Estas son las soluciones que siete expertos plantearon en la segunda versión de “Bogotá sobre la mesa”, un espacio de la Cámara de Comercio de Bogotá y La Silla Vacía.

En Bogotá hay bajos niveles de confianza entre ciudadanos y de estos hacia las instituciones; poca participación y baja transparencia institucional, así como una alta percepción de corrupción.

Esas son las conclusiones que arrojaron la encuesta sobre Gobernanza hecha por la Cámara de Comercio de Bogotá (CCB), el Índice de Capital Social, de la Corporación para el Control Social; y la Encuesta de Cultura Ciudadana que hacen Corpovisionarios y la CCB.

A partir de esos resultados poco alentadores, la CCB y La Silla Vacía organizaron la segunda versión de “Bogotá sobre la mesa”, una mesa redonda a la que convocaron a siete expertos que dieran luces sobre cómo pueden actuar instituciones y ciudadanos para cambiar ese panorama. (La primera versión fue sobre seguridad).

Estas fueron las soluciones que plantearon:

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Que el ciudadano de a pie sepa de primera mano cómo trabajan los funcionarios

El Índice de Capital Social, que también mide confianza en las instituciones, viene a la baja desde que se mide en 1997.

José Alberto Guerra, profesor de economía de la Universidad de Los Andes, propone que para mejorar la confianza del ciudadano en las instituciones, quienes estén a cargo de éstas deben propender porque el ciudadano sienta que hay respuestas eficaces de parte del Estado. Por ejemplo, a la hora de poner una denuncia.

Otros expertos insistieron en la necesidad de hacer un gobierno abierto, en este caso una alcaldía abierta, pero no sólo a punta de páginas web con información pública útil (que es necesario), sino incentivando a los ciudadanos a conocer directamente esas instituciones.

Ana María Araoz, investigadora de comportamiento humano y quien hace parte de la organización Sensata, propuso que, por ejemplo, los ciudadanos sean invitados a las instalaciones de la Alcaldía a conocer de primera mano qué hacen los funcionarios, para que puedan preguntar qué hacen y cómo lo hacen, y para que tengan elementos para cambiar la percepción de que todo el que trabaja en el sector público es o puede ser corrupto; además porque, según ella, es probable que al hablar de corrupción institucional los ciudadanos no sólo piensen en altos funcionarios, sino también en la recepcionista de un Cade o en un policía de tránsito.

En este sentido, Nancy Pineda, Subdirectora de Desarrollo Institucional de la Secretaría General de la Alcaldía, propone que la academia se preocupe más por incentivar a los estudiantes a que trabajen en el sector público para tratar de romper con la creencia de que allí sólo hay corrupción, burocracia y tramitomanía.

Juliana Uribe, creadora de la organización Movilizatorio, propone, por su parte, que a su vez el Distrito le haga sentir al ciudadano que si participa, lo va a tener en cuenta y le hará seguimiento a sus propuestas. Y pone como ejemplo la invitación que hizo la Alcaldía de Enrique Peñalosa a que la gente usara la plataforma Bogotá Abierta para hacer propuestas para el Plan de Desarrollo en 2016. Una de las más votadas, dijo, fue la de poner techo a los puentes de transmilenio para que, mientras los usuarios hacen fila para pagar, no se mojen cuando llueve. Sin embargo, no fue implementada.

Eso genera, dice Uribe, un desincentivo en la población y por lo tanto falta de confianza. Por eso propone que, en caso de no tener la capacidad de respuesta necesaria, se reduzcan los espacios de participación a aquellos que efectivamente serán tenidos en cuenta.

Sebastián Guanumen, del Extituto de Política Abierta, propone que instituciones como los desprestigiados partidos políticos sean más abiertos a los ciudadanos, por ejemplo, haciendo mayores esfuerzos para dar a conocer de dónde viene la financiación de sus campañas y de sus candidatos (eso actualmente queda reportado en la plataforma web Cuentas Claras, del Consejo Nacional Electoral, que no siempre es fácil de consultar), explicando la situación de sus políticos con investigaciones abiertas (y no dejarle esa obligación sólo a esos políticos) y dejando claras las reglas bajo las cuales entregan avales.

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Incentivar y unir a los líderes para mejorar la participación

Según el Índice de Gobernanza de 2018, la participación, que comprende tener voz en el debate público y fomenta la discusión entre ciudadanos, ha disminuido en Bogotá. En el 2014 fue del 25 por ciento y en el 2018, de 17 por ciento.

Juliana Uribe, creadora de Movilizatorio, planteó la necesidad de identificar e incentivar liderazgos individuales, con la idea de que se unan y creen liderazgos colectivos para formar organizaciones y/o colectivos que no solo puedan ser más constantes y estables en sus procesos, sino que, al masificarse, tengan más capacidad de incidir en las instituciones. Puso como ejemplo el movimiento estudiantil que a finales del año pasado lideró el paro nacional y más recursos para la educación superior.

Y agrega que para involucrar a los ciudadanos en procesos públicos hay hacer una curva de participación, es decir: involucrarlos inicialmente en acciones pequeñas y cotidianas, como preguntarles qué quieren hacer en el parque de su barrio y, una vez obtengan resultados visibles, invitarlos a pensar en asuntos más grandes.

Andrés Hernández, Director de Transparencia por Colombia, agrega que la forma como se abran esos espacios no debería depender del alcalde de turno para que no cambien cada cuatro años. Su propuesta es que se identifique qué tipo de espacios funciona y es efectivo en cada localidad, y con esa evidencia, mantenerlos en el tiempo, independientemente de quién gane las elecciones.

En lo digital, Sebastián Guanumen, del Extituto de Política Abierta, parte de que, como buena parte de la discusión pública la están dando hoy los ciudadanos en redes sociales, eso se tome como insumo para la toma de decisiones en el sector público, valiéndose de herramientas tecnológicas que permitan hacerlo de manera metódica y confiable.

3

Que haya más información para que los ciudadanos denuncien

El Índice de Capital Social concluyó que la percepción de corrupción de los bogotanos (8,4 sobre 10) es más baja que a nivel nacional (8,7), pero más alta que otras capitales como Cali (8,1), Medellín (8,0), Bucaramanga (7,5) y Cartagena (7,4).

Andrés Hernández, Director de Transparencia por Colombia considera que, a pesar de que ya no está en el radar el “Carrusel de la contratación”, que pudo haber golpeado mucho la percepción de la ciudadanía sobre lo que ocurre en el Distrito, en la mala imagen pueden incidir los enredos de corrupción de los alcaldes locales, que han sido constantes.

Como se trata de funcionarios que toman decisiones en los lugares más cercanos a la gente, Hernández propone que las alcaldías locales faciliten el acceso a la información sobre su gestión, para que los ciudadanos se vean incentivados a prestar más atención y a exigir una rendición de cuentas más estricta sobre lo que allí hacen, por ejemplo en la contratación de infraestructura, educación y salud, que son temas muy sensibles.

Propone, además, fortalecer el trámite de denuncias de corrupción en el Distrito para que efectivamente se abran investigaciones, y mejorar los protocolos de protección a denunciantes (asegurar su anonimato, por ejemplo) para que la gente se atreva a hacerlo con confianza.

Para elecciones, Sebastián Guanumen, del Extituto de Política Abierta, plantea la creación de estrategias para que los ciudadanos voten informados y por candidatos, por ejemplo los del Concejo este año, que no tengan investigaciones por corrupción. Propone hacerlo a partir de parámetros como la publicación de la declaración de renta, y que los medios y organizaciones independientes verifiquen las hojas de vida.

Y como medida cultural, el exalcalde y consultor Paul Bromberg, propone que altos funcionarios de organismos de control e investigación como la Procuraduría, Contraloría y la Fiscalía, así como los medios, hagan el mayor esfuerzo por acabar con la justicia espectáculo, pues considera que así se evita generar una percepción de corrupción que genere un clima negativo sobre todo el sector público y la sensación general de que todo está mal.

Para eso, dice, lo mejor es que si esas entidades realizan ruedas de prensa, se limiten a dar información que se acoja a lo que dicen las investigaciones, y que no pasen a ser espacios que Procurador, Contralor o Fiscal usen para dar discursos de opinión. Incluso, planteó la necesidad de que esos funcionarios, y otros como los magistrados de las altas cortes, tengan una vocación de anonimato una vez dejen sus cargos.

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Fortalecer la confianza entre vecinos

Según la Encuesta de Cultura Ciudadana, el índice de confianza interpersonal en Bogotá es de  5,43 sobre 10. Es decir, la ciudad se queda corta en este indicador, que mide la percepción que una persona tiene del otro y se construye a partir de preguntas sobre confianza en la gente, los vecinos, los amigos, los parientes y los compañeros de trabajo o estudio.

Ana María Araoz considera, en primer lugar, que la confianza en el otro tiene límites y no debe confundirse con tener que confiarle a cualquier extraño asuntos íntimos o privados, como el cuidado de los hijos. Para ella, se trata más bien de tener la capacidad de compartir en el espacio público sin temor a que el otro actúe de manera indeseable y por fuera de la norma.

Por ejemplo, tener la posibilidad de dejar las pertenencias en espacios públicos sin que esto suponga un riesgo; o tener una caja a la entrada de los baños en los que hay que pagar para ingresar, para que la gente deposite allí su dinero sin necesidad de que alguien vigile.

Por otra parte, para el profesor José Guerra, de la Universidad de los Andes, el Distrito también debe crear bienes públicos, como la ciclovía, a los que puedan acceder personas de todos los estratos, con la idea que generar interacciones sociales que generen confianza entre las personas que uses esos espacios.

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El orden, siempre el orden

Paul Bromberg, exalcalde de Bogotá y consultor, pide rescatar lo logrado con la aplicación de la cultura ciudadana de Antanas Mockus, sobre todo en su primera Alcaldía. Y eso, agrega, no fue otra cosa que gobernar para generar orden urbano. Es decir: que el gobierno logró que el servicio de aseo funcionara mejor, que los parques fueran medianamente aptos para irlos a visitar, que los andenes comenzaran a ser agradables para caminar.

El punto de Bromberg es que quien gobierne debe garantizar que las normas se cumplan, a partir de ejercicios estratégicos de comunicación y de hacer respetar la autoridad. Así, concluye, el ciudadano de a pie generará imaginarios más positivos sobre los demás y sobre las instituciones.

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