Como disco rayado se escucha por doquier que las crisis sacan lo mejor y lo peor de nosotros. La pandemia del Covid-19 muestra dos tendencias en las prácticas políticas en Colombia: la autodefensa de territorios y la profundización del clientelismo.

  

El manejo de la pandemia del Coronavirus en Colombia muestra dos tendencias en las prácticas políticas: la autodefensa de territorios y la profundización del clientelismo.

 

Científicos sociales coinciden en anotar que los Estados-nación tienen dos pilares fundamentales para mantener el orden y los proyectos de vida en común:[1]la credibilidad y legitimidad del mismo Estado (representado por sus instituciones), y el monopolio del uso de la fuerza y las violencias. 

 

Por su parte, los expertos que han estudiado  la formación y desarrollo del Estado en Colombia muestran[2]que en neustra historia no hemos logrado conquistar estas dos condiciones, generando acciones que privilegian la resolución privada de conflictos y la creación de autodefensas, ambos gérmenes del surgimiento tanto de grupos guerrilleros, como de paramilitares y de todo tipo de organizaciones criminales. 

 

Ante la falta de credibilidad en las instituciones y dirigentes del país y sus regiones, hoy en muchos territorios rurales, pero también urbanos de Colombia, los poderes de facto (unos legales, muchos otros no), han decretado encierros, toques de queda, normas y sanciones, que buscan afrontar la emergencia social y de salud, así como los miedos generados por las informaciones de la pandemia. 

 

En esta línea, hemos visto en las noticias, no sólo los rifirrafes entre la presidencia y las alcaldías sobre las potestades y autoridad para manejar la crisis en sus respectivas jurisdicciones, sino también a resguardos indígenas,  comunidades negras y Afros, incluso corregimientos, barrios y conjuntos residenciales, estableciendo sus propias medidas para la entrada y salida de personas, para el manejo de la vida cotidiana, y la aceptación o no de miembros de la comunidad, como ha sucedido con el personal médico.

 

También hemos sido testigos de las amenazas, castigos y  penas de muerte, proferidas por individuos y grupos armados ilegales, producto del incumplimiento de regulaciones impuestas por ellos mismos mediante panfletos, pintas en paredes y muros, y comunicados públicos. 

 

Analistas sociales también sostienen que en Colombia y en Latinoamérica[3]han predominado tácticas políticas como el clientelismo, que consisten en el intercambio de votos y otras formas de apoyo político, por decisiones públicas o beneficios particulares. Tácticas que incluyen formas de relacionamiento entre lideres políticos y sus seguidores, predominando vínculos y lealtades patronales, religiosas, familiares y económicas. 

 

Esto se evidencia en experiencias de carácter clientelar que han sido institucionalizadas  como la  Familias en Acción, que según información gubernamental, funcionan de tiempo atrás con aproximadamente 2.6 millones de familias, y que con la emergencia actual, aspira a incorporar a tres millones más. 

 

Si los favores del gobierno, con recursos del Estado (que son los de todos colombianos), se incrementan en esta proporción, esto podría garantizar el fortalecimiento y permanencia los regímenes nacionales y locales por largo tiempo. 

 

Las preminencia del clientelismo también se pone a la vista en los personalismos y excesivos protagonismos de muchos integrantes de la presidencia, las alcaldías, el Congreso, y las gobernaciones, que en medio de la crisis, siguen actuando con lógicas que privilegian la defensa de intereses particulares (y los compromisos con particulares), el otorgamiento de favores y “homenajes” (como ambiguamente fue expuesto el pago de la deuda a trabajadores de la salud), y los discursos polarizantes para ganar aplausos (y futuros votos) de los seguidores.

 

Estas formas de acción atentan contra proyectos políticos y sociales que tienen como prioridad la búsqueda del bien general y la implementación de programas de bienestar en el mediano y largo plazo.  

 

Otro indicio está en el exponencial incremento del trabajo de las IAS (Procuraduría, Fiscalía, Contraloría) que están revisando miles de contratos y recibir cientos de denuncias, no solo por el favorecimiento a padrinos políticos, familiares y amigos, sino por los destinos y montos de los recursos asignados para cuidar la vida, la salud y el alimento de los más vulnerables y necesitados. 

 

Estos hechos, más que mostrar lo peor o lo mejor de nuestras practicas políticas, son una oportunidad, como reza otro disco rayado de estos días. Es decir, la crisis actual podría servir para mirarnos al espejo y tratar de reconocer y aceptar prácticas políticas y culturales que muestran la fragmentación de los poderes y ordenes locales; las formas de ejercicio de la autoridad y de mediación política, y las maneras como se distribuyen y redistribuyen los recursos públicos. Quizá esto nos permita corregir y proponer mejores modelos para la vida juntos, como se aspiraba con el de los Estados-nación. 

 

PD: Los invito a contribuir hoy con la Donatónpropuesta por organizaciones sociales de Tumaco para ayudar a mas de 10 mil familias afectadas por la pandemia, y a las que todavía no llegan de manera efectiva los apoyos del gobierno nacional y local: http://pagina10.com/web/donaton-tumaco-alimentando-la-esperanza-apoya/

 

 

 


[1]Ver por ejemplo Max Weber, Benedict Anderson. 

[2]Ver por ejemplo: Fernán González, Marco Palacios, Gustavo Duncan. 

[3]Ver por ejemplo los trabajos: Néstor García Canclini, Fernando Escalante, Francisco Gutiérrez. 

Ph.D. en Ciencias de la Información con estudios en Comunicación y Antropología. Es profesor investigador del Departamento de Estudios Político de Icesi y sus investigaciones abarcan áreas diversas como: los movimientos sociales, la migración y la información; las memorias y narrativas sobre la...