ya el reporte oficial se encuentra en la Policía del Meta.

Todo por las regalías

El número de inscripciones, las camionetas llenas de turistas y la ignorancia de los inscritos son pruebas de que algo pasa en Cabuyaro. “¿Quién está trayendo la gente, cuál es el político que está aquí tras esto?, se pregunta la Personera.

Todo el día la pequeña sede de la Registraduría de Cabuyaro está llena. De a poquitos llegan las personas que inscriben su cédula y pueden llegar a ser hasta cincuenta diarias.

 

Una de las razones que encuentra el ex veedor del pueblo es el escepticismo de la gente del pueblo para votar, para creer en los políticos. “Yo no justifico lo que está pasando, nunca lo haría, pero es que aquí a la gente no le gusta votar y por eso es que los políticos terminan haciendo ese tipo de cosas”.

La trashumancia en Cabuyaro no es nueva. En las elecciones de hace cuatro años hubo una investigación del Consejo Nacional Electoral y fueron anuladas cien cédulas, pero los índices de inscripción nunca llegaron a las cifras de ahora.

Lo que más preocupa a la Registraduría es que aún falta la semana donde tradicionalmente crecen las inscripciones porque los puestos de inscripción se trasladan a las veredas y se atiende el fin de semana. “La cifra podría ser mayor”, dijo una fuente de la Registraduría del Meta.

Nelly Zárate es una de las matronas liberales del pueblo. Fue concejal durante nueve períodos pero se retiró hace tres períodos para dar espacio a otros políticos más jóvenes. Sin embargo, ahora decidió volver a participar en política porque dice que al pueblo lo dañaron y hay que hacer algo.

Lo cierto es que las cifras muestran que son muchas las personas que quieren lanzarse en Cabuyaro. Hay 120 candidatos al Concejo y por lo menos ocho precandidatos para la Alcaldía.

La razón, según Zárate, y por lo menos cinco políticos más consultados por La Silla Vacía, son las las regalías. En Cabuyaro encontraron siete pozos más de petróleo que significarán importantes cifras de ingresos para el municipio y se sumarán a los cuatro que se explotan actualmente.

Sobre los responsables de la trashumancia, la candidata asegura que el “desorden es de todos los candidatos”. Según contó, lo que dicen es que cada camioneta es de un candidato diferente que están prácticamente haciendo competencia para ver quién trae más electores.

La versión la sostiene también el candidato al Concejo Andrés Castañeda quien dice que “lo que se ve y lo que se cuenta” es que son varios los candidatos que están trayendo la gente. “Es que ni siquiera hacen lo posible por no hacerse notar. Acá no vienen turistas, casi ni en las fiestas y mucho menos un día entre semana. En un festival que se llena de gente el pueblo, sumarán seis mil personas en el pueblo, el resto del año por aquí no viene nadie”, dijo.

Castañeda dice que la razón para que “todos quieran” es que saben que al pueblo va a llegar mucha plata por cuenta de las regalías y también porque “en el pueblo ya no hay obediencia de partido”. Cuenta que Cabuyaro siempre fue liberal, no había un solo conservador, pero como ahora hay muchos candidatos de todos los partidos. Él mismo se va a lanzar por firmas “porque los liberales de ahora no son los que son”.

Pero el ex veedor Benjamín García va más allá. Asegura que el “desorden” de la trashumancia lo comenzó el grupo político del Alcalde y “como todos se dieron cuenta que ellos traían gente, de una comenzaron a hacer lo mismo”.

Una comerciante del municipio lo confirmó a La Silla Vacía. Contó que ese grupo contrató a un propietario de camioneta del mismo municipio y él todos los días hace un viaje a Villavicencio. Las otras, una azul y otra blanca, no saben a ciencia cierta a qué candidatos representan.

“Dicen que uno de los políticos dijo que tenía tres mil millones para la campaña y para ganar la Alcaldía, que está pagando 50 mil pesos por cédula que consigan y cien mil pesos por el votante que hagan llegar al pueblo el día de las elecciones”, dijo una persona que prefirió no dar su nombre.

Hasta ahora todos son comentarios. Las investigaciones apenas se inician y mientras tanto quedan solo ocho días para la inscripción de cédulas y quince días para las consultas. La campaña para elegir las autoridades territoriales comenzó y con ella la “fiesta electoral” de los corruptos.

Nota de la redacción: Posterior a la visita de La Silla Vacía, de la Comisión de la Registraduría y del inicio de los operativos de la Policía, el promedio de inscripción de cédulas descendió dramáticamente. De 50 cédulas diarias descendió a un promedio de diez cédulas por día. 

Al atardecer, poco antes de que se cierre el paso en planchón, llega de vuelta del bus escolar que llevó a los niños a estudiar a Puerto López. Y hacia el otro lado salen las camionetas van donde llegaron los turistas que van a votar en las elecciones.

Soy periodista. Lo que más me apasiona es la investigación. Hago parte del comité directivo y soy socia fundadora de Consejo de Redacción, una organización de periodistas que promueve el periodismo de investigación. Desde que me gradué, en la Universidad...