Con las Farc concentradas en las zonas veredales, varios lugares del país que antes eran zona roja para que los turistas los visitaran, ahora recibieron más gente para pasar el año nuevo.
Con las Farc concentradas en las zonas veredales, varios lugares del país que antes eran zona roja para que los turistas los visitaran, volvieron a ver turistas por primera vez en décadas. Esa es apenas una muestra del país que comienza a cambiar ahora que la guerrilla, que tuvo azotadas a muchas regiones, se prepara para dejar las armas y apostarle a la política.
Así se vivieron las primeras vacaciones del país, en más de cincuenta años, sin las Farc.
Los casos
Aunque todavía no hay cifras oficiales sobre cómo se movieron los turistas este fin de año porque el ministerio de Comercio, Industria y Turismo cuenta el período de vacaciones hasta el 16 enero, en regiones donde lo normal era ver guerrilleros con fusil al hombro, en diciembre volvieron a aparecer turistas.
En Caquetá, un departamento donde el Bloque Sur de las Farc hacía presencia en por lo menos diez de sus dieciséis municipios y que se volvió uno de los símbolos de la guerra porque fue allí donde el gobierno de Andrés Pastrana creó en 1998 la famosa zona de distensión de el Caguán, llegaron viajeros a sitios que antes eran vedados.
En La Montañita, por ejemplo, un municipio conocido por sus cascadas de más de cien metros de altura, un concejal de allá le contó a La Silla que: “volvieron los turistas. Aquí usted no veía a casi nadie por estas fechas y ahora recibimos gente que se vino de Florencia a pasar sus vacaciones”.
Allí queda la Reserva Natural y Ecoturística Las Dalias, famosa por sus cuevas y lagunas. José Alfonso Ovalle, que se nos presentó por teléfono como el “todero” de la reserva, nos contó que lo tiene aterrado la cantidad de visitantes este fin de año. No nos dio cifras, porque según él, perdió la cuenta.
“Se nota que lo del proceso de paz está funcionando. En comparación con años pasados, he recibido yo creo que a más del doble de gente. Vino gente de Medellín, de Florencia, vinieron unos franceses, unos belgas, un italiano. Todos se vienen a pasar el día”, nos dijo. “La cosa está tan buena por aquí que estoy pensando en ponerle unas posadas a la reserva, porque aquí la gente no puede pasar la noche”.
A orillas del río Caquetá, pero en el departamento del Cauca, en el municipio de Santa Rosa sucedió algo similar.
En esa pequeña población ubicada en pleno Macizo Colombiano, en la bota caucana, cerca a San Agustín en el Huila, pero alejada de todo -el recorrido en bus desde Popayán puede ser de más de 10 horas-, llegaron para las fiestas los propios y por primera vez en muchos años (15 o más, según cuentas del Alcalde) personalidades de los municipios vecinos como el alcalde de San Sebastián y su familia y pobladores de Almaguer.
Además, hubo extranjeros: una pareja de franceses que recorrieron desde Putumayo el río en kayak, y otros que fueron a hacer cabalgatas, casi que el único medio de transporte en el que se puede recorrer todo el municipio.
“Es alentador. Santa Rosa tiene mucho potencial ambiental pero por aquí no pasa nadie porque no hay vías. Es un municipio estático”, dice Jaime Urrutia, alcalde.
En el Meta, “en todo el departamento la afluencia de visitantes fue mucho mayor”, según le dijo a La Silla Carlos Andrés Restrepo, vocero del Observatorio de cifras del Instituto de Turismo del Meta.
Las fiestas típicas de fin de año pusieron su cuota. Por ejemplo, en municipios como Granada, se celebró el Festival de Verano y Travesía del Río Ariari, hubo reinado, caravana y cantantes llaneros; y en Cumaral, a quince minutos de Villavicencio por carro, también hicieron fiestas de Navidad y jornadas de coleo.
La afluencia de visitantes se vio hasta en zonas rojas como Uribe. En ese municipio, que estuvo a punto de ser una zona de concentración para la guerrilla, en las grandes cascadas que quedan a cinco minutos del casco urbano volvieron a verse extraños luego de que por años hubieran estado reservadas para los lugareños, quienes eran los únicos que no temían llegar a ellas.
Este fin de año, según le contó a La Silla Leonor García, la mamá del alcalde Jaime Pacheco, ya han llegado dos caravanas con alrededor de 100 turistas de Bogotá, Villavicencio, Medellín, Neiva y hasta de Zipaquirá, que incluso, en algunos casos, acamparon cerca a las orillas del río.
García cree que el aumento de turistas se debe por un lado, a que “la gente sabe que hay paz”, pero también a que, según ella, su hijo “ha vendido muy bien el municipio con campañas sobre los atractivos del municipio”.
En la Costa Caribe, la concentración de las Farc también alentó a los viajeros, así fueran solo los familiares de los lugareños que antes temían ir a visitarlos.
En Pondores, una vereda guajira de unas 20 parcelas, vecina de Conejo, nacionalmente famoso porque las Farc hicieron allí pedagogía del proceso de paz en armas, donde el 24 de diciembre de 2010 se registró el último enfrentamiento entre el Ejército y las Farc y los frentes 41, 19 y, últimamente, el 59 de las Farc se han movido como pez en el agua durante más de 20 años, las familias llegaron a las veredas para compartir en sus parcelas, como hace años no lo hacían, según le contaron a La Silla líderes y autoridades de la zona.
“Casi todas esas finquitas por ahí quedaban solas o con un cuidandero porque la gente salía para esas fechas, pero este año vinieron a visitar porque ya se siente la tranquilidad”, nos contó Carlos Chinchía, líder comunal. En veredas como Las Bendiciones y Las Colonias (vecinas a Pondores), por ejemplo, hubo un movimiento inusual entre el 24 de diciembre y los primeros días de enero.
“Uno normalmente se hace dos viajes y casi nunca es con el cupo lleno, pero en estos días se hacían hasta de seis viajes llenos. Con gente que venía para las veredas vecinas y pagaban mejor los viajes. Eso dejó platica para comprar las cositas de fin de año”, nos dijo Julio Urbina, conductor de un vehículo de transporte público entre Conejo y Fonseca.
Misael Velásquez, alcalde de ese municipio, considera que esa alta afluencia de visitantes da fe de que “la gente siente que están dadas las garantías de seguridad para volver a la zona”. Aunque nos dijo que no tiene cifras de cuántas personas viajaron a las más cinco veredas que están en estribaciones de la Serranía del Perijá, aseguró que lo que se vio esta vez no se había visto en décadas.
Más gente, pero no por las Farc
La salida de las Farc del mapa de la guerra revivió a varias zonas del país como destinos turísticos. Pero en otras que están lejos de estar en paz, curiosamente los visitantes también llegaron.
En La Playa de Belén, un municipio del Catatumbo en Norte de Santander que es famoso por tener dentro de su territorio al Parque Nacional Natural Los Estoraques, una cadena de formaciones rocosas que emulan paisajes desérticos, se registró un aumento sin precedentes de turistas.
En ese municipio que está a dos horas de Hacarí, uno de los centros poblados más peligrosos de esa región, y a una hora en carro de Ocaña -la puerta de entrada al Catatumbo- las guerrillas del ELN y el EPL tienen un fuerte dominio y usan su zona rural como uno de sus principales corredores.
De hecho, en inmediaciones de la Playa de Belén fue que murió el extinto líder del EPL Víctor Navarro, alias Megateo, quien era considerado uno de los principales jefes del narcotráfico en esa convulsionada región de Norte de Santander.
Aún así y sin tener cifras concretas, dos exconcejales, un concejal actual y dos administradores de hoteles de La Playa coincidieron en decir que ese municipio es ahora un referente turístico en Norte de Santander.
“Al municipio lo han promocionado, ahora aparecemos en diferentes lados, en afiches y los Estoraques se están volviendo más famosos”, le dijo a La Silla Campo Elías Pacheco, exconcejal del municipio.
Este año, además de los Estoraques y el Pinar (un pequeño bosque de pinos sembrados que sirve como mirador), en ese municipio tenían una de las mejores iluminaciones navideñas del departamento por un concurso que se ganaron con Centrales Eléctricas de Norte de Santander.
Lo paradójico es que en el último año en La Playa Belén se ha sentido con más fuerza la guerra del Catatumbo.En los primeros días de diciembre hubo un hostigamiento, hubo disparos y dentro de un artefacto encontraron panfletos del EPL. “La Playa era tradicionalmente el municipio más tranquilo del Catatumbo y ahora tiene una situación más compleja”, le dijo a La Silla Eduard Trigos, personero del municipio. Pero en el mismo municipio creen que es porque en Colombia está haciendo carrera la idea de visitar la geografía local.
“Ahora a la gente le gusta venir a visitar a los pueblos patrimonio”, contó Carolina Romero, administradora de un hotel en La Playa de Belén.
En el Viceministerio de Turismo no le dieron a La Silla una hipótesis sobre por qué se está presentando ese fenómeno, entre otras, porque sin cifras no pueden medir la variación exacta de turistas para la época de vacaciones y sin ellas no pueden determinar sus causas.
La oportunidad
En otras regiones de influencia de la guerrilla, la firma del Acuerdo de Paz no despegó el número de turistas, pero sí tiene a las alcaldías pensando en planes para atraerlos este año.
En Toribío, Cauca, llegaron 365 visitantes según Martha Velasco, técnica en apoyo en turismo de la Alcaldía. Pudieron haber sido más, dice, entre los retornados que tienen familia en el municipio y los que no pudieron ser contados por falta de medidas de control que no alcanzaron a ser puestas en marcha antes de que llegara la temporada navideña.
Sin embargo, el 2017 será el año para conquistar a nuevos visitantes, para lo que la Alcaldía y 92 grupos turísticos ya conformados están diseñando planes que incluyen recorridos ecológicos, culturales (que aprovechan la cultura predominantemente indígena de Toribío) e incluso, su pasado violento.
El proceso de paz tuvo que ver, dice el Alcalde Alcibiades Escue, porque “prácticamente hace dos años en Toribío no se ha disparado un solo tiro”.
Por eso se están diseñando recorridos a zonas del municipio que fueron duramente azotados por las Farc, incluyendo por ejemplo un recorrido por Tacueyó, donde en 1985 el frente disidente de las Farc Ricardo Franco asesinó a 164 guerrilleros del mismo grupo, a la reserva El Roblar, piscinas naturales y las lagunas de San Luis y Sabelilla, sagradas para los indígenas y que hasta hace cuatro meses estaban minadas y eran fortín de las Farc donde estaba vedado el paso incluso para los lugareños.
“Sabemos que es difícil que la gente crea que ya se pueden recorrer, esto no va a ser de un día para otro”, dice Velasco.
Para el diseño de este y otros recorridos que quieren aprovechar atractivos ecológicos y culturales del municipio, la alcaldía ya gastó 70 millones de pesos en hacer una caracterización que espera, según el Alcalde, a que motive a los toribianos a inventarse nuevos proyectos. De hecho, ya hay una iniciativa andando para construir un “museo de la paz” en el resguardo de Santo Domingo donde el M-19 firmó la paz.
Algo parecido está pasando en La Macarena, Meta. Allá el mayor atractivo es el famoso río de los siete colores, Caño Cristales. Como la planta que pinta al río depende del nivel del agua, diciembre no es una buena temporada para ir porque el agua está baja.
Pero eso no significa que allá no estén preparándose para este año. Como nos contó Jessica Oliveros, representante de la Asociación de guías profesionales de La Macarena, Unigma, para este año la idea es construir tres hoteles en ese municipio que queda pegado a las sabanas de los llanos del Yarí, donde las Farc hicieron su X conferencia.
Procolombia, la entidad encargada de promover el turismo y la inversión extranjera en el país, tienen un plan que han llamado ‘Colombia más grande’ para promocionar los atractivos turísticos de regiones como Norte de Santander, Arauca, Casanare, Caquetá, Guaviare, Córdoba, Sucre, Putumayo, Vaupés y Vichada,”, según le explicó a La Silla su director Felipe Jaramillo.
Pero, por lo visto en estas vacaciones, la gente del común ya les tomó la delantera. Para ellos la firma del Acuerdo de paz ya significó un mejor fin de año.