Al anunciar el exitoso operativo contra el hombre más buscado del país, el presidente Iván Duque repitió tres veces que la captura de alias “Otoniel” era el “golpe más importante de este siglo contra el narcotráfico en Colombia”. “Con este golpe se marca el final del Clan del Golfo”, agregó, sobre la organización criminal más grande de Colombia, que encabezaba Dairo Antonio Úsuga, de 50 años.
Se trata de un triunfo político importante para un gobierno durante el cual han retrocedido indicadores claves de seguridad y narcotráfico, como el homicidio y la exportación de cocaína. Uno que fue esquivo para el Gobierno anterior, que lanzó una operación continuada para dar con su captura e hizo intentos de negociación.
También es un logro enorme para las Fuerzas Armadas y la Policía. Llevaban más de 7 años buscando de manera conjunta neutralizar a “Otoniel” quien había logrado eludirlos sin salir del país ni de su área de influencia en el Urabá. Además, lo logran con una captura que, si bien ya se anuncia terminaría en una extradición a Estados Unidos, puede aportar información valiosa sobre el grupo criminal.
Pero, según coinciden analistas de seguridad, oficiales de la Fuerza Pública y líderes en zonas de influencia del Clan del Golfo, la captura de Otoniel está lejos de ponerle final al Clan del Golfo.
Al contrario, se trata de un grupo que está en expansión en varias regiones del país. Sin su líder se abre ahora una panorama de incertidumbre, con un vacío de poder y la posible fragmentación de una estructura que, incluso con “Otoniel” a la cabeza, no funcionaba con un mando central.
Otoniel de mil batallas
“Otoniel” fue capturado a unos 20 kilómetros de Necolí, donde nació y operó en guerras sucesivas desde finales de los 80s. Entró al EPL como menor de edad y se desmovilizó en 1991, cuando tenía 19 años. Luego pasó a las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, de Carlos Castaño, con su hermano Juan de Dios. Ya como parte de las AUC, ambos fueron enviados a los Llanos Orientales y trabajaron en el Bloque Centauros bajo el mando de Daniel Rendón Herrera, alias “Don Mario”.
En 2005 “Otoniel” se desmovilizó por segunda vez, en medio del proceso de paz con las AUC de Álvaro Uribe. Al poco tiempo volvió otra vez al mundo criminal con “Don Mario”, en la estructura disidente paramilitar dedicada al narcotráfico conocida como Los Urabeños. Tras la captura de “Don Mario”, en 2009, y la muerte de su hermano, en un operativo del 2012, “Otoniel” se convirtió en la cabeza del grupo que empezó a ser conocido como el Clan del Golfo.
Un oficial de alto rango que estuvo involucrado en su búsqueda lo describe como “un hombre muy primario, con un poder basado en su capacidad de ajusticiamiento de gente desleal. No es la mente criminal de Pablo Escobar, o la sofisticación de Daniel `El Loco` Barrera”.
En 2017 el Gobierno de Juan Manuel Santos anunció que había establecido contacto con “Otoniel” para un proceso de sometimiento a la justicia, que al final no se concretó. Durante los últimos años el Clan, que se autodenomina Autodefensas Gaitanistas de Colombia, asumió una posición más beligerante contra el Estado. Lanzó ataques contra miembros de la Fuerza Pública, especialmente la Policía, y participó en la intimidación y asesinato de decenas de líderes sociales en varias regiones del país, incluyendo Chocó, Cauca, Antioquia y el Caribe.
Desde el 2015, en el Gobierno Santos, las fuerzas de seguridad lanzaron la operación Agamenón para dar con su captura. Emplearon hasta 3 mil hombres de manera exclusiva, en operaciones conjuntas en el Urabá antioqueño y el Nudo de Paramillo. Ofrecieron una recompensa de 3 mil millones de pesos, sumada a otra de 5 millones de dólares de Estados Unidos.
En el quinto aniversario de Agamenón, ya en el Gobierno Duque, el comandante de la Policía, Jorge Luis Vargas, anunció que habían capturado a 3.314 integrantes del Clan, un número similar al que hoy se cree que aún tienen en armas. Y, a pesar de que habían caído piezas claves, incluyendo a dos hermanos, una prima y varios lugartenientes de “Otoniel”, él seguía prófugo.
“Era un caso inédito en la historia criminal colombiana”, dice el oficial que estuvo tras su rastro varios años, “Úsuga tenía una gobernanza criminal, algunas comunidades lo protegían formando un muro de contención, en lo que detrás tenía un proceso de corrupción territorial”.
A diferencia de otros cabecillas, como Iván Marquez, que se presume está en Venezuela, o “Gentil Duarte” que se esconde en la vasta Amazonía, “Otoniel” había logrado eludir por más de siete años un cerco incesante del Estado entre Antioquia, Córdoba y Chocó.
Sangre, sudor y celebración
“No hay un sitio donde se esconda un criminal al que no puedan llegar las fuerzas de seguridad”, dijo durante el anuncio de la captura el general Luis Fernando Navarro, comandante de las Fuerzas Militares. “Sirve para mostrar que el que la hace la paga”, apuntó el presidente Duque, en alusión a su eslogan de seguridad.
Después de tanto esfuerzo y recursos, de cientos de vidas de policías y soldados perdidas, “simbólicamente es un golpe muy importante, más allá de que sea un objetivo de alto valor”, dice María Victoria Llorente, directora de la Fundación Ideas para la Paz, un centro de pensamiento que le hace seguimiento al conflicto.
Sobre todo para el aparato de seguridad, que venía golpeado por los abusos cometidos durante el paro y la escalada de inseguridad, la captura del más buscado, en un operativo conjunto en el que participaron todas las fuerzas y la Fiscalía, envía un mensaje de efectividad. “Unidos somos invencibles”, dijo Duque en tono emocionado.
Los detalles y cifras han sido profusos. “Sabíamos qué estaba comiendo, su animal favorito de las selvas de Córdoba”, explicó el director de la Policía, general Vargas. Contó cómo habían sido identificados los ocho anillos de seguridad de “Otoniel”, con el despliegue de 150 agentes de inteligencia y vigilancia satelital de señales con la ayuda de Estados Unidos e Inglaterra. El general Navarro explicó que habían usado 22 helicópteros, en un operativo planeado desde el 15 de octubre, en el que nunca perdieron la sorpresa y la iniciativa.
“Significa una victoria del Estado y la legalidad” dijo el ministro de Defensa, Diego Molano, quien cobró el éxito como parte de su estrategia de seguridad. Con “Otoniel” en Bogotá, y mientras se surte un trámite de extradición que, según entendidos, puede durar varios meses, es posible que ofrezca información valiosa, especialmente si su colaboración se acredita en el proceso que enfrentará ante la justicia de Estados Unidos.
El éxito fue celebrado por políticos de todos los espectros políticos. Críticos y opositores del Gobierno y las fuerzas de seguridad se unieron a las felicitaciones, por ejemplo, el senador Gustavo Bolívar, y José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch.
Pero en medio de la celebración hay ya advertencias y molestias por excesos del Gobierno y algunos oficiales. Ante la comparación de este golpe con la caída de Pablo Escobar que hizo Duque, un alto oficial retirado que pide no ser citado con nombre para no generar molestias en el Gobierno dice que “Esas señales de triunfalismo le restan trascendencia al resultado”. En efecto, entre Escobar y Úsuga cayeron los capos del Cartel de Cali, el mismo Don Mario y “El Loco” Barrera, para no mencionar a varios cabecillas de las Farc, que el uribismo consideró el mayor cartel de drogas del mundo.
Un oficial activo de las Fuerzas Armadas, también a condición de no ser nombrado por el riesgo de retaliaciones, afirma que “hablamos más de la cuenta”. Causó molestia especial entre algunos uniformados una foto del comandante del Ejército, general Eduardo Zapateiro, que lo muestra tomándose una selfie en un helicóptero con “Otoniel” en el fondo sonriente.
Especialmente porque mientras Duque hace énfasis en reclamar un lugar en la historia, en las regiones donde el Clan del Golfo es más poderoso tienen la certeza de que con este golpe la organización está lejos de quedar liquidada.
Hay Clan para rato
“Ahora no se sabe qué va a pasar, estamos en una total zozobra”, dice Jorge Espitia, un defensor de derechos humanos, miembro de la Corporación de profesionales por la paz de Córdoba. “La captura de Otoniel deja un vacío muy grande que no se sabe por quién vaya a ser llenado, y eso nos genera mucha preocupación”, afirma Arnobis Zapata, Coordinador territorial de la Asociación Campesina del Sur de Córdoba, desde Montelíbano, uno de los municipios más golpeados por la violencia de este grupo.
Más allá de las declaraciones oficiales de Duque que decretaron al Clan terminado, según Llorente, de la FIP, lo que se ve es todo lo contrario: “La evolución del Clan del Golfo es que han estado expandiéndose, le ganaron el pulso al ELN en Chocó, por ejemplo”. Un miembro de un organismo humanitario internacional que trabaja en la zona, y pide no ser identificado para opinar, apunta en la misma dirección: “Están en expansión en el Bajo Cauca y Nordeste de Antioquia, en Ituango, Briceño, Valdivia, Tarazá, Caucasia, Remedios, Segovia, y todo el Chocó”.
Este diagnóstico va en contra de lo que ha presentado el Gobierno. Según el ministro Molano, los operativos de la Fuerza Pública “han permitido que se frenara la expansión en Chocó y Nudo de Paramillo”. Se trata, sin embargo, de una visión que no comparten dentro de las mismas Fuerzas Armadas. “No creo que esa organización se desarme tan fácil”, dice el oficial activo que pide reserva de su nombre.
“Esto va a desencadenar una presión muy grande sobre la sociedad civil”, dice Zapata, el líder de Montelíbano. Anticipa que en el vacío de poder habrá purgas y disputas internas. Por otro lado, Espitia, el defensor de derechos humanos, advierte que antes de la captura de Otoniel ya se venían presentando fricciones y que “Otoniel” había logrado una regulación de la violencia, con lazos con la comunidad, que puede ahora romperse.
En cuanto al futuro de la estructura, podría presentarse un escenario de fragmentación de un grupo que ya funcionaba sin un mando central. “Muchos de los avances del Clan en el Bajo Cauca y Chocó, donde tienen frentes abiertos con disidencias de las Farc y Eln, son tropas que no reconocían a “Otoniel” como su máximo líder, sino eran más empresas regionales”, dice el miembro del organismo internacional. Llorente de la FIP, concuerda, pues a pesar de los golpes a la cúpula de la organización su crecimiento se ha mantenido.
Entonces si bien el presidente Duque se lleva una victoria, y un logro para la historia y la de la Fuerza Pública, se necesitará más que esta captura para que el Clan del Golfo deje de existir.