Foto: Facebook Carlos Trujillo

La política tradicional colombiana le ofrece un vertiginoso camino de ascenso social a sus mejores jugadores. Carlos Trujillo empezó a recorrerlo con ambición y audacia el día que buscó con insistencia a Jorge Alonso Acosta, entonces vicepresidente de la Junta de Acción Comunal del barrio La Independencia, en Itagüí, para pedirle un cargo en la dirección de la organización. Sometió su nombre a la consideración de sus vecinos y fue elegido como secretario de la Junta. “Yo quería un mejor puesto”, fueron las primeras palabras del joven secretario Carlos Trujillo. Tenía 14 años.

El último movimiento de la ambición política del actual senador Carlos Trujillo fue la rebelión que lideró en contra de la dirección del Partido Conservador: convenció a 39 congresistas conservadores de firmar una carta para apoyar la agenda legislativa del gobierno de Gustavo Petro unos pocos días después de su elección.

La carta provocó la renuncia de Ómar Yepes, presidente de la colectividad y contradictor de Petro, y lo alzó como el candidato ideal para liderar al partido que fue uno de los bastiones de la coalición de Iván Duque. El pasado 30 de junio fue elegido por unanimidad como nuevo presidente del Partido Conservador.

Carlos Trujillo, 46 años, ha escalado peldaño a peldaño por las estructuras políticas del Partido Conservador en Itagüí, el municipio de 280 mil habitantes al sur de Medellín donde funciona su base política.

Fue concejal, diputado y alcalde de Itagüí antes de lanzarse al ruedo nacional y convertirse en uno de los senadores más votados del país.

Sus amigos y sus enemigos lo describen como un hombre incansable e inteligente con la voluntad de monitorear el traslado y la protección de un grupo de testigos de la Policía a las tres de la mañana o de llamar por sorpresa a su equipo de comunicaciones con una nueva idea para ejecutar. 

También como un hombre ambicioso que está dispuesto a “conseguir sus objetivos a los codazos” si es necesario, según le dijo a La Silla una de las 11 fuentes consultadas para este perfil, una percepción confirmada por sus alianzas con clanes políticos cuestionados como los Suárez Mira. 

Ha construido la imagen pública de un hombre de origen popular, de fuertes valores conservadores, obsesionado por la seguridad y la eficiencia y leal a su barrio y a su ciudad. El senador no contestó las llamadas de La Silla Vacía para la realización de este perfil.

Un hombre de origen popular

Deshuesadores de pollos, conductores, protocolistas notariales, celadores y albañiles son algunos de los oficios que han ejercido los familiares de Carlos Trujillo. En los setenta, sus padres se instalaron en La Independencia de Itagüí, el barrio de familias trabajadoras donde creció y desde donde empezó a construir la red de lealtades que sostiene su poder.

Como la mayoría de barrios de su época, La Independencia, fundado en 1960, fue producto de la presión demográfica de la ciudad y su rápida industrialización. Y fue también, con el tiempo, un escenario más del pesado lastre social del narcotráfico en la región.

“El barrio La Independencia, donde crecimos, era similar a muchos barrios de Itagüí. La cancha era utilizada para vender y consumir drogas, los pillos cobraban semanalmente vacunas para garantizar la seguridad y el bandido que los mandaba estaba siempre con un grupo de muchachos en alguna esquina del barrio”, dice Daniel González, director de desarrollo económico de la Alcaldía de Itagüí y primo materno de Carlos Trujillo.

En medio del ambiente social hostil de los noventa en Itagüí, el joven Carlos Trujillo sufrió la muerte de su padre, Marcos Fidel Trujillo, un hombre con ciertas inquietudes políticas que murió de un infarto fulminante mientras se bañaba en su casa. Luz Mariela González, su madre, se vio obligada a trabajar como deshuesadora de pollos en la fábrica de PolloCoa, una empresa avícola antioqueña, para mantener a sus tres hijos: Carlos, Paula y Natalia.

La muerte de su padre le imprimió a Carlos Trujillo un precoz sentido de la responsabilidad frente a su familia. Se graduó sin dificultades del colegio y se matriculó en la Universidad Autónoma Latinoamericana, ubicada en el centro de Medellín, donde obtuvo su pregrado en contaduría pública y donde conoció a su futura esposa, Patricia Ramírez. Sigue votando en el colegio público de su barrio, el Antonio José de Sucre, y participa de las fiestas navideñas organizadas por sus familiares y vecinos.

Jorge Alonso Acosta, hoy presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio La Independencia, y quien encauzó el primer impulso de poder de Carlos Trujillo, está organizando un evento en el salón comunal para entregarle una placa en agradecimiento por sus servicios al barrio y a Itagüí. Quiere invitarlo después de que tome posesión como senador en Bogotá y tiene el mensaje de la placa escrito en un cuaderno de hojas rayadas.

“Señor Carlos Andrés Trujillo González, senador de la República. Inmensa satisfacción saber que nuestra organización fue el primer peldaño de su exitosa carrera. Gratitud infinita para con usted por habernos regalado la seguridad a los itaguiseños y con ella el progreso, la paz y la tranquilidad. Sus triunfos también son nuestros”.

— ¿Algún error de ortografía?, me pregunta.

Cómo construir un fortín político

Después de fracasar en su primer intento por llegar al Concejo de Itagüí en las elecciones locales del 2000, Carlos Trujillo consigue su curul en las siguientes elecciones de la mano de un grupo de políticos conservadores apoyados por el poderoso cacique antioqueño Luis Alfredo Ramos, quien actualmente cumple una condena por sus vínculos con el paramilitarismo.

Desde su curul en el Concejo (2004 – 2007) y después en su asiento como diputado de la Asamblea de Antioquia (2008-2011) siguió tejiendo la red de favores, compromisos y traiciones que lo han convertido en el mayor elector de Itagüí y en uno de los principales jugadores de la política antioqueña. Una red que incluye al cuestionado clan Suárez Mira, al grupo político del senador liberal Julián Bedoya y al alcalde de Medellín, Daniel Quintero.

Fue, sin embargo, su paso por la alcaldía de Itagüí (2012 – 2015) lo que cimentó su potente poder electoral y burocrático en la ciudad.

Carlos Trujillo y sus seguidores en Itagüí suelen resaltar dos datos para demostrar el éxito de su administración: el nivel de aprobación registrado por las encuestas al final de su mandato —94%, según el Centro Nacional de Consultoría— y la disminución de la tasa de homicidios durante su período.

En 2012, el primer año del gobierno de Carlos Trujillo en Itagüí, los homicidios en la ciudad ya estaban en una notable tendencia decreciente: de 2010 a 2011 pasaron de 314 a 190 asesinatos, según datos de Medicina Legal. Una reducción del 40%, la más alta entre los 10 municipios del Área Metropolitana del Valle de Aburrá.

Los datos, sin embargo, seguían siendo desastrosos. La tasa de homicidios de Itagüí en 2011 era de 72 homicidios por cada 100 mil habitantes, superando la tasa de Medellín y duplicando la tasa nacional. En 2015, el último año de la administración Trujillo, la tasa de homicidios de Itagüí se ubicó 11 puntos por debajo de la tasa de homicidios nacional.

Esta baja se explica en gran parte por el fin de la guerra entre las bandas de alias ‘Valenciano’ y ‘Sebastián’ por el control de la Oficina de Envigado, uno de cuyos epicentros fue Itagüí, y otros acuerdos entre criminales. Un contexto que facilitó la política de seguridad emprendida por Trujillo, que fue una mezcla de micro-gerencia y camaradería con la Fuerza Pública.

“Uno de los pilares de la estrategia de seguridad del alcalde Carlos Trujillo fue la protección de víctimas y testigos”, dice Rafael Otálvaro, asesor de seguridad durante la alcaldía de Trujillo y actual secretario de seguridad de la Alcaldía de Itagüí. “El alcalde supervisaba cada detalle de las operaciones: gestionaba las casas para reubicar a las personas, ordenaba la compra de tiquetes aéreos para enviarlos a Bogotá y hasta buscaba personalmente los hogares temporales para el cuidado de las mascotas de los testigos”.

El secretario Otálvaro está lleno de anécdotas sobre la relación especial que cultivó Carlos Trujillo con la Fuerza Pública: las mañanas en las que megáfono en mano mencionaba, nombre por nombre, los alias de los delincuentes que iban a capturar durante los consejos de seguridad que organizaba en los barrios más peligrosos de Itagüí, su presencia en la instalación de nuevas cámaras de seguridad o las visitas sorpresas a las estaciones de policía en las que les llevaba hamburguesas y gaseosas a los policías en servicio.

“Enamoró a la fuerza pública y le devolvió la seguridad a los itaguiseños”, dice el secretario Otálvaro.

Un amor, en muchos casos, excesivo. Durante la alcaldía de Carlos Trujillo, un grupo de concejales de oposición denunciaron irregularidades en la aprobación de recursos públicos para cubrir los gastos personales del entonces comandante de la estación de policía de Itagüí, el mayor William Quintero.

La Fiscalía archivó finalmente el proceso argumentando que el alcalde tenía las facultades para destinar esos recursos. Sin embargo, el episodio ha alimentado las críticas en contra de su acumulación de poder en el municipio y el manejo arbitrario de las nóminas y la contratación local en función de sus objetivos políticos. 

La red clientelista de Carlos Trujillo

Las últimas dos administraciones del municipio antioqueño han estado dirigidas por dos políticos conservadores del grupo del senador Carlos Trujillo: León Mario Bedoya (2016-2019) y el actual alcalde José Fernando Escobar, quien se desempeñó como secretario de infraestructura durante la alcaldía de Trujillo.

Miembros de su familia y de las familias de sus aliados políticos hacen parte de la actual nómina del municipio, como Daniel González, primo materno de Trujillo y director de desarrollo económico de Itagüí; y Natalia Trujillo, hermana menor del senador y asesora de la Secretaría de Hacienda. Esta última cartera liderada por Eliana Ramírez, nuera del diputado conservador de Antioquia Jaime Cano, amigo y aliado de Trujillo.

El abogado Guillermo Reyes, a quien Gustavo Petro lo nombró para liderar el empalme del Ministerio de Justicia, ha sido uno de los contratistas más destacados de las sucesivas administraciones de Itagüí controladas por el grupo político de Carlos Trujillo.

El ex-viceministro de justicia de Álvaro Uribe obtuvo contratos de las alcaldías de Trujillo y Escobar que superan los mil millones de pesos para la prestación de servicios jurídicos y la implementación de estrategias anticorrupción, como lo revelaron el medio local “El Itaguiseño” y el activista político Santiago Molina.

Reyes ha sido objeto de múltiples críticas por las evidencias que existen y que La Silla Vacía reveló sobre los reiterados plagios que le hizo a la producción académica del fallecido jurista Juan Fernando Jaramillo, ex-magistrado auxiliar de la Corte Constitucional y fundador de la ONG ‘DeJusticia’.

Días antes de confirmar el controversial nombramiento de Guillermo Reyes en el equipo de empalme, Petro recibió en Bogotá al senador Carlos Trujillo. Lo hizo tres días después de su triunfo en las elecciones e incluso antes de los encuentros que sostuvo con líderes políticos como Álvaro Uribe y Germán Vargas Lleras, un guiño a los lazos construidos entre el barón antioqueño y el Pacto Histórico durante la campaña presidencial y un augurio del rumbo que finalmente tomaría el Partido Conservador: la ruptura con la línea oficialista de Ómar Yepes y el ascenso de Trujillo en la dirección, un aliado clave para la construcción de mayorías en el nuevo congreso.

Los acercamientos entre Carlos Trujillo y el petrismo se dieron a través de la alianza política que sostiene con el polémico senador liberal Julián Bedoya y el alcalde de Medellín Daniel Quintero, quienes abiertamente apoyaron la candidatura de Gustavo Petro. Incluso desde la primera vuelta y después de la derrota de David Barguil, candidato oficial del Partido Conservador en la consulta de la derecha, los movimientos a favor del Pacto Histórico del grupo político de Trujillo en Itagüí empezaron a ser evidentes.

“El grupo político de Trujillo hizo la pantomima de apoyar a Federico Gutiérrez, pero realmente se quedaron quietos. Y con Rodolfo hicieron aún menos. No hicieron el trabajo político necesario para sacar a la gente a votar”, dice un reconocido político conservador de Itagüí que hoy está distanciado de Carlos Trujillo y que pidió no ser citado para evitar conflictos con el senador.

Un político astuto

La mayoría de las fuentes consultadas para este perfil describieron a Carlos Trujillo como un hombre astuto y eficaz. Un operador político tenaz y decidido.

Entre el anecdotario que conservan los habitantes del barrio La Independencia sobre Carlos Trujillo, su vecino ilustre, está el día en el que la Junta de Acción Comunal contrató a ‘Los Inquietos del Vallenato’ para la fiesta del aniversario de la fundación del barrio.

Por la época Trujillo era concejal de Itagüí y el alcalde de turno les puso dos condiciones para apoyarlos financieramente: buscar un equipo de sonido adecuado y cero proselitismo político.

Trujillo, diligente, fue hasta la Fábrica de Licores de Antioquia a buscar los parlantes y los amplificadores. Durante el concierto, sin embargo, no pudo evitar pedirle a sus seguidores que repartieran volantes azules con su rostro y su nombre.

Dependiendo de cómo utilice esa astucia, que lo ha caracterizado a lo largo de su carrera, puede convertirse en uno de los hombres clave para la coalición de Gustavo Petro en el Congreso que arranca mañana.

Cubro al gobierno del presidente Gustavo Petro en La Silla Vacía. Estudié Periodismo en la Universidad de Antioquia.