Con Pacho Santos, el precandidato presidencial uribista con mayor opción de ser el candidato (según algunas encuestas), La Silla comienza hoy la publicación de los perfiles de los aspirantes que serán protagonistas del debate electoral del año entrante en el país por la Presidencia. 

Pacho Santos cuando era Vicepresidente. Tal cual permanece ahora: a un lado del expresidente a la espera de ser su ungido. Fotos: álbum familiar.

Con Pacho Santos, el precandidato presidencial uribista con mayor opción de ser el candidato (según algunas encuestas), La Silla comienza hoy la publicación de los perfiles de los aspirantes que serán protagonistas del debate electoral del año entrante en el país por la Presidencia.   

Uno. Heredero uribista’

Un inusualmente aturdido Pacho llegó a los estudios de RCN Radio, en donde dirigía las Noticias de la Mañana, hecho un sólo lamento: “La cagué, la cagué”, cuenta un excompañero de trabajo suyo que repetía. “No se por qué lo dije, yo no quería estigmatizar a los estudiantes. ¿Desmontamos el video? ¿rectifico?”. Y aspiraba su cigarrillo y se cogía el cabello.  

El día anterior, impasible, fiel al estilo desenfadado que le conoció el país durante sus ocho años de Vicepresidencia en el Gobierno de Álvaro Uribe, Pacho versión periodista le había dicho a la cámara como quien no quiere la cosa: “Aquí hace falta innovar(…) con armas no letales como esas que… pues… se ponen a los… eh… les meten voltios a los muchachos y el muchacho cae (…) y se lo llevan arrestado”. Y mientras hablaba, su brazo izquierdo iba explicando con movimientos rápidos cómo había que poner los voltios al muchacho en el pecho, dejarlo caer en el piso, apartarlo lejos.  

Pachito electrocutador, lo bautizaron en las redes sociales los simpatizantes del movimiento estudiantil más fuerte del país en las últimas décadas que por ese entonces, 2011, se tomaba las calles en protesta a una reforma a la ley de educación superior.

Cuando era Vicepresidente, a ese mismo “Pachito” le tocó atender la amenaza de las Farc a tres emisoras en Arauca. Corría 2007 y la guerrilla les había ordenado a los periodistas leer un comunicado al aire si no querían ser declarados objetivo militar. Los que accedieron fueron criticados por Pacho que en declaraciones al programa La Noche los señaló de haber hecho apología al delito. Cuando uno de esos periodistas le reclamó que era muy fácil hacer sindicaciones desde Bogotá, la respuesta fue que si no estaba dispuesto a enfrentar la amenaza terrorista debía retirarse del periodismo.

Con el mismo desenfado, ahora que quiere ser Presidente y hace campaña desde la oposición a su primo doble: el presidente Juan Manuel Santos, un día Pacho trinó la noticia que terminó siendo falsa de la muerte de 33 militares por una emboscada de las Farc en el Putumayo. Y otro día criticó que el Gobierno no apoyara a los campesinos, sin acordarse que hacía dos años celebró la aprobación del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, el mismo que por estos días es motivo de una protesta agraria nacional. “Tenemos tratado de libre comercio, va a ser bueno… pierden unos y ganan otros, eso no hay nada que hacer”, dijo entonces, de nuevo con total tranquilidad, en otro polémico video blog de cuando dirigía en RCN.

Él no se acordaba, pero sus malquerientes en las redes sociales sí y así se lo hicieron saber volviendo viral la declaración.

Ahora (hace pocas semanas) que acaba de lanzar su libro autobiográfico titulado ‘Rebelde con causa’, cuyo centro principal de publicidad es que el prólogo lo hizo Uribe, promociona haber escrito ahí frases como “soy como la mayonesa en un sándwich, todo el mundo sabe que está ahí pero a nadie le importa”.

Casi todos los políticos tienen vocación de juego pirotécnico frente a los medios, pero en particular Francisco Santos Calderón no se lleva muy bien con la prudencia. ”Tiene incontinencia verbal”, han dicho de él sus críticos. “La lengua se le mueve más rápido que la cabeza”, reconoce un colega que lo aprecia. “Me equivoco, pero la gente sabe que lo acepto”, cuenta él con la misma desprevención que se le ve en sus opiniones a los medios.

Pacho Santos, de vicepresidente, con el Presidente cubano Raul Castro. Su padre y él fueron contertulios de Fidel Castro. 

El hombre -bogotano del 61, graduado en estudios latinoamericanos de la Universidad de Texas- que quiere devolver al uribismo las riendas del país y, de paso, castigar la reelección del primo Presidente traidor que se eligió por la bendición de Uribe pero después se apartó de sus banderas, es percibido en ocasiones como una caricatura. Una caricatura capaz de saludar en el lanzamiento del movimiento de Uribe con un “buenos días, mi gente de Santa Marta” a las siete de la noche, o de despedirse de un debate en vivo por televisión en el que era entrevistador con un “a mumir”.

La sensación no es exclusiva en el antiuribismo, como pudiera pensarse. Una vez uno de los más queridos ministros de Uribe se refirió en privado al entonces Vicepresidente como “Pachito… ¿y quién la para bolas a Pachito?”.

Su primo, el Presidente, lo descalificó hace poco diciendo que no se imagina a Colombia gobernada por Pacho: “Ustedes conocen a Pachito, realmente es un chiste, no creo que valga la pena discutirlo”.

No importa si lo menosprecia. Con poca o mucha moderación, con las vallas que viene instalando por todo el país (criticando el proceso de paz que comenzó el actual Gobierno), así, a su manera, es el precandidato que puntea y de lejos en el movimiento de Uribe, bautizado como el Centro Democrático, en el que cuatro aspirantes disputarán la candidatura presidencial y la bendición del expresidente a través de una consulta popular.

La (poca) popularidad de la mayoría de estos aspirantes indica que el único que podría arrebatarle ese trono a Pacho Santos tiene, a ocho meses de las elecciones, una medida de aseguramiento en su contra: es el exgobernador de Antioquia y uribista purasangre Luis Alfredo Ramos, investigado por sus supuestos vínculos con el paramilitarismo.

Pacho Santos, es casi seguro, será la carta a la Presidencia del padre político que lo metió en estas lides al ofrecerle ser su segundo al mando durante dos gobiernos seguidos.

Pero alguna vez, antes de que todo esto pasara, hace varios años, muchos, antes de que existiese el uribismo y el primo presidente traidor y el chiste y la consulta y el Centro Democrático, Pacho Santos tenía el corazón en otra orilla. En una orilla contraria.

Dos. Periodista, activista, progresista
Pacho Santos y su esposa María Victoria.
Aquí en la época de periodista con campesinos.

Pacho Santos es un político informal en todo el sentido de la palabra, comenzando por su nombre que es más Pacho que Francisco. Nunca ha sido fan de los protocolos a pesar de que pertenece a una de las familias más poderosas del país (por mucho tiempo, dueños del periódico más leído: El Tiempo). De hecho, es de los pocos políticos que sin necesidad de estar en campaña saluda de beso sincero en la mejilla a la señora de los tintos, como cuentan que lo hacía cuando era director en RCN.

Antes de hablar con La Silla Vacía nos pide esperarlo unos minutos en el lobby de su oficina porque está aprovechando el mediodía para tomar un descanso. Nos recibe en la puerta de saco abierto largo y mocasines. Informal. Y nos pide revisar bien la pared tapizada de fotos de detrás de su escritorio: “¿Quieres saber quién soy? Aquí está”. Es comienzos de septiembre de 2013.

Ahí están en la pared las fotos enmarcadas de Pacho y su familia (su esposa María Victoria, sus hijos Benjamín, Gabriel, Carmen y Pedro; su abuelo Enrique Santos, su tío abuelo el expresidente Eduardo Santos -cofundador de El Tiempo-, su padre Hernando Santos, todos patriarcas en la familia). De Pacho con el expresidente Uribe. De Pacho con su perro Frechette, como el exembajador de Estados Unidos en Colombia. De Pacho con Fidel Castro.

La de Fidel es una foto de 1994. Pacho tenía 33 años entonces. Aparecen frente a una puerta él, a la izquierda; María Victoria de Santos embarazada, a la derecha; y en la mitad un sonriente (y todavía joven) comandante de la Revolución Cubana en su tradicional uniforme.

Ese día el padre de Pacho, entonces director del El Tiempo, había organizado un almuerzo de su familia con el Comandante Fidel que se extendió hasta pasadas las 7 de la noche.

Cuenta el hijo que salieron tan encantados con la Revolución contada por su principal protagonista que esa misma noche don Hernando ordenó cambiar la política editorial del periódico frente al tema de Cuba, que había sido más bien crítica hasta ese momento: “Mi papá salió diciendo que el bloqueo era fatal, que la Revolución tenía razón de ser”.

Entonces Pacho era un periodista que hacía activismo desde la Fundación País Libre, que él mismo había creado hacía tres años, justo después de la liberación de un secuestro que padeció durante ocho meses a manos del cartel de Medellín, y en el cual pensó en el suicidio, según revela en su autobiografía.

Cuando se lo llevaron de los alrededores de la Clínica Shaio en Bogotá, el 19 de septiembre de 1990, Pablo Escobar ya había secuestrado a la también periodista y posteriormente asesinada Diana Turbay y a su equipo de trabajo. Fue la época en la que el capo le demostró al país -y en particular al Establecimiento- su sangriento poderío.

Desde País Libre y ante el aumento del secuestro, Pacho gestó gruesas caminatas que inundaron calles en casi todo el país bajo el lema “por el país que queremos, no más secuestros”.

En 1997, País Libre promovió también un mandato ciudadano por la paz que en las elecciones regionales de ese año sacó 10 millones de votos de colombianos que dieron un no al conflicto y sus delitos y un sí a los diálogos de paz con la guerrilla.

Dos años después de ese plebiscito, también bajo la batuta de Pacho Santos, nació el movimiento ¡No Más! que en total organizó, convocó y promovió multitudinarias marchas en 22 ciudades del país para protestar especialmente en contra del secuestro.

El ¡No Más! hizo grandes marchas nacionales por la paz. El ¡No Más! convocó uno de los primeros apagones nacionales por la paz. El ¡No Más! puso a los colombianos en el exterior a manifestarse coordinadamente en favor de la paz.

El ¡No Más!, País Libre, las voces alzadas del momento, fueron en gran parte por la energía que les puso Pacho Santos, quien supo hacer bulla sin histerias para alertar sobre la existencia de un delito llamado secuestro que estaba acosando a muchas familias colombianas.

No es que antes no se hablara del secuestro, es que se hacía con menos indignación.

Aquel Pacho activista era el fruto de un asustador secuestro de ocho meses (“por ahí todavía me despierto azorado en algunas noches”), pero también se debió al muchacho que llegó a los 23 años a la redacción de El Tiempo para hacer periodismo y se formó bajo las ramas de su padre Hernando Santos, quien falleció en 1999, cinco años después de la foto con Fidel que hoy adorna la oficina de su hijo.

Hernando Santos. El loquito Santos, como cuenta el columnista Antonio Caballero que le decían, en un perfil póstumo. El hombre al lado del que Pacho aprendió todo sobre el periódico de la familia y sobre la liberal familia, que desciende de la fusilada patriota Antonia Santos (fundadora de la guerrilla de Coromoro que en 1819 nació con el sueño de separarnos de España) y que ya cuenta con cinco generaciones de periodistas.

La primera de esas generaciones de periodistas Santos la encabezó, justamente, otro Francisco: Francisco Santos Galvis, sobrino de Antonia Santos, quien en 1876 fundó el semanario El Corresponsal para hacerle oposición al conservatismo pero en 1900 se suicidó aparentemente por una enfermedad.

Ese otro Francisco se casó con Leopoldina Montejo y en su hogar nacieron el expresidente Eduardo Santos y su hermano Enrique Santos (el abuelo de Pacho y de Juan Manuel Santos). Los dos hermanos consolidaron el periódico que, junto con otros periódicos como El Espectador, se constituyó en la gran tribuna liberal que en 1930 ayudó a acabar con una hegemonía conservadora y que, 100 años después, sigue siendo el medio más grande e influyente de Colombia aunque ya no es propiedad de los Santos.

Con esos antecedentes liberales se formó Pacho periodista muy de la mano del “loquito Santos”. Llegó a ser jefe de redacción y fundó la Unidad de Paz de El Tiempo. Entonces era contertulio del candidato presidencial de la UP que luego fue asesinado (la UP es un partido que nació de los acuerdos de paz entre la guerrilla y el presidente Belisario Betancur) Bernardo Jaramillo. Y de los exmiembros del M-19 Otty Patiño y Álvaro Jiménez, a quienes invitaba al periódico de tanto en tanto para que charlaran con los periodistas.

Varios de esos periodistas solían llamarlo en voz baja “alka-seltzer”, como el medicamento antiácido efervescente, por eso: por su efervescencia, que se evidenciaba en algunas órdenes contrarias que solía dar: se entusiasmaba con unos temas, por ejemplo, daba la orden de hacerlos y a los pocos minutos los olvidaba para entusiasmarse con otras historias.

En lo que sí fue muy consistente como jefe de redacción, cuenta alguien que trabajó con él en la Unidad de Paz, fue en cambiar la política del periódico frente al Ejército. Pacho logró romper con una fuerte tradición militar en el cubrimiento que se hacía del conflicto en El Tiempo y demostró que era un progresista. “Le abrí la puerta del periódico a la izquierda”, cuenta él mismo.

“Era mucho más de izquierda que de otra cosa. En la universidad en Estados Unidos había sido un admirador de la revolución sandinista, participé en el Committee in Solidarity with the People of El Salvador. Me decían “el guerrillero de El Tiempo””.

¿Y qué fue de ese Pacho de la tarima?, le pregunto señalando otra foto en la pared de su oficina. Una foto en la que aparece en una de las marchas de País Libre, frente a un micrófono, desde una tarima enmarcada por pancartas que rezan “no más guerra”.

“Ese Pacho también pedía autoridad, no crea”.

Ese Pacho pedía diálogos de paz con la guerrilla.

“Ah, lo de la paz es por el agotamiento y la hipocresía de estos señores (de la guerrilla). Ha habido muchas burlas. Es que, mira, la historia de la guerra no se cuenta. Hay toda una generación de la izquierda que fusiló el ELN. ¿Dónde está contada esta parte de la historia? Yo estoy convencido de que la única manera de acabar con estos señores (de las Farc) es doblegándolos”.

Tres. Giro a la derecha
Pacho Santos tiene una sincera sensibilidad social, según cuentan personas que han trabajado con él. Aquí con una comunidad indígena.

Pacho Santos no tiene un recuerdo claro del día exacto en el que conoció a Álvaro Uribe. Había escuchado de él, claro. Cómo no, si el hombre era una figura pública: exdirector de la Aeronaútica Civil, exalcalde, exconcejal, exsenador. Y ahora el gobernador de Antioquia famoso por promover la puesta en marcha de unas cooperativas de seguridad privada reglamentadas por el Gobierno, llamadas Convivir, y también por recortar el gasto y el personal público y por ampliar en grande la cobertura de la educación en su departamento.

Pacho periodista, por pura admiración y algo de curiosidad, viajó a Antioquia para hacer un reportaje sobre el Gobernador, pero aunque habló con buena parte de sus altos funcionarios no se vio con él.

Alguien le recordó que conoció a Uribe en un almuerzo en Boston, a instancias de Luis Alberto Moreno, quien por la época fue nombrado embajador de Colombia en Estados Unidos. Pero no está muy seguro.

En cualquier caso, en 2000 Pacho y su familia tuvieron que exiliarse en España por amenazas al entonces activo promotor de los Derechos Humanos que alternaba esa empresa con sus labores en El Tiempo. Dos años después, el candidato que en un principio aparecía con el 2 por ciento en las encuestas fue elegido Presidente del país: Álvaro Uribe Vélez cuya mano alzaba en señal de celebración su (inesperada) fórmula vicepresidencial: Francisco Santos Calderón.

A la derecha de Uribe desde el primer gobierno de éste.  
Pacho Santos no se lleva muy bien con la prudencia frente a micrófonos.

¿Qué pasó en esos dos años? Pacho Santos trabajó en El País de España y allá en esas tierras fue acogido por la familia de la también periodista Salud Hernández, a quien Pacho luego le ofreció una columna en El Tiempo -que aún hoy mantiene- y ser integrante de la Fundación País Libre, lo que la llenó de argumentos para quedarse a vivir en el país. La de Salud Hernández es una tribuna de defensa al uribismo.

También pasó que en ese lapso el exiliado periodista pidió una cita al aspirante Uribe para ofrecerle escribir unos documentos que le sirvieran en su campaña.

Se identificaron. Pero además, Uribe vio en Pacho una fórmula vicepresidencial ideal para tener de su lado a la élite bogotana (que le era ajena) y a las ONG de Derechos Humanos (que eran su talón de Aquiles debido a las críticas que en esa materia le llovieron durante su periodo de Gobernador).

No está claro quién le pidió a quién que fueran juntos a las elecciones. Una fuente que lo conoce nos dijo que Pacho le pidió el puesto a Uribe. Pero Pacho dice que estando en España fue Alicia Arango -quien fuera la secretaria privada de Uribe durante sus dos periodos de Presidente- quien lo llamó para pedirle que viniera a Colombia a encontrarse con el entonces candidato que ahí le ofreció la Vicepresidencia.

Pacho regresó. Ya no como periodista de El Tiempo o activista. Se había puesto el vestido de candidato apoyado por su mentor político Álvaro Uribe. Dos candidatos de la derecha que prometieron -y cumplieron- un Gobierno de autoridad para arrinconar a las guerrillas.

Cuando esto sucedió, desde El Tiempo, el primo Enrique (hermano de Juan Manuel) a la cabeza del periódico, escribió un duro editorial en contra de Pacho candidato: “Para El Tiempo, este nombramiento, y la aceptación del mismo por parte de Santos, representa un hecho desconcertante y doloroso”. Un duro editorial en el mismo sentido del que años atrás había escrito Hernando Santos (el papá de Pacho) cuando Juan Manuel Santos saltó a la política.  

Pacho Vicepresidente recorrió Sudáfrica buscando experiencias de trabajo con víctimas que aportó cuando se estructuró la Ley de Justicia y Paz, que es el marco jurídico por medio del cual se logró la desmovilización de los paramilitares en el país durante el Gobierno Uribe.

Fue un enlace entre el Gobierno y muchas organizaciones de Derechos Humanos y también cubrió un poco a Uribe (que estaba dedicado a acabar con la guerrilla) en el frente internacional, en donde jugó como un estratega para cambiar la percepción de los jóvenes europeos frente al consumo de la droga como un asunto nocivo para el medio ambiente y para aislar a las Farc en el exterior, dos asuntos en los que obtuvo algunos frutos.

En principio el primo Juan Manuel no hizo parte de su Gobierno, pero una voltereta que no sorprendió en él lo llevó de un moribundo Partido Liberal al Ministerio de Defensa del Gobierno Uribe, primero, y luego a la silla de sucesor. Una silla que efectivamente ocupó con el visto bueno de Uribe y del uribismo que hoy lo califican de traidor.

Cuatro. El niño que quiere ser Presidente

Pacho Santos creció en una casa de la calle 87 con carrera 1 en el norte de Bogotá, vecina a la casa materna de su primo el Presidente Juan Manuel Santos, en el exclusivo barrio de Rosales. Hernando Santos Castillo y Enrique Santos Castillo se casaron con las hermanas Elena y Clemencia Calderón y de sus hogares nacieron Pacho y Juan Manuel, quien le lleva 10 años al primero.

Mientras el padre de Juan Manuel era un hombre de línea conservadora, que simpatizó con el franquismo español, el papá de Pacho era de ideas liberales y eso lo convirtió en el favorito del tío Eduardo, el expresidente, quien sólo tuvo una hija pero se le murió a los tres años.

Mientras Juan Manuel se fue muy joven a vivir al exterior, a Pacho lo matricularon en el colegio San Carlos (“un colegio de padres benedictinos gringos, sólo de hombres. Religioso, pero de cierta libertad”, como cuenta uno de sus excompañeros y mejores amigos).

Ahí estudió desde transición hasta el último año de bachillerato y se graduó (“sin lujos: no fue un estudiante muy dedicado ni consagrado, pero pasaba todo porque era inteligente”, prosigue el mismo amigo) en 1979 en la misma promoción del exministro conservador Juan Gabriel Uribe, el representante de origen conservador Miguel Gómez y el hijo del potentado Luis Carlos Sarmiento, quien tiene el mismo nombre de su padre.

Creció viendo pasar presidentes, expresidentes, ministros, toreros, millonarios, gente importante, la llamada oligarquía, por la sala de su casa en donde se hicieron fiestas vallenatas con todos los reyes vallenatos que tuvo Valledupar por la época.

A los 14 años asistía a condumios y a remates, los eventos sociales que anteceden y continúan las corridas de toros, en donde la clase alta toma por lo general sangría y brinda y come y vuelve a brindar y habla de la corrida y del alcalde de turno.

Pacho Santos, estaba claro desde entonces, nació entre poderosos para ser poderoso. Acaso lo que nunca se hubiera imaginado él (ni nadie) es que el grado de poderoso lo iba a obtener al lado de un Presidente de ideas opuestas a las ideas liberales que han caracterizado a su familia.

Aquel niño del San Carlos estaba lejos aún de la investigación que hace siete años le abrió a Pacho Santos la Fiscalía y que aún está en etapa preliminar. El golpe provino de los paramilitares que se desmovilizaron con Uribe y cuyos jefes fueron extraditados a Estados Unidos.

“Lo hicieron por venganza, porque les quitamos el poder, los extraditamos y se sintieron traicionados”, explica Pacho desde su oficina en la que hace seis meses funciona la fundación con la que soporta financieramente su campaña (llamada Confianza Colombia).

Se refiere puntualmente a Salvatore Mancuso y a Rodrigo Tovar Pupo ‘Jorge 40’, los extraditados jefes paramilitares que involucraron al entonces Vicepresidente de Uribe con las autodefensas. Mancuso le dijo a la Corte Suprema de Justicia que Pacho Santos le propuso la creación de un bloque paramilitar con operaciones en Bogotá llamado ‘Bloque Capital’. ‘Jorge 40’ en un libro afirmó que se reunió con él en Bogotá en al menos dos oportunidades.

Pacho ha reconocido algunas reuniones ante la Fiscalía, pero siempre ha insistido en que lo hizo en su calidad de periodista (los hechos que se investigan sucedieron hace 17 años).

Una persona que lo conoce dice que el Pacho de entonces, el Pacho periodista y activista, creía que las autodefensas eran capaces de contener a la guerrilla secuestradora contra la que él marchaba y que -locuaz, desenfadado, como siempre- pudo haberles mencionado la necesidad de un bloque en Bogotá sin pensar bien la magnitud de lo que estaba planteando.

Otra persona más que fue cercana a él cree que Pacho, poco contenido y todo, es incapaz de matar una mosca.

Es un punto en el que a cualquier cosa que se diga hay que agregar el lugar común, pero justo, de que la justicia tiene la última palabra.

Como la última palabra tienen sobre la suerte política de Pacho Santos los ciudadanos que decidan salir a votar, primero, la consulta del Centro Democrático y, luego, a la Presidencia.

Ahí, en el movimiento de Uribe, un alto miembro hace el cálculo: “Pacho tiene el discurso más contundente y parecido a Uribe, pero lo mata que no se lo toman en serio”.

Por lo pronto, el mismo Pacho se toma en serio a sí mismo. ”Estás hablando con el próximo Presidente de Colombia”. Y se despide.

Fue periodista de historias de Bogotá, editora de La Silla Caribe, editora general, editora de investigaciones y editora de crónicas. Es cartagenera y una apasionada del oficio, especialmente de la crónica y las historias sobre el poder regional. He pasado por medios como El Universal, El Tiempo,...