La economía ha pasado a un segundo plano en los sentimientos políticos actuales. La gente está dispuesta a pagar un precio en menor prosperidad, mayor desempleo y caída en ingresos con tal de lograr otros objetivos que consideran más meritorios. En particular, los objetivos denominados “de identidad”. Estos son del tipo: frenar la inmigración, contrarrestar el cambio climático, alcanzar la equidad racial y de género, generalizar el acceso al aborto, permitir los matrimonios del mismo sexo, poner atención especial al cuidado de los animales, entre otros.

En el voto del Brexit en 2016 dominaron los argumentos no-económicos. El susto a los enormes costos económicos que pudiera implicar salirse de la Unión Europea, fue menor que el interés de los británicos de volver a controlar sus fronteras, y que sus políticas no fueran determinadas desde Bruselas sino internamente. 

Esta política de “identidad” esta inevitablemente ligada a lideres populistas. Porque a ninguno de ellos parece importarle el costo económico de lo que propone.

Motivaciones similares dominaron las elecciones recientes de Chile, Perú y Colombia. Los temas de identidad fueron clave en la elección de Boric y en el triunfo de un grupo de constituyentes inexpertos pero vocales sobre temas de identidad. La gente rechazaba el gobierno de pinera a pesar de que la economía estaba bien. Ahora bien, se les fue la mano en identidad, pues crearon prácticamente estados independientes dentro de Chile, con sistemas de justicia propias y autonomía excesiva. 

Otros ejemplos de excesos de identidad que confundieron a los votantes chilenos y llevaron a la derrota de la nueva constitución por un margen de casi 2 a 1 fueron: 1) se consideró que la naturaleza tiene derechos que deben ser resguardados por el Estado; 2) la política fiscal y el presupuesto tendrían un enfoque de la igualdad de género. 3) No se le asignaba valor a la vida intrauterina; el aborto sería un derecho garantizado por el Estado. 4) La Constitución perdía parcialmente su función de garante de derechos de propiedad. Y así más y más.

Muchas aspiraciones de la agenda de identidad son meritorias. Pero el tema se vuelve particularmente interesante y puntiagudo cuando se impone una nueva carta de navegación del país, con un rol preponderante por encima del bienestar y de muchos valores defendidos por grandes segmentos de la población. Interpretar el voto de las elecciones chilenas sobrepasa el objetivo de este artículo, y mi conocimiento de las circunstancias.

Quiero resaltar, sin embargo, que Chile enseña que la política está gobernada por un movimiento pendular. La gente se mueve masivamente en una dirección, pero los hechos la pueden mover para el otro lado. Chile pasó de triunfos aplastantes de los constituyentes y Boric, que dieron paso en cosa de meses a la derrota de la nueva constitución en el plebiscito.

Otro ejemplo es el cambio de Europa frente al gas, dentro de la agenda verde. Los problemas de Ucrania y la oferta de energía proveniente de Rusia bajaron la oferta de gas, clave para la generación de energía en ese continente, y dispararon el precio del hidrocarburo. Esto llevó a considerar que el gas será en adelante un “combustible verde”, distinto del petróleo, y más cercano al viento y al sol. 

Ambos ejemplos indican que los seres humanos interpretamos los hechos dependiendo de las circunstancias. Argumentos que nos parecían verdades evidentes, puede pasar en el curso de pocos meses, a ser considerados equivocados o conducentes a sufrimiento económico que no estamos dispuestos a soportar.  

Sobre el tema del cambio de ánimo y opinión en función de las circunstancias y dificultades, cabe recordar una reflexión del escritor americano Somerset Maugham: “No es cierto que el sufrimiento ennoblezca el carácter; la felicidad a veces logra eso, en cambio el sufrimiento casi siempre torna a los hombres mezquinos y vengativos”. En efecto, las circunstancias nos cambian en formas difíciles de predecir. 

No es claro por qué las prioridades económicas han dado paso a agendas de identidad, pero, puede estar relacionado con períodos de sufrimiento, como los que describe Maugham, a los que los suecos, italianos, americanos, chilenos e ingleses no estaban acostumbrados. 

La economía y los argumentos económicos hoy no son lo que eran y pesan menos en las decisiones de la gente. La pregunta sería: ¿Qué tanto tiene que deteriorarse la economía para que vuelva a importar? Dadas las dificilísimas circunstancias internacionales y las nocivas políticas económicas y sociales que se espera implantar en Colombia, más pronto que tarde nos enteraremos de si al gente vuelve a darle importancia a los temas económicos sobre los de identidad