Hace unas semanas lo improbable se hizo posible. Por primera vez en la historia republicana de Colombia la izquierda será Gobierno. Y en vez de llegar con el espejo retrovisor de la retaliación, se ha enfocado en convocar a la reconciliación nacional para, a través del diálogo, pasar la página de la confrontación política violenta y abrir el camino de las transformaciones estructurales que exige el país.

Gustavo Petro y Francia Márquez fueron elegidos el domingo 19 de junio de 2022 como presidente y vicepresidenta de Colombia. Desde entonces diversos sectores sociales han sido sorprendidos por la aceleración del cambio que implica un Gobierno de izquierda.

La primera sorpresa fue el reconocimiento inmediato del triunfo de Petro por parte del presidente Iván Duque y del jefe del Centro Democrático Álvaro Uribe Vélez. La segunda sorpresa vino inmediatamente después: en el discurso de la victoria, Petro dijo que las puertas de la Casa de Nariño estarían abiertas para la oposición e invitó a Rodolfo Hernández, Federico Gutiérrez y a Álvaro Uribe a dialogar.

La tercera sorpresa vino por cuenta del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. A dos días de la elección, Biden y Petro sostuvieron un diálogo en el que discutieron aspectos claves para la paz, como la lucha contra las drogas ilícitas y la protección del medio ambiente.

A los pocos días ocurrió la cuarta sorpresa, Petro se reunió con Hernández y Uribe. Las fotografías de estos diálogos fueron acompañadas de mensajes de respeto por la decisión democrática de los colombianos y de reconciliación para trabajar desde la diferencia por las transformaciones que exige la sociedad.

Estos encuentros han desorientado a varios sectores, a personas como el exministro Juan Carlos Echeverry les preocupa que el unanimismo desdibuje a la oposición; a otras, como Jomary Ortegon, presidenta del Colectivo de Abogados José Alvear Restrepo, les preocupa que estos encuentros terminen perpetuando la impunidad.

Sin embargo, la transición tranquila de un Gobierno de derecha a uno de izquierda ha fortalecido la democracia. La reunión entre Duque y Petro abrió la puerta para un proceso de empalme en el que la vicepresidenta electa Francia Márquez y la saliente Marta Lucía Ramírez han sido también protagonistas. El empalme se ha convertido en un suceso político que tiene a la sociedad hablando del próximo gabinete y del balance del Gobierno actual. Esta es la quinta sorpresa: el triunfo de Petro ha profundizado la deliberación política de la ciudadanía.

Hay personas conformes e inconformes con la conformación del gabinete, pero en general hay un aire positivo en el ambiente. La sexta sorpresa ha sido los nombramientos de personas con amplia experiencia en las carteras que liderarán: Álvaro Leyva como “canciller de la paz”, José Antonio Ocampo como “ministro de estabilidad económica”, Patricia Ariza como “ministra de la cultura de paz”, Cecilia López Montaño como “ministra de la reforma rural”, Susana Muhamad como “ministra de protección ambiental” y Carolina Corcho como “ministra de la reforma a la salud”. Este gabinete refleja la política de paz total que busca cerrar el conflicto armado y materializar la justicia social y la justicia ambiental.

La séptima sorpresa ha sido la rapidez con la que Petro ha mandado mensajes para abrir negociaciones con el ELN, buscar el sometimiento a la justicia de los grupos armados ilegales e implementar el Acuerdo de Paz de manera integral. Petro y/o sus designados se han reunido con Cuba y Noruega para reactivar los protocolos de negociación con el ELN, con la misión de las Naciones Unidas para hablar de garantías de seguridad y ha expresado su voluntad de hacer un cese al fuego bilateral con el ELN. Estos desarrollos van en línea con la recomendación del informe final de la Comisión de la Verdad de buscar una solución negociada con el ELN.

La presentación de dicho informe impactó al país no solo por las preguntas agudas del padre De Roux, presidente de la Comisión, que aún retumban en los oídos de una sociedad que fue indiferente ante los vejámenes que sufrieron más de 9 millones de víctimas, sino por la presencia del presidente electo Gustavo Petro en el evento, quien recibió las recomendaciones y se comprometió a cumplirlas eficazmente para lograr la reconciliación. La octava sorpresa fue el discurso corto de Petro frente a las víctimas y a la comunidad internacional invitando a la sociedad colombiana al diálogo.

Estas ocho sorpresas son un buen augurio para Colombia porque muestran la voluntad política del nuevo Gobierno, pero la reconciliación nacional no depende de un presidente, porque no emerge por decreto. La reconciliación nacional es política, es decir, se nutre de la participación de diversos sectores sociales en un diálogo de largo aliento que les permita reconocer un pasado doloroso y encontrar un horizonte compartido más justo para crear instituciones en las que se tramiten de forma democrática y no violenta los conflictos sociales.

Hay momentos en la historia de la humanidad que los procesos de largo plazo como la creación de una carta constitucional y la implementación de un Acuerdo de Paz desembocan en coyunturas aceleradas de cambio social. Colombia se está embarcando en un tren que parece partir a toda marcha hacia el horizonte de la reconciliación nacional. El diálogo está montando a diversos sectores en este tren. Pero el viaje es largo e incierto debido en parte a “la paradoja del poder,” que, parafraseando a Dacher Keltner, profesor de sicología de la Universidad de Berkeley, tiene el potencial de construir cuando se basa en la empatía, la generosidad, la gratitud y las narrativas que unen a los diferentes; o de destruir, cuando se les da rienda suelta al impulso egocéntrico, la incivilidad, la falta de respeto por el otro y las narrativas que dividen basadas en la excepcionalidad.

Si el Gobierno Petro dirige el tren del cambio basado en el motor del diálogo, como lo ha hecho hasta este momento, Colombia seguramente podrá sortear la paradoja del poder y avanzar en el viaje hacia la reconciliación para que las próximas generaciones continúen con la tarea de terminar de construir una sociedad democrática donde la violencia política sea parte de un pasado que no se volverá a repetir.

Es el cofundador de Rodeemos el Diálogo (ReD), profesor investigador en el Centro de Religión, Reconciliación y Paz de la Universidad de Winchester e investigador asociado de PostiveNegatives en Soas, Universidad de Londres. Se doctoró en relaciones internacionales en la Universidad de Sussex. Sus...