El presidente Gustavo Petro trinó recientemente que la caída de la demanda de la cocaína en el país se debía al aumento del consumo de fentanilo en los Estados Unidos, y alertó que el país debe prepararse para la llegada de esta droga. El exministro Alejandro Gaviria, entre otros, han desmentido que la demanda por cocaína se haya desplomado en Estados Unidos. 

Para hablar sobre las posibilidades de la llegada del fentanilo a Colombia, y la instrumentalización política de esta idea, La Silla Académica habló con Julián Quintero, director de Échele Cabeza, una organización de la sociedad civil que se dedica a brindar información para las personas que deciden consumir sustancias psicoactivas legales e ilegales. Julián escribió el texto: “Fentanilo: la culpa no es de las drogas, es de la prohibición”.

La Silla también habló con la profesora Angela María Arango y con el profesor Jhon Jairo Olarte, ambos docentes de la maestría en Psicología Clínica de la Universidad de Manizales. Jhon Jairo publicó el artículo: “Significados de cambio en el fenómeno de las adicciones como elemento comprensivo de los procesos de intervención de usuarios en programas de tratamiento“, que informa la entrevista. 

LSA:

Es La Silla Académica

OLARTE:

Es Jairo Olarte

ARANGO:

Ángela Arango

QUINTERO:

Es Julián Quintero

LSA:

Vamos a lo básico, ¿qué es el fentanilo?

QUINTERO:

El fentanilo es un opioide sintético de uso farmacéutico con cualidades anestésicas (pérdida temporal de la sensibilidad) y analgésicas (reducción del dolor). Se usó más o menos desde los 70s, y es sintetizado en Colombia desde los 90s. Su efecto es muy rápido y se usa para inducir anestesia y hacer cirugías, especialmente en los quirófanos. También para manejar el dolor en personas en cuidados paliativos y con enfermedades terminales. 

LSA:

 ¿Qué riesgos trae su consumo?

QUINTERO:

Como con toda sustancia, los riesgos están asociados a la dosificación y al abuso. En la dosificación, como es una sustancia tan potente, con tres miligramos tienes el estado perfecto, el estado buscado. Pero con seis miligramos te puedes morir.

El otro riesgo tiene que ver con el abuso, y es que el fentanilo genera una alta dependencia porque es un opioide. Dependencia tanto en su uso recreativo como hospitalario. En el uso hospitalario hay menos riesgos, porque hay acompañamiento, antídotos, y una sobredosis se puede revertir. Con el uso recreativo el problema es que la gente, por desconocimiento, termina consumiendo más de lo que debe, y no tiene quien esté a su lado para identificar una sobredosis.

LSA:

¿Esta droga es nueva en Colombia o sólo ha sido ignorada hasta ahora?

QUINTERO:

Este medicamento circula por las calles de manera ilegal desde hace unos 10 años. Hace nueve años yo vi por primera vez fentanilo en las calles de Bogotá, en ampolletas. Es decir, medicamentos desviados desde los hospitales, como una morfina o un tramadol, que son de control. ¿Qué es lo que pasa? Pues que, en los últimos años, a raíz de la epidemia norteamericana con análogos de fentanilo sintético, se está generando una alerta mundial.

Pero es una alerta que está enfocada nuevamente como una guerra por el gobierno norteamericano, pero que nada tiene que ver con nosotros. ¿Por qué? Pues porque en Colombia se han detectado análogos de fentanilo sintético dos o tres veces en los últimos cinco años, y no ha sido de mayor riesgo. El fentanilo que está matando a los gringos no es el hospitalario, sino análogos sintéticos que se fabrican de manera ilegal y que adulteran otras drogas ilegales. 

LSA:

ARANGO:

Yo trabajo en una IPS que atiende pacientes con diagnósticos de salud mental correlacionadas con patologías crónicas como la bipolaridad y los trastornos psicóticos, muchos de ellos asociados a adicciones y al consumo de sustancias. Hace años atendíamos pacientes que presentaban problemas asociados a una sola sustancia; pacientes que estaban enganchados al cannabis o que consumían perico.

Pero actualmente lo que vemos es policonsumos de distinto tipo de sustancias como el 2C-B o, como se le conoce, cocaína rosa, que se mezclan con opiáceos. Unos le añaden benzodiazepinas y otros le ponen otro tipo de medicamentos. Le mezclan éxtasis u otro tipo de pepas.

Otra particularidad que observo en mi práctica diaria es que cada vez se encuentran personas que empiezan a experimentar los consumos a menores edades. Antes yo veía personas que iniciaban el consumo a los 15 o 16 años. Hoy estamos viendo preadolescentes de 11 o 12 años que empezaron a tener una exploración de las sustancias. Tengo muchos casos de preadolescentes que llegan a la consulta y la primera sustancia que han probado en su vida es el tusi. 

OLARTE:

No sé de estadísticas generales, pero lo que hemos visto en la práctica es que las sustancias de mayor consumo, en este momento, serían dos muy antiguas: marihuana y bazuco. Pero dentro de estas, viene aumentando el 2C-B como una sustancia de alto impacto.

LSA:

En un tuit reciente el presidente Petro dijo: “de la marihuana del capitalismo del bienestar y sus juventudes rebeldes, pasamos a la cocaína, la droga de la competitividad y el neoliberalismo; y ahora entramos a la droga de la muerte, el fentanilo: la droga del capitalismo de la crisis climática y la guerra.” ¿Qué opina de estas declaraciones? 

QUINTERO:

Ese tuit es muy populista. Parece sugerir: “ay si la marihuana es una chimba porque es guerrillera y rebelde y la cocaína es de los yuppies neoliberales y el fentanilo es de la muerte”. Ahí lo que hay son puras asociaciones prejuiciosas para encasillar los tipos de consumo y las personas en un comportamiento político que no responde a la realidad.

Yo podría decirle que la marihuana es la droga más normalizada. Si algo tiene el capitalista hoy en día es la marihuana, y hay poco de rebelde en eso. Ahora, creo que este tipo de asociaciones son muy comunes. La cocaína claramente es una sustancia estimulante asociada a las personas altamente productivas, a quienes les funciona para celebrar o trabajar, y esto encaja muy bien en el neoliberalismo.

Frente a esa idea que menciona Petro sobre el fentanilo como droga de la muerte, tal vez cabría una asociación, pero no la muerte como un accidente o como una consecuencia negativa no deseada por quienes consumen, sino la muerte como ese escenario de descanso, ese lugar de tranquilidad frente a la sociedad terrible en la que viven, sobretodo, los norteamericanos, con todo el fenómeno de los opioides, las farmacéuticas y la corrupción.

ARANGO:

Otra idea que sugiere el trino de Petro es que hay una especie de decadencia en el consumo de las drogas y con el fentanilo se ha tocado fondo, pero yo pienso que en todas las épocas hemos visto ciertos consumos de drogas más o menos problemáticos, y distintos imaginarios sociales sobre los consumidores, por lo que es una historia mucho más compleja, que no se puede reducir a ese imaginario tan básico sobre las distintas épocas del consumo.

LSA:

 ¿Es realista decir que a Colombia va a llegar también una epidemia de fentanilo?

QUINTERO:

Yo creo que Colombia desde hace muchos años ha venido implementando estrategias de reducción de riesgos y daños, como el análisis de sustancias, que son las que hoy en día se perfilan como las más efectivas para controlar esta epidemia. En Colombia desde hace varios años hay distribución de naloxona (un medicamento bastante seguro que revierte el efecto de la sobredosis de cualquier opioide y opiáceo).

También acabamos de abrir la primera sala inyección de consumo supervisado para uno poder ver qué consume, especialmente las personas cercanas al consumo de heroína. De hecho, en Colombia hay varios factores que hacen que la probabilidad de que ocurra esta epidemia sea muy baja. Esos factores impactan positivamente y hacen que no estemos en las mismas condiciones que los Estados Unidos.

En el caso de Estados Unidos, un factor que explica por qué se generó la epidemia de fentanilo es la sobreoferta y sobreformulación de oxicodona como un medicamento opioide de baja dependencia. Cuando se demostró que era un medicamento de altísima dependencia, entre las farmacéuticas, los médicos y las autoridades de Estados Unidos de la FDA, se dieron pactos corruptos que, eventualmente, generaron una sociedad dependiente hacia los opiáceos. Justo sobre el tema hay dos documentales que cualquiera puede ver. Uno se llama “El crimen del siglo” y otro acaba de salir en Netflix, “Medicina letal”, pero cuentan básicamente lo mismo.

Lo segundo es que el extremo prohibicionismo norteamericano frente al consumo hace que la gente consuma sola o escondida. También se tardaron en adoptar estrategias de reducción de riesgos y daños. En Estados Unidos, hasta hace seis meses abrió la primera sala de inyección. Apenas hace un año se permitió la dosis de naloxona y sólo hasta hace tres o cuatro años se permitió el intercambió jeringas. En Colombia se viene haciendo esto hace diez años, y en Europa hace 30 años.

Entonces, Estados Unidos está siendo víctima de una mezcla de factores como la prohibición, la promesa excesiva de una pastilla mágica que resuelve todos los problemas y el excesivo mercantilismo. Ninguna sociedad va a estar suficientemente preparada para contrarrestar un fenómeno de este tipo, pero el prohibicionismo sí es un impedimento para abordarlo adecuadamente, porque quita la oportunidad de acceder a ese consumo con información, reducción de daños y antídotos.

Otro factor que pesa es que Colombia es un país que produce heroína de muy alta calidad a muy bajo precio. El fentanilo aparece en el consumo estadounidense como un sustituto opioide de muy bajo costo para reemplazar otros costosos como la oxicodona o la heroína. Esto ayuda a explicar que no tengamos un antecedente de adicción farmacéutica a medicamentos, por lo que creo que no existen las condiciones para que haya una epidemia de ese tipo en el país.

LSA:

 ¿Creen que bastan las medidas de prevención que menciona Julián para enfrentar el consumo de drogas como el fentanilo o las otras sintéticas que se consumen actualmente en Colombia?

OLARTE:

De entrada estamos de acuerdo con que este es un problema de salud pública primordialmente. Pero yo soy de los que creo que la adicción va más allá del consumo e involucra al sujeto que consume. Es decir, me parecen valiosos los programas de prevención, pero esto es un asunto de fondo, de la formación y condición psíquica de los sujetos.

Aquí en Armenia tienen algunos lugares donde les dan jeringuillas a las personas que consumen heroína. En Pereira también lo hacen. Eso está muy bien porque estamos previniendo el contagio de enfermedades, estamos evitando una cantidad de condiciones asociadas a ese consumo sin regulación. Seguramente para el Estado eso es importante, cierto, pero eso no garantiza que la persona no vaya a ingresar en un episodio psicótico la próxima semana.

Detrás del consumo de drogas hay problemas más estructurales de salud mental asociados a la ansiedad y la depresión que están, a menudo, detrás de los consumos más problemáticos. Siempre cabe la pregunta: ¿soy adicto a la sustancia o a lo que esto me genera y al impacto psiquico que tiene en mi?

Una persona con un trastorno de la personalidad de base que está asociada al consumo de sustancias puede pasarse toda la vida intentando dejar de consumir. Entonces, la intervención del Estado tiene que abordar estos trastornos de la personalidad tanto como ocuparse de las medidas preventivas que ya implementa.

LSA:

¿Cree entonces que las alarmas que han hecho políticos sobre la llegada del fentanilo son injustificadas?

QUINTERO:

Yo creo que definitivamente es una alarma injustificada porque no hay evidencia de la presencia de los análogos de fentanilo en Colombia de manera masiva que hayan producido muertes. Nadie en la Policía o el Ministerio de Salud puede dar evidencia de la presencia del fentanilo que mata a los gringos en Colombia de una forma que justifique la alerta que estamos viviendo hoy.

El fentanilo es un problema geopolítico de China, México y Estados Unidos en el que quieren meter a Colombia para hacer bulto. Colombia debería estar concentrada en que no monten maquilas para hacer fentanilo, que lo veo muy difícil, y en la regulación de marihuana, de la cocaína y en el tema del 2C-B, hablando de consumo.

Claramente hay unas modificaciones del mercado en el último año debido a la sobreexposición de los medios de comunicación, y por los políticos haciéndonos creer que esto va a ser similar a esas imágenes perversas y morbosas que están utilizando de las personas teniendo dolor en las calles en Estados Unidos.

Antes bien, esa alarma puede terminar generando más demanda por fentanilo en el mercado negro. Actualmente hay más gente que quiere curiosear. Como otras sustancias en el pasado, como el 2C-B hace 10 años, entre los medios de comunicación, la fuerza pública y el gobierno lo están posicionando muy bien.

LSA:

¿Cómo puede impactar el consumo la idea de una guerra contra el fentanilo?

QUINTERO:

Es innegable la politización del fentanilo entre los políticos. Algunos usan la crisis para decir que ya no hay que prestarle tanta atención a la cocaína sino a ese opioide. Los otros los usan para decir que la guerra contra las drogas no ha fracasado y que sigue siendo relevante. Cada uno utiliza la epidemia para su propio beneficio y la instrumentaliza políticamente de distintas formas.

Hay evidencia que demuestra que la sobreexposición de estos temas de consumo por parte de los políticos, aseverando circunstancias o hechos sin evidencia, al igual que la falta de rigurosidad periodística para solicitar la evidencia de las afirmaciones de las autoridades, tienen un efecto en las dinámicas de consumo. Más si se concentra en una divulgación del fenómeno de drogas a partir del miedo, y cargada de imágenes estigmatizadoras o categorías que acaban con la dignidad de las personas, como andar diciendo droga zombi.

Ya hay casos documentados, como fue la presentación pública y lanzamiento del 2C-B en Colombia, bajo un titular que se llamó “La droga 2C-B, la traba de élite”, en el 2012, por la revista Semana. Eso fue el lanzamiento al estrellato y la publicidad de esa droga. Cocaína Rosada es el nombre que le pone un policía al 2C-B, que no tiene nada que ver con la cocaína, y así quedó en el argot popular. 

Soy editor de la Silla Académica y cubro las movidas del poder alrededor del medioambiente en la Silla.