El Barómetro de la Juventud, llevado a cabo por la Universidad Javeriana y el programa Jóvenes Resilientes de Usaid y Acdi/Voca muestra una fotografía de los colombianos entre 14 y 28 años. 

A partir de una encuesta detallada hecha entre el 27 de abril y el 24 de mayo en los 30 municipios donde funciona el programa Jóvenes Resilientes de Usaid y Acdi/Voca por la Javeriana y Ecoanalítica se muestra una imagen de lo que piensan los jóvenes en entornos de alto riesgo en Arauca, la Costa Atlántica, Antioquia, Meta, Caquetá, Valle del Cauca, Nariño y Norte de Santander. Fueron en total 5.465 encuestas que muestran un universo de 4,5 millones de jóvenes. La Red de Expertos les preguntó a varios académicos, investigadores y consejeros de juventud su opinión sobre los resultados de la encuesta, que puede leer aquí.

Esto respondieron:

“Ese bajo interés por la agricultura tiene que ver con que los referentes son los papás y los abuelos de estos jóvenes, que han tenido una vida muy dura en el campo”

Paulo Tovar

Coordinador de la línea de participación y diálogo en la Fundación Ideas para la Paz.

En una lectura transversal de la encuesta hay tres asuntos que me llaman la atención. Lo primero es el bajo porcentaje de jóvenes que se sienten afectados por el conflicto armado. Si bien se trata de jóvenes principalmente urbanos, los territorios en los que se realiza el estudio fueron priorizados por haber sido históricamente afectados por la violencia armada. Creo que esto nos debe hacer preguntas o reflexiones sobre cómo los jóvenes están viendo su presente y su pasado en estos territorios.

Lo segundo que es interesante es ver cómo los jóvenes visualizan un futuro y son positivos frente a lo que viene. Pero al mismo tiempo las perspectivas de estudio, al menos los estudios universitarios, una carrera profesional, no son para ellos una opción, pero tampoco, parece que les genera como mayor interés.

Hay que entender que los jóvenes visibilizan su futuro y sus oportunidades de crecimiento de una manera distinta y no condicionada a una educación formal, una educación profesional como la generación anterior, que lo veíamos como un asunto necesario. Allí hay una forma distinta de ver las cosas que es importante entender en términos de política pública.

Y tercero, tiene que ver con el tema de la agricultura. Mi interpretación de ese bajo interés por el tipo de formación o conocimientos más relacionados con temas de agricultura o agropecuarios tiene que ver con que los referentes de esas actividades en en estos territorios son muchas veces los papás, los abuelos de estos jóvenes, que han tenido una vida muy dura en el campo.

No, no es un campo tecnificado, no es un campo con oportunidades. Es un campo difícil, el del trabajo duro, el jornal duro. Hay que buscar resignificar el trabajo en el campo, las alternativas que hay allí, por ejemplo, ecoturismo y turismo ecológico suelen ser muy llamativos para los jóvenes. Es una manera distinta aprovechar y potenciar el campo. La pregunta es por la necesidad de un modelo distinto al que ellos vieron en sus padres y sus abuelos.

“Las nuevas generaciones no tienen una percepción favorable sobre la democracia, podrían ser presa fácil de los cantos de sirena del autoritarismo”

Andrés Sáenz

Cofundador y director ejecutivo de CIVIX.

Los resultados del Barómetro de la Juventud, realizado por la Javeriana y el programa Jóvenes Resilientes de Usaid y Acdi/Voca, muestran que la desconfianza de las y los jóvenes en las principales instituciones políticas del país es preocupante, pero comprensible. 

Los bajos niveles de confianza en los partidos políticos, el gobierno nacional, los gobiernos locales, los sindicatos e incluso en las organizaciones sociales y comunitarias demuestran que los jóvenes no se sienten escuchados o representados en los estamentos del mundo político adultocéntrico.

Esto lo confirma el hecho de que el 64,5% de los encuestados está en desacuerdo y muy en desacuerdo con que “los políticos tienen en cuenta las ideas de las y los jóvenes”. Es algo que debería prender las alarmas del sector político y educativo. Las nuevas generaciones no tienen una percepción favorable sobre la democracia, podrían ser presa fácil de los cantos de sirena del autoritarismo y del populismo, como está viéndose claramente en los resultados electorales de otros países de la región.

Además, es paradójico que la mayoría de los jóvenes crean que en una sociedad democrática es necesario que haya debates, y que sientan que participando en política pueden contribuir, mientras que al mismo tiempo consideren que el uso de la violencia está bien si es por una causa justa, sin mencionar que solo 1 de cada 3 afirma tener interés en participar en las elecciones.

Al parecer existe una disonancia entre la importancia que los jóvenes le dan a la idea de la democracia (debate, pluralismo, participación en política) y los costos propios que el sistema democrático necesita para funcionar (el imperio de la ley y la justicia, o la participación en espacios formales de representación). 

Oír con atención a esta población y no echar en saco roto sus ideas, propuestas, y necesidades es apremiante, sobre todo si queremos desactivar una bomba de tiempo de futuros estallidos sociales, mientras enriquecemos el debate público y la apropiación por las instituciones democráticas de nuestro país.

“Las condiciones de trabajo de los jóvenes son precarias en el contexto actual, y dan pistas sobre la ‘preferencia’ por emprender”

Daniela Méndez

Politóloga, hace parte del equipo de incidencia política del Extituto de Política Abierta.

El Barómetro de la Juventud nos presenta datos claves para el análisis de la situación de los y las jóvenes en el país, sin embargo, hay afirmaciones propuestas por La Silla Vacía que es necesario poner en diálogo con algunos hallazgo de Extituto de Política Abierta en su papel de secretaría técnica de la Comisión de Jóvenes del Congreso de la República, en torno a tres temas: educación y empleo, participación, y ruralidad y salud mental.

La educación, especialmente la educación superior, se ha mantenido como una demanda prioritaria en la agenda de las juventudes. Ha sido posicionada desde sus propias voces, por algunos Representantes a la Cámara y por el mismo gobierno nacional. 

Sin embargo, las demandas no han sido atendidas eficientemente por algunas dificultades, entre ellas las barreras de acceso, los retos de la permanencia de la juventud que requieren la garantía de condiciones económicas como alimentación, manutención y vivienda; el papel de la educación en su proyecto de vida, las probabilidades cada vez más bajas de movilidad social a través de la educación y las múltiples dificultades para acceder al mundo laboral. 

Entonces, hay que destacar el siguiente dato: el 47,5% de las personas encuestadas no tiene un trabajo remunerado, y quienes sí lo tienen señalan que necesitan un trabajo secundario para subsistir y sostener sus condiciones de vida. Además, la mayoría de los encuestados (32,8%) que sí cuentan con trabajo remunerado, están vinculados a partir de contratos de prestación de servicios, que no garantizan el acceso a prestaciones sociales. 

Lo anterior hace que valga la pena preguntarse si estas son condiciones de trabajo ‘adecuadas’ para los y las jóvenes del país. Más bien apuntan a ser precarias aún en el contexto actual, y dan pistas sobre la ‘preferencia’ por emprender que presenta el Barómetro.

En cuanto a la participación reconocemos el desencanto de la juventud con diversas instituciones del sistema democrático pero es fundamental matizar algunas afirmaciones. Si bien la juventud no confía en las instituciones del sistema democrático, esto no implica que no participen en los asuntos públicos. Eso se expresa en la multiplicidad de formas de participación que emergieron en el estallido social. 

Ahora bien, ¿por qué los y las jóvenes no creen en la democracia? Más que desconocimiento se trata de ofrecer mecanismos de participación suficientemente incidentes para la juventud, que se ha constituido por acción propia en un sujeto político clave en la realidad nacional. En este sentido, es indispensable abrir las instituciones públicas a sus voces y conectar sus agendas. Para lo anterior, la apuesta del gobierno por promover y consolidar a las juventudes como sujetos de transformación propone una importante ventana de oportunidad. 

Por último, la Comisión ha adelantado dos proyectos de ley (promovidos a partir de 3 espacios de participación ciudadana abiertos) para que las necesidades de la juventud se incluyan en las políticas nacionales rural y de salud mental. 

Algunos resultados de la encuesta concuerdan con lo propuesto en estas iniciativas: en el caso de las juventudes rurales, los y las jóvenes denuncian que no existen garantías materiales para contemplar un proyecto de vida en la ruralidad que están asociadas al acceso a tierras y la financiación para el desarrollo de proyectos productivos. No obstante en el diagnóstico considerado para el tema de salud mental, señala que el 44,7% de niños, niñas y adolescentes presentan algún indicio de problemas de salud mental. Esto hace urgente garantizar atención médica para la juventud y constituir espacios seguros en el colegio, el hogar, entre otros.

“Veo con preocupación que la mayoría de los jóvenes ganan menos de un salario mínimo, lo que significa que están en la informalidad”

Carlos Charry

Director del Doctorado y la Maestría en Estudios Sociales. Universidad del Rosario

El Barómetro puede compararse con la encuesta que hace la Universidad del Rosario sobre qué sienten, piensan y creen los jóvenes en Colombia, que se hace desde diciembre de 2019 cada semestre. Las muestras son diferentes, pues la encuesta del Rosario hace un barrido por las diez o trece principales ciudades del país. Y el Barómetro tomó municipios con vulnerabilidad y afectación por violencia. 

Ahora bien, que la mayoría de los jóvenes se sienten bien y son optimistas sobre su futuro se compagina con nuestro estudio, en el cual la emoción más persistente entre los jóvenes es la de la alegría, con un 67%, seguida de la sorpresa con un 61%. Hay una recuperación de la confianza de los jóvenes por el país, que venía fracturada desde el paro de abril-mayo de 2021. La principal emoción que se registró en ese momento fue la tristeza, seguida de la ira, por el abuso de violencia por parte de la policía y de algunas fuerzas del Estado. 

En relación con los indicadores de empleo, veo con preocupación que la mayoría de los jóvenes encuestados en el Barómetro ganan menos de un salario mínimo, 2/3 gana menos de un salario mínimo legal vigente, lo que significa que están en la informalidad. Esto habla de la precariedad en la que viven los jóvenes, sus trabajos son mal pagos y con poca estabilidad. 

También llama la atención el hecho de que los jóvenes no estén estudiando, no estén entrando a la educación universitaria. En nuestra encuesta tuvimos una exploración sobre temas de educación, y a pesar de que tanto las universidades públicas como privadas son las instituciones mejor rankeadas, aquí en los municipios encuestados hay una mayor predilección de los jóvenes por las universidades privadas, porque tienen más acceso a estas. No se está teniendo en cuenta la cobertura en los actuales proyectos de reforma a la educación. 

Me parece interesante que siga habiendo predilección por profesiones en las áreas de las ciencias de la salud, seguidas de la economía y la administración. Ser médico en Colombia sigue siendo una aspiración de movilidad social ascendente. Pero vemos el retroceso de carreras como derecho o ciencias sociales, lo que indica transformaciones en el mercado laboral. También en el papel de las tecnologías, aunque 96% de los jóvenes tiene un celular solo el 32% puede acceder a un computador personal en su casa. En las regiones no hay internet.

Igualmente vemos en el Barómetro que los jóvenes muestran una tendencia a querer llevar a cabo actividades que sus economías no les permiten, como viajar, hacer turismo, ir a espectáculos en vivo o visitar museos. 

De la misma manera, me parece interesante que las instituciones en las que confían los jóvenes son parecidas en ambos estudios. Las Fuerzas Armadas y la Policía están mejor posicionadas en el Barómetro que en nuestra encuesta. Veo con preocupación que la mayoría de los jóvenes no tienen confianza ni en el gobierno local ni en los partidos políticos. En el Barómetro hay más desconfianza frente al gobierno nacional que en nuestro estudio.

“El grado de optimismo por parte de los jóvenes no es solo experimentado por ellos, sino por la sociedad general colombiana”

Merlin Patricia Grueso

Profesora Titular, Universidad del Rosario.

Vale la pena hacerse las siguientes preguntas: ¿por qué los jóvenes de la muestra encuestada se sienten satisfechos con sus vidas, pese a que enfrentan situaciones de vulnerabilidad social?, y, ¿por qué son optimistas con su futuro cuando una proporción significativa no se encuentran estudiando y sus ingresos promedio están en el rango del salario mínimo mensual vigente?

Uno podría explicar estos resultados a partir de la noción de capital psicológico, esto es, esa capacidad que permite que las personas se sientan esperanzadas, sean resilientes y muy especialmente, sean optimistas. Lo que no tenemos tan claro es cómo y de qué manera se ha podido construir tal capital psicológico, pues las condiciones que han rodeado a la sociedad colombiana durante décadas, que han sido la cotidianidad de estos jóvenes, ha estado marcada por el conflicto y la desventaja, aún en las ciudades capitales.

El grado de optimismo que hace evidente este estudio por parte de los jóvenes no es solo experimentado por ellos, sino por la sociedad general colombiana. Una y otra vez se han reportado altos niveles de felicidad y de bienestar psicológico, aún en los momentos más crudos de la pandemia derivada de la Covid-19.

Otro asunto que merece atención es que los jóvenes encuestados buscan mecanismos de gratificación rápida y con gran frecuencia no miden las consecuencias de sus actos, especialmente en lo que a la práctica del sexo se refiere. Valdría la pena comparar estos hallazgos con muestras de la población general. Quizá nos llevamos una sorpresa porque Colombia, culturalmente hablando, es una sociedad indulgente en palabras de Geert Hofstede.

Para este autor, nuestra sociedad se caracteriza por llevar a cabo impulsos y cumplir deseos sin restricciones, y asocia aquello con una permanente tendencia al optimismo. También nuestra sociedad tiene un enfoque de corto plazo, tenemos una baja tendencia al ahorro, a la inversión y en definitiva una escasa perseverancia para conseguir resultados.

Hay que reflexionar sobre la sociedad que queremos y cómo podemos encauzar la formación de niños y jóvenes hacia una sociedad que manteniendo su esencia, promueva el desarrollo integral que tanto anhelamos.

“Quiero destacar la construcción que se hace de tejido desde los municipios, desde una agenda de juventud se resaltan los problemas y los beneficios de la comunidad”

Dany Perez

Consejero de juventud.

De la encuesta quiero destacar la construcción que se hace de tejido desde los municipios, es un trabajo importante, porque desde una agenda de juventud se resaltan los problemas y los beneficios de la comunidad. También quiero destacar cinco puntos: 

El primero es el tema de la violencia, que se sigue presentando a través de pandillas y círculos sociales. También podemos hablar sobre el microtráfico y narcotráfico, e incluso destacar el tema de las guerrillas. Muchos de esos jóvenes todavía son carne de cañón, y estos grupos pueden llegar a buscarlos para que pertenezcan a ellos.

El segundo es que muchos jóvenes ahora tienen un sentido más crítico frente al medio ambiente, entienden un poco más la importancia de cuidar de su realidad y sus espacios. Un ejemplo claro son muchos de los jóvenes que viven en Sumapaz, que se preocupan por su páramo y comprenden que es una fuente hídrica importantísima, saben que es el páramo más importante del mundo. Los jóvenes, sin haber estudiado una carrera ambiental, están siendo actores de cambio y cuidando sus entornos. 

El tercero es la construcción de paz. Los jóvenes se han preocupado por dejar un lenguaje y una memoria colectiva, para que los acontecimientos violentos de épocas anteriores no vuelvan a suceder. 

Algunos ejemplos de lo que están intentando prevenir es la violencia que se presentó entre 2004 y 2010 y también durante las últimas manifestaciones. En esas protestas los jóvenes no pudieron levantar sus voces.

De ahí viene el cuarto punto, y es que los jóvenes, aunque salieron a las calles a manifestarse, a dar un grito, no ven la política como un marco en el que quieran actuar. Pero, siento que los jóvenes en estas elecciones marcaron muy duro. Más desde el sentido urbano, pues a diferencia del 2018, muchos de los que tenían abstinencia de votación salieron en 2022. 

Ahora bien, en las elecciones de los Consejeros Municipales de Juventud (CMJ) se pudo ver que al menos el 20% no sabía cuál era el procedimiento o las funciones de los consejeros municipales de juventud. 

Así mismo, los jóvenes no quieren resaltar en la política porque entienden que ha estado trillada, cargada de corrupción y que no es visible en la ruralidad. Los jóvenes se han mostrado un poco más a nivel urbano. 

El quinto punto, que también se refleja en esta encuesta, es que los jóvenes están priorizando tener trabajo antes que educarse, es algo que ha sucedido desde siempre especialmente en la ruralidad. Sin embargo, antes los jóvenes pensaban en el trabajo como una forma de apoyar a sus familias y ahora como un medio para lograr la independencia. 

Un asunto importante es que antes los jóvenes que estaban en el rango de edad de la encuesta ya eran padres o madres, cabezas de familia. Hoy en día eso no sucede tanto, porque ahora están pensando más en salir de la ruralidad para llegar a las ciudades o a las cabeceras municipales de sus municipios.

Ahora existen más herramientas para acceder a la educación, pero lamentablemente a veces no son efectivas en las zonas rurales. Por no irnos tan lejos, están Usme o Ciudad Bolívar rural o el mismo Sumapaz, que a pesar de tener una sede de la Universidad Nacional no percibe un aumento real en el número de personas que estudian allí.