A un mes de las elecciones presidenciales el presidente-candidato Juan Manuel Santos está pasando por un mal momento. Aunque su campaña tiene todo tipo de estrategas, los grandes medios de su lado, un presupuesto grande, la clase política y al gobierno, el candidato no se ayuda.

A un mes de las elecciones presidenciales el presidente-candidato Juan Manuel Santos está pasando por un mal momento. Aunque su campaña tiene todo tipo de estrategas, los grandes medios de su lado, un presupuesto grande, la clase política y al gobierno, el candidato no se ayuda. Estos son sus últimos tumbos:

 
 
 
 
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Mermelada amarga

Uno de los problemas del presidente Santos, que le cuesta muchas críticas en la opinión, es la denominada mermelada, que ha calado entre la gente no como una gestión de obras para las regiones (que es la versión de Santos) sino como una fuente de corrupción, clientelismo y politiquería. Las otras cuatro campañas presidenciales han cogido la mermelada como un caballito de batalla para darle palo al Presidente-candidato.

Sobre todo cuando se ha demostrado, como contó La Silla, que la mermelada terminó siendo un mecanismo de inversión que no obedece a criterios técnicos sino políticos, para favorecer a unos congresistas aliados del Presidente y de paso a los contratistas amigos de los congresistas.

Sin embargo, se podría pensar que, en términos electorales, el palo de la opinión y de la competencia se podría compensar con el apoyo a la reelección de la maquinaria de congresistas enmermelados. Pero eso tampoco le está saliendo bien a Santos. Una fuente cercana a la campaña le contó a La Silla que en Córdoba, Bernardo Noño Elías y Musa Besaile, los dos reyes de la mermelada, decidieron no ir la semana pasada a una reunión en Córdoba de la campaña (fue en cambio la prima del Ñoño) en protesta porque sienten que el gobierno los ha dejado solos en la picota pública y no ha salido a defenderlos. Así, con los congresistas más enmermelados poco animados, la mermelada no endulzaría tanto el día de la reelección.

De pelea en campaña

El Espectador contó hoy que en una cumbre del santismo ayer en Palacio, habría quedado en evidencia el malestar de varios dirigentes de la campaña con el gerente de la misma, Roberto Prieto. La Silla no pudo hablar con Prieto, pero sí corroboró con varios congresistas electos del santismo que entre los partidos de la Unidad Nacional hay muchas fricciones respecto a la conducción de la campaña. También que hay problemas logísticos, que no llegan los afiches, que la estrategia de comunicación ha sido equivocada, comenzando por llamar al Presidente con su primer nombre, que es muy bogotana, y sobre todo, que Prieto está favoreciendo a la U lo que tiene incómodos a los liberales.

Graduó a Petro de enemigo

La cuenta de cobro que le pasaron los bogotanos a Santos por cuenta de no acatar las medidas cautelares de la Cidh que solicitaban suspender la destitución de Gustavo Petro, podría ser más dura ahora que un juez le dio la razón al Alcalde y a Santos le tocó restituirlo hoy. Esto, sumado a la sanción de la Superintendencia contra varias entidades del distrito, el alcalde y otros funcionarios (que multa a Petro con 410 millones de pesos y ordena el desmonte del esquema de aseo que él implementó), refuerza el argumento de Petro de que el Establecimiento persigue y no quiere dejarlo gobernar. Así, entonces, el Presidente en plena campaña y al menos por 20 días – si es que prospera la impugnación de la tutela – queda con un crítico acérrimo que tendrá de tribuna la Alcaldía de Bogotá. Mejor dicho, se quedó sin el papel de salvador de Bogotá que había querido asumir con el denominado Plan de Choque que le encargó a Rafael Pardo y con un opositor nuevo con tribuna propia.

Se metió con la tutela

Hoy, a raíz de la restitución de Petro, Santos planteó que habría que pensar con cabeza fría la posibilidad de regular el mecanismo de la tutela. Hablar en plena campaña de regular un mecanismo que le sirve y aprecian muchos colombianos para hacer valer su derechos, por ejemplo en sectores tan sensibles como la salud, no puede sino perjudicarlo.

“No le puedo negar que decir eso es una imbecilidad profunda, porque es decirle a la gente que le van a quitar el acceso a la salud”, le dijo a La Silla uno de los congresistas santistas electos en marzo y que está apoyando decididamente la reelección del Presidente.

Con dicha declaración, Santos se mete con uno de los pocos mecanismos de la Justicia que los colombianos ven con buenos ojos. De hecho el año pasado la Encuesta Nacional de Necesidades Jurídicas, que lideró el Ministerio de Justicia con el apoyo del Banco Mundial y la Cámara de Comercio de Bogotá, mostró que el 84 por ciento de los colombianos conocen la tutela el 61 por ciento la ve de manera favorable.’

Hostilizar hasta el último uribista

La otra declaración desafortunada de Santos fue la de equiparar al Centro Democrático con “una especie de neonazismo y neofascismo”, a raíz de la presencia de militantes de la campaña vestidos de negro en Popayán. Después resultó que estaban vestidos así para mostrar “su luto por los soldados y policías asesinados por las Farc en el Cauca”.

Una cosa es decir que el uribismo representa la extrema derecha en la política colombiana y otra equipararlo, ante un medio europeo como la BBC, con movimientos que quieren reencauchar las ideas de Hitler y Mussolini. Esto, después de decir en la revista Bocas de El Tiempo que Uribe era un “pésimo jefe” (salvo cuando le dejó el puesto en la Casa de Nariño) es una forma de estigmatizar a la oposición, como lo hizo con Robledo cuando los paros, lo que solo garantiza que ni un uribista vote por él si hay segunda vuelta.