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Juan Manuel Santos hizo un balance muy optimista sobre su primer año de Gobierno e invitó a los colombianos a ‘enamorarse de la ética’ y a mirar hacia el futuro. Fotos: Sara Rojas |
Juan Manuel Santos se precia de romper hito histórico tras hito histórico. Y ayer, con la entrada del Partido Verde a la Unidad Nacional, alcanzó uno nuevo: gozar de más poder del que tuvo Uribe.
En menos de un año, Santos pasó de ser un hombre poco carismático sin votos propios, que necesitó de Álvaro Uribe, J. J. Rendón y una que otra ‘picardía’ para llegar a la Presidencia, a convertirse en el amo y señor de la política colombiana.
En menos de un año, el Presidente copó todas las agendas políticas, se apropió de todas las banderas, incluyó a casi todos los partidos en su coalición y consiguió un unanimismo alrededor suyo que envidiaría cualquier dictador. Lo logró a punta de habilidad política, de la incapacidad crónica de sus opositores y con una pizca de suerte.
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El ex presidente César Gaviria, jefe natural del Partido Liberal, fue uno de los protagonistas de la jornada de ayer. Estaba en primera fila viendo posesionar a su hijo Simón como Presidente de la Cámara. |
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Los miembros del Partido Verde Gilma Jiménez y Jorge Londoño comparten con sus ahora colegas de la Unidad Nacional. |
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Juan Manuel Corzo, el nuevo Presidente del Senado, dejó claro en su discurso que la reforma a la justicia no pasará a pupitrazo. |
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La elección de Simón Gaviria como presidente de la Cámara fue otro de los acuerdos forjados por el Partido Liberal al entrar en la Unidad Nacional. |
Con la entrada del Partido Verde a la Unidad Nacional, Santos termina con una coalición de 89 senadores (ya que los nueve del PIN en la práctica votan con el gobierno) de un total de 103. Quedaron por fuera solo el Polo, los partidos de minorías y el Mira.
En términos prácticos, la entrada de los verdes no hace mucha diferencia, pues durante todo el año la bancada verde votó más disciplinadamente los proyectos de Santos que su propio partido. Y, aunque después de la derrota de Mockus, el Partido dijo que haría una oposición constructiva y deliberativa, en realidad nunca se opuso, ni propuso, ni deliberó nada trascendental.
En un año, los miembros del Partido Verde no dijeron nada significativo en lo ambiental, ni siquiera con ocasión de la tragedia invernal; no fueron quienes denunciaron los escándalos de corrupción; y salvo sus propuestas de cadena perpetua, mayores penas para los delincuentes y control de natalidad para los pobres, las demás iniciativas tuvieron muy poco eco en los medios.
Aún así, a nivel simbólico su entrada a la Unidad Nacional es la última victoria de Santos sobre la sombra moral que fue Antanas Mockus y la Ola Verde inspirada en el no todo vale. Difícilmente podrá salir Mockus a criticar la decisión de su ex partido. Y no podrá porque Santos ha enarbolado todas las banderas que defendió Antanas en su campaña.
Santos se apropió de la bandera anticorrupción y también de la del respeto a la legalidad, con la que Mockus obtuvo tres millones y medio de votos. Ayer mismo en su discurso invitó a los colombianos a que “nos enamoremos de la ética”. Y, con su cruzada anticorrupción y su ‘urna de cristal’, Santos se ha convertido en el imaginario de los colombianos en el verdadero adalid de la idea de que “los recursos públicos son sagrados”.
El mito de Álvaro Uribe
Con la bandera anticorrupción, Santos también logró en un año que Álvaro Uribe pasara de ser el ‘hegemón’ de la política a una facción disidente dentro de la Unidad Nacional.
En la instalación del Congreso de ayer, el ex presidente Uribe era el gran ausente. Su cuenta de twitter fue hackeada y también el lugar privilegiado que ocupó hace un año en la inauguración de Santos. Ese lugar lo ocupó ahora su enemigo histórico, César Gaviria.
En la coreografía del evento, el jefe natural del Partido Liberal estaba en primera fila, viendo a su hijo Simón posesionarse como Presidente de la Cámara de Representantes con tan solo 30 años. Los uribistas, incluido Juan Lozano, el jefe del partido de Santos, estaban de la tercera fila para atrás.
Juan Manuel Santos no ahorró palabras deferentes para Uribe y le aseguró que sigue cuidando sus huevitos, lo cual es cierto. La política de seguridad tiene grietas, pero los militares están al acecho de ‘Cano’ y este gobierno ha matado o capturado a guerrilleros importantes de las Farc; la inversión extranjera sigue llegando, incluso más que antes; y las políticas económicas se mantienen. Pero Uribe ya no maneja la mecánica política.
Como se demostró con todo el debate alrededor de la inclusión de la frase sobre el conflicto armado en la Ley de Víctimas, Uribe ya no tiene el poder de bloquear una ley. Tampoco logrará traducir su inmensa popularidad y el agradecimiento de millones de colombianos en poder político real en las próximas elecciones.
Sus candidatos fueron derrotados dentro de su mismo partido en Antioquia; Susana Correa en el Valle no despega; Hugo Aguilar fue destituído en Santander y luego capturado; todo parece indicar que Everth Bustamante será derrotado por Álvaro Cruz en Cundinamarca. Su única esperanza es Enrique Peñalosa en Bogotá, que en todo caso con la entrada de los verdes a la Unidad Nacional, logra desuribizar un poco su campaña.
No solo Santos le ha quitado a Uribe el timón de la mecánica política, sino que también ha logrado resquebrajar el mito que él representa. En tan solo un año, del ‘salvador’ de la patria y del microgerente que tenía el más mínimo detalle de su gobierno bajo su control, el ex Presidente ha pasado a tener que defender a sus ministros más queridos de escándalos de corrupción que Santos destapa personalmente en los medios cada semana. Santos ha logrado en un año hacer una transición poco traumática desde el uribismo hacia el centro del espectro político donde puede aplicar a cabalidad sus teorías de la Tercera Vía.
Mucha habilidad y un poco de suerte
La habilidad de Santos es que ha logrado mantener los postulados económicos y los de seguridad de derecha y agregarle a ellos banderas de la izquierda como el reformismo, la integración latinoamericana, el respecto a las minorías, la reparación a las víctimas y ahora el de la desigualdad. Con esta mezcla, que se ha reflejado en proyectos concretos como la ley de regalías o la de víctimas, salvo que se sea muy de derecha o muy de izquierda, es difícil no ser ‘santista’.
Santos ha logrado desactivar la polarización que había en el país y ahora reina un unanimismo del que Uribe nunca gozó, ni siquiera en sus mejores momentos.
Con el Polo atravesando por su peor momento y con la suerte adicional que los periodistas más críticos como Daniel Coronell, Gerardo Reyes y Félix de Bedout, que fueron una puntilla permanente para el gobierno pasado, están fuera del país concentrados en conquistar el público hispano con Univisión, son muy escasas las voces críticas respecto del gobierno. Solo están las de los uribistas más recalcitrantes, cuyas denuncias frente a los problemas de seguridad son cada vez más fuertes.
La mayoría de los demás columnistas que eran muy críticos de Uribe lo siguen siendo, pero solo del ex presidente. La Revista Semana, que durante los últimos ocho años ejerció un contrapeso al poder destapando varias de las violaciones más escandalosas de la era de Uribe, narra semana tras semana nuevas proezas de Santos.
En su discurso de ayer el Presidente dijo que su gobierno no “era ni ciego, ni sordo frente a las críticas”. Su suerte es que, por ahora, haya tan pocas.
Galería de fotos de la Instalación del Congreso por: Sara Rojas