La columna de Héctor Riveros esta semana en La Silla es sobre el libro del expresidente Andrés Pastrana que ha levantado una polvareda al hacer acusaciones a sus colegas, los expresidente Samper y Gaviria. Riveros, militante del Partido Liberal al que pertenecen estos dos últimos, recuerda algunas características del Gobierno Pastrana.

El expresidente Pastrana ha dicho que quienes han ejercido la Presidencia como él están sometidos al inclemente juicio de la historia. Y sí. Más allá del escándalo que se ha armado alrededor de su libro –bueno, de su libro no porque Pastrana nunca ha escrito nada, del libro del periodista Gonzalo Guillen- es bueno recordar algunas características de su período de gobierno -1998 a 2002- para poner en contexto a los lectores –buena parte de ellos jóvenes- sobre por qué la inclemencia de la historia con él.
Sobre Pastrana se tejía una idea que parecía una leyenda urbana sobre su frivolidad y su descuido por los temas de gobierno. La gente decía que vivía de rumba y que no hablaba con sus ministros sobre los problemas del país. Además de que por haber sido un pésimo alumno de Derecho de la Universidad del Rosario era técnicamente un ignorante sobre casi todos los asuntos públicos.
Dado que el expresidente revolvió las “memorias olvidadas” me acordé en medio de este debate de dos testimonios que me impactaron en esa época sobre la manera de gobernar de Pastrana. Uno proveniente de un amigo, que ejercía uno de los cargos más cercanos al Presidente, pero digo de los más cercanos, que en medio de una conversación exclamó, refiriéndose a Pastrana: “Estoy mamado, a ese huevón no le importa sino la marca de las corbatas”. Y relató –entre otros episodios- lo que había sido la visita de tiendas en Nueva York, después de asistir a la Asamblea de la Naciones Unidas.
Por la misma época me pidieron asesoría sobre un asunto relacionado con temas de seguridad, como resultado de ese trabajo un grupo de asesores trabajamos un proyecto de ley que luego se presentó al Congreso. El proyecto contenía temas controversiales y proponía decisiones salidas del molde. Cuando el trabajo estuvo listo para llevarlo al Legislativo, quienes lo habíamos preparado le aconsejamos al Ministro –un hombre de las entrañas del pastranismo y muy cercano al Presidente- que lo consultara con Pastrana por las implicaciones que tenía a lo que el Ministro respondió: “No, no. El Presidente no entiende de esto y en Presidencia se nos tiran el proyecto. Al contrario entre menos se entere, mejor”.
Motivado por los episodios de esta semana traigo esas “memorias olvidadas” porque me impactó la convicción con que Pastrana “toriaba” el juicio de la historia. El expresidente rompió todos los records de impopularidad durante su gobierno –llegó a una imagen desfavorable del 73%, que Santos tocó en los momentos del paro agrario- y se mantiene como uno de los personajes públicos con mayor nivel de desfavorabilidad.
No parecen estar en “memorias olvidadas” los resultados de su gobierno: recibió una tasa de desempleo de alrededor del 10% y la entregó en 16; la tasa de homicidios por cien mil habitantes era de 54 y al final del 2002 estaba en 64. En cualquier indicador de asuntos sociales, escogido casi al azar, durante ese período se registró un importante deterioro.
El enorme error histórico de haber intentado un proceso de paz como el del Caguan que otorgaba una inmensa zona de despeje a la guerrilla, la cual –como era totalmente previsible- fue utilizada por las Farc para fortalecerse militarmente es sin duda el peor legado de Pastrana. Su equivocación nos costó a los colombianos decenas de miles de muertos, centenares de miles de desplazados y quince años más de guerra.
Al inicio de su gobierno el número de miembros de la guerrilla se calculaba en 12.000, al final en 28.000. La fuerza militar de la guerrilla se había más que duplicado. Los paramilitares crecieron y cometieron las peores masacres durante ese período y magnicidios como el de Jaime Garzón ocurrieron durante esa especie de “cuatrienio fatídico”.
El expresidente dice que Santos le “lagartió” el Ministerio de Hacienda. No sé si sí o si no, pero a propósito vale recordar un episodio olvidado: el del momento en el que el Presidente se iba caer. Pastrana que fue elegido con un Congreso en el que era minoritario conformó una coalición que llamó “Alianza por el cambio” para garantizar las mayorías en el Congreso. El Presidente de la Cámara de representantes, Armando Pomárico, una de las cabezas de esa coalición protagonizó un enorme escándalo de corrupción por el que fue condenado judicialmente.
Pastrana quiso lavarse las manos y propuso la revocatoria del Congreso a lo que sus opositores, encabezados por Horacio Serpa, propusieron una revocatoria también al mandato del Presidente. Hubo masivas manifestaciones pidiendo la salida del Presidente y el ambiente en el Congreso era hostil contra el gobierno.
El indicador de riesgo país, que mide internacionalmente –entre otros- la posibilidad de inestabilidad política marcó para la época el pico más alto en la historia de Colombia. Quienes hacen esas mediciones saben que los gobiernos se caen no por impopulares sino porque pierden las mayorías en los congresos. Samper por ejemplo, en medio del escándalo de financiación ilegal de su campaña nunca estuvo en riesgo de caerse porque mantuvo sólidas las mayorías en el Congreso.
Pastrana nombró Ministro de Hacienda a Santos para reconformar la mayoría congresional. Su Ministro había cultivado cuidadosamente las relaciones con los congresistas liberales. Hacía pocos años se había hecho elegir designado a la Presidencia y tenía ascendencia sobre la bancada liberal. Su nombramiento –en un interesante caso de funcionamiento de un sistema político- conformó en la práctica una nueva coalición que incluía a un sector que hasta entonces era crítico de Pastrana.
Repito, no se si antes Santos buscó que lo nombraran Ministro pero un episodio olvidado dice que su aceptación del Ministerio impidió que se cayera. En otro momento habrá que juzgar si fue para bien o para mal.