visita de alvaro a san vicente 2013-14 059.jpg

Es importante hacer visible la historia de construcción de paz en San Vicente de Chucurí por las lecciones que deja para cientos de municipios que podrían tener la misma oportunidad, si finaliza exitosamente el actual proceso de paz entre el gobierno nacional y la guerrilla de las FARC.

“Lo admirable de San Vicente de Chucurí es que acá vive gente que fue parte de la guerrilla, de los paramilitares y de la fuerza pública y todos convivimos pacíficamente”, me contaba la semana pasada un joven emprendedor, hijo de campesinos cultivadores de cacao. En la segunda mitad del siglo XX San Vicente de Chucurí, ubicado en el centro-occidente del departamento de Santander, fue uno de los municipios más azotados por la violencia en Colombia. Allí tuvieron lugar algunos de lo casos más graves de violaciones a los derechos humanos del conflicto armado colombiano. Esto explica por qué algunos calculan que la diáspora de chucureños que habita en Bucaramanga y el norte del país puede ser más grande que la actual población de San Vicente de Chucurí.

En 1964 nació el ELN en las serranías de San Vicente de Chucurí y posteriormente las FARC expandieron su presencia a este municipio. Allá también surgieron grupos de autodefensa campesina en los años setenta, que luego fueron reemplazados en los años ochenta por estructuras paramilitares provenientes de otras zonas del Magdalena Medio. Una abuela campesina me contaba cómo por su tierra pasaron todos los grupos armados: “acá llegaba la guerrilla y le pedían a uno que aportara un hijo, que les aportara plata o animales o que uno se volviera informante… luego llegaban los paramilitares y ellos también cobraban vacunas o pedían que les prestáramos nuestros hijos para guardear… todos cometieron crímenes atroces”.

Pero esa historia de guerra que prevaleció entre los sesentas y noventas contrasta con la actual tranquilidad que se vive en el municipio. Los chucureños llevan casi una década viviendo en posconflicto. Las cifras sobre violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario de la base de datos del CINEP muestra cómo el conflicto empezó a marchitarse poco a poco desde comienzos de este siglo.

Además,  según cifras de 2014, San Vicente de Chucurí presentó tres homicidios por cada cien mil habitantes. Es decir, el municipio logró una tasa de homicidios tres veces más baja que la regional y ocho veces menor que la nacional.

Finalmente, un acto simbólico de la era de posconflicto en San Vicente de Chucurí ocurrió recientemente e incluyó la participación del presidente Juan Manuel Santos. El pasado 14 de enero de 2016, se declaró el municipio como libre de sospecha de minas antipersona y a la ceremonia asistió también el Ministro de Defensa y representantes de la Organización de Estados Americanos.

Es importante hacer visible la historia de construcción de paz en San Vicente de Chucurí por las lecciones que deja para cientos de municipios que podrían tener la misma oportunidad, si finaliza exitosamente el actual proceso de paz entre el gobierno nacional y la guerrilla de las FARC. En este texto comparto enseñanzas puntuales, contadas por los propios pobladores, sobre su experiencia en la última década. Para esto, voy a analizar cuatro aspectos: el renacimiento paulatino de una ciudadanía más activa, las secuelas de la violencia, las dificultades para reintegrar a los ex combatientes, y la visibilización de graves problemas sociales y económico. Finalmente, para concluir, explico la fragilidad de su actual situación y la necesidad de fortalecer el Estado para prevenir que San Vicente de Chucurí reincida en el conflicto armado.

 

I. Construyendo una ciudadanía más activa, emprendedora y movilizadora

 

Comienzo este análisis resaltando las oportunidades que los chucureños han empezado a aprovechar su contexto libre de las dinámicas del conflicto armado. Diferentes proyectos sociales, políticos y económicos dan cuenta de la construcción de una sociedad civil más activa, con nuevos proyectos económicos y con capacidad para movilizarse. Esto sin duda son frutos tempranos que está recogiendo San Vicente de Chucurí en su primera década de posconflicto.

Asimismo, gracias al ambiente de tranquilidad del municipio, a la construcción de una buena vía entre Bucaramanga y San Vicente de Chucurí y a la finalización de la represa de Hidrosogamoso, se han activado nuevos proyectos económicos de pequeñas empresas. Este es el caso de Chocolates Caballero, que produce sub-productos del cacao y es liderada por Isidoro Caballero, un chucureño que fue reclutado por las FARC cuando apenas tenía trece años, que quedó con discapacidad por una granada a los quince años y que, después lograr su rehabilitación, con el paso de las décadas se transformó en un líder social regional. También han aparecido iniciativas para atraer turismo, particularmente eco-turismo cacaotero y se están incubando una alianza entre diferentes actores económicos, sociales y culturales para trabajar mancomunadamente en ese objetivo. De hecho, en el municipio ya existen hoteles que nada tienen que envidiarle a los mejores de Barichara.

La paz también ha significado la posibilidad de que los campesinos se movilicen para exigirle soluciones al gobierno nacional. Muchos en el pueblo están orgullosos del rol que tuvo el sector cacaotero, particularmente en San Vicente de Chucurí, en la gestación y desarrollo del paro agrario del 2013. Y ello quizá explica por qué uno de los líderes de dicho movimiento social, Ómar Acevedo, hoy en día sea Alcalde del municipio. Esta movilización social, además, ilustra cómo la ciudadanía ha ganado una mayor capacidad de articulación en el municipio. Por ejemplo, fueron los propios campesinos chucureños los que montaron un programa radial en la emisora comunitaria llamado “El cacao está en la olleta” en el cual discutían sus necesidades y coordinaban acciones en el marco del paro nacional agrario.

En suma, el posconflicto ha generado un ambiente propicio para la construcción de una ciudadanía más activa, emprendedora y movilizadora. Por supuesto, que el camino recorrido por los chucureños en los últimos años no ha sido fácil y en las siguientes tres secciones les contaré qué obstáculos se han presentado y cómo la población ha tratado de superarlos.

 

II. Las secuelas de la violencia: superando el encierro y el silenciamiento de la voz

 

El tejido social quebrado por décadas de violencia y la democracia truncada por las armas no se recompone inmediatamente después de terminado el ciclo de guerra. Las atrocidades del pasado siguen presentes en la mente de los chucureños. “En San Vicente todavía nos da miedo cuando se va la luz, porque en el pasado al otro día había una matazón”, me contaba una campesina chucureña para explicarme cómo había heridas abiertas por el conflicto sin sanar completamente.

Ese miedo aún se ve reflejado en la disposición de los habitantes para exigir cuentas a su gobierno o para denunciar irregularidades. “Al chucureño todavía la cuesta hablar, es como si la violencia del conflicto nos hubiera quitado la voz…”, me contaba una gestora social del municipio. A pesar del miedo y sus secuelas los chucureños han luchado, incluso en los momentos más álgidos del conflicto, por recuperar su voz y sus espacios ciudadanos. En ese sentido, hay dos tipos de proyectos que deben resaltarse: los proyectos de radio comunitaria y los proyectos culturales.

Por una parte, San Vicente Stereo, su emisora de radio comunitaria que opera desde 1999 con apoyo de la Iglesia Católica y del Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio (PDPMM). La emisora ha sido un espacio clave para que los chucureños, particularmente aquellos que habitan las áreas rurales, no sólo estén enterados de cuánto ocurre en su municipio, sino también para organizarse y para manifestar sus necesidades y quejas. El liderazgo de San Vicente de Chucurí en la radio comunitaria va más allá de su municipio, pues la emisora ha sido una ficha clave en la Asociación Red de Emisoras Comunitarias del Magdalena Medio cuyo fin es promover el desarrollo sostenible y la paz en una de las zonas más afectadas por el conflicto en Colombia. En ese sentido, recientemente en este portal destacó el trabajo de líderes como Leonardo Amaya, director de la San Vicente Stereo, y lo identificó como un de los diez protagonistas del posconflicto en el Magdalena Medio.

Por otra parte, los proyectos culturales del municipio han ofrecido un espacio a los jóvenes para soñar y para trabajar en proyectos comunes. La actual secretaria de Desarrollo Social y Comunitario del municipio, Andrea Zárate, me contaba cómo en su adolescencia y en la de muchos de sus contemporáneos la música, la danza y el arte en general había sido una oportunidad para salir del encierro que imponía el conflicto y soñar con una sociedad libre de guerra. Ahora el gran reto que debe asumir el municipio, y de la propia secretaria Zárate, es cómo ofrecer alternativas culturales y sociales a la cantidad de jóvenes provenientes de la zona rural que han migrado al casco urbano. Adicionalmente, las iniciativas culturales no se han restringido a los jóvenes. Una de las maneras más interesantes como los campesinos chucureños han recuperado la voz es a través de la poesía. Por ejemplo, Eduardo Rueda, que se define así mismo como un campesino andariego y poeta, trabajó activamente en comunicar los problemas de los cacaoteros en el marco del paro agrario y todavía sigue publicando poesía en la que retrata algunos de los problemas más graves que aquejan al municipio, como el de la salud.

En suma, con el silencio y encierro que imponía el conflicto armado sobre los pobladores poco a poco ha ido superándose en San Vicente de Chucurí a través de proyectos comunitarios inclusivos y a través de la cultura. Sin embargo, las secuelas de la violencia todavía inciden en la vida de los chucureños y esto debe servir para entender que los procesos de posconflicto requieren esfuerzos de largo plazo.

 

III. Reintegración de ex combatientes

 

“A uno le da miedo porque ve en el parque a la gente que antes fue de la guerrilla o de los paras”, me dice un campesino que visita con frecuencia el casco urbano de San Vicente de Chucurí. Y esa desconfianza de los civiles hacia las personas que en el pasado portaron armas genera un círculo vicioso. Como me contaba un ex personero del municipio, a los desmovilizados a veces les cierran puertas por su pasado.

A esto se suma al incumplimiento de las promesas que les hizo el gobierno cuando se desmovilizaron. Por eso el ex personero los describe como gente joven que “no tiene trabajo o vive de labores informales, que les toca ‘mendigar’ su salud y a vivir inestablemente”. Como consecuencia, algunos ex combatientes han optado por conseguir ingresos a través de las economías ilegales, como explicaré en el siguiente punto, generando nuevos problemas sociales.

La desconfianza de los pobladores hacia los ex combatientes muestra que todavía hay heridas sin sanar, que la gente percibe que su situación de paz no es irreversible, y que el gobierno colombiano ha fallado – al menos parcialmente – en la ejecución de sus planes de reintegración. Con todo, es admirable la manera como hasta la fecha en San Vicente de Chucurí conviven víctimas y victimarios de manera pacífica. Además, no todos sienten desconfianza hacia los ex combatientes. Como me contaba Isidoro Caballero: “por mi tienda pasan todos los actores que en el pasado empuñaron las armas y acá los atiendo.”

IV. Lidiando con otros problemas sociales y económicos

 

En los últimos años los gobiernos locales han tenido que tratar dificultades que han aflorado recientemente o que se han hecho más visibles en el posconflicto. Dentro de los nuevos problemas está el aumento del consumo de drogas entre los jóvenes y del negocio del narcotráfico en el cual presuntamente están involucrados algunos ex combatientes. Además, otros problemas que han ganado visibilidad recientemente son la violencia intrafamiliar, el abuso sexual a menores de edad y la prostitución de menores. Además, como contaba anteriormente, hay mucha preocupación entre los campesinos por la migración de los jóvenes de las zonas rurales que ahora habitan en el casco urbano, donde no hay oportunidades para todos.

Por otra parte, el municipio deberá enfrentar la reducción sustancial de las regalías petroleras por cuenta de la reforma constitucional de 2011 y del bajonazo del precio del crudo. Según mis cálculos –basados en cifras del Departamento Nacional de Planeación–, entre los años 2005 y 2014 la mitad del presupuesto del municipio provenía de dichas regalías. Esto seguramente llevará a que muchas de las inversiones y programas que la Alcaldía pudo financiar en el pasado sean aplazados o simplemente que no puedan llevarse a cabo.

Como si fuera poco, las zonas productoras de petróleo del municipio, cercanas al Magdalena Medio, ya están empezando a sentir los recortes presupuestales de ECOPETROL. Vale pena recordar que según cifras de 2013, un 35% del producto interno bruto de San Vicente de Chucurí era generado por la actividad petrolera. Me contaba un ex personero que por cuenta de esa esta situación, se está gestando una bomba social. Antes una persona que trabajaba en tareas básicas, por ejemplo como vigilante, podía trabajar dos o tres meses y vivir con eso el resto del año. Esto desestimuló las actividades agropecuarias de los habitantes de estas zonas, que ahora no tienen cómo sostenerse.

En San Vicente de Chucurí las soluciones a muchas de las demandas de bienes y servicios públicos no han llegado de los gobiernos de turno. Un ejemplo emblemático corre por cuenta de la prestación de servicios de acueducto, aseo y alcantarillado de su municipio. En el año 2009 la Alcaldía no tenía cómo seguir sosteniendo financieramente la prestación de dichos servicios. Según me contaron varios entrevistados cercanos al caso, la administración local había contratado más empleados de los necesarios para su operación y muchos habitantes no pagaban un peso por los servicios; todo lo anterior por cuenta de que la administración municipal usaba la Unidad de Servicios Públicos para pagar favores políticos.

Posteriormente, entra en escena la comunidad, que se organizó para prestar directamente los servicios a través de una cooperativa. La Administración Pública Cooperativa Manantiales de Chucurí asumió a partir del año 2009 la prestación de los servicios públicos que la Alcaldía no estaba en capacidad de operar. La cooperativa está conformada por 31 organizaciones sociales y comunitarias del municipio, y con el apoyo de USAID reemplazó a la Unidad de Servicios Públicos del municipio que operaba dichos servicios con ingentes pérdidas. Manantiales de Chucurí puso “en orden la casa”, cobrando a cientos de usuarios que antes no pagaban sus servicios -porque los recibían en contraprestación de favores políticos-, y reestructurando la planta de personal que también había sido usada para los mismos propósitos. Hasta la fecha, Manantiales Chucurí provee exitosamente servicios públicos y es un claro ejemplo de cómo la comunidad chucureña ha sabido lidiar con sus necesidades en el contexto del posconflicto.

En resumen, el municipio debe enfrentar nuevas demandas sociales, pero ahora cuenta con menos recursos para hacerlo que en el pasado reciente. Es difícil que en el corto plazo el municipio sea capaz de generar nuevos recursos propios, por ejemplo, vía actualización del catastro rural o formalizando a los comerciantes. Por esta razón, es fundamental que los gobiernos departamentales y nacionales ayuden a encontrar alternativas de financiación y que la comunidad siga ejerciendo control social y participando en la gestión pública del municipio.

 

V. Conclusión: Fragilidad del posconflicto y fortalecimiento del Estado y de las comunidades

 

Ríos de tinta, miles de horas de consultores y decenas de rondas de negociaciones se han destinado para planear un eventual posconflicto en Colombia. Todo esto con ocasión del actual proceso de paz entre el gobierno nacional y la guerrilla de las FARC. Pero no se han realizado suficientes esfuerzos para conocer las lecciones que han dejado los territorios colombianos que viven en posconflicto desde hace años. San Vicente de Chucurí es uno de esos lugares donde el posconflicto; usando la expresión de sus habitantes, allá el posconflicto se ha dado de manera “silvestre”, sin mayor planeación. Pero este laboratorio de paz deja muchas lecciones para el reto que debe abordar el Estado colombiano.

Los pobladores de San Vicente de Chucurí reconocen que han vivido con tranquilidad en los últimos diez años, pero también advierten que su situación es frágil. Saben que en municipios vecinos sí hay grupos armados ejerciendo algún grado de control y que en su municipio los ex combatientes no han sido reintegrados plenamente y algunos participan en actividades ilegales. También es claro que las huellas del conflicto no se borran fácilmente y que dejan taras en la sociedad, pero que bajo un ambiente de paz la ciudadanía lentamente tiene la oportunidad de recomponer y construir sus proyectos colectivos.

Además, hay consenso entre los diferentes actores políticos, económicos y sociales de San Vicente de Chucurí, de que el Estado colombiano sigue en deuda con sus pobladores, que nadie los ha reparado plenamente por las décadas de victimización perpetrada por los actores armados, en ocasiones incluso por la propia fuerza pública y que los gobiernos locales no están preparados para afrontar las nuevas demandas y necesidades de la población. En resumen, que el Estado debe fortalecerse para garantizar la provisión de bienes y servicios básicos que, en muchos casos, jamás han gozado millones de habitantes del país.

Las comunidades de San Vicente de Chucurí poco a poco le han ganado terreno a su pasado.  En este escrito hemos visto cómo en los últimos diez años los habitantes rurales y del pueblo han sacado adelante diferentes iniciativas económicas, sociales, culturales y políticas. De esta manera han reclamando para sí un rol más importante en la definición de su futuro y gradualmente construyen una ciudadanía más activa. Pero los chucureños todavía deben enfrentar grandes retos y dificultades. Aunque los años recientes muestran la capacidad que tienen para resolver directamente sus necesidades, también es claro que actores externos – como las entidades de cooperación internacional y la iglesia católica–han sido fundamentales para el éxito de los emprendimientos ciudadanos. Es preciso que el Estado y la sociedad civil colombiana no deje solo a los chucureños ni a ninguna de las comunidades que pronto tendrán la oportunidad de vivir y crecer en el posconflicto.

Soy doctor (PhD) en políticas públicas de la Escuela de Gobierno de la Universidad de Oxford. Mis áreas de investigación en Oxford giran entorno a la administración de los recursos naturales no renovables, la inversión pública y la descentralización en Colombia. Específicamente, estoy investigando...