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La vicepresidenta Francia Márquez inició su segundo viaje a Kenia y a Ghana para fortalecer las relaciones comerciales y culturales con estos países, en un gesto que busca revertir la historia común de exclavitud que juntó a África y a las colonias españolas de América. 

Mientras avanza en ese viaje simbólico, en Colombia una decisión jurídica estaría cerca de marcar otro hito en la penalización de comportamientos racistas, pues el próximo 11 de septiembre se conocerá la pena que recibirá Luz Fabiola Rubiano, luego de que en 2022 le dijera “simio” a la vicepresidenta Márquez en medio de las marchas contra las reformas del gobierno en las que también hizo afirmaciones como “los negros roban, atracan y matan”. Rubiano fue declarada culpable por los delitos de hostigamiento agravado y actos de discriminación. 

Para hablar sobre el significado de esa decisión y la historia de comportamientos racistas en Colombia, la Silla Académica entrevistó a Bastien Bosa, profesor del programa de Antropología en la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario. Bosa ha escrito varias columnas sobre relaciones raciales en La Silla Llena. También al profesor Francisco Javier Flórez, docente en el programa de Historia de la Universidad de Cartagena. Es el autor del libro La vanguardia intelectual y política de la nación (2023). 

¿Está de acuerdo en penalizar comentarios racistas como los de Luz Fabiola Rubiano contra la vicepresidenta Francia Márquez?

Bastien Bosa: Durante las protestas de 2021 en contra del presidente Iván Duque, desde la universidad nos preocupó mucho ver cómo se daban miles de comentarios explícitamente racistas en las redes sociales, en particular en Twitter, y también darnos cuenta de que ni la plataforma ni las autoridades se preocupaban por ese tipo de discursos. Es claro que estas ideas tienen un origen en ese racismo que viene desde la colonia y sobre el cual se ha construido una nación colombiana que desprecia sistemáticamente lo indígena y lo afrocolombiano. 

En este momento compilamos más de 50 páginas de mensajes abiertamente discriminatorios. Lo que entonces nos impactaba es que ya existía una ley de más de 10 años que castigaba penalmente las palabras y los discursos discriminatorios, pero que no había sido utilizada, excepto en unos pocos casos, como el del alcalde que comparó a los indígenas a un cáncer. 

Uno podría discutir sobre qué es lo más adecuado para sancionar esas actitudes y discursos, pero sí es importante dejar en claro que los comentarios racistas no son una opinión, son un delito, y sentar el precedente de que las personas no pueden tener esos discursos sin consecuencias. Lo que ha ocurrido hasta ahora es que muchos tienen la tranquilidad de que no va a pasar nada si hacen esos comentarios tanto en redes sociales como verbalmente. Mientras sigan impunes esos mensajes, pues es muy difícil tomarnos en serio la idea de que Colombia es una nación pluricultural. 

¿Entonces estaría de acuerdo en castigar esos comentarios con una pena de encarcelamiento?

BB: Yo no estaría a favor de la cárcel, pero sí a favor de un castigo. Debe haber una discusión pública para que la ley no sea tan punitiva, pero que se aplique y que tenga, de todas formas, sanciones fuertes. Tienen que ser sanciones más pedagógicas, pero en todo caso ejemplares. 

De hecho, otros casos de insultos a la vicepresidenta se han resuelto recientemente sin cárcel, como cuando Fabián Idárraga hizo públicas sus excusas luego de que enviara a la cuenta personal de la vicepresidenta un mensaje que contenía insultos y expresiones intimidatorias. Francia Márquez aceptó las disculpas.

Francisco Flórez: A mí me parece que, a la luz de esto que está ocurriendo con la sentencia a esta mujer, debería usarse la oportunidad para hacer más pedagogía en Colombia, primero, sobre la existencia de esa ley antidiscriminación que ya existe y que costó un trabajo enorme llevarla a que fuera ley de la República. Segundo, usar este momento para que la gente entienda lo lacerante y lo fuerte que es la discriminación, porque te arrebata la dignidad, te golpea y te cuestiona. No todo el mundo asume el racismo de la misma forma; hay personas que tienen un nivel de autoreconocimiento racial fuerte y lo pueden enfrentar, pero hay otras que no tienen ese nivel de autoreconocimiento y lo que hacen es que se marginan, se van del país o se ven afectados en su autoestima. 

¿Es esa la solución definitiva? Yo pensaría en otros mecanismos y en la educación sabiendo que hay casos que podrían ser más ejemplarizantes. Pero no creo que toque descartar lo punitivo, independientemente de que sea excarcelable o no, pues sienta un precedente de que no están bien este tipo de comentarios.

Desde que llegó a la vicepresidencia Francia Márquez ha sido objeto de distintos ataques. ¿Cuáles son las distintas formas de racismo que ha visto reflejadas en esos mensajes y cómo se conectan con discursos racistas del pasado?

BB: El racismo es un fenómeno complejo y no hay una sola forma de ser racista. Hay unas que son muy explícitas, y son las que más le han lanzado a la vicepresidenta. Son los estereotipos y los discursos de odio que retratan lo afrocolombiano como inferior. 

Pero hay otros discursos que no son tan explícitos, que pueden ser incluso pensados para dar elogios, pero que de todas formas sí perpetúan estereotipos y que también hacen daño, como imaginar que ella sólo puede ser alegre, pero no dirigir un ministerio o tener un cargo de representación. +

FF: Una de las cosas que está enfrentando Francia Márquez es que el racismo construye lo que se conoce como una conciencia de lugar. Y eso supone la creencia de que, de manera natural, hay unos grupos llamados a ocupar ciertos espacios de poder. Con eso, se cree que Francia Márquez puede ocupar ciertos espacios asociados a lo que tradicionalmente se piensa como el lugar de lo negro, pero estar en la Vicepresidencia de la República no es algo que una figura como ella pueda representar.

También se ve que muchos de esos ataques están pensados para animalizar a Francia Márquez, precisamente cuando la llamaron “simio”. Lo importante es entender que este no es un discurso nuevo. Son ideas que provienen desde mucho antes, y que tienen que ver con esa idea de lo negro como no-civilizado y brutal. Se puede trazar una conexión entre esos insultos presentes contra la vicepresidenta y la historia racista del país. 

A propósito de las críticas por este nuevo viaje de Francia Márquez a África, hay otro imaginario que infortunadamente la afecta de manera particular, y es esa idea de que los líderes y las lideresas colombianas que tienen una mirada cosmopolita van a Europa y Estados Unidos, por lo que un viaje a Asia o África, en particular este último, se interpreta como un capricho de ella. Pero resulta que esa búsqueda de entender a África y reconstruir los vínculos históricos con ese continente y esas tradiciones no es una idea quenace con Francia Márquez ni parte inicialmente de este gobierno, sino de una rica tradición cultural de pensamiento afrocaribe.

Bastien, usted ha insistido en que la facilidad con la que se profieren esos ataques racistas se debe a una visión histórica del racismo en la academia y en los personajes que consideramos ilustrados. Cuéntenos algunos elementos de esa visión.

BB: Sí, hay una necesidad de reconocer que gran parte del racismo viene de esos criollos intelectuales e ilustrados del final del siglo XVIII e inicios del siglo XIX. El “odio racial” permeaba el discurso de los intelectuales ilustrados. Es una realidad muy dolorosa, pero las evidencias son indiscutibles.

Francisco José de Caldas, el destacado naturalista y geógrafo, decía que la inteligencia, las artes y las ciencias eran patrimonio de la raza europea y sus descendientes en América; mientras que la estupidez, la barbarie y la ignorancia eran características de las razas africanas y americanas. Jorge Tadeo Lozano, otro de los próceres, decía de los “negros” que eran “tercos para sostener sus caprichos, soberbios para no reconocer su inferioridad y estado miserable, y tontos para resistir a cualquier instrucción”. Esos son apenas dos ejemplos. +

Francisco, usted dice en su libro que esos imaginarios racistas también estuvieron en el país en el periodo de finales del siglo XIX y la primera mitad del XX. ¿De qué forma?

FF: Efectivamente, si uno revisa los discursos raciales de la que era considerada la vanguardia intelectual y política de la nación a finales del siglo XIX, va a encontrar a figuras como José María Samper, el escritor y político colombiano, que que hablaban de que los habitantes del Bajo Magdalena eran más salvajes porque eran más africanos. O al expresidente conservador Miguel Antonio Caro rechazando el darwinismo social, pero hablando de la idea de abrazar la hispanidad y, por tanto, la necesidad de liderar procesos de evangelización para que, por la vía de la inculcación del cristianismo y el catolicismo, ciertos territorios y habitantes alcanzaran la civilización.

Luego, en la primera mitad del XX, se ven los discursos biologicistas de Luis López de Mesa o Miguel López hablando de la inferioridad biológica de los habitantes negros y mulatos o indígenas, y Laureano Gómez, el político conservador, abrazando fuertemente la idea de hispanidad. Quienes se han ocupado de estos autores han dicho, muchas veces, que esos eran los discursos del periodo, que era la marca de la época, y estos autores no podían escapar a ellos. Insinúan que el racismo era algo inevitable. 

Pero eso no es cierto, muchos otros intelectuales negros y mulatos construyeron, para la misma época, visiones de sociedad más igualitarias desde una dimensión pacífico y caribe de la historia intelectual colombiana que no ha sido rescatada. El problema es que, hasta ahora, la historia intelectual en Colombia se ha concentrado principalmente en personajes del mundo andino. 

Si uno observa la forma como ha sido pensada y narrada esa historia desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, lo que ve es una lista de nombres repetidos: Francisco José de Caldas, los hermanos Samper, Miguel Antonio Caro, Vergara y Vergara. Y luego, en la primera mitad del siglo XX, Luis López de Mesa, Miguel Jiménez López, entre otros. Así se ve en libros referencia de la historia colombiana como El pensamiento político colombiano, de Jaime Jaramillo Uribe, publicado en los años 60, y un texto reciente de Lina del Castillo. En ellos quedan por fuera los debates intelectuales y políticos que tenían lugar en las costas caribe y pacíficas.+

¿Por qué es importante poner la mirada en ese periodo de transición del siglo XIX al XX para ver cómo se construyeron esos discursos racistas?

FF: Porque cuando la gente piensa en racismo generalmente lo asocia con unos imaginarios que surgieron con el periodo de la colonia y la institución de la esclavitud, o se explica como un conjunto de idearios construidos desde la ignorancia. Pero lo que yo quiero señalar es que la república misma creó discursos que ayudaron a agudizar categorías clasificatorias en términos raciales. 

Por eso es importante explicar el impacto que tienen las ideas del determinismo geográfico a finales del XIX y comienzos del XX (la idea de que el clima fija las características de las razas) en los intelectuales colombianos, porque basados en ellas muchos justificaron que los negros eran inferiores en términos biológicos. A esto ayudó también el ideal de la hispanidad (que Colombia tenía un legado cultural que la conectaba con España). Estas ideas juntas dieron una justificación a actitudes racistas defendidas por personas muy formadas en ciencias, derecho y otras disciplinas. No era un discurso ignorante o simplemente colonial. +

¿Cómo resistieron algunos intelectuales negros o mulatos estas ideas de inferioridad racial?

FF: Un ejemplo es el de Candelario Obeso, un poeta y novelista momposino que inicialmente reprodujo ese discurso del determinismo geográfico diciendo que él no era un hijo de África y que él no era una persona negra, sino mulata gracias a las mezclas intermediarias. Pero más adelante en su carrera empezó a pensar en un acercamiento a la literatura como una forma de solidaridad con los pueblos bogas del magdalena, y escribió los Cantos populares de mi tierra (1877), en el que hacían poemas con los dialectos de las gentes negras. Esto justo cuando se creaba la Academia Colombiana de la Lengua, que planteaba un canon literario en el que se exaltaba particularmente la hispanidad y se condenaba el habla popular. 

Otro caso es el de Antonio María Zapata, un cartagenero de 1880 que leía a Darwin de manera diferente a como lo leía Miguel Antonio Caro o Jorge Isaacs, los cuales veían en el darwinismo una explicación del poco estado evolutivo de los pueblos negros o indígenas. Basado en Darwin él no construía categorías despectivas raciales, sino que explicaba la sociedad colombiana desde leyes naturales y decía que era necesaria una educación laica, científica y de orientación feminista. Estos dos ejemplos sirven para mostrar que no es cierto que era inevitable el racismo de ciertos intelectuales andinos que abogaban por la superioridad blanca. +

Francisco, en su libro usted se detiene en otro periodo, que es la época de los años 30s y 40s, en plena república liberal. Dice que se amplió la noción del mestizaje, pero que también fue usada en contra de las poblaciones afro e indígenas. ¿De qué manera ocurrió esto?

FF: De cierta forma, si se contrasta con la república de los blancos en la hegemonía conservadora, en el periodo liberal sí hay una ampliación del imaginario de identidad nacional que se preocupa más por rescatar lo popular, lo autóctono y celebrar el carácter mestizo de la nación. Pero aún en ese caso, personajes como Luis López de Mesa usaron esa celebración del mestizaje para decir que este había triunfado en los Andes, pero no en las costas, y esto explicaba que en estos espacios existieran indígenas y negros puros que seguían teniendo taras ancestrales que supuestamente poseían. 

Por ejemplo, si se analizan algunos movimientos artísticos que surgen en ese momento, como el de los Bachué, que es de los años 30 en adelante (muy influenciado por el muralismo mexicano, que es un movimiento que había impulsado José de Vasconcelos, uno de los intelectuales defensores del mestizaje como una fortaleza) son pocos los autores que incorporaban los temas negros o que eran negros en el movimiento. 

Aunque por esa misma época aparecen paralelamente figuras como Manuel Mosquera Garcés, un conservador que empezó a pensar en un cosmopolitismo negro que unía las experiencias de los negros en Estados Unidos y en el caribe. O intelectuales caucanos, como Nathanael Díaz, que empiezan a celebrar el Día del Negro, que es una manifestación que se hace en homenaje a varios trabajadores afroamericanos linchados en Chicago. +

¿Qué cambios en la pedagogía implicaría cambiar esa cultura de comportamientos racistas? ¿Qué prácticas incluiría esto?

BB: A pesar de que la Constitución de 1991 es muy clara en reconocer Colombia como una nación pluriétnica y multicultural, en la práctica pedagógica muchos profesores siguen teniendo una visión muy exotizante de lo afro y lo indígena, por ejemplo, como algo que está en el pasado. Se habla de “nuestros antepasados indígenas” y no se abordan las culturas indígenas como grupos que hacen parte del presente y el futuro de Colombia. 

Ese esfuerzo de cambio en los colegios también hay que hacerlo en las universidades con una descolonización del currículo, pues son muy pocas las instituciones de educación superior que enseñan a leer obras de autores afro o que tiene realmente una planta profesoral diversa. Hay una escasez de docentes afrodescendientes o indígenas. Así no es sorprendente que los estudiantes no puedan verlos como personas de las cuales hay que aprender algo, sino más bien con esta idea lastimera de gente a la que hay que estudiar o ayudar. 

En las universidades no hay un racismo explícito en el sentido de decir: “no queremos dejar que trabajen acá afros o indígenas”, pero es un racismo de la situación. Es decir, que muchas veces no son las personas, sino las situaciones las que son racistas, en el sentido de que no llegan personas afrodescendientes a ganar los concursos académicos, a pesar de que sí hay buenas candidatas y personas calificadas. Hay un libro que se llama El racismo sin racistas, justamente para pensar que no son necesariamente las personas las que son racistas en el sentido de ese odio hacia los otros, sino las situaciones que perpetúan que en ciertos círculos de poder económico y cultural estén ausentes personas afrodescendientes.

En las universidades de élite no producimos estudiantes que tengan realmente una ruptura con el modo de pensamiento racista. Por el contrario, tienen una visión donde valores como la inteligencia, la sofisticación y lo justo se perciben como cualidades que implican un alejamiento de esos mundos indígenas y afro. Uno puede graduarse de una universidad colombiana sin tener conocimiento alguno de las comunidades de la historia, tanto negras como indígenas, no saber nada de la historia de la esclavización, de la historia de las luchas indígenas y afros. En cambio las universidades no dejan que se gradúe alguien sin el requisito de inglés. 

El Ministerio de Educación podría hacer mucho para ayudar en esto. Podría poner los criterios de diversidad e inclusión como necesarios para que las instituciones logren tener acreditaciones de alta calidad. La idea debería ser: sin diversidad no hay excelencia. 

Soy editor de la Silla Académica y cubro las movidas del poder alrededor del medioambiente en la Silla.