De izquierda a derecha, Jaime Gilinski, Carlos Ignacio Gallego (presidente de Nutresa) y Gonzalo Pérez (presidente saliente de Sura). Foto: Presidencia

Aunque la fotografía no trascendió en el paquete de prensa compartido por Presidencia, los protagonistas del conflicto empresarial más sonado durante el último año almorzaron a manteles el viernes pasado en Casa de Nariño. El anfitrión fue el presidente Gustavo Petro, quien anunció a medios de comunicación haber resuelto un “viejo conflicto empresarial”, después de un encuentro de dos horas con los líderes del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) y los banqueros Gilinski. 

Pero la conclusión del presidente, cuando menos, es apresurada. Si bien las condiciones están dadas para zanjar la “guerra fría” entre ambos grupos, luego de las ofertas públicas de adquisición (OPA) con las que los Gilinski hicieron una toma hostil del enroque que protegió por medio siglo los intereses de la élite empresarial paisa, el cierre de esta novela aún tiene varios capítulos por escribir. El más esperado en Antioquia tiene que ver con la permanencia del GEA, no solo como modelo de propiedad cruzada, sino como centro del tejido empresarial. 

Además, los efectos del almuerzo con Petro aún son difusos. Un día antes se suspendió una asamblea convocada por Jaime Gilinski para renovar su participación en la junta del Grupo Sura. Y justo este martes, el banquero aseguró una silla en el órgano directivo, movida que no se explican ni los protagonistas de esta disputa: “A ese cuento le falta un pedazo”, dice un exdirectivo de una de las compañías del GEA, que pide no ser citado para no entorpecer la negociación. La elección no entregó muchas pistas sobre lo acordado en palacio, pero el ocaso del GEA —como se conoció— ya tiene varios caminos trazados. 

Un acuerdo de paz y un almuerzo en palacio ambientan el desmonte del GEA

En junio del año pasado se conoció el acuerdo marco al que llegaron el GEA (grupos Sura, Argos y Nutresa) y los Gilinski (Nugil y JGDB Holding). Jaime Gilinski, el banquero multimillonario del Valle del Cauca, lanzó siete OPAs para ganar participación accionaria en las empresas paisas, apoyado en la abultada chequera de sus socios en los Emiratos Árabes (IHC Capital). Entonces, los Gilinski gastaron cerca de 2.500 millones de dólares en la que se catalogó en Medellín como una cruzada contra el empresariado paisa. 

Para poner fin a las hostilidades, las partes firmaron un memorando de entendimiento en el que el GEA se comprometió a ceder el control de Nutresa (grupo que aglutina marcas como Zenú, El Corral, Noel, Tosh, Ranchera, y Jet), y los Gilinski y sus socios árabes asumieron la retirada de Sura (conglomerado que es dueño de Bancolombia) y de Argos. Lo que ocurre es que la transacción no tenía soporte en las leyes vigentes, cuestión que ataba de manos a la Superfinanciera para que el acuerdo de paz entre los dos grupos económicos, que supone mover miles de millones de dólares, comenzara a ejecutarse. 

“Los empresarios estaban buscando otras soluciones, ante la posibilidad de que no saliera el decreto que contemplara la excepción requerida para el intercambio. No íbamos a pasar por encima de la ley, pero ahora, con la disposición del presidente, será posible”, le dice a La Silla una fuente que estuvo en la reunión a puerta cerrada en palacio y que pidió la reserva para contar detalles internos. 

En el encuentro, por el GEA, estuvieron Jorge Mario Velásquez (presidente de Argos) y Gonzalo Pérez (el saliente presidente de Sura). Del otro lado, hicieron presencia Jaime Gilinski y su hijo Gabriel, dueño de la revista Semana y con quien trabaja en llave. Y por el gobierno, además del presidente, estuvieron el ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla; el director del Dapre, Carlos Ramón González; y el superfinanciero, César Ferrari. También estuvo Carlos Ignacio Gallego (presidente de Nutresa). 

—El cielo no se construyó en un día —dice la fuente que estuvo en el almuerzo ante la pregunta de cuánto tardó la organización del encuentro—. Son procesos que no son producto del hígado de un momento. 

La conversación, que tuvo lugar en el despacho presidencial, a eso de las 12 meridiano del viernes, fue “cordial” y “sincera”. Además de la disputa empresarial, tenía el ingrediente adicional de sentar con Petro a dos grupos que se habían quedado por fuera de la foto con los cacaos en Cartagena. La cita duró dos horas e incluyó almuerzo en el despacho adjunto a Presidencia.  

—Y cómo fue la reunión, ¿hubo tensiones? 

—Fue un éxito —dice la fuente—. Todos los adjetivos positivos que quiera poner. 

El almuerzo incluyó entrada, fuerte y dulce. “Como son siempre los almuerzos en Casa de Nariño”. Ni agua se necesitó, según la fuente, para abordar el tema espinoso de la asamblea que se reanudó este martes para elegir la nueva junta directiva del Grupo Sura. 

Todo fue respeto y entendimiento, según la fuente, aunque esta prefirió no pronunciarse sobre los acuerdos pactados en este frente: 

—El tema de la junta se puso sobre la mesa, pero no le puedo dar detalles. 

Lo pactado respecto a esta elección es relevante porque, una vez ejecutado el acuerdo, los Gilinski no tendrían por qué tener asiento en la junta de Sura (actualmente, contados Jaime y Gabriel Gilinski, tienen tres puestos). Más sentido tiene la llegada a la junta de Velásquez, el presidente de Argos, porque el grupo que lidera quedará con una participación relevante en Sura cuando la transacción termine. 

Pero la asamblea extraordinaria de este martes, en la que se votó la llegada de Jaime Gilinski a la junta de Sura, representa una movida que aún no entrega muchas luces. Sobre todo porque la junta deberá renovarse en tres meses, en asamblea ordinaria. “Podría ser una forma de presionar, porque aún hay mucha desconfianza, para que el acuerdo se cumpla a rajatabla”, dice Sebastián Toro, experto financiero que le ha seguido la pista a este pulso empresarial. 

Y aunque la fuente que estuvo en la reunión en Casa de Nariño insiste en las buenas migas entre los empresarios, lo cierto es que el decreto que se requiere para ejecutar el acuerdo (a cargo del MinHacienda) aún no tiene la firma del presidente. “Están procesando los comentarios recibidos, pero el presidente garantiza que va a salir. Eso sí: no se sabe cuándo”, dice la fuente. Sin esta firma, la transacción entre el GEA y los Gilinski no podría tener luz verde de la Superfinanciera. 

Estos fueron los puntos esenciales del acuerdo entre el GEA y los Gilinski para cesar las hostilidades.

Antes del desenroque, Argos y Sura quedarán más unidos

Aunque aún no hay decreto en firme, el GEA y los Gilinski ya avanzaron en la habilitación de una figura que permitirá desenredar la madeja de las acciones cruzadas. El primer paso fue la escisión de Nutresa en noviembre pasado, lo que permite que Gilinski y los árabes se hagan al 87% de la participación en la holding de alimentos (en este frente resta una nueva OPA). Lo otro fue la habilitación de Sociedad Portafolio como un comodín para que Nutresa emprenda la retirada de Sura (donde tiene el 13,2%) y Argos (donde tiene el 12,5%), mediante dos transacciones directas.

“Es un mecanismo de traspaso de las acciones a intercambiar. Fue la forma de separar el negocio, para que un lado se quede con Nutresa y el otro con Sura y Argos”, explica Toro. Estas transacciones, contrario a lo que se esperaría, harán del GEA un modelo de propiedad cruzada mucho más enrocado: un enroque del enroque. ¿Por qué? Pues resulta que una vez se ejecute el acuerdo, Sura y Argos serán mucho más dueños entre sí, tras recoger las acciones que tenía Nutresa. 

“Grupo Argos va a quedar siendo más dueño de Grupo Sura que antes, por eso habrá más enroque. Y Sura también va a recibir más Argos y Sura, en una especie de recompra de acciones. Los grupos tendrán más porcentajes de sí mismos con la salida de Gilinski”, agrega el analista. Pero esta nueva versión del enroque será distinta, porque la distribución de poder cambiará al interior de lo que queda de GEA. 

Javier Mejía, estudioso del empresariado paisa y profesor de la Universidad de Stanford, dice que es justo esto lo que hacía del modelo una figura interesante y no subsidiaria, pues Sura, Argos y Nutresa tenían, entre sí, proporciones similares de participación. Eso permitía que la propiedad no fuera tan vertical, e incluso menos corporativa y mucho más parecida a un modelo de cartel. Pero una vez se complete la transacción, Argos tendrá más poder. 

Así lo ve Mejía: “Argos se metió la mano al dril para adquirir Sura. Por algo Velásquez fue el vocal del GEA durante la rueda de prensa que dio el presidente el viernes pasado. El poder al interior de los grupos ha cambiado, y es eso lo que hace poco probable una nueva toma hostil”. Justo esta es la pregunta que surge con el acuerdo firmado entre los empresarios paisas y los Gilinski: si los banqueros caleños ya lanzaron una serie de OPAs para ganar participación al interior del grupo, ¿qué hará que no repitan la cruzada? 

El escenario es distinto. La propiedad de Sura y Argos se concentrará más, lo que dejará a los antioqueños como dueños de la mayoría de estos dos grupos. “Una vez haya mayoría absoluta, no hay riesgo de disputa por control”, dice el profesor de Stanford. Esto no ocurría antes de las OPAs de Gilinski, pues los representantes del GEA no controlaban más del 50% de las compañías. “La apuesta del banquero caleño fue recoger la propiedad atomizada y sumar algo cercano al 51% para controlar compañías”, agrega Mejía. 

Y aunque la entrada de Jaime Gilinski a la junta de Sura enrarece la transacción acordada, además de darles alas a quienes no creen en las buenas migas entre los dos grupos, lo que dicen Toro y Mejía es que ambos quieren deshacerse de este “problema” y evitar que los accionistas minoritarios “brinquen” por el acuerdo. Ese cansancio lo evidenció Carlos Raúl Reyes, expresidente de Bancolombia (2011-2015), cuando se paró repentinamente y pidió el fin de “esta guerra” en medio de una de las asambleas de accionistas, en marzo del año pasado. 

“Nutresa quedará completamente controlada por Gilinski, ahí no hay riesgo de retaliación por parte del GEA. Y los antioqueños controlarán Sura y Argos, entonces tampoco habrá espacio para una nueva OPA hostil. Es un acuerdo definitivo, por eso tardaron tanto en consolidarlo”, dice Mejía. 

Los antioqueños sueñan con sus empresas por fuera del enroque 

El exdirectivo del GEA, quien pidió la reserva de su nombre, dice que esta ha sido la ambición del grupo desde hace muchos años. El proceso de desenroque, aunque tímido, arrancó con la venta de acciones a grupos empresariales extranjeros previo a los 2000. De ese gran modelo cruzado, que nació a finales de los 70 como un mecanismo de defensa de las empresas paisas ante los intentos de compra de cacaos como Jaime Michelsen y Julio Mario Santo Domingo, ya quedaba poco. Lo cierto es que hasta hoy no había sido tan claro el inicio del fin de esa tradición corporativa. 

Lo que hacía particular al GEA era su ADN multicéfalo: un solo cuerpo con muchas cabezas, y no con una o dos, como pinta tras el acuerdo con Gilinski. “Si se desbarata la propiedad cruzada entre Sura y Argos, será el fin del enroque”, dice Mejía. Y aunque el exdirectivo del GEA afirma que los paisas se enrocaron más para salir definitivamente de la figura en el futuro, lo cierto es que este escenario es consecuencia directa del pleito librado con los banqueros caleños.

“El reto ahora es encontrar mecanismos para un desenroque futuro. Porque Argos (un negocio volcado a la infraestructura) no puede ser el controlante de Sura (un negocio más enfocado en el sector financiero, de salud y seguros) porque tendría unas connotaciones de negocio financiero que no tiene en sus autorizaciones”, dice Toro. Incluso Velásquez, el presidente del Grupo Argos, ya se ha pronunciado en este sentido. En junio pasado dijo en medios que la diferencia estratégica entre ambos grupos “no es una opción que deba mantenerse en el tiempo”.

El desenroque está en los planes, pero a largo plazo, porque la salida no es del todo sencilla. Argos tendría que encontrar un socio que compre su participación en Sura. “Y aunque no es imposible, no hay muchos grupos interesados en comprar un conglomerado de seguros en Latinoamérica, con una exposición tan amplia a Colombia, y con un negocio tan grande en el frente de la salud”, explica Mejía, en alusión a la EPS paisa.

Velásquez también ha confirmado este interés, pero ha precisado que no hay prisa para dar con nuevos aliados: “Estos deberán estar dispuestos a pagar el valor justo por las inversiones, las primas de control, y además tener una visión clara de adónde quieren llevar las compañías”.

La otra opción es que cada grupo compre su parte. Eso resolvería el problema de conseguir un socio que le guste a todo el mundo, pero requeriría una liquidez que no tienen o un endeudamiento riesgoso. De cómo se zanje el dilema, aún en una discusión prematura, habrá respuestas sobre si los antioqueños privilegian la apertura o el ensimismamiento tras la revolcada de Gilinski. 

Por ahora, lo que proyecta el exdirectivo del grupo empresarial es que en Sura y Argos se vendrán desinversiones (salida de activos poco estratégicos y emisión de acciones para ampliar la base de propiedad). Y, en su caso, se repite una pregunta y se abre otra: ¿cuál es el fin de la entrada de Jaime Gilinski a la junta de Sura? “Lo único que sé, es que es un tipo muy inteligente: sabe hacer buenos negocios”, dice el exdirectivo. Lo otro es qué pasará con Bancolombia: “Esa es la gran caja de pandora”, agrega. 

Pese a esto, una alta fuente cercana a las nuevas generaciones del GEA, que pidió la reserva por no ser portavoz, le dijo a La Silla que lo que  ocurre no le  traerá mayores impactos a las empresas del grupo. “Las compañías trabajan de manera independiente y con sus esquemas de gobierno corporativo les dan tranquilidad a los inversionistas”, sostuvo. Y agregó: “Aunque seguimos siendo referentes regionales, nuestra visión ya es multilatina. Argos es más grande en Estados Unidos que acá, por eso lo que está ocurriendo no nos toca en el día a día”.   

Así comenzó la puja por el corazón empresarial de Antioquia.

El amanecer de una nueva élite paisa, sin cruces accionarios 

La fuente cercana al GEA afirma que el equilibrio del enroque se perdió más temprano, cuando los fondos de pensiones decidieron vender su participación a Gilinski. Incluso, afirma: “Cuando ellos vendieron se dio el real desenroque”. Pero también sostiene que este modelo paisa se ha abierto paulatinamente, no solo a escala nacional sino internacional. “El ‘paisacentrismo’, sigue, pero los equipos directivos de las empresas se están moviendo por todo el mundo”. 

El enroque que ve el ocaso no se limita al cruce accionario. Lo que lo soportó fue una concepción cultural de la sociedad antioqueña, y de su empresariado, que también ha venido renovándose. Mientras que Jaime Gilinski libraba las OPAs hostiles contra sus pares generacionales en Antioquia, otros ejecutivos más jóvenes se abrían camino en las compañías en disputa: Ricardo Jaramillo, Alejandro Piedrahita, Juan Carlos Mora, son considerados como algunos de los llamados a relevar a la vieja élite empresarial antioqueña. 

El desenroque del GEA también responde a una transformación del tejido empresarial y la vocación productiva de la región. “Primero, desapareció el sector textil; ahora, se desbaratará el enroque entre Sura y Argos, pero van a subsistir por separado, manteniendo el legado de coordinación”, dice Mejía. Además, incluye el reconocimiento de que el sistema de propiedad cruzada, con el tiempo, generó una brecha demasiado grande entre el valor real de las compañías y el de sus acciones. Lo que en últimas terminó privilegiando a los administradores y al regionalismo, y no a los accionistas. 

Surgirán nuevos sectores, más alejados de la bonanza por la industrialización antioqueña del siglo XX, que desembocó en la constitución del GEA como enroque para salvaguardar intereses. “Hay una renovación de las élites, sí; pero también asistimos al posicionamiento de otros sectores, como el turismo. El tejido empresarial paisa se está ampliando, y esta transformación marcará la línea en los próximos 30 años”, agrega el profesor Mejía. 

Otro elemento también cambió, según la fuente cercana al GEA: la relación entre lo público y lo privado, que ahora se maneja con matices. “Nicanor Restrepo fue gobernador (en 1983) y luego volvió (como presidente de Suramericana). Esa puerta giratoria ya no existe, aunque siga siendo necesaria la conversación”. Además, el exdirectivo del GEA agrega: “La transformación pasa ahora por el cambio de propiedad. Y eso es muy bueno”. 

—Entonces, ¿no quedará nada del viejo modelo? 

—Sí —dice la fuente cercana al grupo empresarial—. Hay una institucionalidad representada en Proantioquia y el Comité Universidad Empresa Estado (CUEE), con lo que esperamos mantener el ADN. 

—¿Y se seguirá llamando GEA? 

—Sí, así como el acento paisa, que nunca se nos va a quitar. 

Periodista y casi politólogo. Trabajé en El Colombiano y con una crónica gané el premio Simón Bolívar en 2023. Ahora soy el corresponsal de La Silla Vacía en Antioquia. Escríbame al correo ehenao@lasillavacia.com