El torbellino presidencial sigue absorbiendo la prioridad de la paz y la renovación del Congreso. Como Santos está débil y la tercería en teoría tiene opción hay más candidatos presidenciales que al Senado.

Empezamos en agosto de 2012. Nos reunimos en Medellín en un conversatorio convocado por los amigos de Compromiso Ciudadano. Decidimos llamarnos “Pedimos la Palabra” y la pedimos para apoyar la paz, el desarrollo sostenible y la transformación política. Desde el principio dijimos que exploraríamos caminos de convergencia electoral. Lo que teníamos a mano era ampliar el Partido Verde o crear un nuevo partido. Las dificultades e inestabilidades normativas impidieron lo segundo, por ello continuamos intentando lo primero. Quince meses después no hemos logrado converger, estamos fallando en nuestra capacidad de acción colectiva.

Los convocantes iniciales de Pedimos la Palabra, los amigos de Compromiso Ciudadano, fueron los primeros en bajarse del intento de reunificación Verde. Su líder natural, Sergio Fajardo, primero dudó de la iniciativa de Pedimos la Palabra y luego Compromiso, a pesar de valiosos intentos, se retiró del proceso de ampliación verde. Los Progresistas y los Verdes decidieron continuar y lograron un acuerdo de unificación.

Otros nos dedicamos a mantener el dialogo con los de la nueva Alianza Verde y también con iniciativas como las de dignidad campesina de Cesar Pachón, los indígenas de la ONIC y con los jóvenes del Partido del Tomate. Con todos insistimos que debíamos poner la paz por encima de cualquier otra prioridad y tratar de converger con sensatez en lo electoral. Decidimos hacer un último llamado a Peñalosa, Navarro, Sudarsky y Mockus para que unieran sus liderazgos dentro de la Alianza Verde, despresidencializaran el proceso y priorizaran también las listas al Congreso, donde se jugará el futuro de la paz.

Peñalosa descartó de plano el llamado, Sudarsky lo condicionó a que los demás aceptaran, Navarro indicó que no se podía descuidar el escenario presidencial y Antanas Mockus contestó que estaría dispuesto a ser parte de la lista de Senado, si se organizaba una “lista contundente”, e invitó a John Sudarsky y Angela María Robledo a mantenerse en sus actuales curules en el Verde.

Del nutrido debate al último llamado concluí que la mayoría de la gente está de acuerdo con priorizar una lista seria al Congreso que respalde la paz y que el regreso de Mockus al Verde para encabezar esa lista ilusiona enormemente. Por otra parte, la mayoría no está de acuerdo en apoyar a Santos por la paz sino que propone que se facilite una tercería presidencial. Con ese balance, regresé al país con entusiasmo para contribuir a concretar esas dos propuestas: una lista fuerte por la paz para el Congreso y una tercería presidencial.

Al regresar encontré que los estimulantes vientos de unión no soplaban hacia la convergencia sino hacia la división. Mockus había cambiado su respuesta inicial y ahora propone que un grupo de notables haga una lista aparte del Verde, avalada por la ASI. Y la convergencia presidencial está empantanada por la incertidumbre de si el candidato Verde será Navarro o Peñalosa.  Hasta aquí la historia. ¿Qué concluir de ella?

Primero, el torbellino presidencial sigue absorbiendo la prioridad de la paz y la renovación del Congreso. Como Santos está débil y la tercería en teoría tiene opción hay más candidatos presidenciales que al Senado. Camilo Romero que apenas va a terminar su primer periodo de Senado se lanzó a la Presidencia, Sudarsky también se lanzó para promocionar su proyecto de reforma política, el  indígena Feliciano Valencia para reivindicar su causa, Peñalosa divide su tiempo entre consultoría extranjera y esporádica campaña y Navarro duda y mantiene bajo perfil.

¡La Presidencia es el culmen de una carrera política experimentada no una vitrina para experimentar! Si no se ponen serios con las listas de Congreso vamos a dejar la paz expósita donde más apoyo necesitará, y además tampoco van a poder viabilizar una eventual candidatura presidencial. Obviamente, unas son las posibilidades de convergencia si el candidato Verde es Navarro que si es Peñalosa. Pero si eso se decide ya, mediante una encuesta seria, todos los sectores pueden tomar las decisiones que estimen pertinentes, y salimos de la incertidumbre y la patinada desgastante.

Segundo, parecemos incapaces de actuar de conformidad a nuestra propia filosofía: no construimos sobre lo construido y no creemos que tenemos remedio. El Partido Verde fue el proyecto de construcción colectiva al que se sumaron Mockus, Fajardo, Lucho, Peñalosa y ahora los Progresistas. Todos han tenido aciertos y desaciertos en ese intento. En vez de corregir los desaciertos y continuar construyendo, justo ahora como contribución a la paz, ¿vamos a quedarnos en el duelo del pasado y declarar que no tenemos remedio? ¡Por favor! De manera que hasta las Farc tienen remedio para la paz, pero ¿el Partido Verde no tiene remedio? ¡Un poco de proporción!  

Recordemos que será el próximo Congreso el que viabilice o no la paz, el que elegirá 7 de 9 magistrados de la Corte Constitucional, el que definirá si continúa un nefasto Procurador como el actual o no. Los acuerdos de La Habana son una lista de reformas por hacer que decidirá el próximo Congreso. Y los señores de la guerra están prestos a llegar masivamente para obstruirla; lo han anunciado de todas las formas. Nuestro esfuerzo de acción colectiva pretende facilitar que las aspiraciones de cambio por y hacia la paz tengan voz y voto en el Congreso, y no que sigamos en la esquizofrenia actual en que la ciudadanía va para un lado y el Congreso va para el opuesto.

Tercero, creemos que sólo los demás pueden educarse, aprender de su propia experiencia y cambiar, pero ¿nosotros no? Eso de armar listas de amigos de uno, designarlos notables y declararse el grupo independiente que va a salvar el país es una fórmula no sólo arrogante, sino reiteradamente fracasada. Con esa fórmula fracasaron Mockus y Peñalosa en 2006 y Fajardo en 2010, cuando el umbral era la mitad de lo que es hoy. ¡Por favor! Aprendamos no de una, ni de dos, sino de al menos tres de nuestras propias derrotas.

Cuarto, si no aprendemos no sólo corremos el riesgo de fracasar sino de seguir haciendo daño. El saldo pedagógico del caudillismo pasado es que la ASI terminó dividida, vendiendo avales a la topa tolondra y excluyendo su origen indigenista, como nos lo recordó Jesús Piñacué esta semana. Llenos de buenas intenciones hicimos daño.  No perseveramos en construir pero ¿si perseveraremos en el error? ¿Esa es nuestra capacidad de autocrítica y aprendizaje? Vamos a dejar la promesa incumplida a la ola verde del ¿“Ahora qué? ¡Ahora todo!” en un simple, Deje así?

¿En qué parte del proceso se nos olvidó que el propósito de converger era justamente dejar lo notable y nuestras agendas particulares y unirnos para aportar como ciudadanos en pro de defender desde el Congreso que se finalice la guerra y se construya una paz justa y duradera? ¡Priorizamos la paz no porque sea lo más popular sino porque es lo correcto! Sobre todo es el imperativo ético y real que podemos aportar nosotros “los notables urbanos”  por esos 15 millones de colombianos rurales, indígenas, afros y muy pobres que han padecido sin misericordia los rigores reales de una guerra que para nosotros es más verbal que real.

¡Por esos 15 millones de colombianos es que queremos converger!, para defender su vida sagrada, su tierra despojada que debe ser restituida, su posibilidad de inclusión presente y de calidad de vida digna en un futuro cercano. En vez de hacerlo, ¿nos vamos a quedar en el espectáculo de cachacos divididos y a codazos? ¡No puede ser! No puede ser que estemos tan por debajo de las demandas de un país que sólo nos ha dado oportunidades.

A una paz sostenible le conviene que la derecha uribista esté representada en el Congreso y sea parte de la reglamentación de la paz; también le conviene el regreso de la UP y la representación nutrida de otros sectores de izquierda. Algunos por fuera y otros por dentro que se quedaron a dar la pelea, hemos perseverado en ampliar y mejorar el Verde porque es el pedacito del centro que hemos ayudado a construir y nos corresponde mejorar.  Esa es nuestra contribución a la política en general y a la paz en particular, no salir a renegar y botar lo construido por la borda, empezar de cero y volvernos a dividir.

Esta es sólo una visión de las cosas. No es la única ni la correcta. Todos los que he mencionado hemos trabajado por la convergencia, estamos comprometidos con ella, hemos hecho lo mejor que hemos podido. No dejemos ahogar el esfuerzo a último momento.

No somos las mayorías y por confluir no vamos a serlo de repente. No hacemos este esfuerzo de convergencia por coronar la Presidencia, sino porque es el aporte modesto pero útil que podemos hacer para poner fin a la guerra y construir una paz sostenible. No perdamos ese norte.  

Claudia López actualmente es Senadora y candidata Presidencial de la Alianza Verde. Se graduó de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales en la Universidad Externado, hizo una maestría en Administración Pública y Política Urbana en la Universidad de Columbia en Nueva York, fue fellow de...