Marta Lucía Ramírez arranca con más chicharrones que poder

La vicepresidenta se quedó con temas puntuales más que sectores, no heredó todo lo que manejaban sus antecesores ni logró quedarse manejando la implementación del Acuerdo de paz.

Marta Lucía Ramírez siempre ha querido ser presidenta y a pesar de que no lo logró, eso no le ha quitado las ganas de gobernar. Aunque la vicepresidenta es una voz fuerte en la Casa de Nariño y trata de tirar línea en todo, las funciones que le delegó el presidente Iván Duque muestran que por ahora tiene más chicharrones por resolver que temas estratégicos por manejar.

Eso muestra que arrancó débil en la puja de poder en Palacio, pero que si logra resolver los chicharrones y mostrar resultados, puede ganar fuerza.

El globo que se desinfló

Ramírez no heredó todo lo que manejaban sus antecesores ni logró quedarse manejando la implementación del Acuerdo de paz, el tema más políticamente sensible del que habló en campaña.

 

Antes de que saliera el decreto de septiembre en el que Duque definió qué funciones le delegó, la vicepresidenta mencionaba la implementación cuando le preguntaban por sus tareas.

Incluso varios de sus asesores más cercanos daban por hecho, como contamos en La Silla, que ella iba ser la cabeza de la implementación.

Eso porque desde que ganó el No en el plebiscito de 2016, fue una de las voceras de la renegociación y metió en el equipo de empalme del área gente de su cuerda, como el hoy alto consejero para la estabilización, Emilio Archila.

Pero en el decreto con sus funciones no está incluido ese tema.

“Lo que veo es que, quizás con el deseo de tener el control en Palacio, el Presidente decidió trasladar todas las funciones del Acuerdo a presidencia”, dijo Ramírez a La Silla. “Pero yo de todas maneras hago parte del comité de paz y allí tengo injerencia”, agregó.

Sin embargo, a su círculo cercano le sorprendió que ella no se quedara al menos con una parte de ese tema.

“Todo el mundo asumía que la implementación era de ella porque era algo a lo que le venía trabajando desde hace cuatro años”, dijo a La Silla un asesor de Ramírez. “Pero eso tampoco quiere decir que no va estar encima, porque ella tiene la expectativa de influir en todo”, agregó.

En implementación tampoco heredó lo que Santos le delegó al general Óscar Naranjo, quien reemplazó a Germán Vargas como vicepresidente desde marzo del año pasado.

El General asumió la responsabilidad de garantizar la seguridad para líderes sociales y ex combatientes y de supervisar toda la ejecución del posconflicto, cosas que también volvieron a Presidencia.

Ese no es el único tema que no heredó.

Una vicepresidencia adelgazada

Tampoco le dejaron derechos humanos, que manejaron todos los vicepresidentes desde Gustavo Bell en el gobierno de Andrés Pastrana, hace 20 años, y que incluso mantuvo Angelino Garzón cuando Juan Manuel Santos le quitó casi todo el poder.

La Silla supo por dos fuentes cercanas al gobierno que la idea es que ese tema pase a una oficina de asuntos internacionales y derechos humanos en cabeza del alto consejero Francisco Barbosa, que es íntimo amigo de Duque.

La vicepresidenta cree que ella debería mantener ese tema y espera que eso pase en la reestructuración del departamento administrativo de Presidencia que se está cocinando.

“Yo preferiría que derechos humanos esté en vicepresidencia porque a esto hay que darle una importancia por sí misma. Esto no puede hacer solo parte de la agenda internacional porque es que ese tema es una prioridad”, dijo Ramírez a La Silla. “No creo que deba quedar subsumido en una consejería”, agregó.

Por último, tampoco será la jefe de toda la política de infraestructura y de los ministerios de Transporte y Vivienda, como era Vargas.

Aunque en ese sector tiene la “supervisión funcional” de transporte e infraestructura, no solo ya no tiene Vivienda sino que no le da el poder de ser jefe que tenía Vargas cuando Santos le delegó la “coordinación del sector”.

Ramírez nos dijo que así en el papel no diga que ella será la coordinadora, ella lo es.

Sin embargo, en algunas entidades de transporte eso todavía no se ve.

Por ejemplo en la Agencia Nacional de Infraestructura, una de las entidades donde el poder de Vargas era tal que adentro sentían que tenían dos jefes, dos fuentes de alto nivel nos dijeron por aparte que no ven a Ramírez como su jefe ni le ven un liderazgo claro.

“Por ahora yo creo que no ha arrancado un liderazgo de ella, ha habido una o dos reuniones, pero hasta ahí”, nos dijo una de la fuentes.

“Yo no la siento encima del sector. La mayoría de decisiones las toma el viceministro Manuel Gutiérrez y una asesora de la ministra Orozco, pero no veo que las cosas pasen por ella”, nos dijo otra.

Sin embargo, por lo menos algunos funcionarios del ministerio, que encabeza Ángela Orozco, ex socia de Ramírez en una firma de consultoría privada y su amiga personal, la ven como una jefe.

“Ella nos dijo que no va ser la que se pone el casco y las botas como Vargas. Es otro estilo, pero uno sí la ve encima y toca rendirle cuentas”, nos dijo una fuente que trabaja allí.

Pero aparte de esos temas, hay otros encargos que potencian su papel como primera mujer en la vicepresidencia.

Por ejemplo, al darle el tema de equidad de género, la Consejería de la Mujer que antes dependía de presidencia pasó la vicepresidencia y está teniendo más protagonismo.

Eso se nota en que, como le contaba a La Silla la consejera Ana María Tribin, habrá un capítulo entero de género en el Plan Nacional de Desarrollo (antes aparecía regado en algunos puntos).

Duque también la delegó como asesora de presidencia en desarrollo empresarial, aunque ahí el que lleva la batuta es el exempresario y ahora súper consejero en Presidencia, Carlos Enrique Moreno.  

Según Ramírez, aunque no sale en el decreto, ella también es la encargada de trazar toda la estrategia de lucha contra la corrupción.

De resto, más que liderar sectores, Ramírez tiene a su cargo chicharrones.

Los chicharrones

Duque le asignó a la vicepresidente varios temas puntuales, muchos de ellos empantanados. 

Por ejemplo, la puso a supervisar la reconstrucción de Mocoa, Putumayo.

También a coordinar el patrimonio del Galeón San José, a organizar la celebración del Bicentenario de la Independencia Nacional, y como contó La Silla Caribe, es la veedora de la administración por encargo en Cartagena, una ciudad que padece una profunda crisis institucional.

Todos son problemas difíciles de resolver, que por eso mismo pueden convertirse en formas de ganar visibildiad y poder.

Por ejemplo, en Mocoa, como ha contado La Silla Sur, ha pasado más de un año desde la avalancha y hay varios retrasos en retos como construir el nuevo acueducto o comprar los predios para construir nuevas viviendas. Pero si logra meterle el acelerador a las obras, puede mostrar una capacidad de ejecución que seguramente le de más juego en Palacio.

Algo parecido ocurre con lo del Galeón, donde hay una vieja pelea entre el gobierno español y el colombiano por quién debe quedarse con el barco y sus tesoros, y una entre quienes prefieren la defensa a ultranza del patrimonio cultural y quienes lo ven como una oportunidad económica.

Aunque allí también tiene margen para crecer, en todo caso sus funciones no han dejado contentos a sus aliados y ella seguramente va ir por más.

Las expectativas y lo que viene

Lo que Duque le delegó a Ramírez no es lo que esperaban algunos.

“Yo siento que con esas funciones a ella la limitaron bastante”, nos dijo un político conservador de vieja data y cercano a ella, que nos habló del tema a cambio de no citarlo.

”Con o sin decreto, yo no voy a dejar de tener una voz”Marta Lucía Ramírez

Tres fuentes (una del gobierno y dos cercanas que lo saben de primera mano) nos dijeron por aparte que uno de los más molestos con las funciones de Ramírez es el ex presidente Andrés Pastrana, quien impulsó tanto la aspiración presidencial de la vicepresidenta como su alianza con el uribismo, porque cree que el cargo daba para que le pusieran responsabilidades mucho más gruesas.

Pastrana le negó a La Silla que estuviera molesto. Dijo que él sí cree que le dieron temas clave como corrupción, infraestructura y género, pero también aclaró que “yo sí hubiera buscado un respaldo mayor en la vicepresidencia.”

“No es el Centro Democrático el que llegó al poder. Es la coalición y por lo tanto yo le daría más poder a Marta Lucía”, resumió Pastrana.

Ramírez parece coincidir con la lectura del expresidente, sobre todo en el peso político de ella y su aporte a la victoria de Duque.

“Todos los vicepresidentes anteriores fueron a dedo. En el caso mío fue un acuerdo porque yo aporté ni más ni menos que dos millones de votos y eso es lo que hace que yo tenga una voz”, nos dijo la vicepresidenta. 

Su sueño de hace más de 30 años ha sido llegar a la presidencia a gobernar, no ser un asesor de peso de un presidente. Como nos dijo una fuente muy cercana “quitarle el chip de ser presidente y gobernar es muy difícil”.

Quizás por eso Ramírez dice “con o sin decreto, yo no voy a dejar de tener una voz”. Falta ver si finalmente es una voz que asesora al presidente o una que toma decisiones de peso con autonomía de él.

Periodista y politóloga. Soy cofundadora e investigadora de la Fundación Conflict Responses, CORE, que busca investigar, entender mejor e incidir en lo que ocurre en el campo colombiano en cuanto a la violencia, la paz, movimientos sociales y el medio ambiente. En La Silla Vacía cubrí por cuatro...