A pesar de los logros que habíamos tenido en esta materia en las primeras décadas del siglo, la pandemia reveló la fragilidad de este progreso. “Quien no haya entendido eso, es porque está totalmente desconectado de lo que está pasando”, dice Roberto Angulo, economista de 43 años, quien hace un mea culpa por el optimismo que dominó entre tecnócratas en la primera parte de este siglo.

Angulo es uno de los mayores expertos en desarrollo y tiene más de 20 años de experiencia en materia de diseño y ejecución de políticas públicas. Fue director de Familias en Acción y estuvo a cargo de la segunda fase de Jóvenes en Acción, dos programas de transferencias monetarias condicionadas para los hogares con menos recursos. Es el socio fundador de Inclusión SAS, una organización dedicada al diseño e implementación de instrumentos y estrategias para el desarrollo.

Para él, el problema de la desigualdad en Colombia es estructural, y si no se atiende pronto cambiando el enfoque de la política social, “no vamos a despegar”. Bajo esa luz le dio una mirada a las propuestas de los candidatos presidenciales y desglosó los retos que tendrá el próximo Gobierno. 

L.S.V:

es La Silla Vacía.

R.A:

es Roberto Angulo.

L.S.V:

¿Cómo se mide la desigualdad en Colombia?

R.A:

La pregunta de fondo es: ¿desigualdad de qué? En Colombia, como en toda América Latina, nos inclinamos a medir la desigualdad del ingreso, o del gasto. La desigualdad del ingreso nos la entrega el Dane con los indicadores de pobreza una vez al año que se calculan con la Gran Encuesta Integrada Hogares.

Pero eso no quiere decir que no haya otras mediciones distintas. Por ejemplo, están los indicadores de desigualdad de oportunidades e indicadores de movilidad social.

Muchas veces se ha dicho que Colombia es el país más desigual del mundo. Yo creo que esa afirmación es difícil porque no todos los países tienen datos y las metodologías varían mucho. Pero yo creo que sí podríamos decir que Colombia, con el coeficiente de Gini y calculado sobre el ingreso, es un país que siempre está entre el top de países más desiguales.

L.S.V:

¿A qué se debe que Colombia esté siempre en este top de países desiguales? 

R.A:

Colombia es un país altamente inmóvil. Los estudios de movilidad social que se han hecho siempre muestran que en América Latina Colombia está en el top de los países más inmóviles, compitiendo con Brasil. En Colombia es muy difícil que un hogar o una persona cambie su posición relativa si nace pobre, por ejemplo, o nace en un municipio pobre extremo, en un hogar cuyos padres tienen bajo logro educativo, etc.

Hay otros puntos para entender la desigualdad en Colombia y que están relacionados con el mercado laboral y la informalidad. Lo que conecta la posibilidad de que los hogares se beneficien del crecimiento económico es el mercado laboral. Colombia es un país extremadamente informal, y por ello las ganancias del crecimiento no se irrigan hacia los hogares de una forma progresiva. Lo estamos viendo: hay reactivación, el crecimiento despega, hay una reducción de la pobreza, una recuperación de la clase media. Pero mientras haya informalidad, es como si eso estuviera perforado y tuviéramos fugas por todos lados.

Hay otro elemento, y es la acumulación de activos. Tenemos una concentración altísima de activos y, en el caso de la zona rural, en el acceso a la tierra. Eso también deriva en una desigualdad del ingreso muy alta.

L.S.V:

¿Como sociedad, es mejor aspirar a ser más igualitaria, o aspirar a una sociedad menos pobre incluso si hay desigualdad? 

R.A:

Esa es la pregunta más importante. Una sociedad puede tener una alta pobreza extrema y una muy baja desigualdad, por ejemplo.

Por eso la pregunta por “desigualdad de qué” importa. Por ejemplo, si ponemos el foco en la desigualdad de oportunidades, empezamos a ver que, por lo general, cuando las oportunidades empiezan a ser más igualitarias, hay un mejor bienestar para toda la sociedad. Y empezamos a ver que esas desigualdades observadas son desigualdades posiblemente justas, en un contexto donde hay igualdad de oportunidades.

Ahora, las personas de línea más libertaria piensan que la desigualdad no importa, sino que lo que importa es la reducción de la pobreza. Tampoco es tan cierto. Primero, la pobreza es una expresión de la desigualdad. No son eventos independientes.

Segundo, la desigualdad inflige trabas para que el crecimiento se irrigue a la población más pobre. Entonces una alta desigualdad o una desigualdad extrema va a ser una traba para eliminar la pobreza.

Y tercero, la desigualdad extrema puede ser intrínsecamente nociva para el bienestar. La imposibilidad de sentir que uno puede ser partícipe del progreso y escalar genera también malestar, conflicto, conflicto social, resentimiento.

L.S.V:

¿Cómo ve el debate alrededor de la desigualdad en estas elecciones?

R.A:

Cualquiera, independientemente de su orilla política, está siendo testigo de que Colombia está llegando al límite de la tolerancia a la desigualdad. Colombia ha sido un país tradicionalmente desigual; redujo la desigualdad, como toda América Latina, en la primera y la segunda década del 2000, pero siempre siguió siendo altamente desigual. El estallido social de los últimos años antes de la pandemia, el empeoramiento de esta desigualdad, la forma en que quedó en evidencia la fragilidad de por lo menos el 70 % de los hogares en Colombia. Tenemos todas las señales para entender que Colombia entró en una fase en que se acabó la tolerancia a la desigualdad. El proyecto que llegue tiene que tomar cartas en el asunto o va a tener problemas.

Yo creo que eso lo tienen claro el centro, la izquierda y la derecha, y si no lo tienen claro, es porque ya están absolutamente desconectados de lo que está pasando. Hay una demanda de cambio social urgente.

En todos los territorios más excluidos ganó el Pacto Histórico, en un menor porcentaje, bastante menor, el proyecto de “Fico”; y casi invisible o ausente estaba el proyecto del centro. Tenemos como un centro más para las élites que para el resto de la población.

Entonces creo que Petro logró ofrecer un tiquete de cambio y supo leer con mayor astucia esas demandas de cambio social.

L.S.V:

¿Cómo evalúa la propuesta de Petro para reducir la desigualdad?

R.A:

¿Pero cuál es el ámbito de la desigualdad que quiere reducir Petro? Eso no me parece claro en su proyecto. ¿La desigualdad de resultados de ingreso, de gasto, de riqueza, de oportunidades? No es nítido, a mi juicio, en el programa de Petro. Y tampoco es muy claro en los programas de “Fico”, Fajardo o Rodolfo.

Y una tercera cosa que me hace pensar que Petro no es idóneo para mover al país a ese cambio social es un elemento más pragmático. ¿Cómo nos movemos hacia un país más equitativo? No solo es la indignación. Hay que tener una propuesta factible de tránsito hacia un país más equitativo. Y en eso a mí me gusta mucho la visión del Nobel de Economía Amartya Sen, que sostiene que es preferible optar por un cambio gradual, factible y pragmático, remediando injusticias del entorno, que quedarse elucubrando por un estado de justicia ideal.

Y ese pragmatismo es el que no veo en el proyecto de Petro. No veo el respeto por las instituciones y por el mercado, que juntos son los que pueden llegar a soluciones prácticas de injusticias remediables. Petro tiene el ímpetu reformista, pero no tiene el pragmatismo. Los otros candidatos no tienen el ímpetu reformista y de pronto sí tienen más pragmatismo. Y yo soy muy escéptico en este momento porque creo que necesitamos un proyecto político que tenga las dos cosas.

L.SV:

¿Cómo ve las propuestas de los demás candidatos en ese sentido?

R.A:

Muy tímidas. No veo una narrativa de cuál es la desigualdad que queremos solucionar. Pero veo algunas propuestas más pragmáticas que las de Petro en el lado de Fajardo, por ejemplo. Ahí hay una apuesta interesante por los jóvenes, que es práctica y factible en el tema de combatir la inactividad juvenil y por estimular la inclusión laboral de la población joven.

Por el lado de “Fico” veo algunas preocupaciones por las reformas, pero el lastre del continuismo de alguna manera deslegitima su ímpetu reformista en un momento de demandas sociales urgentes. Soy muy escéptico con ellos tres. Creo que el hecho de que Fico se aferre al statu quo con el argumento de construir sobre lo construido (que es válido, pero que él exagera un poco) lo distancia de ofrecer una propuesta de cambio.

L.S.V:

¿Qué tanto ha avanzado el país en los últimos años en materia de desigualdad?

R.A:

Estudios comparativos han mostrado que América Latina fue la región del mundo que más redujo pobreza y desigualdad a comienzos del siglo XXI. Colombia no fue la excepción. La clase media se duplicó, la pobreza se redujo a la mitad, hubo reducción en desigualdad del ingreso. De hecho, entre el 2010 y 2015, Colombia estuvo en la punta de los países que más redujo la desigualdad. Lo que pasa es que había comenzado muy arriba, entonces seguíamos teniendo una desigualdad muy alta.

Pero yo creo que todos sobrevaloramos esas mejoras, y hago autocrítica porque hice parte de esos análisis. Cuando uno mira lo que pasó con el covid y el estallido social de los últimos años, uno ve que sí subimos escaleras, pero como en muletas. Al primer golpe, también fuimos la región que recibió con más desigualdad y más desventajas en grupos vulnerables los confinamientos. Y con las decisiones de confinamiento y de cierre de colegios y jardines, ni se diga.

Pero fue un cambio que, al estar sustentado en unos mercados laborales tan informales, fue un cambio muy frágil. No está sustentado en una inclusión productiva, no está sustentado en las turbinas del crecimiento y la productividad.

L.S.V:

En Colombia existen varios programas de subsidios. Durante la pandemia se creó el de Ingreso Solidario. ¿Este tipo de programas realmente pueden ayudar en la reducción de la desigualdad en el país?

R.A:

Lo que más cuenta para la reducción de la desigualdad son esos elementos estructurales. Mientras nosotros sigamos teniendo un progreso determinado por las condiciones de origen y no por el talento y el esfuerzo de la gente lo que puedan hacer las políticas de transferencias es muy poco.

Sin embargo, sí hay efectos. Estos programas son importantes para el tema de pobreza. Ingreso Solidario fue una gran cosa. Colombia logró duplicar la cobertura de transferencias monetarias en muy poco tiempo. La gente cree que eso es fácil, que es solo entregar plata. Y realmente no es fácil, sobre todo hacerlo con la trazabilidad y con la eficiencia necesarias. Más o menos un tercio del golpe de la pandemia se pudo mitigar con transferencias monetarias. Eso es muy importante.

Soy un gran defensor de las transferencias monetarias, pero también reconozco que deben ser complementarias. No pueden ser la apuesta de reducción de la desigualdad de un país, porque con ellas no atacamos factores estructurales.

L.S.V:

¿Cuál debe ser entonces la tarea prioritaria del próximo Gobierno en materia de reducción de desigualdad?

R.A:

Primero, es hora de cambiar el chip de la política social, sin demeritar todo lo que se ha hecho. Necesitamos una política social conectada con el crecimiento y que involucre al empresario y al tejido productivo. Tenemos que empezar a pensar en la productividad como una política social. ¿Cómo hacemos para que las empresas, que son los que jalan el carro del crecimiento, sean vehículos que generen valor para la población pobre y vulnerable? Necesariamente estamos hablando aquí de tejido empresarial informal que puede tener vocación de formalización.

Hay un segundo punto que es sobre el sistema de protección social. Nosotros hemos tenido avances en el sistema de salud, pero tenemos mucho por hacer todavía en el tema de pensiones y en el diseño del sistema de protección social como un todo. Con compensaciones de ricos a pobres y vulnerables; de sanos a los que se enferman; de los jóvenes a los adultos mayores. Es un sistema de protección social no es otra cosa que un acuerdo social con canales de redistribución y solidaridad y condiciones de eficiencia para enfrentar un nuevo mapa de riesgos. Y ese sistema tiene que ser compatible con la productividad.

Y hay una tercera cosa, que es el desarrollo territorial. Siempre pienso en la dificultad de hacer cualquier cosa en la zona rural dispersa o en la periferia de Colombia. La capacidad que tienen estos municipios de diseñar y ejecutar proyectos de desarrollo es muy baja. Hay plata, hay regalías acumuladas, pero no hay proyectos. Si no hay una estrategia que involucre más al nivel regional para apalancar la estructuración y ejecución de proyectos del desarrollo, no vamos a despegar.

Esta historia hace parte de la Sala de redacción ciudadana, un espacio en el que personas de La Silla Llena y los periodistas de La Silla Vacía trabajamos juntos.

 

Bancolombia lleva muchos años apoyando la voz del periodismo, porque así contribuye a fortalecer una democracia sólida y a formar ciudadanía. Las secciones que Bancolombia apoya en la Silla Vacía no representan una posición institucional, pertenecen al pensamiento de la redacción o al experto entrevistado, y no comprometen nuestra opinión.

Soy el gestor de proyectos de La Silla Vacía. Entré a La Silla como editor de La Silla Llena en septiembre de 2020, y desde agosto de 2023 estoy a cargo de los convenios de cooperación internacional y otras alianzas. Soy filósofo de la Universidad Nacional de Colombia, tengo una maestría en filosofía...