En una ocasión me encontraba con una de las mujeres afro, llamadas también “sabedoras”, que trabajan en los quilombos de la ciudad de Bogotá. Ahora mismo no recuerdo el contexto exacto por el que surgió la conversación, pero hablamos sobre que a cualquier lugar donde ella iba le gustaba ir desmenuzándolo todo para saber en qué entorno estaba y cómo moverse en este.

En estos términos, quisiera comenzar por decir que el tema que nos convoca en este espacio es el de la educación y la pedagogía, entendiendo, por un lado, de que manera la Real Academia Española (RAE) nos ha definido este concepto de educación como la posibilidad de criar, enseñar y adoctrinar a las niñas, niños y jóvenes, que constituye también un proceso de instrucción a través de la acción docente.

De otra parte, la pedagogía la define la misma RAE como la ciencia que se ocupa de la educación y la enseñanza, particularmente infantil. En este mismo sentido se dice que la pedagogía es una práctica educativa o de enseñanza de un determinado aspecto o área y comprende también la capacidad de enseñar y educar.

Digamos que, a primera vista, pareciera que la categoría y/o el concepto de pedagogía abarcara el de educación. Esto es, hay que pensar la educación dentro de una ciencia que posibilita y habilita al educador con la capacidad de educar y enseñar sobre un determinado aspecto o área del conocimiento.

Redondeando, todo lo anterior tiene que ver con la idea o conceptualización de las dos categorías en mención. Ahora bien, si ponemos en contexto las dos categorías se diría que ver la educación como la posibilidad de enseñar e instruir a la infancia y a la juventud sitúa directamente al docente como líder y protagonista de la acción áulica dentro del sistema educativo, depositando en él o ella casi toda la responsabilidad de educar.

En este sentido, si la acción de educar es un acto que se desarrolla y se desenvuelve en el aula y si, como se ha dicho, la pedagogía es una ciencia que capacita para enseñar y educar, entonces se deduce que al estar en el aula dicho docente tiene la posibilidad de hacer ciencia para enseñar y educar más y mejor.

Dicho en otras palabras, el docente tiene en frente y en sus manos todo un arsenal de posibilidades de hacer que su práctica cada día sea mejor para guiar y llevar a sus alumnos al logro de un conocimiento más global y de alta calidad; entendiendo también, que es el sistema educativo quien le otorga esta posibilidad y le da autoridad para que así lo haga.

Con todo, la pregunta que nos hacemos es si el docente como figura central del sistema educativo y de los procesos de enseñanza se ha asumido como un agente productor y gestor de conocimiento, en tanto que ha decidido ser un maestro.

Nótese, que este cuestionamiento surge del contexto del sistema educativo colombiano, del cual organismos como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) y algunos analistas consideran que es un sistema confuso y vacío en lo correspondiente a la estructura de la educación superior, sus instituciones y sus programas.

Y suponiendo, como hemos dicho en el comienzo, que haga falta desmenuzarlo todo para saber y entenderlo todo se obligaría a los fundadores y a los productores de normas (legisladores) a que enuncien con toda claridad: ¿qué es lo que quieren decir cuando se refieren a educación de calidad, cobertura, docentes, instituciones y todas las categorías que implican este sistema de enseñanza confuso y vacío? Una vez aclaradas estas categorías nos consagramos al debate.