Tres balaceras en inmediaciones del principal paso terrestre entre Colombia y Venezuela dejaron en evidencia que en la frontera estalló una crisis más profunda que la migración.
En solo diez días en inmediaciones del puente internacional Simón Bolívar, paso que comunica al área metropolitana de Cúcuta con San Antonio de Táchira en Venezuela, se destapó la guerra silenciosa que por el dominio del contrabando vienen librando el ELN, el EPL, los Rastrojos, los Urabeños (conocidos también como los Úsuga y el Clan del Golfo) y bandas más pequeñas, que aunque no son tan fuertes, en los últimos años han incrementado su poder.
A mediados de este mes fue el primer campanazo cuando a eso de las 5 de la tarde un cruce de disparos que quedó grabado, intimidó a los habitantes de La Parada.
Ese corregimiento es el que marca la línea limítrofe de Colombia por el principal paso terrestre legal hacia Venezuela y desde el cierre de la frontera ha ocupado primeras planas por los ríos de gente que se agolpan desde el lado del vecino país para cruzar a este lado para surtirse de alimentos, buscar atención médica, y en algunos casos buscar una vida nueva.
A las 24 horas, en ese mismo corregimiento hubo otra balacera. Esta vez los disparos, según los testigos, salieron de una camioneta 4×4. Un hombre atentó contra otro que también estaba armado, que iba a pie y que resultó herido. Aún no se conocen las motivaciones.
Y seis días después, también en La Parada, fue la tercera. A las 10 de la mañana en momentos en los que el paso entre los dos países está activo, nuevamente el cruce de disparos encendió las alarmas.
Ese hecho también quedó grabado por quienes estaban en el puente, y aunque inmediatamente la Policía desplegó a varios uniformados para seguirle la pista a lo que estaba pasando, no encontró nada.
Aún así, lo que los habitantes de la zona y más adelante las autoridades no tardaron en concluir, es que detrás de la serie de episodios está la disputa entre los grupos ilegales con presencia en la frontera por el dominio de las trochas (pasos ilegales).
La pelea es de muchos alcances y viene tomando forma desde que en agosto de 2015 el gobierno de Nicolás Maduro decidió cerrar la frontera.
Como lo contó La Silla, a los pocos meses de la prohibición del paso entre los dos países quedó en evidencia que si algún sector había capitalizado la crisis, eran la bandas criminales.
Contrario a lo que se pensó inicialmente con el cierre de la frontera el contrabando no paró, y si bien al inicio disminuyó, paulatinamente fue tomando fuerza y hoy se calcula que por los pasos ilegales se trae el 40 por ciento de la mercancía ilegal que solía traerse desde Venezuela cuando el paso estaba abierto.
Precisamente por eso, Los Rastrojos y los Urabeños (operan en lados diferentes de la frontera que colinda con el área metropolitana) consolidaron su propio emporio económico y, además, se abrió el espacio para que otros grupos similares hicieran su propio agosto.
Ese es el caso del Ejército Paramilitar de Norte de Santander, EPN, la estructura que está señalada de estar detrás de la serie de hechos violentos que sacudieron a La Parada en las últimas dos semanas, y que aunque hasta ahora empezó a mojar titulares de prensa, desde 2012 está moviéndose en el departamento.
La crecida silenciosa del EPN
En el territorio de Villa del Rosario se mueven todo tipo de grupos ilegales que delinquen tanto en Venezuela como en Colombia.
Por un lado está el ELN, que con el frente Juan Fernando Porras Martínez y cerca de 120 hombres, es el que ha tenido la ocupación histórica de la frontera.
Ese grupo se replegó y redujo su dominio con la llegada, primero de las Águilas Negras (entre 2005 y 2007), luego de Los Rastrojos (2007) y por último de los Urabeños (de 2011 en adelante), que son los que actualmente tienen la mayor parte del poder de los pasos ilegales.
Además, en ese mismo sector está una célula del reducto del EPL que tiene su eje de operación en el Catatumbo; y desde 2012 también tienen presencia las Autodefensas de Norte de Santander Nueva Generación, y el Ejército Paramilitar de Norte de Santander, EPN.
Sobre los dos últimos se sabe que fueron conformados por disidentes de los Rastrojos y los Urabeños (Clan del Golfo) también con el fin de ejercer dominio territorial, y aunque no hay muchas referencias de ellos y de hecho una fuente de adentro del Ejército le dijo a La Silla que no los consideraban grupos en sí mismos, La Silla encontró que desde su creación varios reportes alertaron sobre sus alcances.
Por ejemplo, en una alerta temprana de septiembre de 2012 la Defensoría del Pueblo los describió como “grupos de carácter regional” que estaban elevando el riesgo de los habitantes del área metropolitana de Cúcuta; y en 2013 la Fundación Progresar, ong que le hace seguimiento al conflicto en Norte de Santander, dijo en una ‘acción urgente’ que estaban fortaleciéndose con las disidencias de los Urabeños y los Rastrojos y que el riesgo era inminente.
Desde entonces el nombre de ese grupo se refundió entre las noticias judiciales de los medios y en varias ocasiones fue nombrado como un brazo armado de los Rastrojos en Norte de Santander, pese a que, según las alertas, desde su creación se concibió como un grupo en sí mismo.
Actualmente, se estima que el EPN tiene alrededor de 30 hombres, que la mayoría de sus integrantes están entre los 18 y 38 años, que opera entre Los Patios, Cúcuta y Villa del Rosario, y que su estructura es vertical y comandada por Luis Jesús Escamilla, alias ‘Cochas’, un hombre de 32 años oriundo de Villa del Rosario quien tras salir de los Rastrojos creó esa banda.
“El EPN es un grupo que lleva años amedrentando a la ciudadanía frente a los ojos de la Policía. El historial de acciones delictivo es muy largo”, le dijo a La Silla Wilfredo Cañizares, director de la Fundación Progresar.
La Silla buscó a varios líderes de Villa del Rosario para conocer detalles de lo que está sucediendo en el municipio, pero por miedo ninguno quiso contar con nombre propio lo que está pasando.
Aún así, dentro de lo poco que accedieron a decir, el común denominador es que se sienten atemorizados, que el comercio no aguanta más extorsiones, y que en muchas partes del municipio el Estado no es el que manda.
“Aquí uno con hablar de eso ya carga la lápida al cuello. Pero hay cosas que no se pueden tapar con un dedo. Esto está muy complicado porque hay un poco de gente con armas extorsionando a comerciantes, también por esas trochas que pasan la gasolina y otras cosas ellos mandan y uno no puede decir nada”, le dijo a La Silla uno de los líderes del municipio.
La situación es tal, que en Villa del Rosario también hay denuncias sobre menores de edad que serían raptadas por las bandas, principalmente por el EPN, y devueltas a sus familias abusadas sexualmente.
“Aquí mandan todos, menos los legales”, le dijo a La Silla otro líder.
Precisamente, la posibilidad de que se desbordara la pelea por el dominio de la frontera en Villa del Rosario debido al auge de la rentabilidad del contrabando, ya había sido advertido el 20 de abril en una acción urgente emitida por Progresar.
“Nadie hizo nada”, dijo a La Silla Cañizares. “Solo miran el problema ahora que se desbordó y ya no es tan fácil ocultarlo”
La Silla intentó hablar con el coronel Javier Barrera, comandante de la Policía Metropolitana de Cúcuta, para tener una versión al respecto, pero a través de la oficina de prensa envío audios de ruedas prensa que dio a lo largo de la semana en los que explicaba que había desplegado 100 hombre para mantener la seguridad dentro del paso fronterizo y que la situación estaba bajo control.
En la Defensoría Regional del Pueblo y en la oficina de Derechos Humanos del Ministerio del Interior dijeron que no tenían registro de la alerta de la fundación.
La guerra por la plata
La economía ilegal en la frontera se mueve así: además de ser el corredor por excelencia del narcotráfico que sale del Catatumbo hacia Venezuela, quien esté interesado en cruzar por las trochas debe pagar.
Se paga por pasar carros, por cruzar gasolina, por cruzar los pocos productos que aún se comercializan en la frontera venezolana, por cruzar carne (uno de los principales problemas de salud pública en el área metropolitana) y hasta por cruzar a pie.
Así que quien tiene el dominio, tiene un negocio muy rentable y de paso poder.
“Cada trocha tiene su dueño y su grupo”, le dijo un concejal de Villa del Rosario a La Silla, a quien le protegemos la identidad por seguridad.
En Norte de Santander se calcula que hay 50 pasos ilegales, de los cuales solo 20 estarían plenamente identificados por el Ejército, la Policía, y la Policía Fiscal y Aduanera.
De esos no hay certeza de cuántos están controlados porque una vez las autoridades destruyen uno, las bandas reconstruyen otro.
Esa dificultad, sumada a que en algunos casos existe la complicidad de la Policía Nacional, el Ejército y la Policía Fiscal Aduanera para que pase gasolina y mercancía de contrabando, y que la popularidad de las trochas ha aumentado la pelea territorial, convirtió la frontera en una olla a presión cuyos primeros pitazos fueron las balaceras de La Parada.
Aún no hay una versión definitiva sobre cuál fue el detonante específico de la serie de balaceras en la frontera, pero hay dos hipótesis que tienen fuerza.
Por un lado, está una disputa entre las mismas bandas criminales ocasionada por el incumplimiento de acuerdos para el dominio del territorio; y por otro, que es la de la Fundación Progresar, el reingreso militar del ELN a Villa del Rosario (en los últimos años se ha asentado en el vecino país con intereses de expandirse), para retomar el control de ese territorio.
“Al parecer quieren restablecer el orden por las acciones indiscriminadas del EPN y por eso se están enfrentando”, dijo a La Silla Cañizares de la Fundación Progresar.
En el lado venezolano de la frontera, donde las bandas criminales también operan y al igual que en Colombia tienen conexiones con las fuerzas armadas de ese país, esta semana hubo otros dos hechos que también mostraron la compleja situación de la zona.
Un enfrentamiento entre los Rastrojos y la Guardia Venezolana dejó seis muertos, y en territorio venezolano aparecieron muertos dos hombres colombianos que, según las versiones preliminares, eran de La Parada y estaban cruzando una de las trochas cuando desaparecieron.
Así que mientras los reflectores están sobre la migración venezolana, en Norte empieza a ebullir una crisis de fondo que había crecido silenciosamente en la frontera.