Fecha: 3 de noviembre de 2022
Memo dirigido a: Gustavo Petro y delegación del Gobierno que va a la COP 27
De La Silla Vacía: con base en conversaciones con Manuel Hennessey, director de la red latinoamericana sobre cambio climático Klimaforum Latinoamerica Network, KLN; María Alejandra Aguilar, Asociación Ambiente y Sociedad; Isabel Cavelier, experta en negociaciones internacionales sobre temas de cambio climático; Camila Rodriguez, líder en soluciones basadas en la naturaleza para la mitigación de The Nature Conservancy; Catalina Góngora, especializa en políticas políticas en la misma entidad; Juan David Amaya, activista ambiental de Fridays for Future y Carolina Gil, de Amazon Conservation Team.
– Introducción
En el Sharm el Sheij, presidente Petro, usted tiene su primera oportunidad de influir en el escenario global y empezar a consolidar su liderazgo como campeón contra el cambio climático. Sin embargo, se trata de un escenario de negociaciones altamente técnicas, donde las oportunidades políticas son escasas y se deben saber aprovechar. Este documento busca ser una guía para que el equipo del Gobierno que va al evento pueda capitalizar las oportunidades en ambos frentes.
No será una COP muy política, pues no se fijarán compromisos ambiciosos nuevos, sino más bien se buscará hacerle seguimiento a la implementación. Pero estará el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y aliados recientes como Lula, el presidente electo de Brasil. Esto ofrece una oportunidad para afianzar estas alianzas.
– Los temas centrales de esta COP
De las ambiciones a la implementación: la reunión del año pasado en Glasgow dio lugar a plantear nuevos objetivos, pero ahora los países vienen a mostrar cómo van a cumplir esos objetivos que se han fijado, y para eso es clave que digan cómo se va a pagar por la acción climática.
“Esta COP comienza retomando lo que quedó de la anterior. Como ya está listo el Libro de Reglas, ahora lo que toca hacer es implementar. Este año tienen que quedar listas las reglas o los criterios sobre los cuales se va a evaluar las metas globales del mundo que se plantearon en el Acuerdo de París, y que se evaluarán el próximo año”, dice Camila Rodríguez, de The Nature Conservancy.
Entonces, se ha venido creando un momento político de que esta COP será, sobre todo, sobre compromisos financieros para asegurar la implementación de las metas ambientales de los países.
Isabel Cavelier dice sobre esto: “Esta COP no va a tener un perfil político tan amplio, pues no va a estar enfocada en aumento de ambiciones, que es lo que les da réditos a los políticos. Y además, considerando la situación geopolítica, es probable que no haya grandes anuncios sobre nuevas y mayores ambiciones cuando el clima es de cautela. Esta es la COP de la implementación, no de ninguna decisión oficial trascendente”.
Fondo de pérdidas y daños: Durante décadas los países más vulnerables al cambio climático han demandado la creación de formas de financiamiento para pagar por las pérdidas y daños sufridos en sus territorios por causa del cambio climático, y que sean los países históricamente causantes de mayores emisores los que paguen por esto. Esa demanda ha avanzado lento en el nivel multilateral y hasta ahora solo Dinamarca se ha comprometido formalmente a destinar fondos.
Un avance de la COP 26 es que se definieron las funciones de la Red de Santiago (creada en la COP 25 para que los países reciban asistencia técnica sobre pérdidas y daños), y la expectativa es que en la cumbre de este año se terminen de ajustar los detalles de esa red, pero, aún más clave, que se den pasos decididos para el establecimiento de un mecanismo financiero propio para pagar por pérdidas y daños.
Sobre la agenda de pérdidas, el Grupo de los 77 (que incluye 134 países en desarrollo) estará insistiendo en la necesidad de crear un fondo para financiar gastos en este tema, pero los expertos coinciden en que va a ser un punto difícil de negociar, pues los países desarrollados han fijado tradicionalmente una posición muy precisa de que no hay un vínculo directo de responsabilidad civil de los países desarrollados por pérdidas y daños, pues no hay forma de hacer una relación de atribución directa sobre emisiones suyas y los daños por cambio climático en otros países.
Para Catalina Góngora, habría una manera de resolver esa controversia. “Una posible salida que podría destrabar este tema es que, en lugar de resolver la pregunta sobre las responsabilidades de países en desarrollo sobre pérdidas y daños, los países desarrollados se enfoquen en una idea de aportar fondos para un seguro que les sirva a países en desarrollo en caso de crisis climáticas”, dice Góngora.
Financiamiento climático: En la COP 26 se inició la definición de una nueva meta sobre financiamiento, es decir, la plata disponible para que los países puedan financiar sus tareas de adaptación, que han recibido mucho menos financiación que las de mitigación.
La idea es que esta COP avance en definir un programa de trabajo para que, al finalizar el 2024, se determine una nueva meta que tenga en cuenta las necesidades de los países y las fuentes de financiamiento, un tema en el que ha habido lentitud para pasar de las promesas a los hechos.
Por ejemplo, aunque en 2015 los países desarrollados se comprometieron a entregarles 100 mil millones de dólares anuales a los países en vías de desarrollo para el financiamiento climático, ninguno ha recibido esa plata. En la COP 26 apenas se instó a “duplicar” ese apoyo para 2025, pero es una petición sin dientes.
– Antecedentes
La COP de Glasgow: La anterior cumbre realizada fue la COP26, que se hizo en la ciudad de Glasgow, y tuvo en la presidencia a Reino Unido. El objetivo central que se puso fue aumentar de forma sustancial la ambición con respecto a conferencias pasadas para limitar el aumento promedio de la temperatura global. Por ejemplo, India, el tercer mayor emisor de gases de efecto invernadero, se comprometió a la carbono neutralidad en 2070, y otros 70 países se comprometieron a abandonar la producción de carbón.
Pero los expertos coinciden en que es incierto si las medidas tomadas en ese escenario sirven para lograr la meta de llegar a un aumento máximo de temperaturas de 1.5 grados celsius a nivel global (2,7 grados Fahrenheit), que es lo que se propuso.
Aún así, coinciden en que se tomaron medidas relevantes, por ejemplo, se terminó de definir el libro de reglas del Acuerdo de París (2015), que operativiza los compromisos hechos en esa cumbre. En esa línea, se definieron unos tiempos comunes de cinco años para la comunicación de las reducciones en emisiones de cada país, lo que ayuda a la trazabilidad de esas metas.
También se definió con el Libro de Reglas que se pueden utilizar las llamadas reducciones certificadas de emisiones, hechas entre 2013 y 2020, en la contabilidad de los compromisos de reducción de contribuciones por país (NDC) hasta 2030. Una medida que algunos critican porque admite créditos de bajos estándares en materia de derechos humanos dentro de las cuentas de reducción.
Paralelo a las negociaciones formales, más de 100 países acordaron reducir durante esta década sus emisiones de metano en un 30 por ciento, y otros 130 se comprometieron a detener la deforestación para 2030.
El aumento de las temperaturas: Aunque la COP26 se mantuvo en el objetivo de reducir a 1.5 grados centígrados las temperaturas globales (que es más de lo que plantea la meta del Acuerdo de París, que busca una reducción de 2 grados), mientras tanto algunos reportes hablan de una perspectiva de aumento de 2,7 grados de temperaturas para finales del siglo.
De acuerdo con el último reporte del Panel Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático (IPCC) la temperatura de la superficie del planeta ha aumentado a 1,1 grados centígrados, lo que supone niveles peligrosos de calentamiento que favorecen eventos climáticos extremos como huracanes, olas de calor y sequías.
Los fenómenos ambientales del 2022: Justo este año ha mostrado las consecuencias de este aumento de temperaturas en varias partes del mundo. Hubo inundaciones mortíferas en Pakistán que dejaron más de 30 millones de personas desplazadas, sequías en Estados Unidos, hambrunas en África y grandes olas de calor en Europa. Estos antecedentes han ayudado a empujar la discusión de este año sobre la urgencia de invertir más dinero en mitigación de daños ambientales y no sólo en adaptación a energías más limpias.
La guerra en Ucrania: Pero este empuje contrasta con un freno geopolítico, pues los expertos coinciden en que la guerra entre Rusia y Ucrania supone un revés para las ambiciones climáticas de muchos países, pues ha puesto en evidencia lo mucho que dependen las matrices energéticas de varios países europeos de combustibles fósiles como el gas y el carbón. También, de la necesidad de seguir apoyándose en ellos para garantizar la seguridad energética ante la negativa del gobierno ruso de exportar su gas.
Para Isabel Cavelier, experta en negociaciones sobre temas de cambio climático, el principal mensaje político de esta COP hacía al mundo va a ser uno relacionado con la cooperación. “Más que ampliar ambiciones, lo que esta COP tiene que mostrar es que a pesar de las guerras y las divisiones geopolíticas actuales, al menos existe un escenario alrededor del cambio climático donde el multilateralismo sigue siendo la mejor forma en la que se pueden relacionar los países y seguir cooperando”, dice.
– Sobre los temas que lleva el Gobierno colombiano
Recursos para la conservación: Uno de los objetivos de la comisión que lidera su Gobierno es asegurar recursos para la conservación del Amazonas, uno de los ecosistemas estratégicos para la regulación climática, así como otros ecosistemas claves, que la ministra Muhammad llama como “puntos de acupuntura de regulación climática”.
Eso se traducirá, como han anunciado, en hacer un llamado para generar un aporte internacional que debe sumar aproximadamente $400 millones de dólares anuales para servicios ambientales.
También, en la búsqueda de recursos, defenderá, junto con otros países en desarrollo, el establecimiento de un fondo de recursos para prevenir, minimizar y abordar las pérdidas y los daños derivados de los impactos del cambio climático.
Los expertos coinciden en que una manera de jugarse esta pelea pasa por no necesariamente hacer depender un triunfo de la negociación de que se cree el fondo, que será una pelea muy difícil de ganar, sino no de otros mecanismos más viables, como terminar de definir la Red de Santiago, que busca poner en contacto a países vulnerables con proveedores de asistencia técnica y recursos para hacerle frente a los riesgos climáticos.
Isabel Cavelier dice: “me parece que es improbable que el resultado final de esta COP sea la creación de un fondo por pérdidas y daños, pero lo que sí se puede esperar más de manera más realista es un avance en la asistencia técnica para ese tema. Es decir, que continúen los acuerdos dados en el marco del Pacto de Glasgow, que habla del concepto de “justicia climática” y de mayor ambición en el financiamiento de pérdidas y daños”, dice.
Este, coinciden, podría ser una victoria temprana para seguir avanzando hacia 2025 (cuando comienza el próximo ciclo de cinco años de resultados) y que en ese año ya exista un resultado con más dientes que resuelva el asunto financiero de pérdidas y daños.
Un bloque de negociación amazónico: Con el triunfo de Lula da Silva en Brasil, se termina de completar una coalición inédita de países con una visión semejante sobre las prioridades frente al Amazonas. La idea que lleva su gobierno de llamar a todos los países amazónicos para formar un bloque amazónico que trabaje para proteger ese bioma es una en la que los expertos coinciden que tiene los vientos a su favor.
Catalina Góngora, de The Nature Conservancy, dice: “nunca antes se había dado un bloque regional con una visión ideológica tan semejante. Normalmente la voz africana está muy unificada en torno a su vulnerabilidad, y tiene una voz fuerte, pero América Latina no habla al unísono, y al menos en torno al Amazonas puede que en este año logre una voz unificada”.
Tradicionalmente, en estos escenarios, Colombia y Perú han estado en un mismo grupo, que es el AILAC (La Asociación Independiente de América Latina y el Caribe), que cooperan en un mismo bloque con países como Chile, Costa Rica y Paraguay. Y, por otra parte, opera el ALBA (que ha sido históricamente el bloque más radical, que tiene a Cuba y a Venezuela, y que ha estado detrás de la defensa de los intereses energéticos de Venezuela, muchas veces en contravía de una agenda ambiental más decidida).
Aunque ese panorama regional tan complejo no se va a desmadejar tan fácilmente. “Los cambios del giro hacia la izquierda son innegables, pero son muy recientes, por lo que no es claro cómo se vayan a traducir en una posición común tan pronto”, dice Camila Rodríguez.
Sobre esto, Manuel Henessey, experto en cambio climático, dice que es una oportunidad para que su gobierno se posicione como el defensor del Amazonas: “no veo un líder latinoamericano actualmente mejor posicionado para proponer en este escenario global una transición energética justa, y un modelo de bienestar bajo en carbono y la idea de buscar recursos para defender al Amazonas. Petro puede liderar en la región esa conversación”, dice.
– Lo que se puede lograr y lo que no
No todo pasa por las COP: Estas cumbres climáticas son escenarios de negociación en los que los países asumen compromisos, pero no necesariamente obtienen cosas a cambio o están obligados a sostener esos compromisos. Sobre este tema, Manuel Hennesey, dice: “Las COP no son la solución a todo. En sí mismas no resuelven el problema del cambio climático, pero son necesarias porque garantizan que se sostenga un diálogo internacional que avance en la materia”.
Por esto, los expertos coinciden en que el Gobierno no debería esperar que esta cumbre resuelva todas las tensiones y compromisos globales en temas ambientales, ni tampoco que los países asuman nuevas y mayores ambiciones de reducción de emisiones, especialmente considerando el clima de cautela que hay por la crisis energética global.
Metas logrables: Más allá de qué tanto se avance en la discusión sobre un fondo de pérdidas y daños, algunos expertos dicen que un logro realista de esta cumbre es que se definan las reglas claras que permitirán que se haga un balance mundial el próximo año, como lo pide el Acuerdo de París.
Esas reglas son las que deben inaugurar un nuevo ciclo de cinco años de ambiciones en la segunda parte de esta década, que se considera como la determinante para atender la urgencia climática.