Este pasado 29 de octubre el país cambió, de nuevo. O como siempre. Las elecciones locales en Colombia han presentado varios movimientos significativos en el panorama político regional, que parecen señalar un ajuste importante en la forma en la que el país votó en las elecciones presidenciales y legislativas de hace un año, en las que se eligió al presidente Gustavo Petro. 

Las fuerzas de oposición al gobierno nacional, en su mayoría, resultaron ganadoras en gobernaciones, alcaldías, asambleas y concejos. Algunos analistas conectan este fenómeno a una combinación de tres factores: 

  1. Un movimiento natural, como el de un péndulo, en las elecciones, que lleva a las personas a votar “por el otro lado”. 
  2. La creciente impopularidad del presidente y su gobierno. 
  3. La consolidación de unas fuerzas de oposición al gobierno nacional, que están buscando bases locales para los meses que vienen y para la próxima campaña presidencial.

Las tres comparten razón. Las elecciones regionales suelen servir de contraste a las elecciones nacionales. Aunque en este caso, la proporción de este es más importante. Los partidos y movimientos cercanos al gobierno seguro esperaban un mejor desempeño luego de la importante victoria en la campaña presidencial. 

Hace un año se hablaba de un país que había “girado a la izquierda”. Ese giro no parece tan claro, o, al menos, tan permanente como suponían algunos en 2022. Y las dificultades del gobierno actual no fueron de ayuda.

Petro lleva varios meses con índices de popularidad bastante bajos, en octubre de este año, según Invamer, solo el 32 por ciento de los colombianos aprobaban su gestión. Y los presidentes impopulares suelen ser malos jefes de campaña. 

Al final, también contribuyó a un giro tan drástico que campañas como la de Medellín o Cali estaban empujadas por gobernantes particularmente impopulares o cuestionados, cuya cercanía al gobierno creó un escenario de movilización del voto ciudadano muy importante. 

De nuevo, uno de los asuntos llamativos de los resultados tiene que ver con los cambios respecto a las votaciones nacionales y sus implicaciones en qué tan fluida es la intención de voto en las personas.

Quizá Bogotá sea el ejemplo más significativo de esta disonancia electoral. En 2022 la capital le otorgó a Petro 2.253.997 votos, casi el 20 por ciento de su votación total en la segunda vuelta. Mientras tanto, su candidato en estas elecciones logró menos de 600 mil votos, quedó de tercero y, contra muchos pronósticos, la alcaldía se definió en primera vuelta. 

Y claro, acá también puede estar mediado por el famoso “voto castigo” y las limitaciones del candidato en cuestión, pero sigue siendo llamativa la capacidad de muchos colombianos de votar con diversidad y fluidez, de moverse en el que, para los politólogos, es el sinuoso mundo ideológico sin tantas dificultades.

Esta realidad hace evidentes dos reflexiones que ojalá se alojen en algún rincón de las cabezas de los mandatarios que estrenaremos el primero de enero: la inconsistencia en las decisiones de votación significa que el contexto en Colombia influye mucho en como votan las personas, y eso hace que “mis votos” sean mucho más de la coyuntura de lo que a la mayoría de los políticos les gustaría reconocer. 

La respuesta, en términos de gobernanza, a esta realidad son administraciones que estén abiertas al diálogo y atentas a los pedidos de los ciudadanos. Asuntos como la seguridad, el cuidado, la transparencia y las preocupaciones en términos económicos y del sistema de salud parecen haber motivado buena parte del voto ciudadano en estas elecciones. 

Las personas esperan resultados, y muchos de estos no dependen únicamente de lo que puede hacer un alcalde o un gobernador. Navegar esa dificultad será el reto fundamental de muchos gobernantes que, además, estarán en evidente oposición al gobierno nacional. 

Ahora, ese rol de oposición no es solo ambición de algunos de los ganadores. El voto ciudadano también se movió en esa dirección, y parece parte del mandato. Encontrar un punto medio entre oposición y coordinación con lo nacional será un lío, pero nadie dijo que estas cosas fueran sencillas.

En efecto, el país cambió, de nuevo y como siempre.