
El Presidente Santos tomó, desde el primer día, una decisión arriesgada: intentar un proceso de paz negociada con las Farc. La mayoría de sus electores esperaban otra cosa, la continuidad de la guerra. Una ofensiva militar que había sido la prioridad en la agenda presidencial durante ocho años, que había recibido una muy importante inyección de recursos y un amplio apoyo ciudadano.
Santos hubiera podido mantener el discurso, que es fácil, que no tiene riesgos y conservar los aliados. El discurso de la guerra no tiene pierde. Si hay “éxitos militares” se cobran y los golpes que se reciben son el combustible para atizar el la hoguera de la guerra. Cada ataque terrorista no le quita apoyo a la guerra sino al contrario la justifica. Es un típico con cara gana yo y con sello pierde usted.
Si Santos hubiera mantenido ese discurso probablemente no habría caído en las encuestas, como no ha caído Álvaro Uribe que basa su discurso actual en el fracaso de su política de seguridad democrática y eso le sirve para comandar las “barras bravas” de la guerra, que no sólo no le cobran que con un esfuerzo tan descomunal durante ocho años no hubiera logrado derrotar a las Farc, sino que le celebran cada prueba de que dejó viva a “la culebra”. Es decir, que no hizo la tarea que esas mismas barras le habían impuesto. Un extraño caso de esquizofrenia.
Pareciera que el mayor orgullo de Uribe sea el de demostrar que en ocho años de guerra se les golpeó en forma tan ineficaz que rápidamente tienen capacidad de reproducirse y retomar espacios. Uribe se vanagloria de que su tarea haya sido inútil e ineficaz. Ese discurso vende y hay que mantenerlo.
La mezquindad política del ex presidente lo lleva incluso a desconocer el que a mi juicio fue el gran logro de su gobierno: haber derrotado militarmente a la guerrilla. El desequilibrio de fuerzas después de esos ocho años es irreversible, pero prefiere negarlo para poder atizar la guerra. Fue un logro costoso en valores democráticos, pero logro.
El Presidente, en cambio, había sido hasta ahora un defensor vergonzante del discurso contrario. Se arriesgó por una terminación negociada del conflicto pero no la defendió. El Ministro de Defensa se hizo –equivocadamente- en la tribuna donde se ubican las barras bravas, las que insultan a todo el mundo antes y durante el partido, las que agreden soterradamente después en las inmediaciones del Estadio.
Las encuestas parecen haberlo hecho cambiar de actitud. Decidió defender abiertamente el proceso de paz. Pasarse a la tribuna de las barras bravas es imposible, le iría como al hincha que pretendiera hacerse en medio de la barra con la camiseta del equipo contrario. Se matriculó –entonces- con la otra barra.
Santos marchará con Iván Cepeda, con Piedad Córdoba, con Gustavo Petro, con la Marcha Patriotica, ¿llegará solo o lo acompañará su amplia coalición que conforma la Unidad Nacional?. Ya Aurelio Iragorri, padre del Consejero político de Santos y Presidente del Partido de la U, el que postuló a la Presidencia a Santos, dijo que no apoya el proceso de paz, o sea que no llegará a marchar. La Unidad Nacional está a prueba, es claro que cuando el Presidente la conformó lo hacía para un propósito como éste. En las sociedades son las decisiones difíciles las que requieren Unidad. Cambiar la forma de administrar el sistema de salud es una decisión políticamente menor, que requiere una mayoría coyuntural pero no algo que pretenda un nombre tan rimbombante como Unidad Nacional.
Hay partidos de la Unidad que estarán con Santos. El Liberal sin duda. Ha estado con las más importantes ONGs representantes de las víctimas promoviendo precisamente la movilización social a favor de los derechos de las víctimas y del proceso de paz. Los Verdes seguramente, Lucho está en la Consejería que se creó para eso. Pero y ¿la U?, ¿los conservadores?.
Pero y ¿lo que los politólogos llaman los otros factores de poder? ¿Los medios que jugaron un papel protagónico en la famosa marcha contra el secuestro de hace algunos años o la Iglesia que tanto apoya el proceso? ¿Y la ANDI, para citar un ejemplo de un gremio cuyo Presidente está en La Habana?¿Van a invitar a una misma marcha en la que esté la Marcha Patriótica, Piedad y Petro? La Unidad Nacional está a prueba, no ya la de los partidos sino la de la sociedad.
La marcha no debería ser gran cosa en una sociedad verdaderamente democrática. Personas de muy diversas opiniones políticas se unen para un propósito colectivo. En Colombia, con el grado de polarización al que hemos llegado es más difícil, pero ¿y no somos capaces siquiera de marchar juntos?
La Marcha que se convoca para el 9 de Abril es una prueba ácida y Santos decidió jugársela. Se va a hacer contar. Es un momento difícil para eso, el proceso de paz ha perdido apoyo entre la gente. El discurso ambiguo del Presidente ayudó a desinflar rápidamente la ilusión, pero esa resurge rápidamente a la menor señal o con la sola posibilidad de que sí puede ser.
“Ah, eso sería otra cosa distinta señor”, me dijo un taxista ayer, conversando sobre las posibilidades del proceso de paz. “A esos tipos no les creo nada, eso no va para ninguna parte”, me dijo una y otra vez. Pero y ¿si, sí? le pregunté: “Ah, eso es otra cosa distinta señor, me iría de primero a reelegir a Santos”, dijo.
Se entusiasmó con la sola posibilidad. “ Uy señor, ¿usted se imagina? ¡Este país sin guerrilla!”.
El discurso oficial tiene que generar la ilusión, hay que contrarrestar el cuento de que paz pero no a cualquier costo. Lo que los colombianos no quieren es más guerra a cualquier costo.