Un par de trinos fueron suficientes para concretar la reunión entre los dos polos políticos de los últimos años en Colombia: el expresidente Álvaro Uribe y el presidente electo Gustavo Petro. Uribe publicó un mensaje en el que llamó “presidente” a Petro y dijo que aceptaba reunirse con él. Horas después, Petro agradeció la respuesta de Uribe y dijo que buscarían “puntos comunes para una patria común”.
El presidente electo incluso suspendió un viaje que tenía programado para descansar durante dos semanas en Europa para coordinar la reunión con Uribe, según dijeron sus aliados Jorge Rojas y el senador Gustavo Bolívar.
La reunión beneficia tanto a Petro como a Uribe. Pero aún más al país. Porque incluso sin que se haya dado el encuentro y sin que se sepa el alcance que tendrá, su solo anuncio crea un nuevo clima en el país político, en el que la derecha y la izquierda habían perdido la posibilidad de hablar.
La reunión y sus expectativas
Aún no hay fecha para el encuentro. Armando Benedetti, quien coordina la agenda de Petro, está en diálogo con los compromisarios de Uribe para concretar los detalles. Uribe, quien en la campaña estuvo desaparecido, también reactivó parte de su agenda y está coordinando una reunión para mediados de julio con la bancada saliente y la entrante del Centro Democrático en Bogotá o en Medellín, según comentó el senador José Obdulio Gaviria.
Desde el círculo del expresidente esperan que sea Petro el que ponga la agenda. “El groupier es Petro, él es el que reparte las cartas, el que tiene las fichas blancas del ajedrez”, dijo José Félix Lafaurie, presidente de la Federación de Ganaderos y cercano a Uribe.
Lafaurie agregó que entre los temas de conversación seguramente estarán el Acuerdo de Paz y el tema de tierras. “Petro dice que va a cumplir estrictamente el acuerdo con las Farc y ha dicho que va a acabar con el latifundio improductivo. De pronto estamos de acuerdo, pero eso no significa que uno no tenga que mirar a profundidad las causas y las soluciones”.
Desde el lado de Petro también esperan que se toque el tema de la tierra. Así lo señaló el senador del Polo Democrático Iván Cepeda, quien ha protagonizado una disputa judicial con el expresidente Álvaro Uribe, y pese a esto celebró la reunión.
“Se ha producido una derrota política del uribismo. Y hay una sindicación muy fuerte de la justicia contra el expresidente Álvaro Uribe. Creo que se ha abierto la posibilidad de que por primera vez comencemos a hablar en serio. En serio de la reforma rural integral, de acabar con la violencia política, de tratar de una manera distinta el narcotráfico, de política ambiental, de desplazamiento forzado”, dijo Cepeda.
Sobre los “puntos comunes” con Uribe que menciona Petro en su mensaje de Twitter, su asesor Jorge Rojas dijo que “hay temas comunes como la democracia, la vigencia de la Constitución y su aplicación, el desarrollo de la propiedad privada y el capitalismo, la seguridad, la necesidad de la justicia social. Son temas que ha planteado Petro y que se ponen en consideración del expresidente Uribe. Donde haya acuerdo se hace y donde no, se marca la diferencia”.
Beneficio para Petro
Desde su elección el domingo pasado, Petro ha dado pasos para tratar de tener un inicio de gobierno tranquilo que le permita cumplir con sus promesas de cambio sin afectar la estabilidad macroeconómica.
“Empieza a entenderse que Petro es un estadista que dialoga con todos los sectores: con Maduro y con Biden, con Putin y con Guillermo Lasso”, dijo Jorge Rojas.
Petro dio la instrucción desde la campaña de bajar el tono de confrontación con la derecha. “Nos decía que debíamos pasar la página, no nombrar tanto a Uribe. Venía planeando esto para romper el hielo. Esto se enmarca en la idea del perdón social que reventó en campaña inoportunamente, y que nunca ha tenido nada que ver con perdón judicial”, dijo el senador Gustavo Bolívar, del Pacto Histórico.
La línea de Petro fue atendida incluso por sus aliados con mayores enemistades con Uribe, como Iván Cepeda. “Yo he sido implacable en la lucha por la justicia, por la verdad, pero también soy radical en la búsqueda de la paz y de la reconciliación”, dijo.
El diálogo con Uribe era algo que Petro buscaba, pero la agilidad con la que se abrió la puerta le sirve en un momento en el que tiene pocas semanas para buscar mayorías en el Congreso y convencer al Establecimiento de que su intención de acabar el sectarismo es sincera.
El acercamiento también puede ayudarle a Petro a reducir la resistencia que tiene en las Fuerzas Militares, que se ha evidenciado en los choques con el comandante Enrique Zapateiro en campaña y con la cautela que está teniendo el nuevo presidente para escoger ministro de Defensa.
“Lo que vamos a hacer es dejar ese ministerio para lo último, porque hay que conocer bien lo que está pasando dentro de las fuerzas para no herir susceptibilidades”, dijo Armando Benedetti.
“Nosotros esperábamos romper la barrera con el uribismo mostrando que no venimos con una boina roja a instalar el comunismo, pero nos sorprendió que fuera tan rápido. Petro ha hecho más cosas por acabar la polarización en cuatro días que el gobierno Duque en 4 años”, dijo Gustavo Bolívar.
Pero no solo Petro gana, su contraparte también.
Beneficio para Uribe
La reunión también beneficia a Uribe. Para comenzar, le restablece su importancia política después de una campaña en la que sale como uno de los grandes derrotados: su partido, el Centro Democrático, redujo a la mitad su bancada legislativa; su candidato oficial Óscar Iván Zuluaga se hundió antes de primera vuelta; y ni siquiera pudo apoyar abiertamente al candidato de su corazón, Fedérico Gutiérrez, para no ponerle la letra escarlata.
Como dijo el empresario uribista Luis Guillermo Otoya, un empresario uribista de Cartagena amigo de Uribe, en una década Uribe pasó de ser considerado el salvador de la patria a ser tratado como “un leproso”. Tanto que hasta un concejal desconocido del Centro Democrático se aventuró a criticarlo públicamente en Medellín, el epicentro del uribismo. Y hasta el mismo hijo de María Fernanda Cabal, una de las pocas uribistas purasangre que quedan, se atrevió a sugerir que la nueva derecha “imprescindiblemente tiene que ser sin Uribe”.
Entonces, con el llamado a Uribe la primera semana después de su elección, Petro vuelve a poner al expresidente en el centro de la política del país y lo reconoce como su verdadero opositor. Ya con ese estatus de alter ego de Petro, Uribe gana.
Si de esa reunión se derivan unos nuevos estándares no solo para ejercer la oposición de manera más constructiva sino para tratar a la oposición de manera más respetuosa, Uribe también podría recuperar un espacio de respeto que le permita ir a sitios públicos sin ser constantemente hostigado, principalmente por jóvenes que han bebido del odio al uribismo promovido desde las toldas petristas.
Y, eventualmente, un acuerdo entre Petro y Uribe podría reducir la presión sobre la Fiscalía para que acelere el proceso judicial contra el exmandatario, o para que avancen las otras denuncias que hay en su contra en la justicia.
Pero si Petro y Uribe ganan, gana más el país
Un nuevo lenguaje para la oposición
“Una reunión de contradictores por 30 años, que representan historias y visiones de país distintas, es un bálsamo luego de la furia y el encono cotidiano en los 12 últimos años —dice Álvaro Jiménez, director de la Campaña Colombiana contra las Minas— Ese diálogo nacional pospuesto es el camino que hubiese ahorrado miles de muertes y no se hubiese envilecido el alma del país”.
De hecho, como se lo recordó a La Silla el senador uribista José Obdulio Gaviria, cuando Uribe ganó la Presidencia en 2002 después de una campaña muy polarizada, una de las
primeras llamadas que hizo fue a su principal contendor, Horacio Serpa, y le ofreció hacer parte de la administración como embajador ante la OEA. Serpa aceptó. Lo mismo hizo su otra rival Noemí Sanín, que se fue como embajadora en España.
“Así es en los países donde la democracia se considera legítima y se respeta a quien triunfe”, dice José Obdulio. “Me parece favorablemente sorprendente y positivo que el gobierno no se esté conduciendo por el fundamentalismo marxista sino que está actuando de acuerdo a una democracia constitucional”.
Y desde la orilla contraria, el senador petrista Gustavo Bolívar dice: “Me parece que es la conversación política más importante de los últimos años. El hecho de que diga ‘presidente Petro’, hace un tiempo uno esperaba que le dijera ‘yo no me reúno con guerrilleros’. Escuchar ese respeto con el que se están tratando inicia el fin de la polarización”.
Después de los ocho años del gobierno de Santos, en el que el presidente y Uribe estuvieron trenzados en una pelea personal y política a muerte; y de otros cuatro en el que Iván Duque ni siquiera era capaz de pronunciar el nombre de Gustavo Petro y no se reunió con la oposición, el solo hecho de que el Presidente y su opositor puedan hablar de manera civilizada define un ejemplo y crea un ambiente para confrontar visiones distintas del país sin aniquilar al otro. Esto abre nuevas posibilidades.
“Me parece una muy buena idea, más allá de la política —dice el excomisionado de Paz de Santos, Sergio Jaramillo— Si Petro logra sacar el proceso de paz de la pelea Uribe-Santos, le haría un enorme favor y desencadenaría lógicas de consenso que favorecerían su Acuerdo Nacional, que es además un compromiso del Acuerdo Final. En Irlanda del Norte, Paisley y McGuiness se pusieron de acuerdo 8 años después de la firma del Acuerdo de Viernes Santo. Si hay generosidad y sentido de la historia, no veo por qué aquí no pueda pasar lo mismo”.