Más refractario, más agresivo y más solo: Duque un año después del Paro

Un año después del Paro que puso contra las cuerdas su gobierno y su gobernabilidad, el presidente Iván Duque es un hombre más refractario a las críticas, más agresivo en sus discursos, más aislado políticamente y más atrincherado en su círculo íntimo de asesores —encabezados por su jefe de gabinete, María Paula Correa— que piensan igual a él. 

“Duque llega a una situación donde queda defensivamente atrincherado y rodeado de sus amigos de confianza, del mundo que no lo ataca”, dice Andrés Mejía, analista y panelista radial.

“Después del Paro no se refirió a muchos temas donde él quería dejar su marca. Se volvió un prisionero de un discurso reactivo”, dijo Yann Basset, profesor de ciencia política del Rosario.

El cambio político

Duque llegó a la Casa de Nariño con la idea de armar una relación diferente con los políticos, basada en acuerdos programáticos y la promesa de “cero mermelada”. Y fue en los dos paros que Duque enfrentó —el de noviembre de 2019 y el de hace un año— cuando parece haber llegado a la conclusión de que no había una fórmula que reemplazara la entrega de cuotas a cambio de gobernabilidad.

Tras las primeras manifestaciones de 2019, Duque arrancó el 2020 con un remezón de ministerios para dar más cuotas al Partido Conservador y puestos a La U y a Cambio Radical para que a cambio de esa representación burocrática entraran a la coalición. Para junio de 2021, cuando el segundo Paro seguía vivo, el gabinete de Duque se parecía muy poco a aquel con el que arrancó, integrado por tecnócratas cercanos a él.

Para Basset ahí fue evidente el fracaso de su propuesta de cambiar la forma de relacionarse con los partidos: “Duque termina un poco aislado y sin muchas posibilidades de tomar más la iniciativa política”.

Si bien Duque salió del Paro de 2021 con una coalición fortalecida que le permitió tener una nueva reforma tributaria más concertada y con un ministro más abierto al diálogo como José Manuel Restrepo en Hacienda, la fuerza de la coalición de gobierno no se notó en otros aspectos clave donde Duque necesitó al Congreso. 

Solo cuatro meses después, en septiembre, Duque no consiguió el apoyo político suficiente para mantener a su ministra TIC (y amiga desde hace 20 años), Karen Abudinen, que salió por una moción de censura tras el escándalo de Centros Poblados.

Otras reformas que andaban en curso en el Congreso o que estaban a punto de presentarse fueron afectadas por el temor de que las calles se prendieran.

El gobierno le quitó el apoyo a la reforma a la salud que presentó el ministro Fernando Ruiz (que entró como cuota de Cambio Radical pero luego peleó con Germán Vargas Lleras). Según supo La Silla, por decisión de Palacio en ese momento se dio la orden de no radicar proyectos de ley para reformar la consulta previa y se le quitó lo más polémico a la reforma al mercado de capitales.

En cambio, los partidos de su coalición —que fueron también blanco de protestas en el paro— apoyaron la orden de Presidencia de no aprobar el proyecto de especialidad agraria en la justicia, la única ley que estaba andando en el Congreso que reglamentaba el Acuerdo de Paz; y el gobierno no se movió para evitar el archivo de la ratificación del Acuerdo de Escazú, que es una promesa pendiente del primer paro.

Aunque hoy esa misma bancada está a punto de salvar al ministro de Defensa, Diego Molano, en la moción de censura que será votada el próximo miércoles, para dos exfuncionarios que siguen siendo cercanos al Presidente, hay una sensación de pérdida de gobernabilidad.

“Sacrificó a su gente del corazón por nada”, nos dijo uno. Puso como ejemplo a dos amigos del Presidente, los hoy exministros Ernesto Lucena (Deporte) y Felipe Buitrago (Cultura y hoy embajador) que salieron en el cambio ministerial durante el paro. “A Vargas Lleras, por ejemplo, le dio todo y el tipo seguía atacando cada cosa en sus columnas”.

Un presidente más solo

Para las seis fuentes consultadas que conocen de primera mano el tejemaneje de Palacio —ya sea porque están con el presidente en varias ocasiones de la semana o porque vivieron con él los días más duros del paro— tras las movilizaciones de hace un año Duque se atrincheró en el cerrado círculo de Palacio que está con él, encabezado por la jefe de gabinete, María Paula Correa.

“El presidente se aisló mucho más, quedó solo en la conversación en Presidencia con Víctor Muñoz (director administrativo de Palacio) y María Paula”, dijo un exalto funcionario del presidente que estuvo presente en los días de mayor agitación de la movilización más larga y violenta en lo que va del siglo. “Antes gente como Luis Alberto Rodríguez (exdirector del DNP) hablaba con él y otros y nos escuchaba, pero después del Paro fue más intolerante a la crítica”.

Un círculo que es cada vez más pequeño por la salida de funcionarios como el exministro Felipe Buitrago, que salió en medio del paro, o del exconsejero de discursos, Alejandro Salas, quien se fue en agosto. Todos comparten con Duque una experiencia política, pública y laboral similares, piensan igual a él e influyen en la forma en que el presidente percibe al país.

Al mismo tiempo, alejó de Palacio voces con experiencia que aún quedan, como la de la vicepresidenta y canciller, Marta Lucía Ramírez, cuyas relaciones con Duque siguen siendo frías, tras el empoderamiento en lo político y diplomático de la jefe de gabinete Correa.

“Lo que veía de adentro en las horas más tenaces del paro es que pensaban que a Duque lo iban a tumbar”, cuenta un amigo del presidente. “No sé si sea su percepción —explica— más bien era lo que pensaban sus áulicos, que el país no los entendía”.

Una sensación similar vio un hoy exfuncionario del presidente en el Paro de 2019. “Para él fue muy duro ver que había protestas. De verdad pensaba que tenía al pueblo en el bolsillo”, dijo. Esa fuente explica esa percepción, desconectada de la realidad de las encuestas y la calle, con la frase de “la soledad del poder”.

La tesis de que el Paro era una manifestación impulsada por la izquierda y puntualmente por el candidato Gustavo Petro, que el mismo Duque reveló en su autoentrevista en inglés —una idea de su mentor y amigo, el empresario Luigi Echeverry— fue la primera muestra evidente de otro cambio en el presidente producido por el Paro: un discurso más defensivo y agresivo hacia la oposición.

Duque le dijo a empresarios y senadores aliados a inicios de su gobierno “que él no quería cazar peleas con nadie. Que quería ayudar al país”, recuerda alguien que escuchó la frase. “Es que realmente él como persona es un bacán. Pero ahorita lo siento reactivo y rabioso”.

Una revisión a las reuniones diarias que Duque tuvo en Palacio entre 2020 y 2021 muestra que solo hasta que estalló la movilización del año pasado, el presidente recibió en su despacho algunos de sus opositores políticos y a miembros del Comité del Paro.

A partir del inicio de la campaña, esa actitud frente a la oposición se reforzó con sus críticas veladas a todas las propuestas de Petro. La Silla encontró que en 1 de cada 3 discursos que Duque dio entre febrero y mediados abril de este año lanzó críticas puntuales al candidato de izquierda, sin nombrarlo.

Tras la tormenta, el acelerador

El último cambio del presidente, desatado por el Paro, fue un cierto viraje en sus políticas públicas, privilegiando aquellas que atendían el descontento que motivó las marchas y sacrificando en su discurso algunas de sus políticas bandera como la de la Economía Naranja. O cancelando su programa de televisión diario, que ya completaba casi 200 ediciones.

En eso, Duque sí escuchó a la calle. Decidió dialogar con algunos de los que marchaban y con los que no marcharon, lo que permitió impulsar más recursos para apaciguar las molestias sociales, sobre todo entre los jóvenes.

La principal apuesta de esa estrategia se llamó Pacto Colombia con las Juventudes. Un compilado de 1.300 propuestas que salieron de casi cien conversaciones con jóvenes. En algunas de esas conversaciones participó Duque personalmente.

“El presidente ha estado dispuesto a tener conversaciones incómodas”, nos dijo el consejero presidencial Juan Sebastián Arango, quien tiene la labor de implementar esta política. Da como ejemplo una de esas conversaciones en Medellín. “Fueron 150 jóvenes reunidos en mayo, comenzando junio, diciéndole qué le gustaba, qué no. Él lideró varios escenarios. El de Quibdó, Medellín, Pereira, ahí estuvo abierto a escuchar los aspectos de todos los jóvenes”.

El 87 por ciento de esas propuestas quedaron consignadas y financiadas en un documento Conpes ya aprobado por 31 billones de pesos, el presupuesto más alto para esta población. Las otras propuestas ya se pusieron en marcha (el compendio completo, acá). Ahí está la matrícula cero para estratos 1, 2 y 3; el programa de primeros propietarios en vivienda que ya benefició a 13 mil personas, la ampliación de los programas Jóvenes en Acción; y la primera elección del Consejo de Juventudes, en diciembre, en la que fueron elegidos 12 mil consejeros entre los 14 y 28 años.

Ayer, cuando se conmemoró el año del inicio del estallido en las calles, Duque hizo tres eventos, en Bogotá y Medellín, con empresarios y cámaras de comercio. En su discurso nunca se refirió al Paro. El Duque que hablaba ya no era el mismo de hace un año.

Soy la editora de la sección En Vivo, coordinadora de podcast de La Silla Vacía y dirijo los Huevos Revueltos con Política. Soy periodista de la Santo Tomás y tengo una maestría en ciencias políticas y relaciones internacionales de la Universidad del Rosario. Fui reportera política en El Nuevo...