Hace unas semanas reflexionaba sobre los desafíos económicos, sociales, políticos y ambientales que enfrentamos las sociedades alrededor del mundo. Encontré que el desarrollo sostenible es uno de los mayores retos globales debido a cuestiones coyunturales como la pandemia de la Covid19, que además de las afectaciones en la salud y el bienestar de millones de personas, generó impactos negativos en términos sociales y económicos.

Es bien sabido por todos que la llegada de la pandemia del COVID-19 nos situó en la peor recesión de los últimos 90 años e impactó de manera más fuerte a las poblaciones más pobres. Se han exacerbado situaciones lamentables como el incremento del desplazamiento forzado y las migraciones, muchas de ellas debido a las guerras que existen en la actualidad y poniendo en riesgo uno de los principios de la Agenda 2030: “No dejar a nadie atrás”.

En la academia somos conscientes que el desarrollo sostenible es un asunto muy desafiante para América Latina y el Caribe, debido a que es una región altamente vulnerable. Cifras estimadas por la Cepal para el año 2021 mostraron un indeseable aumento de la pobreza (32,1%) y de la pobreza extrema (13,8%) comparado con el año 2020. Queda claro que en esta materia tenemos aún mucho por hacer.

La consecución de los objetivos alrededor de la Agenda 2030, sus 17 objetivos y 169 metas, depende de la participación activa de todos los actores sociales incluidos gobiernos, sector empresarial, academia y sociedad civil. 

Pese a que las perspectivas de cumplimiento de esta agenda global no son del todo favorables, existen grandes oportunidades para solventar necesidades sociales a través de actividades empresariales, en las que la academia puede ser un actor catalizador.

En el pasado mes de marzo, durante XXVIII Cumbre Iberoamericana de jefes y jefas de Estado y de gobierno y con la participación de la Cepal entre otros organismos, se abrió una reflexión alrededor de las oportunidades que tienen los países de Iberoamérica para crecer económicamente y avanzar en torno al desarrollo sostenible mediante la colaboración entre diferentes grupos de interés.

Se identificaron 15 actividades que pueden contribuir a la reactivación económica y a la dinamización del desarrollo sostenible, entre las que se encuentran: la participación en cadenas mundiales de suministro, la bioeconomía y la participación en la industria de la energía (transición energética, energía renovable, hidrógeno verde y el litio en la transición energética).

También fueron destacadas la industria del transporte, especialmente aquella basada en soluciones limpias como es la electromovilidad, la industria alrededor de la salud (farmacéutica y de dispositivos médicos). La economía circular, economía del cuidado, la transformación digital, la exportación de servicios modernos, el turismo y la gestión sostenible del agua, también fueron consideradas actividades económicas con potencial de dinamización y desarrollo sostenible.

Pero si las empresas necesitan desarrollar estas actividades con base en tecnología e innovación ¿qué pueden aportar las universidades? ¿Cómo se pueden crear sinergias para el desarrollo sostenible desde la academia?

En primer lugar pienso que tenemos una responsabilidad en la generación de programas de formación pregradual y postgradual, orientados al desarrollo de competencias en torno a estas actividades económicas, reconocidas como de alto potencial y con enfoque de sostenibilidad.

En segundo lugar, a través de mecanismos de colaboración y cofinanciación podemos desarrollar investigación pertinente y de vanguardia, enfocada en el desarrollo de ciencia básica, experimental y aplicada para la solución de estos desafíos globales. Todo lo anterior aplicando los preceptos de la innovación abierta.

La buena noticia es que en Colombia cada vez nos interesamos más en atender estos desafíos, mediante la creación y consolidación de ecosistemas de innovación abierta, actividad a través de la cual se constituyen comunidades diversas en las que todos ganamos.

En este contexto, los Livings Lab’s se posicionarán cada vez más como espacios que promueven la transferencia de conocimiento a través de la colaboración interdisciplinaria y la c-creación.