Cuenta la prensa internacional que la esposa del presidente de Chile, Irina Karamanos, ha puesto fin oficialmente a sus funciones de primera dama. No seguirá presidiendo las fundaciones que estaban a su cargo (varias ligadas a la infancia). Regresa a sus labores de antes de convertirse en la esposa del presidente, regresa a la investigación científica.

Esta postura es propia de una mujer moderna, feminista, de una ciudadana que no quiere tener privilegios por el simple hecho de estar casada con el hombre que fue elegido para dirigir el país. Es también el resultado de una coyuntura histórica, y es que el papel de la primera dama ya no es tan popular como hace unos años, como lo afirman los sociólogos que han estudiado el asunto. 

La figura de la primera dama tiene mucho de herencia de la pareja real. Supone un matrimonio heterosexual, supone una subordinación de la mujer con respecto al hombre, supone una relación estable. Todo esto ha sido fuertemente cuestionado por la (a menudo silenciosa) revolución feminista. En primer lugar, el matrimonio ya no es necesariamente heterosexual. De hecho, el estar casado no es requisito para acceder al poder, como tampoco es requisito tener hijos. Cada vez más, llegan al poder hombres y mujeres que o no están casados, o lo han estado varias veces, o no son heterosexuales, o no juegan a poner en escena estos asuntos.

Otro aspecto importante es que las mujeres se sitúan cada vez más en un plano de igualdad con respecto a los hombres. Muchas rechazan el rol que se les daba, y buscan avanzar por sus propios méritos. En América latina, varias mujeres, esposas de presidentes, le han dado un toque particular a esa función. Algunas han jugado un papel relevante en la vida política de su país: piénsese en Lucía Topolansky, exguerrillera tupamara, destacada militante y senadora muy votada (fue ella quien le tomó juramento como presidente, en 2010, a su esposo Pepe Mujica). Cristina Kirchner, evidentemente, es también el ejemplo de una política profesional militante que no se limitó a acompañar a su marido.

Signo de su independencia, varias de las esposas de los presidentes elegidos con mandatos de izquierda se situaron más a la izquierda que sus maridos: en Francia es muy conocido el caso de Danielle Mitterrand, la esposa oficial de François Mitterrand (él tuvo otra larga relación simultáneamente), decididamente más a la izquierda que él en muchos temas (y conocida por su movilización hacia los países del que entonces se llamaba “tercer mundo”).

En América, Ruth Cardoso (esposa de Fernando Cardoso), Hortensia Bussi (esposa de Allende), incluso Sarah Kubitschek (en Brasil) se recuerdan como mujeres de avanzada. Más recientemente, Jill Biden (Estados Unidos) ha criticado abiertamente la decisión de la Corte Suprema de ese país que revierte derechos adquiridos sobre el aborto.

¿Y en Colombia? Aunque la función no existe (ni la Constitución ni la ley le dan prerrogativas a la esposa o compañera del presidente), algunas de ellas sí han buscado tener algún tipo de incidencia. Tradicionalmente, se ocupan de los temas de niñez (ya en los años 1930, María Michelsen de López inauguró el Amparo de niños abandonados) o trabajan por los desvalidos (Lorencita Villegas de Santos fue la iniciadora de importantes hospitales en los años 1940).

Sin embargo, esta implicación en estos campos no significa, como en otros países, un involucramiento más político, y sobre todo más orientado hacia la búsqueda de derechos. Hasta el día de hoy, en Colombia no hemos tenido a una mujer realmente progresista, o de izquierda, como primera dama. La mayoría se enmarca en la caridad cristiana, invoca a dios antes que al derecho, y circunscribe su acción en los sectores citados.

A raíz de los viajes internacionales de Verónica Alcocer (lleva ya dos viajes como “ministra plenipotenciaria”, función que sus predecesoras también ocuparon en una docena de ocasiones) cabe preguntarse qué papel buscará jugar ella. No es claro si su interés protagónico se inscribirá más en el sector de la moda o en el sector de la infancia y los sectores desprotegidos. No es claro si su modelo es una Brigitte Macron (que gasta elevadas sumas en su vestuario chic de modistas franceses) o si su modelo son las primeras damas del mundo caritativo.

La hemos visto ponerse en escena en videos paternalistas religiosos con indígenas, o abrazar a una niña (instrumentalizada) en el triste tema de las violencias intrafamiliares. Sabemos que allegadas suyas ocupan ahora los cargos más importantes de protección a la niñez, y la hemos escuchado sinceramente conmovida con los destinos de tantos niños maltratados por sus padres y/o proxenetas.

En estos tiempos de normas sociales cambiantes y de feminismo liberador, el rol de primera dama está siendo fuertemente cuestionado. Desde el continente latinoamericano ya se han enviado nuevas propuestas relativas a este rol. Así, la sola llegada de Michele Bachelet a la presidencia de Chile en 2006 modificó un asunto (las funciones delegadas al cónyuge fueron delegadas a personas idóneas a las que se remuneraba por su trabajo). 

Hoy, Irina Karamanos renuncia a esa figura, renuncia a la presidencia de fundaciones, renuncia a estar dentro del palacio. Ella lo expresa claramente: “Lo que venimos a plantear, habiendo analizado las posibilidades, es una modificación en lo institucionalizado que está el papel de primera dama en Chile. (…) La figura de primera dama no es tan democrática como esperamos que sean las instituciones”.

Suena muy precursor este postulado: que se elimine la figura legal de “primera dama”, si es que existe. Pero lo que se busca es ir más allá: redefinir la figura, salir del papel estereotipado, salir de la herencia simbólica del pasado. Las primeras damas y los primeros maridos del futuro tendrán que componer su función acorde con las cambiantes normas sociales. Posiblemente sea más fácil decretar la soltería del poder.

Es investigadora asociada de la Universidad Paris Diderot. Estudió ciencias políticas en la Universidad de los Andes, una maestría en historia latinoamericana en la Universidad Nacional de Colombia, una maestría en ciencias sociales en el Instituto de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de Marsella...