Para el día de la elección presidencial en Estados Unidos, 3 de noviembre de 2020, Fox News estaba marcando récord en ventas de publicidad. El debate político era aceite hirviendo y la cadena conservadora había tenido siempre el fogón prendido. Sin embargo, el rating empezó a caer una semana después, cuando las proyecciones dieron ganador a Joe Biden. Como si el vendedor de vicio hubiera desaparecido de la esquina, Fox abandonó a sus clientes por un momento. Algunos presentadores estrella del canal anhelaban pasar la página de Donald Trump para vender algo menos tóxico, pero los seguidores del Presidente no estaban dispuestos a quedarse sin su dosis de fuego. 

Aunque no parecían una amenaza para Fox News, las también cadenas por cable Newsmax y One America News (OAN) venían intentando arrebatarle una tajada de televidentes al imperio de Rupert Murdoch. El show de Trump era una vaquita generosa que ellos también querían ordeñar. La enorme audiencia de nicho estaba identificada con pelos y señales desde la elección de 2016: norteamericanos enardecidos de derecha, mayoritariamente blancos, con menor grado de educación y de estados del centro del país. 

El dilema para Fox News fue en realidad breve. Los altoparlantes del canal –Sean Hannity, Tucker Carlson, Maria Bartiromo y Jeanine Pirro, entre otros– podían decir la verdad para variar, “buenas noches, perdió Trump por paliza, sigan con sus vidas” y seguir restando pupilas o, más bien, darle cuerda a la mentira del fraude electoral, mantener el rating y monetizar al Orange Man hasta la última gota y sin importar las consecuencias. En esas ya estaban Newsmax y OAN, y Fox News no pensaba dejarles la mesa servida.

Durante toda la campaña, Donald Trump alimentó la teoría de la conspiración como única coartada ante la perspectiva creciente de su inevitable derrota. Su caballito de batalla eran los votos por correo, una alternativa por la que optaron millones de militantes del Partido Demócrata frente los riesgos de la pandemia, y que precisamente por su novedad y escala harían más dispendioso el conteo. La madrugada siguiente al día de la elección, cuando aún faltaban millones de votos por sumar, Trump llegó a declarar su victoria.

Al supuesto fraude de los votos por correo –que llegaban más de los que eran, que votaba gente que no existía–, se le sumó otro invento que ya tenía iteraciones y ensayos en la previa de la elección: el software y las máquinas para contar votos estaban alterados a favor de Joe Biden. Como un virus, la denuncia falsa salió de los foros de conspiradores y trolls, se regó por Twitter y empezó a hacer las rondas en los medios de derecha y canales digitales. En esos relatos, dos empresas empezaron a estar en boca de republicanos y comentaristas de Fox: Dominion y Smartmatic.

El martes pasado, Fox News concilió una demanda por difamación que Dominion había instaurado en su contra hace dos años. Por 787,5 millones de dólares –una cifra histórica en procesos de este tipo– Fox se evitó un juicio en el que habrían tenido que desfilar por el estrado las estrellas del canal, los ejecutivos y el propio Murdoch. “La verdad importa. Las mentiras tienen consecuencias”, declaró uno de los abogados de Dominion cuando se anunció de manera inesperada el acuerdo entre las partes.

La conciliación no incluyó una rectificación o excusa pública por parte de Fox News. Escuetamente dijo que reconocía que en las decisiones previas de la Corte se había encontrado que ciertas afirmaciones que hicieron sobre Dominion eran falsas. Eso fue todo. Lo cierto es que el trámite previo en la Corte Superior de Delaware puso de presente mucho más que eso. Entre las pruebas descubiertas hay más de un millón de páginas de correos electrónicos, memos y mensajes de texto entre presentadores de Fox, periodistas, productores, ejecutivos y Murdoch; un expediente sobre la decadencia del periodismo gringo. Un manual de manipulación y cinismo.

En los días siguientes a la derrota proyectada del presidente Trump, cuando las redes sociales y varios medios de comunicación verificaban informaciones e intentaban atajar la mentira del fraude, Fox News enfrentaba una crisis existencial. “Todo el asunto me parece una locura”, escribió Tucker Carlson en alguno de los mensajes. El politburó de Fox sabía que estaban ante una patraña, pero tenían igualmente claro que Trump y sus mercachifles la iban a ventilar sin parar. La gran mentira era, por lo tanto, la historia que su audiencia quería ver. Eran días de ‘prime time’ y había que vender.

Por los distintos shows de Fox News desfilaron los abogados y aliados de Trump, en especial Rudy Giuliani y Sidney Powell. Ellos dos protagonizaron, además, una rueda de prensa delirante en que Powell vinculaba a Dominion en una conspiración comunista cubana con participación fantasmagórica de Hugo Chávez. Giuliani, mientras tanto, tomaba agua y se secaba las gotas de sudor de la frente que le habían descorrido el tinte del pelo.

“Rudy está actuando como una persona demente”, escribió internamente Sean Hannity. No obstante, por la noche en su programa le daba manivela a la denuncia del supuesto error del software y el rol de Dominion: “Vamos a estar enfocados mucho en esto”, le decía a sus televidentes impostando la consternación que repetiría una y otra vez. Rupert Murdoch tenía un ojo en los ratings y otro en la competencia. Sabía que lo de Giuliani era de manicomio – “realmente loco esto. Y dañino”, dijo en algún mensaje– y advertía que de pronto, quién sabe, algunos presentadores estaban yendo “muy lejos” en sus shows. Pero advertía: “No queremos antagonizar más con Trump”. Tucker Carlson también sabía que no podían ponerse en bandeja de plata a la competencia: “Con Trump detrás, una alternativa como Newsmax podría ser devastadora para nosotros”, escribió en un mensaje de texto.

Donald Trump estaba furioso con Fox News desde la noche de la elección, cuando el noticiero proyectó acertadamente que Arizona, uno de los estados clave en disputa, había sido ganado por Biden. No pelear con Trump era no pelear con la audiencia. No pelear con la audiencia era pelear con la realidad. Cuando la corresponsal de Fox News en la Casa Blanca cubrió las acusaciones de Giuliani y Powell con escepticismo y contrastación, su editor la llamó al orden. 

En su declaración en el proceso, la periodista afirmó sobre el regaño de su jefe: “Hizo hincapié en que los altos mandos de Fox News tampoco estaban contentos con eso. Y me dijo que necesitaba hacer un mejor trabajo de respetar a nuestra audiencia”. Y añade después: “Creí que estaba respetando a nuestra audiencia al decirles la verdad”. La tensión entre el poco periodismo que quedaba en Fox y la máquina de manipulación de Murdoch y sus presentadores era constante. 

Los equipos internos de chequeo en el canal enviaban verificaciones que desvirtuaban la teoría del fraude, pero que pasan de largo como si fuera spam. Cuando otro periodista de Fox interrumpió al aire las acusaciones infundadas de la secretaria de prensa de Trump, Kayleigh McEnany, una práctica que se había vuelto normal en varios medios para intentar controlar la propaganda oficial, un ejecutivo del canal envió un correo interno calificando la actuación del periodista como una “amenaza para la marca”. 

Entre presentadores, expertos y comentaristas de Fox también había escepticismo público frente a las teorías del fraude. No se trataba simplemente de cerrar filas a favor de Trump, sino de explotar esa narrativa hasta el final, mantener el interés de la audiencia y vender todas las empanadas: la declaración, el tuit, la polémica, las acusaciones cruzadas, las contradicciones… El producto no era necesariamente la mentira, sino su legitimación y amplificación constante. Uno de los ejecutivos de Fox, Raj Shah, resumió la estrategia en uno de los correos internos: “Lo cubrimos de pared a pared y luego lo quemamos con todo el escepticismo”.

La conciliación entre Fox y Dominion evitó un juicio trascendental, pero abrió una grieta en el mercado de la manipulación y devolvió la esperanza a quienes ven en los procesos de difamación un camino para que algunos actores rindan cuentas y los demás tomen nota del precedente. Detrás de Dominion viene Smartmatic, que pide más dinero y exige una rectificación en letras de molde. Para Newsmax y OAN, una indemnización por una fracción de lo que pagará Fox News podría implicar la quiebra. ¿Y para Fox y Murdoch?

“Lo odio apasionadamente”, le dijo Tucker Carlson a su equipo cuando pensaba que los días de Donald Trump en la vitrina política estaban contados. Dos años y medios después, Trump puntea las encuestas republicanas y Carlson sigue hablando del fraude electoral en su programa (más del 60% de los republicanos piensan hoy que Biden no ganó limpiamente). En defensa de quienes participaron en la insurrección de enero de 2021 –una consecuencia directa del incendio de Fox– Carlon dijo hace un mes: “Creían que las elecciones en las que acababan de votar se habían llevado a cabo de manera injusta, y tenían razón”. 

El dilema para Fox es breve. En palabras de Jeremy Peters del New York Times, “si es más doloroso decirle a su audiencia la verdad que girar un cheque, ellos van a girar ese cheque”. Tal vez éste sea el primero de muchos.

Nota. En el canal de CHCH hablé esta semana sobre la reforma a la salud. Les recomiendo la sesión de escritorio y la entrevista con el investigador en sistemas de salud Johnattan García. 

[Este artículo está basado en el trabajo previo que hice sobre este tema y algunas fuentes actuales. Va una lista de las principales: La Mesa de Centro, New York Times, The Daily, Fox News, Washington Post, CNN, The Guardian, Columbia Journalism Review, On The Media, The Righting, Berlik Law].  

Fui periodista de La Silla Vacía y creador de La Mesa de Centro. Hago contenido en Charlas con Charli y soy codirector de Linterna Verde.