La transformación de las Farc de guerrilla a partido ha cambiado a esta región de muchas maneras. Y todas ellas muestran las caras de lo mejor y lo peor del posconflicto.
Este año, el Sur se convirtió en el mejor laboratorio para entender lo que pasó después de que la guerrilla más grande del país, que se creció y fortaleció sobre todo en las selvas de Caquetá y Putumayo, decidió dejar las armas para apostarle a la política.
Por eso, La Silla Sur eligió como su personaje del año a La Farc. Porque su transformación de guerrilla a partido ha cambiado a esta región, que fue por décadas su retaguardia histórica (donde acumularon la mayoría de sus tierras y bienes) de muchas maneras. Y todas ellas son las caras de lo mejor y lo peor del posconflicto.
Las caras de lo mejor
Una de las caras menos visibles y quizás más transformadoras del tránsito de la Farc en el sur es la reorganización de asociaciones de juntas y de organizaciones campesinas que, ante el vacío de la exguerrilla, están creando sus propias reglas ambientales y hasta de seguridad y justicia.
Como lo detallamos en La Sur, en lugares como La Macarena en Meta, la asociación de juntas de allí (que agrupa a 190 veredas de ese municipio) acordaron entre ellos mismos cuántas hectáreas de bosque podía talar cada familia y le informaron de su decisión a Cormacarena, que se supone que es la autoridad ambiental allá.
También en municipios como Tello en el Huila, donde por años hizo presencia el frente 17 de las Farc, los robos de leche este año en las fincas hicieron que entre varios fincarios tomaran la decisión de poner entre todos una cuota y con esa plata comprar radios de largo alcance y armar una red para avisarse entre ellos si veían llegar carros raros a la región.
Y en San Vicente del Caguán, en Caquetá, ya sin la columna móvil Teófilo Forero fungiendo como “autoridad” para resolver las peleas entre vecinos y los conflictos de tierras, la Universidad Amazonía de Florencia estuvo capacitando este año a las juntas de acción comunal para que ahora puedan ser ellos los que entren a mediar. Eso mismo está pasando en otros municipios como Paujil o Cartagena del Chairá.
Otra cara positiva de su transformación y que muestra que su reincorporación económica es posible es la de la Farc como empresarios.
En los espacios de capacitación del sur como Agua Bonita en La Montañita, los excombatientes tienen montada una fábrica de zapatos, otra de muebles y un proyecto enorme de cultivos de piña.
Y en Miravalle en San Vicente, ‘El Paisa’ tiene a los excombatientes trabajando como reloj en un proyecto piscícola en el que participan, según supo La Silla por una fuente de la Agencia de Reincorporación Nacional, ARN, empresarios huilenses de la represa de Betania.
Está también la cara más urbana de su transformación.
La Farc se ha acercado a la Iglesia Católica y a líderes sindicales para pedir perdón en ciudades donde hicieron mucho daño como Neiva (donde se tomaron el Edificio Miraflores) . También allí fue donde debutó por primera vez fuera de la selva su orquesta, ‘Los Rebeldes del Sur’, mostrando su lado artístico.
Y es también en ciudades como Florencia, donde la guerrilla ya no está cobrando una cuota fija todos los años a los comerciantes, que se está reactivando la economía y la gente está vendiendo y comprando con más tranquilidad.
“La gente comenzó a sacar la plata. Las Farc tenían la restricción de que el que vendía una finca tenía que pedir permiso y ellos cobraban un porcentaje de la venta. Como a nadie le gustaba que le quitaran de su plata, pues nadie vendía ni compraba. Ahora la cosa cambió, la gente está comenzando a hacer más negocios ya sin ese yugo”, nos contaba Alirio Calderón, miembro de la Red de Paz de La Silla Llena y que por años ha vivido en Florencia.
“La gente se está acostumbrando a vivir cada vez más en edificios y en conjuntos cerrados. Hay un boom en la construcción” nos contaba también Jaime Barco, gerente de un banco en Caquetá.
Sin embargo, así como su transformación ha mostrado con creces lo bueno del posconflicto, también ha traído efectos negativos.
Las caras de lo peor
Este año la ausencia de las Farc también se tradujo en uno de los factores determinantes para la disparada de los homicidios en Florencia.
Sumada a esa, está la cara más mediática y que hasta ahora le ha dado munición a los opositores del Acuerdo de La Habana, que es la de las disidencias.
El vacío que dejaron los 2900 guerrilleros de las Farc que se concentraron en las zonas veredales del sur del país, lo han ido llenando, aunque en menor número, Gentil Duarte y la disidencia que lidera entre el municipio de San Vicente del Caguán, Meta y Guaviare, cobrando multimillonarias vacunas.
Lo ha llenado también la disidencia del frente primero en Solano, al sur de Caquetá, reclutando niños indígenas; y lo ha llenado la del frente 48 en Putumayo, amenazando a los líderes comunitarios que le apuestan a la sustitución de la coca.
Está también la cara ambiental que supuso la salida de las Farc de los territorios en los que hacían presencia, donde prohibían talar árboles, cazar animales para venderlos, talar el manto vegetal de los ríos, pescar solo para vender o echar basura al agua.
Como ya no están con sus “manuales ambientales”, ese ha sido un factor determinante para explicar por qué la deforestación se disparó en Caquetá (en total se fueron abajo 26.544 hectáreas de bosque a diciembre de 2016) y San Vicente del Caguán se convirtió en el municipio más de deforestado del país con 10.987 hectáreas. El 6 por ciento de la deforestación nacional.
Todas esas transformaciones propiciadas por la metamorfosis de la Farc han hecho que el Sur del país sea el mejor termómetro para juzgar el éxito o fracaso del proceso de paz en el mediano plazo.