Ha sido una práctica común que cuando a un presidente le molesta un cubrimiento periodístico llame directamente a los dueños del medio y les mande el mensaje velado de que espera que se ‘corrija’ la línea editorial. Pero ese reclamo nunca se había hecho de una manera tan pública, como lo hizo el presidente Gustavo Petro ante la última publicación de Semana que lo vincula directamente con el escándalo de Sarabia. Lo hizo a través de un comunicado, que más que una solicitud de rectificación, parece una advertencia a los dueños de la revista.
La revista Semana publicó el testimonio de alguien que asegura haber hablado íntimamente sobre todo este escándalo de las chuzadas con el coronel Óscar Dávila, adscrito a la seguridad del presidente. Semana dice que la fuente está plenamente identificada pero le guardan la reserva de su identidad para protegerlo. Dávila murió el viernes por la noche en circunstancias extrañas que Petro atribuyó a un suicidio, antes de declarar en la Fiscalía sobre las interceptaciones ilegales a dos empleadas de Laura Sarabia, la exsecretaria privada de Petro.
Entre las claves del testimonio, que Semana no contrasta en la historia con otras personas o fuentes, el testigo dice que la plata que se perdió en la casa de Sarabia era, en realidad, del presidente Petro. Afirma, además, que el monto era de 3 mil millones de pesos en efectivo y que estaban metidos en cinco maletas. Según dice el testimonio, Petro le habría pedido a Sarabia que se la cuidara en su apartamento.
La respuesta del presidente, que está en Alemania, se produjo a primera hora de la mañana. No lo hizo vía un trino en Twitter como suele hacerlo, sino a través de un comunicado en el que no solicita una rectificación de la revista ni responde a las acusaciones concretas en su contra ni aporta nueva información. Dice textualmente: “Estos supuestos testimonios, que tienen un interés difamatorio en contra del presidente, buscan minar la confianza de la ciudadanía en el gobierno, a través de versiones sobre hechos en los que no se aportan ni existen ningún tipo de pruebas”.
“Nunca en mi existencia siquiera he visto la cantidad de dinero que afirma una fuente anónima”, agrega el presidente.
Sin embargo, el comunicado no se queda en responderle a la revista. De manera inusual, Petro se dirige a los dueños de Semana y les recuerda el rol que ha jugado frente a sus negocios:
“He tenido una amistad con los dueños de la revista Semana, quienes han participado en diferentes negocios del país, de los que ni como congresista ni como presidente he sacado ningún tipo de provecho. Los mismos propietarios de la revista son testigos de primer orden de mi honorabilidad y así también se los he demostrado, por ejemplo durante mi debate como joven parlamentario sobre la fusión entre el Banco de Colombia y el Banco Industrial Colombiano. Tampoco saqué provecho durante las negociaciones del Grupo Gilinski y el Grupo Empresarial Antioqueño, en donde, por el contrario, siempre pedí que se llegara a un acuerdo con transparencia”, dice el comunicado.
En un ecosistema de medios tradicionales que, en su mayoría, son parte de grupos económicos más amplios, Petro siembra en este caso una amenaza velada de que el gobierno ya no se entenderá con la directora del medio en el plano editorial sino directamente con sus propietarios y sus intereses económicos.
“Les dice `ustedes saben que soy honesto porque he sido su amigo. Si ahora les parezco ladrón, entonces dejaré de serlo`. Eso cuando uno tiene negocios por miles de millones de dólares en juego, cualquiera entiende que es una insinuación de amenaza”, dice una persona que conoce a dueños de medios.
Petro ve a los medios como instrumentos del poder económico, y ahora no se limita a calificarlos de “mentirosos” (aunque también) sino que decide hablarle directamente a ese poder.
Un poder que en el caso de los Gilinski comparte un pasado con Petro.
Petro y los Gilinski
Para la segunda vuelta presidencial de 2018, la campaña de Gustavo Petro financió la mitad de sus gastos con un crédito por 5 mil millones del banco de los Gilinski, según la información que reportó a Cuentas Claras.
El mismo banco ya había sido un financiador importante en 2010. Un tercio de todos sus ingresos de campaña como candidato del Polo fue un crédito del Banco Sudameris de más de 900 millones de pesos.
En 2001, los Gilinski contactaron a Petro a través de Vernot para que como parlamentario hiciera un gran debate en el Congreso. Petro criticó las decisiones de las autoridades de la época que favorecían al GEA en su pelea contra el Banco Industrial Colombiano de los Gilinski.
Ese debate selló una amistad entre Petro y Jaime Gilinski, que Petro recuerda en su comunicado.
Ya en la presidencia, y pese a que en campaña Semana se inclinó abiertamente por Rodolfo Hernández, Petro no hizo pronunciamientos públicos frente a la movida empresarial más grande del momento. Pero sí tomó la decisión atípica de mantener a Jorge Castaño en la Superintendencia Financiera durante ocho meses, una movida que era un guiño para los Gilinski.
Castaño venía de ser un funcionario de Iván Duque, y había sido nombrado por Hernández como su posible ministro de Hacienda. Durante el gobierno Duque fue el encargado de aprobar las OPA que lanzaron los Gilinski y, según denunció Daniel Coronell, lo hizo manteniendo en secreto el plan de toma hostil, lo que habría favorecido la posición de los banqueros caleños.
Y es precisamente la alusión a su rol neutral en la última pelea de los Gilinski frente al GEA lo que se puede entender como una advertencia dado el papel de regulador que tiene el gobierno en los grandes negocios.
La adquisición de una mayoría de Nutresa por parte de los Gilinski, a cambio de salir de sus acciones en Sura y Argos, que se pactó hace unas semanas, necesita el visto bueno de tres superintendencias: la Financiera, la de Sociedades y la de Industria y Comercio. En esos puestos están personas que nombró directamente Petro. Se trata de un negocio que, hasta ahora, ha implicado el ingreso a Colombia de alrededor de 2.500 millones de dólares, y que, en los detalles finales, podría incrementar sustancialmente.
En las próximas semanas se verá si los empresarios entienden el “mensaje” del presidente y favorecen la amistad con él por encima de la independencia editorial de la revista, lo que implicaría un frente de tensión con su directora, Vicky Dávila. Si no lo hacen, está por verse si el presidente pasa de sus ataques verbales a los medios a tomar decisiones contra los intereses empresariales de sus dueños.
De cómo se resuelva esta coyuntura, está en juego no solo el rumbo futuro de Semana sino también de buena parte de la prensa tradicional del país, que tiene intereses económicos susceptibles de ser afectados por decisiones del gobierno. Como le dijo un directivo de otro medio a La Silla, “este es un mensaje para los Gilinski pero tiene un efecto perdigón”.