Foto: David Romo - Presidencia de la República

La “conversación nacional” todavía no tiene cuerpo, y ya molestó a los organizadores del paro.

Hoy habrá marchas y cacerolazos por quinto día consecutivo. Aunque seguramente no serán del tamaño de las multitudinarias del jueves pasado, que la movilización se mantenga muestra que el país sigue en conmoción política, y sus dimensiones y el apoyo que reciban será la primera respuesta directa al anuncio del presidente Iván Duque de iniciar una “conversación nacional” que tomará casi cuatro meses y de la que faltan detalles por conocer. 

Eso significa que el Gobierno sigue a la saga de lo que pasa en las calles y entre quienes se manifiestan.

El anuncio de ayer es la primera respuesta concreta del Presidente a las demandas políticas de quienes han salido a marchar y han hecho cacerolazos y plantones, pero parece ser muy poco y muy tarde para contener la movilización social, sobre todo en contraste con las decisiones más fuertes y rápidas para contrarrestar la violencia e incluso limitar las protestas en general.

Como dijo a La Silla una persona cercana a Presidencia, “el Gobierno va a endurecer la posición ante los desmanes, ante el vandalismo”. El problema es que eso significa que, aunque, según una alta fuente de Palacio, el Gobierno enfrenta un problema de seguridad y otro político, su prioridad está en el primero.

Mano firme…

Aunque en sus alocuciones del jueves y el viernes, Duque diferenció entre el problema de orden público de los actos vandálicos y el político de las protestas, y según dos altos funcionarios en el consejo de ministros del viernes habló de los dos, sus primeras acciones se concentraron en lo primero y a punta de mano dura. 

Eso quedó particularmente claro el viernes, cuando la Policía, y especialmente su cuerpo antidisturbios, el Esmad, empezó a dispersar con gases y bolas de pintura los cacerolazos pacíficos en varios puntos de Bogotá.

 

Es una postura similar a la que mostró Duque esa misma noche al solicitarle al alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, extender a toda la ciudad el toque de queda que había decretado en tres localidades donde había disturbios, una decisión cuyo precedente más reciente fue en 1977 (y que terminó en una oleada de pánico por saqueos muy similar a la que vivió Cali un día antes).

O la que tuvo desde antes al mostrarse al frente de un Puesto de Mando Unificado con militares, policías y altos funcionarios concentrados en monitorear los focos de violencia o al pedir a la gente que enviara fotos y videos de cualquier acto de vandalismo a través de la red de participación cívica.

Duque dejó el mensaje de haber moderado esa postura el sábado por la noche, cuando mostró preocupación pública después de que un miembro del Esmad hirió de forma muy grave al joven Dylan Cruz al disparar un cilindro de gas a su cabeza, y ordenar por primera vez una investigación urgente tras muchas denuncias de violencia excesiva de parte del Esmad.

De hecho, ayer domingo no hubo denuncias similares de ataques con gases del Esmad en los cacerolazos, que siguen activos, y con eso el momento del orden público pareció dejar pie al de la política. 

Pero la demora en cuatro días de hacerlo ya deja en sí mismo un mensaje político sobre sus prioridades, que ayudó a mantener activas las cacerolas porque no respondió a sus peticiones y en cambio alimentó la protesta por el derecho al protestar, lo que incluso puede alimentar el problema de seguridad: “con cada convocatoria a plantón les dan una excusas a los vándalos”, dice una alta fuente del Gobierno.

…política gaseosa

Duque ha ido concretando su propuesta de una “conversación nacional” desde el jueves, paso a paso y mostrando algún sentido de urgencia: si el viernes la convocó para el próximo miércoles 27, el sábado – después de la oleada de pánico en Bogotá y de haber publicitado un encuentro con empresarios que dejó la sensación de privilegiarlos frente a los manifestantes, y minutos antes de manifestarse frente a Dylan Cruz- la adelantó para ayer domingo.

Lo hizo aprovechando que tenía organizado, desde hace varios días, un cóctel con los alcaldes y gobernadores electos, pues están en Bogotá en una capacitación que hace la Escuela Superior de Administración Pública, Esap, cada cuatro años.

Los convocó a Palacio antes del cóctel y allí anunció es que la “conversación nacional” irá hasta el 15 de marzo, con un componente virtual y otro en el territorio, y que girará alrededor de seis temas, que incluyen algunos que son de su cosecha y con lenguaje propio de su gobierno como “crecimiento con equidad” o “paz con legalidad”.

Dijo que combinará un espacio digital con otro presencial, unos “encuentros con los ciudadanos”, con una metodología que todavía falta por conocer, y que la lógica macro será primero escuchar para luego interpretar las demandas y después actuar sobre ellas.

También contó que hará todo el proceso con la vicepresidente Marta Lucía Ramírez, y que Diego Molano, el secretario general de presidencia, será el encargado de coordinar la la conversación.

Además, habrá moderadores por temas y por ahora están Moisés Wassermann, exrector de la Universidad Nacional, y el rector de la Universidad Eafit, Juan Luis Mejía, en educación; en economía (crecimiento con equidad) serán Ricardo Ávila, hasta hace pocas semanas director del diario económico Portafolio, y el profesor de economía de la Nacional Beethoven Herrera; y en lucha contra la corrupción, el excongresista uribista, excomentarista de Blu Radio y designado director de la Cámara de Comercio de Bogotá, Nicolás Uribe (el más cercano al Gobierno).

Buscamos a Molano para entender en detalle qué metodología piensan usar, cuál es el plan de trabajo y el resultado que esperan, pero no respondió nuestros mensajes hasta el momento de publicar esta historia.

Por ahora, se sabe que así como la reunión ya prevista con mandatarios electos fue formalmente el inicio de la conversación, la prevista mañana de la mesa de concertación laboral para discutir el aumento anual del salario mínimo será también parte del proceso, lo que deja el interrogante de cuál es la diferencia frente a las negociaciones usuales.

Tampoco es claro cuál será la metodología y la plataforma tecnológica para lograr que tenga mejores resultados que la urna de cristal del Gobierno Santos, ni cómo serán diferentes los encuentros territoriales de los talleres construyendo país que hace semanalmente Duque en diferentes lugares, aunque una alta fuente de Palacio que dijo no conocer la metodología explicó que serán “ plataformas muy diferentes”. 

En todo caso, esa y otra alta fuente de Palacio explicaron a La Silla, bajo la condición de anonimato, por qué Duque decidió apostarle a ese proceso, largo y amplio, y no solo no ha respondido a los sindicatos su invitación a reunirse, sino que ni siquiera los ha mencionado, ni ha convocado a los congresistas cuando el Congreso es un espacio natural de debate político y en principio de representación ciudadana.

“El reto del gobierno es abrir diálogo social sin perder gobernabilidad y sin que eso se vuelva botín para los partidos políticos”, le dijo a La Silla una alta fuente de Palacio. Explicó que hablar con líderes del paro es insuficiente porque no representan todos los motivos de marcha y que hay que hablar con los que lideran el movimiento social que aterriza en el cacerolazo pero no tiene líderes ni voceros.

La segunda fuente coincide y dice que la idea es poder entender cuáles son las demandas de quienes protestan, pues los sindicatos “están empoderados y creen que esta expresión social es de ellos, pero no lo es. Se nota cuando se compara la convocatoria al paro con lo que movilizó a la gente“.

Al final, lo que Duque anunció es un proceso que tardará meses en dar frutos, que busca que ningún sector político capitalice las marchas posicionándose como su vocero y que probablemente mantenga viva la movilización social, más cuando todo indica que hoy o mañana se presentará en el Congreso la ponencia para su reforma tributaria, uno de los temas  que por lo menos los convocantes iniciales al paro mostraron como motivo de descontento.

Eso, cuando la respuesta política es un proceso largo y todavía gaseoso y no hay decisiones puntuales e inmediatas, le puede dar todavía más fuerza a las cacerolas.

Más gasolina

Cinco miembros del Comando Unitario Central, que convocó el paro y desde el jueves le pidió a Duque una reunión urgente, le explicaron a La Silla que no ven con buenos ojos el anuncio, empezando porque no los nombró de forma directa, con lo que se sienten desconocidos.

“Debe convocar a los sectores que están movilizados, cosa que no hizo”, dice Luis Fernando Arias, consejero mayor de la Organización Nacional Indígena de Colombia, Onic. “No es posible que se siente primero con los alcaldes y gobernadores antes que con el Comando Unitario”, dice José Cárdenas, secretario general de la organización estudiantil Acrees. “Si el presidente quiere conversar, que empiece por sentarse con quienes hicimos el paro. Ayer ni nos nombró. Eso no es serio”, dice otro directivo sindical.

Además, sienten que la estrategia de Duque es tratar de romper su unidad para poder negociar por partes: “sabemos esa táctica del gobierno porque así ha sido siempre. Así fue con el paro del 2018 con los estudiantes. Primero dijo que con los rectores y después ahí sí con los estudiantes. Está haciendo lo mismo”, dice Cárdenas.

Algo similar dice William Agudelo, de la Asociación Distrital de Educadores. “El mensaje es que va a partir la negociación. Supongamos que inicia mañana con los sindicatos, ahí no está representada toda la gente. La protesta tiene múltiples sectores, no sólo con unos ¿los otros qué?”. 

Tampoco le gusta que incluya una parte en internet: “Eso es opine, opine y yo decido”, dice Agudelo; “Aquí no vamos a aceptar que mañana aparezca cualquier Pedro a decir que representa a una gente por internet. Ese es un mecanismo del Gobierno para torpedear la verdadera conversación”, explica Francisco Maltés, de la central obrera CUT.

Con todo eso, no solo mantienen su reunión mañana martes para definir los pasos a seguir sino que los cinco prevén que el paro se mantendrá porque ven una movilización grande.

“Creo que la movilización se puede mantener porque es que hay mucha indignación con el gobierno. Es que son décadas de indignación. Hoy la gente nos está pidiendo venga y expliquen lo que están planteando, yo hoy ando en esas en Fontibón“, cuenta Maltés para mostrar esa emoción. 

Por eso, lo más seguro es que el paro no pare. Al menos no por ahora, y no por el inicio de una conversación nacional que todavía tiene más nombre que cuerpo, y que precisamente por eso no le quita la cámara lenta a la reacción de Duque a las movilizaciones.