Foto: @VickyDavilaH

No solo Claudia López y Gustavo Petro ven a Vicky Dávila como una candidata presidencial en potencia. Luego de que la directora de la revista Semana lanzó una propuesta de reforma tributaria, varios periodistas le pidieron a Dávila que aclare si está pensando en aspirar a la Presidencia en 2026. 

“Si se viste como pato y camina como pato, es un pato”, dice Gonzalo Araujo, de la firma de consultoría estratégica Orza, sobre si Dávila parece candidata. Pero ella ha evadido las preguntas sobre si tiene aspiraciones electorales y ha volteado el espejo sobre los periodistas que le han pedido que lo aclare, para mostrar que ellos también han expresado opiniones políticas. Dávila no respondió preguntas de La Silla. 

Esa ambigüedad, que Dávila no ha querido disipar, la ha puesto en el sonajero político sin sacarla del periodismo, con el apoyo del parlante de uno de los medios más leídos en Colombia. Y mientras se define si es lo uno o lo otro, tiene una plataforma mediática para crecer como una voz potente de oposición al gobierno Petro, y atacar a posibles competidores del 2026, como Claudia López. 

Si no se lanza, hay un debate entre analistas sobre si la concentración de atención en sí misma terminará siendo útil para un estilo de periodismo, que mezcla cada vez más la opinión y la información o si le arrebatará credibilidad a las denuncias que haga como periodista.

Un nuevo grado de politización del periodismo

“Al gobierno debería dolerle, dolerle”, afirma la periodista en su video columna donde critica los gastos del gobierno de Gustavo Petro. Con un primer plano en cámara, continúa: “Se descara y se descacha y muestra su incoherencia para gobernar”, dice. No es Vicky Dávila, es Diana Calderón, directora del noticiero de medio día Caracol Radio. “El crecimiento de la economía no es posible sin una ruta clara de transición energética”, remata, entrando a la prescripción de una política pública. 

Pero Dávila ha ido mucho más lejos en la senda de ese periodismo personalizado y editorializado, que desde hace años viene ganando fuerza en el mundo. La comunicadora social de 50 años incursionó en el terreno antes reservado para políticos en campaña de las propuestas-slogan con el “10-10-10 de Vicky Dávila”, como anuncia en un video de su cuenta personal de Instagram, donde tiene más de un millón de seguidores.

“Necesitamos que la gente vuelva a confiar. Que los colombianos puedan volver a soñar. (…) ¿Qué tal un 10-10-10? 10% de IVA, 10% de impuesto de renta a las empresas y 10% de impuesto a las personas. Sin exenciones ni gabelas para nadie. Algunos poderosos se han acostumbrado a tener sistemas tributarios a su medida, a costa de las pequeñas y medianas empresas y de los trabajadores”, dice con un estante de revistas Semana atrás.  

Su receta no es suya, como publicó en el video. Herman Cain, un empresario y precandidato republicano, la lanzó en 2011 durante las primarias en Estados Unidos, excepto que era al 9-9-9. El plan recibió duras críticas, especialmente porque beneficiaba a millonarios como él. Pero el impacto fiscal importa poco, “lo clave es que es un manifiesto político”, dice Alejandro Salas, consultor de campañas que fue asesor del expresidente Iván Duque.

Dávila no solo lleva la editorialización del periodismo a otro nivel con propuestas. Luego de que la lanzó, la revista que dirige la volvió una noticia, y luego la portada del fin de Semana. “La directora de Semana, Vicky Dávila, planteó una reflexión sobre la importancia de simplificar el sistema tributario”, dice el artículo en el medio de propiedad de los banqueros Gilinski, de las familias más ricas de Colombia.  

Esta sucesión, en la que la opinión de la directora se vuelve la noticia, invierte el camino tradicional de los editoriales en los medios. Ya no son periodistas opinando sobre noticias, sino noticias sobre las opiniones de la directora. Las reacciones de colegas llegaron en redes sociales. 

“A Vicky Dávila hay que pedirle que sea franca: o es candidata presidencial o es directora de un medio”, escribió primero Luz María Sierra, la directora de El Colombiano. Se sumaron Paola Herrera, de Cambio, y Sebastián Nohra, de Blu Radio. A los dos últimos Dávila les puso el espejo de sus opiniones pasadas en Twitter (ahora X), cuando anunciaron su apoyo o su voto a Petro. 

A María Jimena Duzán, la primera periodista en señalar que Dávila actuaba como candidata, le recordó no solo su abierto apoyo a Petro sino también su breve rol como negociadora del gobierno con el ELN. A Sierra no la mencionó, pero la estructura empresarial de El Colombiano es poco transparente y ha mantenido a sus nuevos dueños en el anonimato, haciendo imposible saber cuáles son sus potenciales conflictos de interés. 

“La línea entre columnistas, analistas y directores de medios siempre ha sido difusa en Colombia”, dice Araujo, de Orza. “Lo que pasa con Vicky es que es más evidente. Pero siempre ha habido muchos periodistas que gestionan intereses particulares, incluso en Semana antes de que llegara Gilinski. Antes Ernesto Samper le decía a Felipe López que le ayudara con un editorial, y Felipe lo escribía. Ahora Vicky es la voz de la oposición a Petro”. 

Ese espejo, que ha puesto Dávila a otros periodistas, es la respuesta a una ambigüedad que ha sido arropada los directivos de la revista. Así quedó en evidencia en la entrevista que dio Gabriel Gilinski, el dueño, a Duzán.  

Ante la pregunta sobre las aspiraciones de Dávila, que comenzaron a circular justamente después de que él le contó a varias personas que la estaba “midiendo en las encuestas”,  afirmó que “lo que vi fue un artículo tuyo, en Cambio, diciendo eso (que Dávila será candidata). No he visto que Vicky haya dicho que quiere ser candidata, tampoco le he preguntado al respecto. Si Vicky es candidata no puede ser directora y candidata a la vez”. Por ahora, sigue siendo directora. Pero si saltara a la política, su posición actual en Semana le da varias ventajas en el partidor presidencial.

La ambigüedad estratégica de una outsider 

En comunicaciones, la ambigüedad estratégica es lo que hacen todos los candidatos: evadir respuestas sobre si son candidatos hasta que se lanzan o se arrepienten. Dávila, bajo el manto de Gilinski, va por ese camino. “Claudia López, lo suyo es un delirio. Deje de verme como una competidora, usted es política y yo periodista”, trinó Dávila luego de que la exalcaldesa le pidió definir si estaba en la contienda. A renglón seguido, le sacó en cara un sondeo de Twitter donde ella le ganaba a la exalcaldesa.  

Desde principio de 2024, ha sido el propio Gilinski quien empujó los rumores sobre la candidatura de Dávila, regando el dato de que tenía una encuesta en la que la había medido a Dávila, y en la que, supuestamente, derrotaba a Claudia López en segunda vuelta. Nadie ha visto la famosa encuesta.  

Sí son claros, en cambio, los ataques sistemáticos a quien sería su principal rival. “Nadie en medios ataca a un político como Vicky ataca a Claudia. Eso no lo hace un periodista, eso lo hace un político. Sobre todo cuando Claudia va a ser adversaria del candidato de derecha”, dice Camilo Rojas, director de campañas políticas de E-Estrategia, que se mueve en la centroderecha. 

Los ataques tienen una línea sistemática: “Esta es la verdadera Claudia López. No se dejen engañar. Ella es Petro!!!!” (sic). “Vicky eligió un adversario, eso es de manual político”, dice Rojas. “La credibilidad en el debate político se lo da su enfrentamiento con Petro, pero su adversaria es Claudia, porque necesita debilitar el centro. Luego, el relato será que Petro tiene dos candidatas, María José Pizarro y Claudia”, agrega. 

Justamente después de la propuesta del 10-10-10, Petro afirmó que “ya no sé si aquí escribe una periodista o una candidata de extrema derecha. Por tanto será la última vez que me refiera a sus opinión(sic)”.

Petro y López no son los únicos actores políticos que han reaccionado al aroma electoral que emana de Semana. Mauricio Cárdenas, el exministro de Hacienda y excandidato presidencial, que se cuenta entre el partidor temprano del 2026, respondió a varias críticas que el reportaje de portada hizo sobre él. “Sus asesores —los mismos que la llevan a decir imprecisiones—le están diciendo que todo se puede resolver bajando las tarifas y que quizás de esa manera se logra cautivar a la opinión pública”, dijo en uno de varios intercambios en Twitter. 

Dávila respondió con el libreto conocido: “Yo no soy competencia suya, como me trata de pintar. Eso sí, usted ya tuvo su chance. Es poco interesante verlo en foros y viajes a Davos dando cátedra, porque la realidad es que usted ha sido político toda la vida”. Sus potenciales rivales más directos en la derecha por ahora callados o tímidos. “Desfiguró a Cabal, a Paloma, a Miguel Uribe y a Paola Holguín, pero no pueden decir nada porque no pueden atacar a una de su misma base”, opina Rojas, el estratega político. Valencia dijo en público que la ve “encampañada”.

“No es nada que esté improvisado, la han testeado y tiene plata de Gilinski como un diablo. Su virtud es que no ha hecho política. Y su rol es que cuando sale de ahí sale como una outsider con la tesis de que ese es el perfil del próximo presidente”, dice León Valencia, director de Pares. 

Pero como en la política es difícil hacer planes fijos, la ambigüedad estratégica de Dávila le da campo de maniobra. “Vicky puede ser o no candidata. Le sirve cualquiera de los dos sombreros que decida. Si decidiera no lanzarse igual tiene capturado un segmento y nadie la va a bajar de ahí”, apunta Araujo de la firma Orza. 

El riesgo para la periodista más incómoda para Petro 

La opinión de varios analistas está dividida sobre si para su periodismo el coqueteo electoral es dañino si no se lanza.  

“Al periodismo de Semana no le conviene lo que está haciendo Vicky porque lo que escriba va a ser cuestionado por el perfil político que está tomando”, dice Salas, el ex asesor de Duque. “¿Pero quién consume credibilidad?”, responde Carlos Cortés, director de Linterna Verde, una ONG que analiza el debate público en redes sociales y que ha sido crítico de Dávila hace años.   

“La discusión de si tiene credibilidad no importa. Quién se acuerda de que no salió con nada con los 3 mil millones de Laura Sarabia. Ella tiene el megáfono de la oposición. No es Paloma, o Cabal o Uribe, es Vicky”, anota Cortés.  

A la vez ha logrado posicionarse como una de las grandes voces contra el gobierno a través de sus denuncias periodísticas, aguantando los peligrosos señalamientos que ha lanzado el presidente Petro desde su podio presidencial. Empezó con la filtración de los “petrovideos”, que mostraron las primeras irregularidades en la campaña de Petro, que luego han venido confirmándose, y la guerra sucia que utilizó la campaña del Pacto Histórico.  

Luego fue Dávila la que destapó el polígrafo de la niñera de Sarabia, la posterior chuzada a su teléfono, que tiene al jefe de seguridad respondiendo ante la justicia, y los audios de Armando Benedetti donde afirma que entraron 15 mil millones por debajo de cuerda a la campaña. 

Después, sacó los chats entre Day Vásquez y Nicolás Petro, y las confesiones filtradas por la Fiscalía de Francisco Barbosa del hijo del presidente sobre la plata que él cobró a nombre de la campaña de su papá a un exnarco. Y más grave aún, su afirmación de que el presidente Petro sabía de los aportes de Euclides Torres, la cabeza de un clan político que ha sido beneficiado con contratos multimillonarios de transición energética durante el gobierno, como reveló La Silla.  

Con el ropaje de electoral, esas denuncias, y las que puede venir, no serían solo las de una periodista opositora, sino las de una política actuando en beneficio propio. Por eso Dávila dice que ponerla como candidata arriesga precisamente ese periodismo: “Este es solo otro intento inútil para sacarme de Semana y tratar de frenar y desvirtuar las investigaciones contra la campaña de Petro por posible financiación ilegal”. 
Pero ni así ha decidido disipar la ambigüedad. “Al final estas campañas de expectativa mantienen el foco sobre la revista. La ambigüedad es muy útil para ganar en la economía de la atención”, dice Cortés. 

Desde el 2021 soy el editor general de La Silla Vacía. Estudié filosofía en la Universidad Nacional, luego hice una especialización en periodismo en Los Andes y una maestría en comunicación en la Universidad de Georgetown. He trabajado en TV, radio y prensa.