Hoy se celebra la llegada de Colón a América. Hablamos con Mauricio Nieto historiador de la Facultad de Ciencias Sociales de Los Andes sobre las implicaciones que ha tenido una construcción eurocéntrica de la historia.

 

Hoy 12 de octubre se celebra la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492.

La Silla Académica entrevistó a Mauricio Nieto, profesor del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Los Andes, quien ha investigado y publicado numerosos libros sobre el tema, entre ellos “Las máquinas del imperio y el reino de Dios. Reflexiones sobre ciencia, tecnología y religión en el mundo atlántico del siglo XVI“.

Nieto problematiza la idea misma de “descubrimiento”, la reducción por parte de algunos historiadores de la religión a retórica o a un pretexto para la expansión del imperio español, habla de cómo Europa se descubrió a sí misma en relación con América, y menciona cuáles son algunos de los efectos hasta hoy, de la construcción eurocéntrica de la historia de conquista y colonización americanas.

Hoy, 12 de octubre, se celebra el descubrimiento de América ¿Por qué hablar de descubrimiento cuando nos referimos a un continente habitado por millones de personas? ¿La siguiente imagen qué luces arroja sobre eso?

Mauricio Nieto:  Descubrir quiere decir encontrar algo que siempre ha estado ahí pero que nadie ha visto, algo que ocurre en un momento específico y la idea resulta absurda para referirse a lo que ocurrió el 12 de octubre. Colón no descubrió América. Murió sin saber de su existencia, convencido de haber llegado a oriente y no pudo imaginar la existencia de un cuarto continente.

Más que un momento de descubrimiento lo que ocurre en 1492 es el inicio de un proceso gradual de construcción simultánea de América y de Europa, del Nuevo y del Viejo Mundo.

Una típica narración europea del descubrimiento se aprecia en el grabado “América descubierta”.

Hay dos figuras protagónicas en esa imagen. Por una lado hay un hombre, una figura masculina que representa a Europa en el personaje de Américo Vespucio.

En su mano derecha tiene la señal de la cruz, la religión cristiana como uno de sus elementos de superioridad. En la mano izquierda tiene un astrolabio que es también el emblema del poder tecnológico de Europa. Eso se suma a los barcos que están detrás. Naves muy poderosas. Es obvio no sólo la superioridad europea en esta narración sino que la acción de la historia es Europea.

América, por el otro lado, es una mujer que está desnuda. La desnudez aquí es importante, por un lado representa la ausencia de civilización y por otro, el Dorado sexual. La empresa de conquista la hicieron hombres. No había mujeres en los barcos. Estos hombres cristianos del siglo XV y XVI no se que tantos senos habían visto pero todo el tiempo están escribiendo sobre eso, ‘están desnudas, no tienen pudor… y vienen a nosotros’.

América está representada como una mujer que está ofreciéndose, pasiva, en una hamaca y está cordialmente dándole una bienvenida a Europa. Invitándola a un asado en la parte de atrás de carne humana. Hay canibalismo. No podía faltar la idea de que estas culturas, a diferencia de la europea, son salvajes.

El canibalismo es desde la Edad Media el emblema del bárbaro. De manera inmediata se identificó a los nativos americanos como caníbales. Posiblemente hubo algún tipo de canibalismo en América, pero es el estereotipo del caribe, como un caníbal, el que justifica el dominio, la civilización de la barbarie.

Hay un contraste también entre los grandes barcos y el astrolabio, como parte de Europa y del otro, del de América, un remo, que es una tecnología primitiva que usaban  los americanos y que no les permitía atravesar el océano. Sin embargo, los europeos no habrían podido entrar al continente americano sin las canoas y los remos que hoy se fabrican igual a como lo hacían hace 500 años. Los barcos europeos quedaban atascados en la costa y todo su poder tecnológico resultaba inútil a la hora de penetrar el continente.

De ahí la importancia de incorporar la voz americana en el proceso. Los europeos estaban perdidos en territorios desconocidos y hostiles y son los nativos los que les muestran los caminos, los ríos y les ayudan a sobrevivir en la naturaleza americana.

LSA: Su libro problematiza la idea de la tecnología como un medio, la religión como un mero pretexto y el comercio como la principal motivación de la expansión imperial. Por el contrario, llama la atención sobre la interacción de los artefactos, la naturaleza, lo humano y lo divino, como una forma de entender mejor el ejercicio del poder ¿Cómo es esto??

M.N.: La conquista y colonización de América fueron un empresa religiosa porque lo que querían en el fondo eran recursos para la Guerra Santa. El cristiano tiene un cometido y es convertir a los otros a la verdad. Todo se hizo en nombre de Dios y para Dios.

Esto representa un desafío para los historiadores seculares, modernos. ¿Qué hacemos con Dios en esta historia? Yo no soy necesariamente un hombre de fe. Pero no podría explicar la historia sin Dios. Dios en el siglo XVI, como quizá en el siglo XXI, es mucho más poderoso que Felipe II o que Carlos V. Todo lo hacen en nombre de Dios. Hay una cantidad de actores que es difícil para un historiador secular poner a actuar como la Vírgen María, el Espíritu Santo, los demonios. Pero son reales. Sin ellos la historia no hubiera ocurrido así.

Yo trato en el libro de poner a los dioses a actuar. Por ejemplo, la Vírgen salva a unos marineros de un naufragio. Llegan unos demonios a un barco, en medio de una tempestad y uno le dice al otro: ‘¿Por qué no lo hundes y el otro le responde: ‘no puedo, porque ahí va una Guadalupe’. Eso fue lo que los viajeros creyeron que pasó.

Frente a esa dimensión espiritual que, a mi juicio, es muy poderosa, los historiadores son muy torpes. Lo que hacen muchos es decir que lo religioso fue retórica y un pretexto para un fin más entendible en una historia secular, en la cual el verdadero motivo y motor de la historia era el oro. Y ahí se sienten cómodos. La dimensión religiosa no es sólo un pretexto. Si lees los documentos de la época, Dios está en cada párrafo.

LSA: ¿Cuál sería un término más apropiado para describir lo que pasó en 1492??

M.N.: Lo más adecuado sería hablar de una historia de dos grandes culturas que se encontraron. Sería más simétrica. Sin embargo, eso implica un reto para los historiadores que cuentan con fuentes mayoritariamente europeas, cristianas.

LSA: En su libro se señala que la construcción de Europa como comunidad tiene estrecha relación con el “descubrimiento” de América ¿por qué??

M.N.: 1492 fue realmente el inicio del descubrimiento de Europa, no de América. Europa se constituyó a sí misma como el centro del mundo entero, como la verdadera y única religión, cultura y civilización, y eso sólo fue posible en la medida que se pudo comparar con otros, los salvajes y paganos.

LSA: ¿Por qué es importante contar la historia desde un punto de vista que no sea el eurocéntrico?

M.N.: La Historia tiene un reto enorme de volver a pensar el pasado desde otros marcos de referencia que no sean solamente europeos.

Para pensar y construír un futuro es necesario repensar el pasado.

Cuando yo era niño tenía muchas discusiones con mi papá porque no me interesaba la historia, “el pasado ya pasó”, pensaba, y prefería hablar del hoy y del futuro. Ahora todo lo que hago es defender que sin pasado no hay manera de pensar el presente.

Mi madre murió de Alzheimer y la angustia de un enfermo sin memoria es que se siente sin futuro. El pasado tiene una estrecha relación con lo que somos y con lo que podemos ser; no se trata de saber datos de cosas que ocurrieron sino entender quiénes somos.

Yo no puedo ir al siglo XVI, mis preguntas sobre el pasado son siempre tomadas del presente. Si cortamos o cambiamos las raíces del pasado, cambia todo.

LSA: ¿Cómo seríamos hoy si no nos hubiera ‘descubierto’ nadie?

M.N.: No existiríamos. Somos de sangre mestiza, sostener la pureza de la sangre nativa es imposible. No podemos hablar de “nosotros los americanos del siglo XVI”.

Somos herederos de los conquistadores, y por eso quizá no tienen tanto sentido hablar de “ellos” y de “nosotros”. Tal vez tenga más sentido pensar que esa cultura invasiva es la nuestra y no ha cambiado mucho.

No sólo sería pertinente cambiar la palabra descubrimiento sino también la idea de lo que significa ser culto. Ser culto es poder comunicarse con gente distinta, no es saber datos de muchas cosas. Un país con una cultura rica es un país que sabe convivir con culturas diversas. Eso es lo que debe celebrarse el 12 de octubre.

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Soy la editora de La Silla Amazónica desde 2024 y estoy a cargo del Curso de Inmersión de La Silla. Fui la editora del Detector de Mentiras desde mediados de 2022 hasta 2023. Y previo a eso fui la editora de La Silla Académica desde 2017, un espacio que creamos con Juanita León para traducir periodísticamente...