Conchas de Piangua (Foto: Matilda Mosquera Murillo, lideresa piangüera del Consejo Comunitario de La Plata). 

“¿De dónde viene la piangüa?

La piangua viene de afuera.

Ella viene a los esteros.

Ella viene a su hogar.

Ella viene a los esteros a dejar su cría en el manglar.”

Rosa Mosquera, Piangüera Consejo Comunitario de La Plata

En los manglares del océano Pacífico colombiano habitan y se desarrollan las pianguas, unos bivalvos de la familia de los moluscos. Tienen una apariencia oscura, textura firme y un exquisito sabor, que hacen de estos un alimento muy apreciado, sobre todo en países diferentes a Colombia.

Los manglares son entornos naturales que sirven de hogar, refugio y reproducción a múltiples especies marinas, que incluyen peces y moluscos muy variados. 

También son uno de los ecosistemas con mayor capacidad de fijación de carbono en el suelo del planeta: pueden capturar y almacenar hasta cinco veces más dióxido de carbono que los bosques terrestres, y por ello se han convertido en lugares más valiosos que ahora sirven para mitigar fenómenos como el calentamiento global.

El Consejo Comunitario de La Plata, ubicado en Bahía Málaga, Buenaventura, tiene cuatro veredas: La Sierpe, Mangaña, Miramar y La Plata. Según el último Censo, hecho en 2022 en este territorio viven unas 500 personas (El Censo de 2023 fue realizado de manera participativa por profesores y estudiantes de la Universidad Icesi con miembros de la comunidad de la La Plata). 

Alrededor del 50% de la población depende de la pesca y la recolección de moluscos como medio de vida, y más del 50% de sus habitantes son mujeres. 

De acuerdo con los malagueños en La Plata “se vive bien, se tienen una buena vida”, a pesar de las grandes limitaciones en salud, educación y vivienda, o de la precariedad de servicios como el agua potable, la electricidad, los sistemas de disposición de aguas servidas y el manejo de residuos.

Desde la misma titulación de sus territorios en 2003, el Consejo Comunitario ha optado por un desarrollo en armonía y balance con el mundo natural, que comprende la conservación y equilibrio de los capitales del medio ambiente.

Así lo ha expresado con el Código de Régimen Interno en los planes de Administración de los Recursos Naturales, en las reglas del Ecoturismo.

De igual manera, sus planes de vida trabajan por el fortalecimiento de la identidad como comunidad negra, en concordancia con los desarrollos de la Constitución de 1991, pero en una lógica que reivindica y promueve la diferenciación racial, étnica y territorial de manera que sea reconocida e incorporada, no solo por las instituciones del Estado, sino por la sociedad en su conjunto.

El Consejo también ha trabajado en procesos de formación en el desarrollo de proyectos, en alianzas y negociaciones con instituciones y organismos nacionales e internacionales que apuntan a la construcción de bienestar, a la sostenibilidad, a la participación y democracia, a la defensa y preservación de la cultura y la naturaleza, a la convivencia pacífica y solidaria con las comunidades de la región, buscando articularse y fortalecer el Estado nación.

En El Consejo Comunitarios de La Plata unas 115 mujeres se dedican a la extracción de piangua, organizadas en dos colectivos: la Asociación comunitaria de Mujeres Piangüeras (Raices Piangueras) y la Fundación de mujeres vigías de la piangua (Fuvipia). 

Ellas han liderado el monitoreo de actividades y especies asociadas al ecosistema del manglar, con el apoyo de varias universidades e instituciones como la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC), que promueven la conservación y uso responsable de los recursos naturales. 

Cada una de las veredas tiene sitios específicos de recolección. En la de La Sierpe están Quebrada el Mono, Caracas, Vaerrugatero, La Última Isla y Secadero. En la vereda de Mangaña están El Bongo, Pital, Campoalegre, Corozal y la Rosa. En Miramar están Manglares, Luisito, El Bongo, Pital, Luchito, El Morro, Los Esteros y Cucho. Y en la vereda de La Plata están El bongo, Pital Campoalegre y Corozal.

“Acá nosotros nos mantenemos más que todo de la piangua (…) nos guste o no (pianguar), esa es la forma que tenemos de trabajar y conseguir dinero, entonces toca hacerlo (…) pianguar solamente cuando se está en puja –cuando el agua “está buena” y la marea crece más– porque es en ese momento que la piangua suele entrar al manglar y abunda mucho más, en cambio en la quiebra –el tiempo en que la marea crece menos– no hay tanta piangua”: Dani Yultiza Caicedo.

Pianguar es una exigente y demandante labor. No tiene horario, porque está determinada por los ciclos de la marea. Es una actividad que dura unas cinco horas: se llega al raicero con el agua seca, y se sale cuando ésta ya haya cubierto todo el manglar.

En potrillo (pequeña embarcación de madera) se llega a los manglares impulsados por la fuerza de los brazos que, por el mar o los esteros, conducen al manglar. Allí, en el manglar, se pasan varias horas, a veces hasta el mediodía o la tarde. De rodillas se sumergen las manos en el lodo que rodea los troncos de los arbustos para buscar los moluscos que se adhieren a sus raíces.

Los manglares se recorren una y otra vez, con lluvia o con sol, hay que agacharse decenas de veces para alcanzar los moluscos, mientras se exponen a la picadura algunos peces, a las espinas de las raíces y a los animales que viven en el fango, particularmente el temido pez sapo.

“Las mujeres son las primeras que se levantan en el hogar y las últimas en acostarse. Antes de salir, en la madrugada, dejan la comida de toda la familia lista, y cuando regresan se dedican a lavar ‘platonados’ de ropa, a traer agua, o a otras labores de la casa, y al final de la tarde vuelven y cocinan para todos y para sus maridos”: Ayileni Valencia.

Recolectar la piangua es una práctica principalmente colectiva, pero también se realiza de forma individual. Pianguar permite a las mujeres espacios de diálogo, de risas, de canto donde se comparten alegrías, penas, sinsabores y también la cotidianidad familiar y comunitaria.

Las conchas son el principal recurso de la mayoría de mujeres del Consejo, les permite no sólo contribuir a la manutención y sobrevivencia de sus familias, también a su propia autonomía y libertad.

Decía Lucy Fernanda que los hombres no son tan buenos para pianguar, pues son muy impacientes, y por eso la actividad de la piangua está dominada por el poder de la feminidad.

Cuando las mujeres llegan con las pianguas son verificadas por monitoras y compradas por recolectoras de la misma comunidad, que las venden a comercializadores de Buenaventura y luego las exportan a precios significativamente más altos a Ecuador y Perú.

La piangua también es base de la dieta de la población, y parte de la oferta gastronómica y cultural de organizaciones dedicadas al ecoturismo en el Consejo, que promueven su conocimiento y prácticas a través de una ruta, que incluye recorridos desde su extracción hasta su preparación en deliciosos platos.

Sin embargo, no todo es paz y tranquilidad en este “paraíso”, como lo describen la mayoría de los malagueños. En los últimos cinco años, la situación se ha tornado más crítica: el número y el tamaño de la piangua ha decrecido drásticamente en varios territorios del Pacífico.

Esto a pesar del trabajo colectivo del Consejo, particularmente de las organizaciones de mujeres en procesos educativos, en la exploración de alternativas de producción y subsistencia, en el control y monitoreo del tamaño de la piangua, en el establecimiento de períodos de “descanso” para moluscos, y en la vigilancia y control de la pesca y extracción de foráneos en el territorio.

“Cuando yo tenía mis hijas, yo me madrugaba 7, 8 de la mañana y me iba sola. Cinco horas allá metidas solas, una canoita chica. Yo me iba y llegaba a mi casa con mis 200 docenas, cuando había. Ahora que no hay, yo voy me saco 20, me saco 15, porque se agotó el recurso”: Sinforiana Murillo.

Aunque el actual gobierno ha expresado interés por el medio ambiente y por asuntos como el calentamiento global y por las colectividades segregadas en el país, no parece tener entre sus prioridades comunidades y territorios del Pacífico colombiano como el de las piangueras, o la extracción de la piangua.

Enfrentar esta delicada situación no tiene salidas simples, y deben incluir medidas de corto, mediano y largo plazo con implicaciones culturales, económicas y políticas.

Por ejemplo, requieren de planes regionales que involucren una visión articulada de los ecosistemas marinos y terrestres, necesitan políticas y acciones serias y decididas de control de la pesca y la extracción de moluscos, sobre todo de la industrial y de gran escala.

Demandan planes alternativos de subsistencia, de educación y de generación de ingresos, que respondan a las necesidades, características y fortalecimiento de las mujeres y sus organizaciones.

Hacen muy urgente la lucha contra grupos y organizaciones criminales que actúan en la región, así como contra las economías ilegales e informales, y por supuesto precisa ajustes en las prácticas de uso, comercialización y consumo de los frutos del mar (Ver más sobre la extracción de la piangua en: Saberes en agricultura. Del territorio ancestral de La Plata Bahía Málaga. Territorios de Vida, Gef Colombia).

Además, como bien los expresa Ayileni Valencia:

“Nos falta hacernos valer como se debe, y que nos tengan en cuenta en las decisiones. Falta más empoderamiento de más mujeres, porque casi siempre somos las mismas que vamos a las reuniones a defender nuestros derechos”.

Nota: Este artículo es parte de las acciones conjuntas del Consejo Comunitario de La Plata y estudiantes y profesores de la Universidad Icesi.

Ph.D. en Ciencias de la Información con estudios en Comunicación y Antropología. Es profesor investigador del Departamento de Estudios Político de Icesi y sus investigaciones abarcan áreas diversas como: los movimientos sociales, la migración y la información; las memorias y narrativas sobre la...