Distintas mediciones muestran que en enero de este año disminuyeron los incendios en la Amazonía con relación al mismo mes en 2022: una reducción del 70% en alertas de incendios, según datos del Global Forest Watch. Otras cifras confirman un diagnóstico parecido. El Sistema de Información Ambiental Territorial de la Amazonía, del Instituto Sinchi, mostró que en 2022 hubo 42 mil puntos de calor en la Amazonía, mientras que en este enero fueron 6 mil 500.

Algunos expertos han interpretado estos datos como una temprana muestra de los logros de la política ambiental del gobierno Petro. Por las expectativas que ha generado por su política de tierras y bosques. Pero otros creen que es muy temprano para hacer esas inferencias. Dolors Armenteras, catalana de nacimiento, es una de ellas. Es profesora titular en el Departamento de biología de la Universidad Nacional, y miembro del Panel Científico Amazónico.

La doctora en biología de Kings College es co-autora del artículo publicado este año en la revista Science: “The drivers and impacts of Amazon forest degradation”, donde los autores explican que la deforestación es apenas la cara más visible de los impactos ambientales en los bosques del Amazonas, pero no la única.  

LSA:

es La Silla Académica

D.A:

es Dolors Armenteras

LSA:

¿Cree que ya se puede hablar de una reducción de incendios en el Amazonas como un logro de las políticas ambientales del gobierno actual?

D.A:

Partamos de que todos queremos que no haya incendios. Ahora, yo soy científica, proporciono evidencias, no anécdotas. ¿Tú recuerdas que en años pasados lloviera tanto como llovió en noviembre y diciembre del año pasado? Si miráramos los datos encontraríamos que, aunque llevamos varios años del fenómeno de la Niña, el 2022 fue un año excepcionalmente intenso en precipitaciones, y pues los incendios están muy relacionados con las condiciones climáticas.

Entonces, ahora ya empezamos a sentir en las últimas semanas que ha parado de llover (Del 23 de enero a la siguiente semana del 30 enero se triplicaron las anomalías térmicas /focos activos detectadas a nivel nacional). Consecuentemente empezamos a ver que están incrementando los famosos focos activos (que no son iguales a incendios). Esto lo digo porque creo que hay que ser más prudente con este tipo de afirmaciones.

De hecho, las temporadas secas van a seguir apareciendo y nos viene un año de fenómeno del Niño que va implicar más sequías y más posibles focos de anomalías térmicas. Si no tomamos acciones, es posible que al final de este año estemos haciendo una entrevista sobre grandes incendios en Colombia.

LSA:

En su artículo de Science, una de las revistas prestigiosas del mundo científico, se habla de la degradación del bosque como un problema más grande y menos atendido que la deforestación. ¿A qué se refieren con esto?

D.A:

La deforestación implica el cambio total y permanente de los bosques, es decir, que el bosque deja de ser bosque. Por esta razón es una amenaza muy grave que ha sido estudiada y lleva bastante tiempo en la agenda política. Otra cosa es que falten acciones más serias para detener y revertir este fenómeno en los países que tenemos esta problemática, pero al menos ya se reconoce como un problema.

En cambio, la degradación es mucho más difícil de ver y de medir. Implica una serie de cambios perjudiciales en el estado de bosques que a simple vista se siguen percibiendo como bosques, pero que ya no están en las mismas condiciones de prestar servicios ecosistémicos, y que van perdiendo su biodiversidad. Esto solo se puede medir con estudios y herramientas a largo plazo, lo que requiere una inversión de tiempo y mucha tecnología.

Por ejemplo, requiere medir la desaparición paulatina de especies. Cómo disminuye el carbono, o cómo el bosque que está ahora se ha degradado de forma que evapotranspira menos agua y esto afecta las precipitaciones. También implica entender cómo se van perdiendo especies de maderables más atractivas, que son las primeras extraídas cuando hay extracción ilegal. Todo esto es mucho más difícil de cuantificar, y más con una extensión tan grande de tierra como la de la Amazonía.

LSA:

¿Cuál es la dimensión de la degradación de los bosques en el Amazonas que ustedes calculan? 

D.A:

Este artículo, por primera vez, hace una cuantificación de la degradación de los bosques de todo el bioma amazónico. Es un estudio transnacional que no contempla solamente la parte colombiana de ese ecosistema, ni la brasilera, que usualmente se lleva toda la atención porque tiene dos quintas partes del bioma.

En él hay dos estimaciones. Una primera es que entre 2001 y 2018, el 5,5 por ciento del Amazonas tuvo alguna forma de degradación. Esto equivale a unos 365 mil kilómetros cuadrados (un área del tamaño de Alemania). Comparado con la deforestación, es mucho más que el área total deforestada en ese mismo periodo de tiempo, que fue de unos 325 mil kilómetros cuadrados.

Pero en otro cálculo más amplio, ese 5.5 por ciento incrementa hasta un 38 por ciento si se incluyen sequías en los cálculos de la degradación del bosque.

Esa degradación se traduce, más allá de los porcentajes, en una serie de implicaciones muy graves que comprometen no sólo la capacidad de captura de dióxido de carbono de la atmósfera, sino también la pérdida de biodiversidad, la circulación del agua, y la pérdida de flora y fauna.

LSA:

¿Cuáles son las causas principales de la degradación del bosque? 

D.A:

La degradación se puede dar por varias causas. En este artículo identificamos cuatro de ellas como las principales, aún cuando no sean las únicas: la primera son los incendios forestales. No nos referimos a la quema después de la tala, sino a los incendios que se propagan en los bosques en pié. A menudo estos se producen por labores agrícolas que se descontrolan o por otros motivos más malintencionados, y se ven exacerbados por sequías extremas.

Si miramos solamente los bosques afectados por incendios en toda la Amazonía tenemos alrededor de unos 122 mil kilómetros cuadrados de área afectada, lo que equivale a dos veces el área total del departamento de Antioquia. Los incendios causan degradación porque las especies amazónicas tienen poca o ninguna adaptación evolutiva para resistir al fuego.

La segunda causa es el efecto de borde, que es resultado de unas transiciones que se generan cuando se fragmentan los bosques, es decir, los bordes se crean donde se termina el bosque y empieza un pedazo de tierra con una cobertura totalmente diferente que expone esos bordes a desecación, no retiene la humedad y está más expuesto a especies invasoras y al sol, viento, etc. El área calculada por esta afectación es de 180 mil kilómetros cuadrados, más que el área total de Corea del Sur.

La tercera causa es la extracción de madera selectiva, que no debe confundirse con la tala de árboles bajo un manejo forestal sostenible (una de las recomendaciones del estudio). En la tala de árboles eliminas todos los árboles en un área determinada, mientras en la extracción selectiva vas quitando las especies más atractivas, comerciales o grandes.

Como tal, el bosque sigue estando y viéndose como un bosque, pero hay especies que van desapareciendo, se va perdiendo diversidad. Este factor afecta 119 mil kilómetros cuadrados del Amazonas.

Muchos lugares donde hay degradación de bosque no necesariamente se deforestan después. Un estudio sobre esto muestra que sólo el 14 por ciento de los bosques degradados terminó siendo deforestado en un periodo de 22 años. Pero esto depende de qué región estemos mirando.   

LSA:

¿Cuál es la cuarta causa?

D.A:

La cuarta causa son las sequías extremas, que se han vuelto cada vez más frecuentes en el Amazonas a medida que avanza el cambio climático inducido por el hombre. Son diferentes a las temporadas secas, que se dan en ciertos meses del año cuando hay menos precipitación. Las sequías incrementan la mortalidad de los árboles, la incidencia de los incendios y las emisiones de carbono a la atmósfera.

Algunos de estos factores interactúan entre sí. Por ejemplo, en las áreas donde se ha generado más efecto de borde hay más probabilidad de ocurrencia de incendios porque un fuego que viene de un tipo de actividad por parte del hombre, legal o ilegal, se da más comúnmente en las zonas abiertas, no en el interior del bosque, que es más húmedo y está en mejores condiciones.

Pero ya dijimos que los bordes están más expuestos y se desecan, por tanto el fuego entra al bosque más fácilmente por ahí. Este hallazgo fuimos de los primeros en reportarlo para Colombia en 2015.

Cuando empiezas a considerar todos estos factores a la vez, entonces te da ese 38 por ciento de área afectada del bioma amazónico, que en su totalidad tiene algo más de 6 millones de kilómetros cuadrados. 

LSA:

¿A través de qué técnicas miden el impacto de esa degradación?

D.A:

Para cada una de estas causas hay metodologías diferentes. Por ejemplo, el efecto de borde se evalúa a través de una mapificación de toda la fragmentación y de las áreas quemadas que se detecta por satélite. Esos datos se combinan con estudios locales de campo.

La extracción de madera (incluimos tala selectiva legal e ilegal) la vemos a través de una combinación de datos de censos nacionales de madera, que algunos países tienen mejor que otros, combinados también con teledetección. En Colombia, por ejemplo, esos datos son difíciles de conseguir, pero existen estimaciones que afirman que por lo menos el 50 por ciento de la tala es ilegal. Las sequías las estudiamos a partir de imágenes meteorológicas proporcionadas por estudios de largo plazo a través de imágenes satelitales, y luego estas se combinan con mediciones de campo para determinar qué tan grande es la afectación.

Hay una combinación de diferentes metodologías, cada una con sus particularidades.

LSA:

¿Ven algunos factores particulares que ocasionan la degradación en los bosques amazónicos del lado colombiano?

D.A:

Los países andino amazónicos tienen mucho que ver en el funcionamiento de la cuenca amazónica, pues tienen un rol clave en la captación de agua que irriga a todo el resto de la cuenca.

Si habláramos de deforestación sí hay unos factores particulares del lado colombiano que son móviles de la deforestación. Pero en términos de degradación de los bosques, estos cuatro factores son transversales a toda la cuenca. Aunque las afectaciones sí son diferentes según la zona. Por ejemplo, Colombia está ubicada en el noroeste amazónico, que es la parte más húmeda de toda la cuenca, entonces las sequías nos afectan menos, por ahora. 

LSA:

En el estudio ustedes no solamente hablan de las causas de la degradación ambiental sino de los actores que se benefician de esos procesos. 

D.A:

Este artículo es una de las primeras veces que se hace un análisis integral de las causas que están motivando la degradación e identifica además qué grupos y cómo es que están obteniendo algún tipo de beneficio.

Si yo extraigo madera, estoy degenerando el bosque, pero lo hago porque estoy obteniendo algo a cambio, ya sea dinero o algún beneficio material. ¿Aunque qué tan desigual es este beneficio versus las afectaciones de quienes residen en el territorio? Algunos grupos particulares obtienen ganancias, pero las cargas, las consecuencias y las afectaciones son mucho mayores y están distribuidas de modo que afectan más a la población local, a las comunidades y a los pueblos indígenas. Hay unas condiciones de desigualdad claras entre beneficios e impactos.

Claro que hay una pequeña fracción de actores locales que también tienen beneficios, o bien porque están extrayendo la madera en un momento, porque están haciendo su expansión agrícola, o porque son contratados y tienen ingresos familiares o algún tipo de seguridad alimentaria. Pero los costos que asumen son mayores que las ganancias: un estudio estima que hay una pérdida de $7.7 billones de dólares en un periodo de 30 años producto de la pérdida de servicios ecosistémicos.  

LSA:

Según proyecciones que hacen en el artículo, aún si se pudiera detener la deforestación, como ha pedido por la Declaración de Glasgow, o el Acuerdo de París, seguiría el proceso de degradación del bosque amazónico.  

D.A:

Este artículo parte de dos escenarios posibles que proyectamos. Uno es si seguimos con los niveles actuales de deforestación y degradación, y otro si la deforestación se detuviera completamente. Precisamente como la deforestación y la degradación son dos procesos diferentes, lo que ocurre es que aún deteniendo la deforestación el bosque amazónico se sigue degradando.

Esto quiere decir que se seguirán perdiendo especies, alterando el clima y emitiendo toneladas de carbono o gigatoneladas a la atmósfera. Claro, sí hay una diferencia en el escenario en el que se detiene totalmente la deforestación para 2050, pero el estudio apunta precisamente a hacer el llamado a que se le dé más prioridad a los temas de degradación del bosque en cualquier discusión ambiental global o regional, porque con detener la deforestación no basta.

Soy editor de la Silla Académica y cubro las movidas del poder alrededor del medioambiente en la Silla.

Practicante de La Silla Académica en 2023. Anteriormente trabajé en el departamento editorial de Perífrasis: Revista de Literatura, Teoría y Crítica.