A Petro le faltan pruebas para sostener que habrá fraude

Aunque plantea dudas razonables sobre los riesgos que puede haber en las elecciones, no sustenta su tesis de que “se está cocinando un fraude” con el software del conteo de votos y con los jurados.

Gustavo Petro lleva una semana diciendo que para las elecciones presidenciales “se está cocinando un fraude electoral”, para lo que ha hablado de una serie de irregularidades cometidas por la Registraduría y el Consejo Nacional Electoral (CNE) con el manejo del software usado para el conteo de votos y con la escogencia de los jurados de votación, y ha señalado al CNE de evitar una misión técnica que a su juicio habría evitado el fraude.

Y aunque ha planteado dudas razonables sobre el blindaje de las elecciones y que puede haber riesgos, no ha presentado pruebas de que haya un “fraude masivo” en marcha.

La Silla Vacía revisó sus argumentos y esto fue lo que encontró.

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En el software demuestra debilidades, no intento de saboteo

Petro demuestra que la Registraduría no blindó totalmente el software para las elecciones, que fue el punto débil que llevó a que el MIRA no tuviera curules durante casi 4 años por un saboteo. Pero no logra demostrar que vaya a pasar lo mismo y además tergiversa lo que realmente se demostró en ese caso.

Él basa sus denuncias en la sentencia del Consejo de Estado de febrero que le devolvió tres curules al Mira por irregularidades en el manejo del software electoral. Y a partir de ella, hace varias aseveraciones sobre el software que se usará para las presidenciales, pero parte de conclusiones que no están en el fallo.

Primero, afirma que el Consejo de Estado halló irregularidades “en casi 50 mil mesas”, que equivaldrían a más de la mitad de las 96.722 que hubo en esas elecciones, y por eso califica ese antecedente de “fraude masivo”.

Sin embargo, los magistrados probaron irregularidades en solo 6.418 mesas, de las cuales 1.412 fueron por el sabotaje a los sistemas de información (el MIRA denunció presuntas irregularidades en 41.166 mesas).

El software sí puede dar papaya para que lo saboteen

Petro asegura, basado en el fallo, que “el software está alterado”.  Pero el Consejo de Estado no concluyó eso, sino que en las elecciones de 2014 alguien, que no se pudo establecer quién, lo saboteó.

En esas elecciones la Registraduría contrató a la Unión Temporal Soluciones Informáticas, que tradicionalmente se gana el contrato de la logística y la integran Carvajal, Grupo ASD, Thomas Greg & Sons, Thomas Processing & Systems y Manejo Técnico de Información. En esencia, es la misma unión temporal que va a manejar la logística de estas elecciones.

Esa vez, como ésta, aportan un software para procesar los datos del preconteo, escrutinio y digitalización, que se instala en los computadores de las comisiones escrutadoras en todo el país. El software es el mismo, aunque lo van mejorando y actualizando con el tiempo, como pasa con Windows e iOs en los celulares y computadores personales.

ASD, una de empresas de la Unión Temporal, admitió en el proceso que el software no tenía, por lo menos en 2014, una forma suficientemente sólida para saber qué ocurre en él en esos procesos. “No es posible establecer técnicamente si el software utilizado (…) ofrece condiciones de seguridad de tal forma que no haya podido ser objeto de manipulación externa o por los mismos funcionarios encargados de su manejo, y de incorporación de datos electorales”, dijo en el proceso.

Además, dijo que tampoco permitía “establecer la existencia de huellas de ingresos ilícitos o ilegales al sistema de escrutinios”.

El peritaje que hizo el CTI, también en el proceso judicial, concluyó, además, que no pudieron acceder a la versión del software usada en esas elecciones porque nadie la guardó y que no sirve entrar a la versión actual.

Además, según el contratista, los equipos utilizados para el escrutinio “fueron sometidos a borrado seguro, de acuerdo a las exigencias del contrato que indican que pasados tres meses no debe conservar información del proceso”, a pesar de que la ley manda que se mantengan por los cuatro años que dura el periodo de los políticos elegidos.

Por eso fue difícil saber cómo se manejó la información en 2014.

A pesar de esos obstáculos, los peritos pudieron acceder a unos archivos bitácora, llamados técnicamente Log, que almacenan una información general que da una idea de cómo se manejaron los datos. Por ejemplo, ahí quedaba constancia de si se hicieron correcciones a los resultados de uno o varios candidatos, o se restauraron los datos si por alguna razón se equivocó el digitador.

Allí hallaron indicios de actividades irregulares, como registros con fechas anteriores al inicio oficial de los escrutinios, o que en algunos casos no quedaron registradas todas las actividades que debían quedar registradas dentro de los escrutinios.

Con esos indicios, el Consejo de Estado concluyó que “se presentaron irregularidades por la indebida manipulación de los sistemas de información”. Y que hubo un sabotaje que afectó 1.412 mesas.

La auditoría para conocer la fragilidad del software ni se hizo ni se alcanzaba a hacer

“La orden que dio el Consejo de Estado fue que tenía que revisarse el software mediante auditorías técnicas, o un cambio del software por algo que diera transparencia. Y eso, faltando una semana (para la primera vuelta), no se realizó. Es decir: la Registraduría y el CNE desacataron la orden judicial”, dijo Petro.

Eso no es cierto porque aunque el Consejo de Estado le hizo unas peticiones a la Registraduría para mejorar la seguridad del software, e incluso exhortó a que adquiera uno propio para que sea propiedad del Estado para que un proceso tan delicado no quede en manos de privados, no pidió en su fallo una “auditoría técnica”, y el registrador Juan Carlos Galindo se escuda en que ni esa sentencia ni ninguna ley ordena una auditoría de ese tipo.  

Sin embargo, que no se haya hecho sí apunta a una incertidumbre sobre el software este año, ya que esa auditoría sería clave para saber si efectivamente se mantiene la vulnerabilidad que mostró el software en 2014, sobre todo porque el Registrador dice que el software hoy tiene “todos los mecanismos de seguridad para impedir que pueda ser interferido por terceros, y quedará toda la trazabilidad para que posteriormente pueda ser examinado por las autoridades”.

Una auditoría técnica, como explicó en La Silla de la Innovación Carolina Botero, directora de la Fundación Karisma, consiste en que una entidad independiente examine el software por dentro para saber cómo está hecho, cómo está programado, si efectivamente hace las operaciones como se debe y determinar si su configuración es confiable.

Eso no es lo mismo que los simulacros en los que se prueba el software, a los que han ido los representantes de las campañas y que el Registrador ha puesto como ejemplo de que el sistema está funcionando bien porque esos delegados así lo han dicho, incluso los de Petro. Y no es lo mismo porque, a diferencia de una auditoría, en el simulacro no se ve cómo trabaja el sistema por dentro.

Karisma y la MOE elaboraron este año un protocolo con las pautas para elaborar una auditoría de ese tipo, y determinaron que para hacerla como se debe tarda unos tres meses. Botero le dijo a La Silla que lo ideal es arrancar con más tiempo (unos seis meses) para que en caso de encontrar errores se puedan corregir.

Con esos requisitos era difícil que un proceso así se realizara para estas elecciones, sobre todo porque las alertas (incluso las de Petro) se dispararon con el fallo del MIRA, que salió el 8 de febrero, es decir: tres meses después de que la Registraduría contrató la implementación del software, así como un mes antes de las legislativas y tres meses antes de la primera vuelta.

“Si uno es objetivo, para estas elecciones la Registraduría no tenía cómo hacerlo”, nos dijo Alejandra Barrios, Directora de la MOE.

Es una dificultad que juega en contra del argumento de Petro de que el Registrador, “por una decisión política”, no quiso hacer la auditoría. Y en todo caso no aporta pruebas de que así haya sido.

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Periodista. Pasé por La Patria, Congreso Visible y El Espectador. Cubrí para La Silla las movidas de poder en Bogotá y Cundinamarca mientras existió La Silla Cachaca entre 2017 y 2019. Ahora ando pendiente de las conversaciones que podamos dar y generar desde La Silla en redes sociales. De vez en...

Soy la editora creativa de La Silla Vacía. Estudié Antropología e Historia del Arte en la Universidad de los Andes. Antes de llegar al periodismo, trabajé en organizaciones de derechos humanos y con víctimas del conflicto armado. Gané el Premio Gabo de periodismo en la categoría de innovación...