En su discurso al Congreso pidió olvidarse de él pero reconocer sus logros, con lo que asume su impopularidad pero busca construir una narrativa de éxito para el futuro.
El discurso del Presidente Juan Manuel Santos ayer, en la instalación del último año del actual Congreso, mostró que asume que su mala imagen es definitiva y que está empezando a construir su salida del escenario con una narrativa según la cual modernizó a Colombia.
Pero aunque empieza a hablarle a la Historia todavía le falta un año de gobierno y varias cosas para dejar amarrada esa idea.
La cara de la derrota
“Se los digo de verdad y con toda franqueza: ¡Olvídense de mí! Olviden –si eso los hace sentir mejor a algunos– que estos avances se lograron en estos años de gobierno.”, dijo el Presidente.
Marcó una distancia similar entre él y lo que ha ocurrido con su tema bandera, el de la paz: “no es solo la obra de este Presidente o de este Gobierno. Hoy –con estas palabras– quiero pedirles a todos que se saquen esa idea de la cabeza.”, dijo. “La paz de Colombia es –precisamente– la paz DE Colombia.”
Con eso deja claro que es consciente de que tiene una mala imagen entre la opinión pública.
De hecho, en el mismo discurso lo ratificó al decir que entregaría “hasta el último punto de la popularidad que me queda” para salvar una vida, aceptando así que le queda poca popularidad.
Aunque esa imagen negativa viene de tiempo atrás (según las mediciones periódicas de la Gallup Poll su aprobación no supera el 50 por ciento desde mayo de 2014, y las cifras que ha tenido este año no son las peores de su gobierno), es la primera vez que Santos manifiesta de forma clara, y con la atención de todo el país político concentrada en él, que no solo sabe que tiene una mala imagen sino que ya no la puede recuperar.
Sin embargo, la derrota que acepta no es total: por algo pide que se olviden de él como persona pero que reconozcan los “avances (que) se lograron en estos años de gobierno”, como quien le habla a los historiadores del futuro para que le reconozcan lo logrado, más que a los ciudadanos de hoy, de quienes acepta que en buena medida no lo ven con buenos ojos.
La narrativa para la Historia
“Nadie ha dicho que el fin del conflicto con las FARC sea la paz total ni el inicio del paraíso terrenal en nuestro suelo. Pero es un hito que nadie puede negar, y es un cimiento para seguir consolidando muchos otros avances que ha tenido el país en lo social y en lo económico; en la defensa de los derechos de los ciudadanos”, dijo Santos.
Habló de “la transformación de Colombia en estos últimos años”, les dijo a los congresistas “no olvidemos, no minimicemos, lo que ha avanzado Colombia –¡nuestra Colombia!– en estos siete años”,dedicó una parte importante a mostrar resultados favorables en empleo, pobreza, salud, educación, vivienda y vías, y dijo que con el apoyo del Congreso está logrando “abrir la puerta de una mejor Colombia: la Colombia en paz, próspera, mejor educada y más justa que todos sabemos que podemos ser.”
Ese es el corazón de su discurso, que casí pareció una rendición de cuentas que no estaba presente en los de los años pasados, en los que hablaba más de los cambios y mejoras que se venían (eran discursos optimistas, orientados al futuro), que en los resultados del pasado.
“Santos es de escuela anglosajona” explica el analista y ex editor político de Semana, Francisco Miranda. “En Estados Unidos los presidentes dedican el último de sus ocho años de Gobierno (se suelen hacer reelegir) para armar su legado”. Es decir, construir una narrativa en la que quede claro cuáles son las cosas que hicieron y por las que merecen ser recordados.
En el caso de Santos, el discurso muestra que la que está construyendo es la del Presidente modernizó a Colombia.
A ese gran legado se sumaría el del pacificador, por la firma del acuerdo con las Farc: “¡Este es el primer 20 de julio –desde 1963– que vivimos sin la sombra de esa guerra absurda!”, dijo al inicio de su discurso. “Las armas se entregaron a las Naciones Unidas. Las caletas están siendo ubicadas y destruidas. Es un ejemplo de paz en medio de un mundo convulsionado, y así lo reconocieron y aplaudieron la semana pasada los 15 países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU.”
Más adelante vinculó los dos legados, mostrando que la pacificación no es solo un fin en si mismo sino un camino a la modernización: “debemos seguir avanzando para consolidar el nuevo país que podemos ser luego de haber acabado una guerra interna de más de medio siglo.“
Y es que, como contamos hace un año, los que conocen bien a Santos dicen que él se ve a sí mismo como el gran modernizador de Colombia y que meter al país en el siglo XXI es una de sus obsesiones. Eso se nota en sus anteriores imágenes de gobierno, como las locomotoras de la prosperidad o el país justo moderno y seguro; y en sus esfuerzos para acabar el conflicto con las Farc y entrar a la Ocde (el club de países ricos).
Esa visión hoy no tiene mayor fuerza, como muestran los niveles de aprobación de Santos, a pesar de que tiene un elemento que él no tocó en el discurso: su premio Nobel de Paz. Y por eso su apuesta es que con el tiempo la visión cambie. Pero también que en el año que le queda se cierren algunos procesos.
Lo que sigue en juego
Santos se refirió explícitamente a parte de lo que está pendiente, porque depende del trabajo legislativo del Congreso al que se estaba dirigiendo: “A este Congreso y a mi gobierno nos queda un año de trabajo; un año en el que debemos consolidar e incrementar los avances sociales, económicos, de seguridad, internacionales, y de paz.”.
“Se tramitarán a partir de hoy normas de la mayor importancia, como la reforma a las regalías que nos permitirá invertir un billón de pesos en las vías terciarias –esos caminos que tanto necesitan nuestros campesinos–; como la reforma política y electoral que contribuirá a depurar y mejorar nuestro sistema democrático; como la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial para la Paz, y las reformas que conduzcan al desarrollo rural integral y a un uso más equilibrado de la tierra.”, recordó.
Esa agenda legislativa es muy ambiciosa para el año del ‘Congreso de nadie’, en el que los congresistas andan de campaña y el Gobierno empieza a perder poder porque, así ofrezca puestos, para muchos puede ser mejor romper con un presidente impopular en la recta final para las votaciones.
Quizás por eso también falta, en un plazo mucho más corto, la recomposición del gabinete ministerial al que Santos le pidió la renuncia protocolaria ayer y del que no hizo ningún anuncio ante el Congreso.
Y es que para lograr que un Congreso le camine a reformas complejas y alineadas como implementar un acuerdo que posiblemente va a estar en medio del debate electoral, Santos necesita seguir en el juego político. Más con buena parte de los conservadores y Cambio Radical, dos bancadas que suman casi un tercio del Senado, coqueteándole a salirse de su coalición de Gobierno o por lo menos marcar distancias cada vez mayores en el tema de la paz.
Esa necesidad, para Miranda, va a hacer más complicado que Santos se dedique a construir su legado, pues tendrá que seguir atendiendo la política del día a día.
Además, seguramente también se enfocará en que concluya favorablemente el proceso de ingreso a la Ocde, en el que el Estado lleva 5 años y está avanzado (solo falta el visto bueno de tres de 23 comités temáticos para pasar a la decisión final), pues sería una suerte de sello internacional que demuestre que si fue el presidente modernizador.
La duda es si logrará, a la vez, construir una narrativa tan sólida que supere el legado que dejará su poca popularidad, y manejar la política menuda de tal forma que no atente contra esa idea.