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En el proyecto del Corredor Verde de la Séptima se juntan dos peleas que parecen una sola. Parece que tuviéramos una lucha de clases representada en el transporte público vs. los carros particulares. Pero es importante notar que en realidad son dos peleas independientes y es importante analizarlas una por una.

Dos peleas independientes

Si les quitamos espacio a los carros, no importa si hacemos trenes o cualquier opción popular de transporte público, de todas formas tendríamos esa primera pelea.

Por otro lado, si mantenemos el espacio de los carros, pero hacemos buses en carril exclusivo, también tendríamos otra pelea, pues hay suficiente odio por los buses y mucho más en Bogotá.

Estas peleas han ocurrido y ocurren continuamente, separadas y juntas, en muchos proyectos urbanos en muchas ciudades del mundo en cualquier continente. Analicemos cada pelea, una por una, revisando tres argumentos.

1. El carro particular pierde espacio

La pérdida de espacio del carro particular en las ciudades es la tendencia urbana más importante del siglo XXI en el mundo. Los carros particulares están perdiendo espacio en las ciudades, con el peatón, con el ciclista, con los cuerpos de agua, con los parques, con el transporte público.

Ciudades grandes, pequeñas, ricas, pobres, densas, extensas, están perdiendo ese espacio en sus avenidas emblemáticas o en sus calles secundarias. Los Campos Elíseos en París, Street Market en San Francisco, La 9 de Julio en Buenos Aires, en Dar es Salaam en Tanzania, en Kigali en Ruanda, o en Medellín, en Popayán o en Socorro Santander. La lista es interminable y en cada ciudad ha existido la misma pelea con distintos matices, con o sin buses.

Recordemos que en todas esas ciudades hay ambulancias, rutas escolares, camiones de carga, motos, adultos mayores. Tenemos noticias del resultado de esos proyectos en innumerables ciudades.

Después de que se hace el proyecto, el carro particular pierde espacio y la ciudad no solo sobrevive, sino que lo agradece. Hay noticias sobre los antiguos opositores del proyecto, que salen a reconocer y agradecer el resultado del proyecto.

Este tipo de proyectos no son una moda, ni son el fruto del inexistente “Lobby de la bicicleta”. Al contrario, estos proyectos tienen siempre grandes y poderosos enemigos. ¿Por qué a pesar de la fuerte oposición cada vez más ciudades siguen esta tendencia?

Porque vivir con menos carros es más agradable para todos. Incluso, para los que tenemos carros. El carro para muchos es una necesidad, por lo tanto, tenemos que ofrecer alternativas. Buenas alternativas.

2. El transporte público necesita velocidad

Actualmente sobre la Séptima en horas pico es fácil ver personas cruzando. Ríos de gente cruzan a pie en Chapinero, o en bici taxi o en bus alimentador en Usaquén. Estas personas cruzan la Séptima buscando la Caracas o la AutoNorte.

Para nadie es un secreto que allí no van a encontrar el paraíso del transporte público. TransMilenio les ofrece mala calidad de servicio, indignante en muchos casos. ¿Por qué van tan lejos entonces?

Porque necesitan acceder a un mínimo de velocidad, necesitan no perder su tiempo en sus desplazamientos. Esta necesidad no es exclusiva de los habitantes de Chapinero o Usaquén.

Una persona de cualquier localidad que trabaje cerca a la Séptima tiene la misma necesidad. Esa persona no quiere transbordar a un tranvía que sea más bonito, simplemente quiere reducir su tiempo de viaje.

3. El costo del Corredor Verde

Se ha argumentado que el Corredor Verde es muy costoso. Que no se justifica gastar $2,5 billones, bien sea porque es muy alto el costo por kilómetro o porque en el futuro si se contruye el tren del norte y la extensión del Metro por la Autonorte, la demanda sobre la Séptima en Chapinero podría ser “solo” de unos 7000 pasajeros/hora/sentido.

Supongamos que eso sea cierto. Si no les damos un transporte público con cierta velocidad a esos 7000 pasajeros, comprarán carros, motos, bicicletas o patinetas y necesitaríamos 3 o 4 carriles para moverlos, en vez de uno con los buses.

Si atendemos este argumento de que el Corredor Verde es muy costoso, por capacidad, por demanda o por longitud, tampoco podríamos hacer el cable de San Cristóbal, tampoco podríamos hacer el Metro ligero de la 80 en Medellín y tampoco podríamos hacer el mismo tren del Norte, que va a costar unos 10 billones y va a mover entre 15 y 20 mil pasajeros/hora/sentido.

Conclusión

El Corredor Verde es una enorme oportunidad de forzarnos a cambiar nuestros hábitos de transporte para vivir en una ciudad mejor, para convertir la carrera Séptima en el eje del turismo en Colombia, y para poner a Bogotá como un referente internacional de urbanismo.

No perdamos esta gran oportunidad.

Twitter @InexpertoM

YouTube @InexpertoMovilidad

Ingeniero electrónico y Ph.D en telecomunicaciones. Ha trabajado como investigador en transporte urbano y redes inalámbricas en diferentes universidades y como ingeniero de investigación en Orange Labs (París) desarrollando sistemas y algoritmos para mejorar la capacidad de redes de telefonía celular....