Bastien Bosa, profesor de URosario.
Bastien Bosa, profesor de URosario.

La crisis actual que enfrentan diversas universidades, incluyendo la Universidad del Rosario, en la que actualmente trabajo, ha generado un profundo debate dentro de la comunidad académica. Profesores, estudiantes, egresados y otros miembros se han hecho preguntas sobre el sentido de su quehacer diario. En medio de estos diálogos, ha emergido una tensión fundamental sobre la “razón de ser” de las universidades. A modo de simplificación, podemos decir que se enfrentan dos perspectivas: una visión “atomizada” o consumista de la educación superior y otra que aboga por un compromiso más profundo y socialmente relevante en los procesos educativos.

Dos perspectivas en conflicto

En la primera concepción, las universidades se perciben principalmente como instituciones destinadas a satisfacer las aspiraciones individuales de sus estudiantes. Bajo esta lógica de “consumo”, el estudiante es considerado un cliente con dos demandas principales: disfrutar de una experiencia universitaria enriquecedora y adquirir competencias que puedan ser valoradas en el mercado laboral. Desde esta perspectiva, la universidad tiene como objetivo principal proporcionar a sus estudiantes lo que Pierre Bourdieu denomina “capital cultural”, es decir, un conjunto de conocimientos y habilidades intelectuales reconocidas institucionalmente, que otorgan a quienes las poseen recursos y oportunidades exclusivas. La educación se percibe, desde este punto de vista, como un paso necesario para asegurar un lugar privilegiado en un mundo altamente competitivo (una manera de ingresar a la clase de los que se hacen llamar “doctores”).

En la segunda concepción, las universidades trascienden su papel meramente como proveedoras de servicios individuales y se perfilan como pilares fundamentales para la reflexión crítica de las sociedades sobre sí mismas. En este enfoque, estas instituciones no persiguen únicamente la satisfacción de las aspiraciones individuales de sus miembros, sino que representan una apuesta colectiva hacia la construcción de una sociedad fundamentada en la equidad, la justicia y la ética.

La lógica neoliberal y sus consecuencias

Lejos de estos ideales, la primera concepción es sintomática de una lógica neoliberal que conduce a introducir, en los ámbitos educativos, la célebre frase de Margaret Thatcher: “la sociedad no existe”. Se deja entender que la única responsabilidad de los estudiantes consiste en velar por su propio éxito académico, lo cual, seguramente, les asegurará privilegios sociales en el futuro. En esta lógica del “sálvese quien pueda”, el objetivo primordial de la educación superior es garantizar la entrada en el círculo de los “triunfadores”, distanciándose así de los considerados “fracasados”, cuyas dificultades generan, en el mejor de los casos, compasión, y en el peor, indiferencia, pero nunca indignación.

Aunque estas concepciones puedan parecer “racionales” o incluso “de sentido común” (pues es “lógico” buscar el beneficio propio), en realidad representan posturas ideológicas radicales que pueden tener consecuencias muy dañinas. Es crucial destacar, en particular, que los desafíos fundamentales que enfrenta nuestra sociedad, como las desigualdades extremas, la crisis climática, la persistencia de conflictos armados y los avances tecnológicos jamás podrán ser superados si cada individuo se concentra exclusivamente en sus intereses personales. Nos encontramos en una situación de urgencia donde estos diversos riesgos se entrelazan y se vuelven cada vez más amenazantes. En este contexto, es imperativo recordar que nadie puede sobrevivir solo. No nos queda más opción que valorar y fortalecer el tejido social, entendiendo que la sociedad no puede ser simplemente una colección de individuos aislados que buscan perpetuamente sus propios intereses.

Ahora bien, es evidente que los egresados de unas universidades que se fundamentan en la premisa de que “la sociedad no existe” estarán mal preparados para enfrentar estos desafíos actuales. En primer lugar, serán incapaces de percibir y de problematizar las diversas formas de desigualdad y discriminación que afectan a nuestra sociedad (y que, indiscutiblemente, constituyen secuelas de la esclavización, del patriarcado y de la dominación económica). Del mismo modo, permanecerán ciegos ante las complejas relaciones de interdependencia que los vinculan con otros seres vivos, tanto humanos como no humanos. Por último, no serán conscientes de que la realización del sueño de sociedades pacíficas, democráticas y pluralistas requiere defender las estructuras de solidaridad que pueden generar cambios significativos en la distribución de los recursos y de las oportunidades.

Más allá de las dicotomías

Para concluir, es importante destacar que la visión que defiendo no debe interpretarse como “antiindividualista”. En contraposición a las antiguas dicotomías que presentaban al “individualismo” y al “colectivismo” como conceptos mutuamente excluyentes, es crucial sostener que la apuesta por lo “social” no debe restar importancia a la apuesta por lo “individual”.

Por el contrario, podríamos argumentar que es la solidaridad social la que sustenta y hace posible la construcción de individuos autónomos, permitiendo que este ideal sea accesible para una amplia mayoría, y no solo para una pequeña minoría. En este sentido, es fundamental subrayar que las universidades pueden adoptar un enfoque hacia la “vida en común” sin dejar de priorizar los intereses individuales de los estudiantes. Los estudiantes deben ser reconocidos como individuos únicos, con el derecho no solo a disfrutar de una educación que les brinde satisfacción personal, sino también a asegurar un futuro digno. Esto se puede lograr sin renunciar a la aspiración de una transformación social, que se construya mediante la colaboración y la inteligencia colectiva.

Estudio su pregrado en el Institut d´Études Politiques de Lyon; tiene una maestría, un doctorado y un posdoctorado en Ciencias Sociales de la Ecole Des Hautes en Sciences Sociales en Francia y es profesor de la Universidad del Rosario en el programa de Antropología de la Escuela de Ciencias Humanas....