Aunque toda la atención mediática ha estado centrada en las precandidaturas presidenciales del uribismo para 2022, una de las principales preocupaciones del Centro Democrático está en cómo armar una lista al Senado sin Álvaro Uribe.
La ausencia del expresidente, que renunció al Senado en 2020 para enfrentar su proceso por manipulación de testigos en la Fiscalía, golpea al partido de opinión más exitoso del país, que en las pasadas elecciones logró elegir a 19 senadores. Más que ningún otro.
Las opciones para enfrentar esa ausencia, según varios congresistas consultados, no están definidas aún. Uribe no ha tirado línea. Sin embargo, no hay por ahora una figura de opinión que esté cercana a ocupar su lugar.
Tomás Uribe, su hijo, que trae la fuerza del apellido le dijo a La Silla hoy que “la decisión sigue siendo 100% no participar”. Y varios consultados dentro del partido dicen que el rol más activo que había empezado a tener Tomás en el partido hace meses, se ha ido desvaneciendo.
Por eso, varios congresistas anticipan que se seguirá profundizando un fenómeno que ya arrancó en el 2018 y que profundizó en 2019 y que permitió que entraran al partido políticos tradicionales, barones regionales, y personas con capital para invertir en sus campañas, que han ido desplazando a las figuras de opinión.
El mejor ejemplo fue José Obdulio Gaviria, el famoso consejero e intelectual detrás del partido, con poca estructura o plata. En la lista abierta del 2018 por poco se quema, y logró entrar con la penúltima votación del partido al Senado después de una pelea voto a voto en los escrutinios.
Ese escenario privilegia las estructuras locales –que en muchos casos no tiene el Centro Democrático– y aumenta el costo de las campañas. Además, genera las condiciones para que estructuras políticas que no necesariamente responden a la ideología del uribismo, y que entran con intereses económicos y cuestionamientos legales, entren para ponerle votos al partido.
El descuadre
En 2014, con la lista al Senado cerrada encabezada por Uribe, obtuvieron 2 millones de votos que les alcanzaron para poner 20 curules. En 2018, con una lista abierta –pero también encabezada por Uribe– alcanzaron 2,5 millones de votos, y se quedaron con 19 curules. El Centro Democrático eligió Presidente y se convirtió en el partido más votado del país.
Solo Uribe, por la modalidad de voto preferente, batió el récord histórico y consiguió 875 mil votos. Otras 522 mil personas votaron solo por el logo del partido, que es la silueta de Uribe. Es decir, que entre esas dos opciones estuvieron más de la mitad de los votos que sacó el uribismo. Y solo Uribe arrastró 1 de cada 3.
Solamente los votos de Uribe garantizaban varios escaños para el Centro Democrático. Eso le quitaba presión a los candidatos, que deben gastar menos dinero, y pueden entrar al Congreso con menos votos individuales. Por ejemplo, su último senador de 2018 se eligió con solo 26 mil votos. En otros partidos sin figuras importantes de voto de opinión, como el Liberal, Conservador o Cambio Radical, los últimos que pasaron debieron obtener al menos 55 mil votos.
Para el próximo año el uribismo enfrentará un panorama muy diferente.
Sumado a la ausencia de Uribe, el partido carga, por ahora, con el lastre de la impopularidad del Gobierno de Iván Duque, y la de Uribe mismo.
Por ejemplo, Uribe ha planteado que lo que más le preocupa es que no se haya tramitado la nueva tributaria, pero ayer el Gobierno Duque la presentó y esta reforma entra con buen ambiente en el Congreso.
Todo apunta a que se aprobará, y eso le daría vía a Presidencia para mantener subsidios con los 15,2 billones que espera recaudar, algo que de paso le daría pie al uribismo para usar esa bandera para 2022, aún cuando la comparta con otros partidos.
Además, para la otra semana está citada la audiencia de preclusión que solicitó la Fiscalía en el proceso contra el expresidente por presunta manipulación de testigos. Si la jueza la acepta, el expresidente se anotaría una victoria judicial, que se sumaría a la seguidilla de fallos favorables al uribismo este año.
Todo eso los ayudaría a recomponer el semblante, pero aún así el reto para la lista del uribismo es enorme.
El escenario que se abre
El Centro Democrático se creó con el espíritu de ser un partido de opinión apalancado en la imagen de Uribe que sirviera para elegir en el Congreso a alfiles del expresidente. Así llegaron a la política personas desconocidas, como Iván Duque y Paloma Valencia. Ocho años después, este modelo sigue siendo dependiente del expresidente.
Cinco congresistas aseguraron que, aún en sus cálculos más moderados, creen que para ser elegido en 2022 como senador del partido hay que obtener al menos 50 mil votos. Ese escenario plantea un cambio de fondo sobre cómo hacía campaña el uribismo.
“No nos digamos mentiras. Sin Uribe se van a encarecer las campañas muchísimo. Las estructuras tendrán que ser mucho más robustas y eso es algo que va a cambiar al partido. Ahora lo más importante va a ser la plata”, dijo a La Silla un congresista pidió no ser identificado para hablar de los cálculos internos del partido. Otros dos congresistas nos dijeron algo similar.
Contexto
La Silla supo que un sector del partido está pensando en plantearle a Uribe que arme la lista al Senado con una lógica regional. Es decir, la misma de la Cámara, para que candidatos no se peleen votos fuera de sus regiones.
Aún si se movieran bajo esa lógica habría un vacío porque el uribismo no tiene estructuras fuertes en muchas regiones. De hecho, por esa razón terminó reduciendo sus estándares para avalar candidatos en las regionales de 2019 y en el proceso sacrificó a varios de sus candidatos propios para lograr la adhesión de estructuras regionales. Aún así, las regionales del 2019 fueron malas para el uribismo.
“Si no nos abrimos a que más grupos políticos entren al partido, ni siquiera vamos a poder sacar 10 curules. El palo no está para cucharas”, dijo un congresista, que pidió la reserva de su nombre porque aún no ha dicho su posición dentro del partido.
Pero la posibilidad de que el uribismo termine recibiendo a cualquier tipo de candidato por la posibilidad de jalar votos, genera debate interno.
“No puede pasar, para darle un ejemplo irreal pero en gracia de discusión, que llegue un Roy Barreras y nosotros por los votos digamos bueno sí entre”, aseguró José Félix Lafaurie, directivo del partido y esposo de la precandidata María Fernanda Cabal.
La postura de Uribe aún no se ha anunciado, ni siquiera internamente.
Por ahora, no hay nuevos nombres sonando con fuerza además del excandidato a la alcaldía de Bogotá Miguel Uribe, quien nos confirmó que sí irá en la lista. Aunque sí recogimos versiones de acercamientos para la llegada de nuevos grupos políticos, no nos dieron nombres bajo el argumento de que no se habían concretado.
En el espectro de la farándula, donde el uribismo y el petrismo han virado su atención para tratar de jalar más votos, siguen sobre la mesa los nombres del actor Jorge Cárdenas, el periodista Carlos Antonio Vélez. La Silla supo que le hicieron el ofrecimiento al exjugador de fútbol Faustino “el Tino” Asprilla, y la exreina y excongresista, Vanessa Mendoza, también está sonando.
Pero los nombres que se conocen hasta ahora, no necesariamente representan una entrada de votos significativa para el uribismo.
Mientras que los que vienen de la farándula –salvo por Mendoza– no se han medido. Y la figuración de Miguel Uribe, aunque es atractiva por su apellido, no es claro cuántos votos nuevos represente, debido a que su campaña a la Alcaldía de Bogotá en 2019 fue la suma de varias estructuras políticas y no de un equipo completamente propio.
Todo esto le pone más presión a Tomas Uribe, quien, pese a su negativa, era la ficha en la que el partido tenía puestas sus esperanzas para contener la ausencia del expresidente.
Las cartas
Si bien hay preocupación dentro del uribismo, algunos ven también factores que les jugarán a su favor.
Uribe no está como candidato pero hará campaña. Aún a sus 70 años, se trata de un político que ha recorrido el país muchas veces y tiene una resistencia física electoral extraordinaria. En ese sentido, todos cuentan con que muchos votos seguirán en el partido, así Uribe no esté en la lista.
Además, dicen que la manera en la que terminó el paro nacional ha atraído a sectores de centro o conservadores no uribistas al del Centro Democrático. Y, que luego de estar en el Congreso, ya hay varias figuras del uribismo con más peso y trabajo regional propio.
Por eso habrá saltos de Cámara a Senado con estructuras locales como la de Juan Pablo Celis, en Norte de Santander, Edwin Ballesteros, en Santander, Juan Manuel Daza en Bogotá, y Ricardo Ferro, en Tolima.
Álvaro Hernán Prada del Huila (investigado con Uribe en el mismo proceso por presunta manipulación de testigos) también nos confirmó que buscará Senado, y un directivo del partido explicó que cree que “Edward Rodríguez y Margarita Restrepo van a terminar dando el paso al Senado aprovechando toda la bulla de sus candidaturas”.
Además, La Silla confirmó directamente que seis senadores ya tomaron la decisión de lanzarse nuevamente: Santiago Valencia, Nicolás Pérez, Ciro Ramírez, Gabriel Velasco, Jhon Harold Suárez y Ruby Chagüi. Dos fuentes de adentro dijeron que Amanda González, Honorio Henriquez, Alejandro Corrales y Carlos Meisel van a volver.
Sobre Milla Romero es incierto si volverá, y Nicolás Fernando Araujo y María del Rosario Guerra aseguraron que aún lo están pensando. Araujo, quien lleva dos periodos, explicó que lo está considerando por su familia; y el caso de Guerra, según dos fuentes dateadas del partido, está más relacionado con la aspiración presidencial de Óscar Iván Zuluaga.
“Estamos trabajando varios temas con el presidente Uribe y estamos definiendo cómo nos vamos a mover, aquí no es por correr, ni honores personales, es lo que más le convenga al país y al partido”, fue lo que dijo Guerra.
José Obdulio Gaviria ya tomó la decisión de que no iba a volver a lanzarse, y los otros cinco nombres: María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holgüín, Carlos Felipe Mejía y Ernesto Macías están en duda porque se metieron dentro de la baraja de precandidatos presidenciales.
Sin embargo, de esos, solo Cabal, Holguín y Mejía han dicho formalmente que quieren ser precandidatos presidenciales. Valencia y Macías solo han asegurado que lo están considerando.
En todo caso, a raíz de la salida al ruedo de Óscar Iván Zuluaga, Holguín se está decantando más hacia la Gobernación de Antioquia o la Alcaldía de Medellín; mientras que la aspiración de Mejía es leída en el partido como una manera de foguearse para volver al Senado, entre otras, porque parte de sus votos vienen realmente del grupo de Zuluaga.
El nombre de Cabal ha despegado y por eso creen que su aspiración es la única que podría tomar forma para ser una ficha visible en el 22 en cualquiera de los escenarios, principalmente para el de asumir la cabeza de lista del Senado.
En todo caso, esa figuración tiene abierta internamente la discusión sobre la desventaja que están creando los que están armando sus estructuras al Senado sin foguearse como precandidatos presidenciales, y los que estarían usando esa aspiración como trampolín.
Esa es una disyuntiva para el uribismo porque sí necesita que sus candidatos sean más visibles para jalar más votos, pero no a costa de molestias de los demás. Para dar esa discusión, el precedente es que no está probado que la figuración de presidenciables ayude en las urnas necesariamente.
En 2018 Paloma Valencia y María del Rosario Guerra fueron precandidatas presidenciales. La primera cerró con 29 mil y la segunda con 28 mil votos. En contraste, Paola Holguín, quien no figuró en esa baraja, pero tiene una estructura propia en Antioquia, fue la única de todo el partido que en 2018 estuvo por encima de los 50 mil votos. Obtuvo 58 mil, de los cuales recogió 45 mil en ese departamento.
El lunes será la primera reunión de bancada del uribismo, donde muchos esperan que Uribe, ya sin preocupaciones urgentes del Gobierno Duque en la cabeza, señale la nueva senda de un partido cada vez más alejado de sus raíces de opinión.