Ingrid Betancourt y Alejandro Gaviria durante el cara a cara organizado por Semana y El Tiempo. Foto: twitter.

La Coalición Centro Esperanza se ha tenido que tragar muchos sapos desde que vio la luz hace un año. Pero el rifirrafe de hoy entre Ingrid Betancourt y Alejandro Gaviria, durante el debate de candidatos de El Tiempo y Semana, puso en evidencia que las hondas fracturas y desconfianza que persisten entre ellos no les permiten sembrar la esperanza que anunciaron para el país.

La escena tomó a todos los de la coalición por sorpresa, pero era una pelea que se venia venir. Betancourt estaba hablando sobre su propuesta de seguridad y aprovechó para decirle a Gustavo Petro que le había “vendido el alma al diablo” por las alianzas que está haciendo con políticos cuestionados. Y, acto seguido, se volteó y le dijo a Alejandro Gaviria que las recientes adhesiones de los políticos Germán Varón y Miguel Ángel Pinto (aliado de la cuestionada casa Tavera en Santander) violaban el acuerdo de la Coalición de la Esperanza de “no traer ninguna maquinaria”. Y sentenció: “Yo no voy a dejar que los lobos entren a donde están las ovejas”.

La respuesta de Gaviria fue en el mismo tono. Le dijo a Ingrid: “Lo suyo es hipocresía y oportunismo, no tiene otro nombre”. Y la invitó a “mirarse en el espejo de sus propias faltas”. Le preguntó si en la lista de la Alianza Verde no había ninguna maquinaria, “es disfrazar de superioridad moral el miedo a competir”.

Sergio Fajardo se puso del lado de Ingrid, y dijo que desde un principio le dijo a Alejandro, que “no podíamos avanzar en nuestra coalición con el clientelismo que se va a colar en nuestro proyecto”.

Están ahora reunidos todos los de la Coalición decidiendo qué hacer, sin Gaviria, que optó por no ir.

Los múltiples sapos

Desde que Sergio Fajardo, Jorge Enrique Robledo, Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo, Juan Manuel Galán y Angelica Lozano se sentaron a discutir sobre crear una coalición electoral de centro el grupo ha sufrido muchos reveses que los han mantenido atrapados en una discusión de mecánica política.

La lista de sapos que se han tragado es larga: la división de la Alianza Verde; la decisión del Nuevo Liberalismo de ir con una lista al Senado propia; el rechazo inicial a Alejandro Gaviria por el apoyo del Partido Liberal; la entrada sorpresiva de Ingrid que “armó el muñeco y luego decidió comerselo”, como dijo un miembro de una de las campañas; y la última discusión sobre el número de candidatos.

Pero hoy, nuevamente, quedó en evidencia que después de un año de muchas discusiones programáticas, hay un acuerdo ideológico básico que hace agua frente al problema de cómo se hace la política y cómo se gobierna.

En particular, sobre la relación con los políticos tradicionales que tienen votos amarrados, ya sea mediante la compra de votos o, más frecuentemente, por un trabajo de intermediación de los senadores y representantes para llevar rentas nacionales a sus clientelas en las regiones y tramitar las necesidades de sus aliados para reproducirse políticamente.

El centro político colombiano se formó alrededor de un rechazo a estas estructuras y de un lenguaje antipolítico que se consolidó con la Ola Verde de Antanas Mockus y experiencias exitosas de gobiernos locales. “No todo vale”, “como se hace campaña se gobierna”, se volvieron mantras de un purismo que capturó esta tendencia ideológica que, antes de Gaviria, venía dominando la Centro Esperanza.

Gaviria llegó con otra idea: la del centro pragmático. Según el exrector las transformaciones necesarias, que son lo realmente importante, solo se pueden hacer incluyendo a políticos con los que se compartan ciertos valores, liberales en su caso. Y que el problema no es con quién se alía sino la transacción que implique esa alianza. Para Gaviria, la definición del centro es más definida por lo programático que por un estilo de hacer política.

“Asociar la política a la pureza es matar cualquier reflexión política”, dice el académico Francisco Gutiérrez en la línea de lo que piensa Gaviria. “La política se trata de lograr objetivos, de dar saltos mortales, cruzar fronteras invisibles, y claro, hay un peligro real de que el fin termine justificando los medios. Pero la pureza es totalmente esterilizante”.

En todo caso, este debate ha puesto el dedo en la llaga de cierta hipocresía en la base de la coalición. ¿Qué tan diferente es la forma de hacer política de Juan Fernando Cristo, a quien ni Fajardo ni Ingrid han rechazado, de la de Germán Varón? Ambos tienen logros reconocidos: Cristo impulsó la Ley de Víctimas y jugó un papel importante en la consolidación del Acuerdo con las Farc; Varón enredó la segunda reelección de Álvaro Uribe. Pero ambos han hecho política clientelista.

Sin ir más lejos, el mismo Carlos Amaya, al que Ingrid le dio el aval de su partido como otro precandidato de la coalición, ha hecho política clientelista en Boyacá. Y si se analizan los miembros de la lista de la Coalición de la Esperanza hay varios cuyos votos vienen de clientelas.

También hay un tema de puro cálculo electoral. Si Gaviria recibe las adhesiones de los políticos que ha anunciado y estos son capaces de transferir los votos que sacaron en las últimas elecciones podría sumar unos 300 mil votos, en un cálculo muy optimista. Un impulso que no tienen los otros. Miguel Ángel Pinto sacó 84.068 votos; Varón 64.457; Horacio José Serpa 91.407; Reyes Kuri 41.228; Juan Carlos Losada 36.350; Angélica Lozano (que aún no se ha adherido) 105.700; Rodrigo Rojas 26.119 y los que le faltan).

Pero, sobre todo, lo que quedó en evidencia hoy, es que no existe entre ellos la confianza para tramitar estas diferencias en privado. Ayer todos ya sabían de las adhesiones a Gaviria cuando anunciaron que irían los siete juntos a la consulta en marzo. En el primer debate en vivo en que se enfrentan desde entonces, la Coalición fue incapaz de mantener una estrategia conjunta en un debate de 11 personas en el que tocaba esforzarse por tener un enfrentamiento.

Así, los de la Coalición Centro Esperanza, que no han podido hacer calar un discurso sobre lo que proponen para superar la pobreza pospandemia o acabar la guerra porque ineludiblemente sus discusiones públicas terminan girando sobre temas de mecánica política, hoy también dejaron el mensaje de que la polarización contra la que dicen luchar la viven internamente.

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...