Obet Aguirre es el rostro de la primera generación puramente política de las ex Farc. Tiene 23 años, vive en el espacio de reincorporación de la Serranía del Perijá, y es hijo de ex combatiente. Creció en Barranquilla, pensando que su papá estaba lejos porque trabajaba como conductor de mula. En 2018, cuando lo llevaron a conocerlo, descubrió que era guerrillero.
Es abiertamente gay, algo que estaba prohibido en la antigua guerrilla, y hace unos meses fue nombrado encargado de juventudes en el Caribe de Comunes. Este año electoral se estrenó como líder regional de ese partido que nació luego del desarme. Con todo lo que eso significa.
Poco antes de las elecciones de Congreso y consultas presidenciales de marzo pasado, recibió la invitación para asistir a una asamblea que el Pacto Histórico realizaría como parte de la campaña del candidato Gustavo Petro en Valledupar.
Como en su colectividad les habían dado la directriz de respaldar a Petro a la Presidencia, decidió asistir. Para sus correrías, por lo general le toca bajar del poblado, que pertenece al municipio de Manaure (Cesar), en moto y luego tomar un colectivo. Ese día, lo acompañaba otro líder juvenil de la comunidad. Llevaban puestas camisetas de Comunes.
Sin embargo, cuando llegaron al sitio uno de los organizadores del evento, que era de carácter local y no contaba con la participación de Petro, les impidió la entrada diciéndoles: “Los de Comunes se van, ustedes no hacen parte de esta coalición”.
Obet para el relato y carraspea: “Sabemos que es un asunto de estrategia que privadamente se aceptó, y debo decir que sólo me pasó en Valledupar, la relación con el Pacto Histórico de Manaure y otros pueblos ha sido buena y hemos podido hacer a veces alguna actividad juntos. Pero ese trato sí nos puso a pensar a varios; se supone que ellos respaldan el Acuerdo y el Acuerdo incluye hacer política. Incluso, varios chicos llegamos a pensar en votar en primera vuelta por el señor Rodolfo Hernández. Mira, esta gorrita de Petro me tocó comprarla, porque ni eso dieron”.
Y muestra la gorra negra con letras de colores que reza: Pacto histórico, Petro presidente, y tiene dibujada una paloma de la paz.
Es la única muestra de proselitismo que se ve en toda Tierra Grata, que es como se llama la zona que se convirtió en ejemplo nacional de reincorporación política, entre otras por haberse constituido allí la primera Junta de Acción Comunal de un espacio de ex guerrilleros. Y también por ser otrora asidua sede de reuniones con líderes locales y nacionales para hacer pedagogía de los acuerdos, y socializar con las comunidades los proyectos de inversión que se venían con la implementación del Acuerdo.
A diferencia de las elecciones de hace cuatro años, cuando llegaron a tener candidato presidencial propio e instalaron publicidad, esta vez en la vereda no se ha sentido la fiesta electoral que se vive con ese fervor tan particular en los pueblos.
Ni una valla ni un aviso ni una calcomanía. Apenas la cachucha de Obet y en cualquier pared un pequeño afiche desteñido de Imelda Daza, la candidata que respaldaron al Congreso. Más allá de eso, en los espacios colectivos de los 293 residentes (121 ex combatientes, 82 allegados y 90 niños), como la tienda, el parque infantil o el restaurante, poco se oye hablar de la campaña.
En parte por el papel de relegados que la dirigencia del partido aceptó, con un candidato presidencial que no permitió una adhesión pública. Y en parte porque la cotidianidad de la reincorporación precaria les ha impuesto otras urgencias.
“La comunidad no está en actividad política”, resume Fredy Escobar, o Jimmy Ríos, el profesor e ideólogo de las viejas Farc, que ha sido clave para que este espacio se destaque también por su vocación de arraigo y no se hayan presentado desbandadas como en otras zonas de reincorporación.
Por ejemplo, fue él quien estructuró el plan de vivienda —el primero en un espacio de ex guerrilleros— con los que esperan pasar por fin de los cuarticos de 6X4 que les dio el Estado a casas propias de 94 metros cuadrados, levantadas por autogestión y con ayuda de la cooperación internacional.
Esa es, justamente, una de las iniciativas en las que concentran fuerzas, en vez de la política electoral.
Con plata del Fondo Europeo para la Paz y los ocho millones de pesos que le dieron a cada reincorporado por una única vez, compraron 24 hectáreas de tierra ahí mismo en la montaña y montaron una ferretería para construir ellos mismos las viviendas. Pero ahora el Gobierno Nacional les dice que parte del terreno es baldío y temen que quede en duda la propiedad, aunque ya tienen escrituras. Tampoco se ha formalizado la energía eléctrica. El proyecto ya lleva tres años sin concretarse.
“La sensación de muchos es que el Estado no quiere que nos quedemos. ¿Qué poder va a disputar uno bregando a tener una casa?”, agrega Jimmy.

El ímpetu político que se apagó
Hubo días de más entusiasmo político en Tierra Grata, que básicamente está constituida por 162 cuarticos (a los que algunos les han ido sacando espacios para tender ropa o hacer terracitas), un aula comunal, los baños, que siguen siendo comunitarios; una casa de la memoria, un aula para un proyecto educativo, un jardín infantil, unas habitaciones en las que prestan el servicio de hotel, la tienda, el parque infantil que donó la cooperación internacional, la enfermería, el restaurante, la cancha de fútbol… todo sobre un espacio de seis hectáreas de tierra anaranjada y brisa fresca que baja de la serranía, en los límites con La Guajira y Venezuela.

También mantienen levantado en medio de la vegetación la muestra de uno de sus viejos campamentos, una suerte de museo de la nostalgia con réplicas de caletas, fogones, la rancha (cocina), los chontos (baños), como parte de su proyecto de turismo.

Incluso desde antes de dejar las armas, cuando apenas se estaban concentrando allí para hacerlo en 2016, los ex combatientes de los antiguos frentes 19 y 41 asumieron su transición buscando estrechar lazos con las comunidades vecinas, en donde contaban varias víctimas.
Entonces hacían vigilias por la paz y pedagogía de los acuerdos, entre varias actividades. Eran días de continuas reuniones de visitantes en las que no alcanzaban las sillas y tocaba echarle más agua al tinto para que rindiera.
Políticos, sobre todo locales, hacían fila para ver a Abelardo Caicedo, o Solís Almeida, el comandante que siguió siendo líder de los ex guerrilleros ya de civil, y hablar con él sobre la inversión en proyectos para las comunidades. Algunos a veces con propuestas y lisonjas como “ahí partimos, camaradas”.
En las viejas Farc creían que conseguirían miles de votos entre los campesinos, con la bandera de que pronto habría tres millones de hectáreas de tierras para los que no tuvieran. Y en Tierra Grata hicieron una campaña de expectativa en ese sentido con carteles que anunciaban ese compromiso contenido en el Acuerdo.
Con ese ímpetu, en 2019 presentaron una lista cerrada de candidatos al Concejo de Manaure, y respaldaron a Henry ‘Chano’ Oñate, el actual alcalde de ese municipio que llegó avalado por los partidos Conservador, Liberal y ASI.
Ahí comenzó su “golpe de realidad”, como lo llama Solís.
“Nos dimos cuenta de que la gente vota por el que le pague y que los votos había que cuidarlos. Nosotros no sabíamos que había que postular testigos, nos quemamos pero ahora nos dicen que seguro habíamos sacado un concejal, sino que nos quitaron unos votos. De las alianzas ni se diga, es como lo que está pasando ahora, nos aceptaban en privado, pero en público no se tomaban la foto porque hablan de paz pero no apoyan la reincorporación política. Quieren paz, pero sin lo que eran las Farc. Tan poderosos que éramos y no sabíamos una mierda, sabíamos poner bombas y cilindros, pero no hacer política”, dice el otrora comandante, que ya va en séptimo semestre de administración pública en la ESAP y acaba de ganar matrícula de honor por sus buenas notas.

Esa inexperiencia también se nota en el hecho de que dos ex combatientes líderes de la comunidad que el partido a nivel nacional eligió para que se lanzaran al Congreso este año, no hayan podido hacerlo porque no renunciaron a tiempo a los contratos de trabajo que tenían con la alcaldía del pueblo y con la Agencia Nacional de Tierras.
Y así, en general, entrar el partido Comunes a la recta final de su periodo con personería jurídica garantizada por cuenta de los acuerdos. Sin esperanzas de contar con los votos suficientes para pasar el umbral en cuatro años (en las legislativas de marzo, ese partido redujo más o menos en 20 mil votos sus apoyos con respecto a las mismas elecciones de 2018).
El líder juvenil Obet, que quiere ser concejal y es la cara del futuro, se pasa el dedo índice por el cuello para decir que la personería la van a perder en 2026. Pero que, precisamente, el respaldo a Petro ahora está mediado por la expectativa de que “su gobierno pueda hacer algo para que no necesitemos la personería o para que la extiendan”.
“Mira, yo vivo feliz entre Tierra Grata y Manaure, en Barranquilla me discriminaron por mi condición sexual y acá me he sentido acogido, pero a mí también me da miedo que esto no funcione, cuando no seamos partido, porque ya yo estoy quemado como miembro de Comunes y tu sabes que así después lo pueden estigmatizar a uno”.
En medio de sus inquietudes, el muchacho es el único que mantiene el fervor. O al menos, al que más se le nota. Además de su trabajo en Comunes lidera una plataforma municipal de jóvenes y está en una red departamental con líderes de otras colectividades. En buena parte gracias a su labor haciendo puerta a puerta y organizando pequeños encuentros en la medida de sus posibilidades, el partido de las ex Farc sacó en Manaure la segunda mejor votación del país a los Consejos de Juventud.
Además del asunto de la personería, comenta que en general el principal motivo que tienen en la exguerrilla para apoyar a Petro de que ese candidato sí cumpliría a cabalidad la implementación de lo acordado en La Habana —incluyendo la reforma que garantiza la inclusión política— y que en una administración suya disminuirían los asesinatos a ex combatientes.
Rodolfo Hernández, el otro candidato en la segunda vuelta, asumió con ellos ese compromiso. Lo hizo en noviembre del año pasado cuando, junto al entonces precandidato Juan Fernando Cristo y de la mano del líder de Comunes Pastor Alape, visitó Tierra Grata.
“Le agradezco a Juan Fernando porque él fue el que hizo toda la gestión para poder venir… Yo sufrí dos secuestros: mi papá, que salió loco del secuestro de las Farc, y mi hija, que la capturó el ELN en Ocaña y la mataron. Pero yo no puedo pretender que todo lo que me pasó a mí transmitírselo a los colombianos… por eso estoy aquí, aprendiendo, mirando, qué podemos mejorar, para que los colombianos podamos trabajar en paz”, dijo ese día Hernández.

Carolina Vargas, una de las líderes de Tierra Grata, comenta que le sorprendió que el candidato “no tenía ni idea de qué era un espacio territorial ni sabía nada del proceso, es un ser absolutamente vacío, uno no halla de qué hablarle. Recuerdo que después vino este señor (Alejandro) Gaviria, y él sí demostró tener los pies bien puestos sobre la tierra”.
Hace unas semanas, como contó Obet más arriba, algunos jóvenes de Comunes habían expresado simpatía por el ingeniero, pero después de la primera vuelta que se han conocido varios videos con manifestaciones cuestionables de Hernández ya nadie dice que quiere votar por él.
Ese día de elecciones, los más o menos cien electores que tiene la vereda salieron a votar temprano en la mañana. La mayoría lo hizo en el puesto instalado en un poblado vecino llamado Sabana de León. Por la dificultad de las vías y el transporte, fueron trasladados en los carros de la Unidad Nacional de Protección que hacen parte de los esquemas de algunos ex combatientes.
Al final, incluyendo la votación de los habitantes de Sabana de León, se contaron 140 votos para Petro y 30 votos para Hernández.
Obet cree que todos los votos de Tierra Grata fueron para Petro, aunque aclara que allí no todo el mundo milita o vota por Comunes. Incluso, para las presidenciales de hace cuatro años, se supo que hubo gente que votó por el presidente Iván Duque, quien objetó la Justicia Especial para la Paz y cuyo partido se opone al Acuerdo.
Un hecho que contrasta con la disciplina militar y el total control que había en las antiguas Farc cuando estaban en armas.
Un ex combatiente, que hizo el comentario informalmente, dice que, de todas maneras, con Petro hay cierta inquietud, pues la cantidad de políticos tradicionales con los que llegaría al poder podrían generar que el suyo fuera “un gobierno frágil que pudiera abrirle espacio a la extradición de alguno nuestro. Comenzando porque él no se elige por un partido, sino por una coalición. Ya nos hizo el feo en la campaña. Me preocupa que eso pueda seguir en el gobierno y que nos pueda extraditar para quedar bien. Una pregunta clave ahí es quién ejecutaría la política exterior. Ahí está entrando de todo y Petro ya no representa ningún riesgo para la oligarquía”.
“A mí no me ha gustado que hayamos sido como la moza, no nos muestran, y en eso de entrada hay una incoherencia porque respaldar a alguien hace parte de nuestra reincorporación política, que no es poco”, agregó otro reincorporado, también fuera de micrófonos.
“La cosa la veo peluda, yo veo al partido muy desmotivado, lo que espero es que ganemos con Petro, o sea, no sólo que gane él, sino también nosotros”, concluye Obet sobre la situación del colectivo al que —según muchos opositores de los acuerdos siguen diciendo— se le iba a “entregar el país”. Y que en realidad está en medio del desánimo y la intrascendencia.
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