Santiago Silva Jaramillo
Santiago Silva Jaramillo

La corrupción es una de las principales y más resilientes preocupaciones de los colombianos. En encuestas de opinión, en espacios de deliberación y en la agenda pública, en general, la corrupción nunca abandona nuestra lista de angustias colectivas. Más allá de la percepción, la corrupción es culpable de problemas en el desarrollo económico del país, en la consolidación de su democracia, en la legitimidad del Estado e incluso, se vincula y retroalimenta de sus ciclos de violencia y conflicto. Así, no solo es una certeza en la creencia colectiva sobre cómo se comportan y toman decisiones los políticos, incluso define parte de las representaciones que tenemos sobre nosotros mismos. En el imaginario colectivo de los colombianos está profundamente instalada la idea de la corrupción y la deshonestidad como un rasgo cultural compartido.

En este sentido, la complejidad de un fenómeno como la corrupción exige tener muchas herramientas y conocimientos disponibles para enfrentarlo. Señalar la multicausalidad de los problemas es ya lugar común en muchos análisis académicos de los asuntos públicos pero, más que el estancamiento que sugiere esta característica, nos debe empujar a seguir ampliando los mecanismos con los que contamos para abordarlos.

De ahí la relevancia del trabajo que viene realizando Transparencia por Colombia con su Escuela Ciudadana Anticorrupción y la disposición a seguir ampliando el repertorio temático y los contenidos que presenta a las personas dispuestas para aumentar su conocimiento respecto a la promoción de la transparencia y la agenda anticorrupción. El pasado 29 de febrero presentó los dos más recientes módulos educativos de la Escuela. Estos presentan las perspectivas y herramientas que los estudios del comportamiento sugieren para enfrentar la corrupción, en particular desde las intervenciones de normas sociales.

Los módulos fueron el producto del trabajo conjunto entre Transparencia por Colombia, El Grupo SURA y la Escuela de Artes y Humanidades de la Universidad EAFIT. El objetivo principal del proceso fue la conexión teórica y práctica entre los estudios del comportamiento y la lucha anticorrupción. Supuso la realización de rastreos detallados y algunos experimentos conductuales. Los resultados señalaron una ruta de trabajo futura sobre potenciales intervenciones de normas sociales y conformidad para enfrentar algunos comportamientos asociados a la corrupción y el desarrollo del contenido académico de los dos módulos para llevar este conocimiento a las manos de cientos de personas y organizaciones que acceden a la Escuela Ciudadana Anticorrupción.

La investigación que produjo el contenido para los módulos reconoce que la corrupción, en tanto una serie de comportamientos encadenados, puede comprenderse respecto a las limitaciones que producen las reglas formales, los vicios de información, las influencias identitarias, la retroalimentación de expectativas y, sobre todo, las normas sociales. Reivindica mecanismos como la señalización de comportamientos indeseables, la interacción entre agentes y el uso de información de normas descriptivas y prescriptivas en la comunicación pueden tener para la lucha anticorrupción.

Estos esfuerzos reconocen la complejidad del problema y el hecho de que debemos seguir ampliando los repertorios posibles para combatir la corrupción, pero también, sobre el optimismo moderado de que la transparencia no solo es deseable sino posible y que la promoción de un conocimiento más integral y unos mecanismos de cambio cada vez mejor diseñados, pueden llevar a procesos de cambio efectivo frente a una de las mayores preocupaciones de los colombianos.