Desde que nació hace 15 años, La Silla Vacía ha cubierto cuatro gobiernos: desde el último año de Álvaro Uribe hasta Gustavo Petro. Durante este período varías políticas públicas han transformado las vidas de los colombianos y han trascendido los gobiernos que las crearon. 

Entre ellas, y en el marco del especial “Un Acuerdo Para el Futuro”, La Silla reunió los testimonios de algunos ciudadanos que han experimentado de primera mano el impacto de ocho de las políticas más emblemáticas durante los 15 años de vida de este medio. 

Como no podemos cubrirlas todas, dejamos por fuera algunas muy transformadoras que merecen ser reconocidas: la política monetaria del Banco de la República que ha controlado la inflación, la sentencia de la eutanasia, Mi Casa Ya, Ser Pilo Paga, la ley Rosa Elvira Cely, De Cero a Siempre y la ley estatutaria de salud, entre muchas otras que desde 2009 han cambiado la vida de millones de hogares en el país.

Ley de Víctimas: “La mejor reparación fue darme el espacio para contar mi historia”

Fennys Tovar sosteniendo los tres libros de su autoría, en los que narra las experiencias de ella y otras mujeres en el conflicto armado. Foto: Cortesía.

Fennys Tovar tiene 57 años y vive en Villavicencio. Fue víctima del paramilitarismo y se vio forzada a desplazarse con su familia. Es una de los 9,7 millones de víctimas del conflicto armado que desde que se aprobó la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras en 2011 han recibido ayuda y reparación por parte del Estado.

Hace mucho tiempo dejé de sentirme víctima, pero me gusta contar mi historia para que la gente conozca la realidad de muchos colombianos. Nací en San Martín, Meta. Desde antes de nacer mis papás ya habían sido víctimas de la primera ola de violencia: mi papá vio cómo mataron a su familia y violaron a su hermana. En ese tiempo no había leyes de víctimas o reparación.

En mi caso, a mi me engañaron. El colombiano tiene muy pocas oportunidades y en el 2001 me ofrecieron un trabajo como cocinera en una finca en Puerto Lopez. Nos dijeron a varios en Villavicencio que era para una empresa petrolera. Fuimos por el afán de conseguir trabajo sin dimensionar por qué. Allá me di cuenta que era un campamento paramilitar. Pero ya era muy tarde, no me dejaron salir. 

Fue agobiante, vi cosas horrorosas. Después de seis meses atrapada logré escaparme con un amigo. Caminamos por tres días hasta llegar a una vereda en el sur del Casanare. Recuerdo mis tenis, todos rotos. Nos tocó cruzar un río y yo no sabía nadar. La persecución es algo que no le deseo absolutamente a nadie.

Cuando llegamos a Villavicencio las tres familias a las que nos habían engañado nos desplazamos por todo el país. Primero llegamos a Bogotá y la Cruz Roja nos atendió. Íbamos de un lugar para otro con mucho miedo y pobreza. Terminé en el Huila, luego en Tauramena, en Cartagena y volví a Villavicencio hace unos años. Fueron casi quince años de mucho rencor. En 2013 empecé a escribir mi primer libro, Las Tres Orillas, que cuenta mi historia y que este año está en su décimo aniversario. 

Fennys Tovar firma un ejemplar de su primer libro, Las Tres Orillas, que este año cumple 10 años desde su lanzamiento. Foto: Cortesía.

Por eso me acerqué a la Unidad de Víctimas en 2014. Alexander, un amigo periodista, me dio el contacto de Edilma, en la unidad. Yo ya conocía muchas víctimas que habían recibido compensación y acompañamiento, pero yo lo que quería era dar a conocer mi libro: una historia escrita por una mujer sobre otra mujer. Las personas de la Unidad de Víctimas han sido un apoyo incondicional en mi vida. Esto ha sido más reparador que pedir una casa. Mi primera vez en la Feria del Libro fue gracias a la Unidad. 

Estas instituciones son necesarias, y son útiles, han funcionado y tienen mucho impacto. Aún hay muchos desafíos, como la presencia de grupos ilegales en algunas regiones.. Pero en todo caso he visto muchas personas cercanas que se han beneficiado con tierras, asistencia y reparación. En mi caso, perdí muchos años de mi vida odiando, pero ya no me identifico más con esa condición de víctima. 

Hace doce años era una mujer sin sueños, pensaba que había nacido para ser humillada. Pero ver a la Fennys de ahora me hace sentir muy orgullosa. Para mi las letras han sido una herramienta para sanar. Quiero inspirar sobre todo a las mujeres, que necesitan una voz para trabajar por sus sueños.

Familias en Acción: “Si no fuera por eso, no sé qué haría. Acá se consigue muy poco trabajo”.

Yismira Romero en su casa, en el corregimiento de Nariño, municipio de Sucre (Sucre). Foto: Cortesía.

Yismira Romero se dedica al cuidado del hogar. Tiene 34 años. Vive con su esposo y sus tres hijos en el corregimiento de Nariño, Sucre. Es beneficiaria de Familias en Acción hace once años. Este programa fue creado durante el gobierno de Pastrana pero fue expandido y mejorado por los siguientes gobiernos. Ahora Petro lo bautizó como Renta Ciudadana y se prevé que continúe apoyando a más de 2.5 millones de familias.

Los niños tienen once, nueve y tres años. La mayor es Shaira, le sigue James y luego Wendy. Yo me dedico a cuidarlos mientras mi esposo Jamer sale a pescar. Siempre hemos vivido aquí.

En un día normal me levanto y le preparo desayuno a los niños. Los dos grandes están en el colegio, la niña está en el jardín. Luego le doy comida a los animales. A veces crío y vendo marranos y gallinas. Luego salgo a la tienda y le preparo comida a los niños para que lleguen del colegio a almorzar. En la tarde me dedico a ayudarles con las tareas, luego jugamos un rato o vemos televisión antes de dormir. Los niños son juiciosos.

Familias en Acción lo vine a coger yo ahora en diciembre. Antes el que estaba inscrito era mi esposo. Lo cambiaron y se lo dan a la madre cabeza de hogar, entonces me metieron a mí, pero ahora el programa se llama Renta Ciudadana. Mi esposo se inscribió hace once años, cuando nació la primera niña. Creo que eso lo asignan por el Sisben. Muchos utilizan ese programa en el corregimiento.

Esa ayuda me llega por Super Giros. La madre líder de la comunidad es la que nos avisa cuando podemos recibirlo. La última vez que lo recibí fue en diciembre. Las condiciones para recibirlo es matricular en el colegio a los niños. También cumplir con el crecimiento y las vacunas, no perder las citas médicas. Pero eso es más que todo hasta los seis años. 

Con ese beneficio le compro las cosas a los niños para el colegio, las meriendas, el mercado. Lo poquito que trabaja mi esposo es para la comida y no es mucho lo que gana. Entonces esa ayudita es buena, uno se acomoda. Eso sí, demora pa pagar, pero bueno. Así veo que en el futuro mis hijos hagan la carrera profesional. Esa es la idea.

Autopistas para la Prosperidad: “Antes uno podía hasta llegar a dormir en la carretera, ahora hacemos ese recorrido en una hora”

Imagen oficial de Miguel Payares como Secretario de Planeación para la Alcaldía de Zaragoza, Antioquia. Foto: Cortesía.

Miguel Payares tiene 36 años. Nació en Apartadó y se crió en el Bajo Cauca antioqueño. Hoy es Secretario de Planeación para el municipio de Zaragoza. Vive allí con su esposa y sus tres hijos. Dice que las “Autopistas para la Prosperidad”, anunciadas en 2013 en Antioquia, como parte de la política de carreteras de cuarta generación (4G) en las que el gobierno Santos triplicó la inversión en transporte, han sido de gran beneficio para los locales.  

Antes era caótico. Cuando era pequeño mi papá transportaba víveres en un camión, y cuando cogíamos de Caucasia a Zaragoza uno en serio no sabía en cuánto iba a llegar. Había baches, trochas y mucho tráfico. Como no había doble calzada había que esperar a que los camiones pasaran en un solo sentido. En el invierno los carros se hundían en la carretera. Era una odisea total poder llegar a otros municipios.

Las carreteras que anunciaron en 2013 generaron un gran impacto debido a que la distancia con Caucasia, la capital del Bajo Cauca, y con Medellín se ha reducido. Zaragoza quedó como un eje central entre el Bajo Cauca y el Nordeste antioqueño. El tiempo de desplazamiento y la forma de transitar se ha cortado mucho. Ahora estamos a una hora de Caucasia y en el futuro, cuando terminen los últimos tramos, a dos de Medellín. Antes podíamos tardar 10 horas en llegar allá.

En Zaragoza vivimos de la minería y de la madera. Ahora podemos comerciar con Caucasia, El Bagre, Remedios, Segovia, Vegachí. Esto ha generado que Zaragoza se convierta en un punto central para recibir y distribuir. Las comunidades me dicen que antes había que sacar los camiones con tractor hasta la vía principal y hacer varios transbordos para poder llegar. Era imposible.

Hay carreteras que no están terminadas, sobre todo el tramo hacia Medellín. Pero uno ve que todavía están haciendo ampliaciones de la vía y construyendo puentes. Uno ya se puede imaginar llegando a Medellín en dos horas, esa es la idea. De pronto uno ahora duda del tema de inseguridad, pero eso es algo que el Estado puede corregir. Pero yo anhelo disfrutar de esas mejoras en las vías en unos dos años.

Matrimonio igualitario: “tener los mismos derechos que una pareja heterosexual es algo que soñábamos desde que eramos asolescentes”

Mauricio estaba de visita en casa de su madre, en Bogotá. Germán lo espera de regreso en Italia con sus cuatro perros. Foto: La Silla Vacía.

Mauricio Skinner es arquitecto. Tiene 55 años. La sentencia SU-214 de la Corte Constitucional, que legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo en 2016, le permitió casarse con Germán Murillo en Bogotá hace seis años. Hoy viven juntos en Italia, con sus cuatro perros. Ellos son una de las más de 1700 parejas homosexuales que han legalizado su matrimonio en Colombia.

Tengo presente la sentencia de matrimonio igualitario en 2016 porque fuimos primero que Italia. Fue el mismo año, con un mes de diferencia. Yo decía “¡le ganamos a Italia!”. La primera cosa que sientes es una gran libertad. Tiene mucho que ver con la edad de nosotros, porque cuando éramos adolescentes todo era tabú, hasta pecado. Italia y Colombia son países católicos, arraigados a pensamientos muy anticuados.

Nos conocimos en 2014 en Bogotá. Yo estuve temporalmente aquí, porque desde los 19 años me fui a vivir a Italia. Germán me interesó porque compartimos un amor por los perros. Empezamos a hablar por una aplicación de citas y cuando me mostró su mascota supe que tenía que conocerlo. Ninguno de los dos se había casado antes. 

Estábamos aquí, pero yo me quería devolver a Italia y le propuse a Germán regresar conmigo. Prácticamente le propuse matrimonio. Me dijo que sí, pero sólo si podíamos viajar con nuestros cuatro perros.

Nos casamos el 2 de agosto de 2018 en una notaría en Chapinero. Nuestras mamás fueron nuestras testigos de boda. Luego fui a la embajada y transferimos el matrimonio a Italia. Cuando llegamos, en marzo de 2019, la alcaldía del pueblo ya tenía el registro.

Mauricio y Germán el día de su matrimonio en una notaria en la localidad de Chapinero, en Bogotá, en agosto de 2018. Foto: Cortesía.

El matrimonio nos permitió mucha más apertura. Ahora podemos ver a dos hombres dándose un beso en público. Incluso en eso Colombia está más adelantado que Italia. Bogotá es una ciudad cosmopolita. La gente de nuestro pueblo es más cerrada.

Pero además de las costumbres, ganamos desde un punto de vista legal. Ya tenemos el respaldo del Estado en leyes de sucesión, por ejemplo. Ahora estoy tranquilo de que si me pasa algo, mi marido no queda desprotegido.

Ser gay hoy es muy relativo. Para nosotros es una situación de tranquilidad, pero aún hay mucho estigma, tenemos hasta pena de muerte en algunos países. Por eso estas políticas son necesarias, nos reconocen como personas. Ya no hay que hablar de culpa ni de perdón. Al haber aceptación del Estado, hay aceptación de la sociedad en general.

Acuerdo de Paz: “En el momento en que nos permitan desarrollar la lucha en la arena política, lo hacemos. No hacemos la guerra por la guerra”.

Imagen reciente de René Medina en el Valle del Cauca. Foto: Cortesía

Luis René Medina asumió este nombre cuando ingresó a las FARC en 1980. Tenía 19 años, hoy tiene 63. A raíz del Acuerdo de Paz firmado en 2016 ahora vive en Palmira y  lidera la reincorporación de excombatientes en el PDET de Patía, Cauca. 13,609 guerrilleros dejaron las armas tras el Acuerdo con las Farc.

Mis padres eran de Santander y Casanare. Fueron víctimas de La Violencia y les tocó desplazarse. Yo nací en Bogotá pero luego nos trasladamos al Meta, al corregimiento El Refugio. Allí entré al movimiento desde muy joven. Las condiciones fueron las que generaron nuestra situación. 

Yo aprecio mucho mi vida en el movimiento. Entré al frente tercero, en los Llanos del Yarí. Uno entraba de base y recibía una formación muy integral: política, militar y de cultura general. Luego pasé a integrar el secretariado. Ahí fue donde me entrené en comunicaciones y electrónica. Aprendí mucho. Yo en la casa no tuve la oportunidad de estudiar, pero en el movimiento sí. Son cosas que no menosprecio.

Cuando llegó el acuerdo teníamos la convicción de que la lucha en el fondo era política. El proceso de paz era muy consecuente con nuestro discurso, entonces. Uno dice “hombre vamos encaminados en el camino correcto con la filosofía del movimiento”. Eso a uno le daba satisfacción. Obviamente cuando uno llega a la vida civil reincorporarse a la dinámica de salud es difícil. En el movimiento teníamos más facilidades, como atención en salud inmediata. Ahora nos toca por la EPS. Es un proceso de adaptación.

En la actualidad estoy trabajando para seguir este proceso desde la vida civil. Estuve con Pastor Alape en el Centro Nacional de Reincorporación hasta hace año y medio. Ahora me dedico a lo regional desde el suroccidente del país. Me dedico a la cooperativa, generando planes de trabajo para incidencia de los excombatientes en los planes de desarrollo locales. Esto tampoco es fácil, ha habido mucho incumplimiento y la gente se va desanimando. La institucionalidad sigue un poco cerrada a trabajar con nosotros.

René Medina a los 26 años en el campamento de las FARC de los Llanos del Yarí. 1987. Foto: Cortesía.

En mi trabajo estoy centrado en el corregimiento de El Estrecho en Patía, Cauca, en donde funciona el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación. Tengo reuniones con compañeros y diseñamos planes de trabajo. Le invertimos mucho a la cooperativa, para que la reincorporación sea comunitaria y no individual. Somos un colectivo.

En la JEP fui compareciente, he estado atento a la contribución al esclarecimiento de la verdad. Integré la Comisión de la Verdad para explicar cómo funcionaban los frentes, escribí un capítulo sobre eso. También estoy integrado a la Agencia Nacional de Reincorporación, ahora el tema de asociatividad es muy importante. 

Rotundamente creo que retirarse y firmar el acuerdo fue la decisión correcta. No fue una traición, el norte de la lucha sigue vigente. Hay menos muertos y afectados por la guerra. Y la lucha continúa. La mayoría nos mantuvimos en el proceso, eso nos da idea de lo acertado que fue. Quiero dar liderazgo para asentarnos a trabajar, a organizarnos, a mantener el movimiento. Creo que así terminaré mi vida, en los temas de reincorporación.

Sistema Nacional de Áreas Protegidas: “La Lindosa es la reserva natural protectora de Chiribiquete. Hay que evitar un turismo masivo que destruya al medio ambiente”.

Diana Vera en el mirador del sitio arqueológico de Nuevo Tolima, en la Serranía de La Lindosa, departamento del Guaviare. Foto: Cortesía.

Diana Vera tiene 34 años y se crió en San José del Guaviare. Dice que el turismo comunitario surgió como una alternativa para la gente del Guaviare luego de la paz y la declaratoria del Parque Nacional Chiribiquete como patrimonio en 2018. Gracias a la política de áreas protegidas de 2015, complementada por los Conpes 3680/10 y 4050/21, hoy Colombia cuenta con casi 40 millones de hectáreas protegidas, más del doble de las que había en 2015.

Con Chiribiquete, la Serranía de la Lindosa se visibiliza. Somos el primer cinturón de amortiguación del parque, la gente aquí sí nos puede visitar. Por eso nos organizamos entre varias familias de la vereda para el turismo comunitario arqueológico autorizado. Entre varios jóvenes de las vereda de Nuevo Tolima manejamos la Asociación de Jóvenes por la Tierra para ofrecer planes de turismo comunitario. La mayoría de la gente viene a ver las pinturas, pero también ofrecemos planes de gastronomía y recreación.

Como guías estamos siendo capacitados constantemente para la protección ambiental. Recibimos ayuda de organizaciones como el Sena, el Icanh, Unesco, la Fundación Panaca y Corpomojana. Así aprendemos sobre arqueología, primeros auxilios, turismo rural sostenible y el monitoreo de fauna para su preservación. WWF también nos está direccionando en un proyecto de corredor del jaguar. 

Nuestro grupo está conformado por 19 jóvenes dedicados al proceso de guianza. Queremos vincular la mayor parte de veredas que están en el corredor de La Lindosa. Antes había muchos cultivos de coca y presencia de la guerrilla. La comunidad se vio afectada durante muchos años, pero la firma del acuerdo nos ayudó a pensar en otro futuro. La gente empezó a ver el Guaviare sin miedo. 

Diana Vera frente al panel principal de pinturas rupestres del sitio arqueológico de Nuevo Tolima. Foto: Cortesía.

Las políticas de protección y Parques Nacionales también nos ayudan a que vengan los turistas. Aunque la política de Parques Nacionales presenta problemas con la tenencia de tierras de los campesinos, sin dar opciones alternativas de sustento. También es difícil cambiar la mentalidad y generar conciencia de conservación.

Hay muchísimas fincas campesinas en los límites de la serranía. Con la asociación queremos generar conciencia para pasar de la ganadería al turismo sostenible. En la finca de mis papás hemos sembrado 12 mil árboles. Ellos incluso llegaron a cultivar coca. La idea es transformar las fincas en zonas de reserva. Tenemos que reforestar.

Esta generación está enfocada en la no repetición del conflicto y en evitar la tala. Poder ver finqueros pasando al turismo es muy bonito. Además en eso también encuentran un ingreso. Somos muchos más los que estamos luchando por una organización para cuidar la Amazonía. Mostrar al Guaviare con tanto orgullo es muy gratificante.

Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos: “Duque se portó muy bien con nosotros los venezolanos”

Maralis Hernández frente a su nueva peluquería en el barrio de Cedritos, en Bogotá. Foto: La Silla Vacía.

Maralis Hernández es peluquera y nació en el Estado Apure, en Venezuela. Tiene 59 años. Llegó a Colombia en 2017 con uno de sus hijos. Dice que aunque no pasó tanta necesidad como muchos, emigró a Bogotá en busca de mejores oportunidades. Con el Estatuto Temporal de Protección para Migrantes Venezolanos, expedido por el gobierno de Iván Duque, más de 2,8 millones de venezolanos tienen permisos temporales para permanecer y trabajar legalmente en el país.

En mi familia casi todos migramos. Mi hijo mayor vive en Panamá con su esposa. Yo me vine con el del medio, se graduó de bachiller y ahora trabaja acá. El tercero vino a estudiar pero luego de la pandemia se devolvió a Venezuela con mi esposo, Freddy. Él vive en Maracay, pero viene esporádicamente. Aunque ya tiene dos años que no lo veo.

Desde los quince años empecé a estudiar peluquería en Caracas y Maracay. Allá tenía mi salón, pero la situación era muy crítica. No teníamos calidad de vida: te quitan el agua, te quitan la luz, no consigues medicamentos. Por eso mi hijo Luis Alejandro quiso venir a Colombia a estudiar, yo no quería dejarlo solo entonces me vine con él. Llegamos hace siete años, en avión, con todos los papeles. Aquí en una peluquería me dijeron cómo aplicar al Permiso Especial de Permanencia (PEP), y lo saqué.

Luego de un tiempo me asocié con dos costeños y montamos una peluquería. En la pandemia mi esposo y yo estuvimos hospitalizados. Él intentó vivir acá pero le pareció difícil acoplarse. Por eso cerramos ese local, pero hace dos años volví a abrirlo aquí. Ha sido difícil, pero creo que el latino se adapta a todo: somos guerreros, echados pa’lante. Cuando llegué hubo dos años rudos, me tocó empezar de cero. Es duro, pero no difícil. 

Mi hijo me ayudó a sacar los papeles con mi cédula y pasaporte. Saqué el primer permiso en línea en 2018. Luego hace dos años saqué el Permiso por Protección Temporal (PPT), que dura diez años. Ese fue un documento que hizo Duque. No tengo que hablar de política pero tengo que decir las cosas buenas: Duque se portó muy bien con nosotros los venezolanos. Además la alcaldía me hacía seguimiento sobre si he sido maltratada o si sufrimos de xenofobia. A mi no me tocó, pero a mi compañera Pilar sí.

Ella es colombiana retornada. Se crió en Barquisimeto y allá tuvo a sus hijos con otro colombiano, pero cuando migraron su hijo tuvo problemas para sacar papeles por haber nacido en Venezuela. Lo acusaron de fraude de identidad. Otras veces les han gritado en la calle después de escuchar su acento, o no les venden en ciertos comercios. 

Maralis Hernandez y Pilar Romero en la peluquería. Se conocieron hace una semana. Maralis le dio trabajo a Pilar en su negocio. Foto: La Silla Vacía.

Esa no es mi situación. Conmigo han sido muy amables. Pero en el futuro me iría a mi Venezuela. Aquí hay comunidad, tengo varias clientas venezolanas, y también dos mejores amigas colombianas, de Medellín. Uno busca la cordialidad venezolana. Allá las amistades son maravillosas, son como una familia. En Venezuela, el vecino es la familia.

Aborto libre y seguro: “Me siento muy afortunada. En Colombia tenemos la mejor ley de aborto de America Latina.”

Laura tiene 25 años y vive en Bogotá. Abortó un embarazo no deseado hace poco y quiso compartir su testimonio de forma anónima. Pudo acceder a un procedimiento seguro gracias a la sentencia C-055 de 2022 de la Corte Constitucional, que despenalizó el aborto más allá de las tres causales previstas por la C-244 de 2006. Desde entonces, el acceso seguro al aborto ha aumentado en un 65,9%, según Profamilia

Aborté hace poco y quiero ser muy transparente. Como feminista creo que contarlo ayuda a empezar a desestigmatizar el aborto.

Mi embarazo no deseado pasó por un error que cometen muchas mujeres. Me tomé una postday pero estaba ovulando, y en ese caso no es igual de efectiva. Me confié, ese fue mi descuido. Estaba desinformada sobre mi propio ciclo. Y eso que llevaba 5 años planificando, pero dejé de hacerlo en febrero. 

Antes de enterarme me empecé a sentir mal. Las náuseas eran horribles, pero pensé que estaba intoxicada, no embarazada. Pero seguí así y me hice tres pruebas de embarazo. Dos salieron positivas. Entonces le escribí a una abogada de Jacarandas. Conozco la organización y sé que su línea de atención ha asesorado a más de diez mil mujeres en el acceso a un aborto seguro. Allí me dirigieron a Profamilia, y mi EPS tenía convenio con ellos.

Profamilia tiene un sistema de atención muy bueno. Pedí la cita un domingo y aborté el miércoles siguiente. Fui con una amiga. Allí me revisaron dos médicas, me hicieron una ecografía intravaginal y exámenes de sangre. Tenía seis semanas de embarazo. Podía abortar con medicamentos o acceder a una evacuación por vacío. Escogí los primeros. Fueron muy amables, me explicaron en qué consiste y me dieron una cajita con todo: mifepristona, misoprostol, ibuprofeno y una prueba de embarazo. 

Seguí las instrucciones y tomé los medicamentos. A los dos días fue la expulsión del embrión. En ese proceso siempre estuve acompañada. Tengo la fortuna de tener un círculo de cuidado muy fuerte. Cuando lo expulsé volví a ser yo. Sentí tranquilidad. Yo se que quiero ser mamá, pero en este momento las condiciones no dan para eso. 

Si no fuera por la sentencia hubiera tenido que buscar un procedimiento particular, autogestionado y mucho más caro. Esto fue gratuito. Con la nueva sentencia se espera que el sistema de salud preste un servicio ético y efectivo. Por eso pude hacerlo sin miedo. Pensar en el acompañamiento sin vergüenza antes del 2022 sería imposible. Ahora hay mucha más información y líneas de atención que te pueden ayudar.

Claro, yo hablo desde el privilegio. Pude hacerlo en Bogotá, con mi EPS y acompañada. Aún hay barreras como el trato no humanitario y el estigma, sobre todo para mujeres rurales. Hay mucho que están haciendo los colectivos pero que debería estar haciendo el Estado colombiano. Pero vamos bien. Una mujer de mi edad en Estados Unidos, Polonia o Centroamérica no habría podido acceder a lo mismo que yo.

Soy asistente de investigación para La Silla Vacía. Escribo sobre medio ambiente, tecnología y política nacional. Estudié Historia del Arte y Gobierno y Asuntos Públicos de la Universidad de Los Andes.