A partir de investigar el entorno en el que creció y en el que vive, Camilo Correa plantea en su obra lo que hace parte del día a día en el barrio Popular 1 de Medellín. Entre bandas delincuenciales y dificultades sociales, su obra señala una cotidianidad que puede ser la de cientos de jóvenes en el país.
Jugar a policías y ladrones puede ser, también, un presagio. Un atisbo de futuro. En el barrio Popular 1 de Medellín, Camilo Correa creció viendo historias de miedo, inseguridad, violencia. De bandas de jóvenes que se apoderaban del territorio, un término que desde niño parecía parte ya de la jerga en las calles. De menores que se encontraban en el piso un palo, un tubo, o cualquier cosa que se asemejara a una pistola para perseguir a sus “enemigos” y gritar “estás muerto”. Se divertían con el tradicional juego, tal vez sin saber que, para muchos de ellos, ese juego se convertiría en parte de la vida. Apenas unos años más tarde -las bandas están compuestas por adolescentes, jóvenes que ven en la calle la mejor opción del día a día- y desde antes de pensar en cualquier otro camino, ya dejaron de lado el palo o el tubo, para empuñar un arma de verdad.
Correa lo vivió de primera mano viendo lo que ocurría a su alrededor y así lo recreó en una de sus obras. Proyectos Campo de Juego es una serie de dibujos que aluden a la famosa pintura de Goya, Los fusilamientos del 3 de mayo, donde aquí un adulto levanta los brazos en señal de indefensión mientras que un grupo de niños le apuntan con armas ficticias, que son cualquier objeto pero que ellos quieren ver como pistolas o fusiles.
El contexto donde vive es el principal eje de su trabajo. El proyecto El barrio y sus quinceañeros también refleja un sueño propio de la adolescencia en su comuna: así como las jóvenes quieren una fiesta de 15 años, los hombres quieren tener su propia moto, una motocicleta específica, la Yamaha RX 115. Correa juega con la palabra “quinceañero” que, bien, podría ser la conjunción de “quince” y “ñero”. El paso a la adultez es tener una de esas motos que representan poder, autoridad en el barrio. Claro, también sicariato, delitos, actos “propios de los ñeros”. Con humor, a manera de sátira, realizó una instalación con la estética de una celebración, de una fiesta, donde el centro del homenaje es la moto.
Son varios proyectos que ha trabajado sobre su entorno. Muro de contención -veremos parte de él en la próxima Feria del Millón en Medellín, además de otros trabajos- nació de seguir investigando la cotidianidad del barrio Popular 1 en la que, por diversas circunstancias, terminó en una “farra” con los “muchachos”, como él mismo lo dice. Ya al amanecer, hablando de todo y nada, uno de ellos, quien había sido militar y tenía buen conocimiento de armas, le mostró una Thompson y le dijo: “Vea parcero, es que sabe qué mijo, esa arma no es más que un muro de contención, cuando nosotros la sacamos y la disparamos, el otro “combo” se detiene, deja de disparar, se azara (…)”.
Esa arma es, entonces, un recurso más para defender el territorio. Bandas por acá, por allá, un poco más lejos, un poco más cerca. Usar la Thompson es delimitar, recalcar, señalar, hasta dónde pueden moverse los demás. Así crecen los menores de edad, sintiendo que hay otros “territorios” y que al otro lado están los enemigos. Son odios heredados. Y aquí Correa levantó un muro que impide el paso. Como una frontera cerrada pero que deja el espacio suficiente, el aire necesario para ver por medio de ella. El muro es una suma de armas Thompson que permite entrever, pero que no deja pasar. Es una contención de la violencia en una instalación de bloques prefabricados de concreto pigmentados con óxido de hierro rojo.
Correa lo plantea desde la misma etimología de la palabra muro y la derivación en muralla, mural y muralismo. Según él, la palabra latina se asocia con la raíz indoeuropea *mei-3 (construir, arreglar) “que estaría presente en las palabras meta, munición, y muladar”. El espectador se enfrenta a una obra de arte que separa dos territorios en un espacio “inofensivo” que nos pone a pensar en otros territorios donde sí está latente el riesgo. Estas armas convertidas en arte, ya sin su poder violento, acercan al espectador a una realidad que puede ser ajena hasta el momento justo de toparse con este muro.
Para los interesados en obras de Camilo Correa visite www.feriadelmillon.com o escriba a info@feriadelmillon.com Si es super amigo de La Silla Vacía, tiene el 10 por ciento de descuento. Los esperamos en Feria del Millón Medellín, el 2, 3 y 4 de diciembre en Palermo Cultural.